regalos de amigos de los blogs.

Diego, que era (o es, uno sigue siendo de alguna manera -siempre-de donde era) de Quilmes, me puso una cancion sirenil  de la Renga, en un comentario, y a mi me piacce darle estatuto de entrada.
Diego cultiva un estilo bizarren, es un viejo treekie (los locos esos que gustan de la saga de star trek, como el gordo vendedor de comics de los simpsom) y es abuelo, aunque pendejo. (todo aquel que tiene 5 años menos que yo, es para esta servidora, un pendejo, asi que es un amplio espectro)
No se porque le gusta pelearme, teniendo tantos seguidores fanaticos, entre zarpados y dementes, que le lamen el culo en su propio blog, Mosterio la cueva del mostro que es muy clase Z, uno lee 50 comentaristas en cada post... Todos alabandolo!!!!! Tiene para pelearse alla y viene y la jode a la pobre sirena down moribunda que anda malamoreada, bolereada, apenada de si misma... y bueno, los tipos son asi, como dice mirta legran, te ven mal y te maltratan.
Pero a veces te tratan bien,y te mandan canciones de La renga,como si vos fueras joven.ja.
Gracias Diego.El hombre no tiene gusto, pero es atento.

Por la ribera de la Boca una noche de verano
contemplaba las estrellas y la calma infinita
los barcos parecían dormidos en la orilla
y más allá el viejo puente inspirábame.

Cuando de pronto advertí que del impuro río,
alguien me hacía una señal,
de movida no entendí y entonces me acerqué
y no pude comprender lo que mis ojos veían.

En el agua mugre y el aceite nadaba una sirena
de largas cabelleras como trigo al viento
desnuda de pechos y pezones duros
agitaba su manita como invitándome.

Mas yo que podía hacer entre tanta confusión
si bien el agua no me tentó a tirarme de cabeza
ni tampoco a prefectura intenté avisar
por temor a perturbar a tan bella criatura.

Y nos quedamos mirándonos casi casi penetrándonos
una sirena de aguas claras en mi río turbio sin igual
que podía estar haciendo, más peor yo sin hacer nada.

Y de pronto se esfumó con la bruma de la mañana
cuando el tráfico empezaba de nuevo a alborotar
y yo que no hacía nada decidí caminar
y con vino celebrar la santa aparición.

Y aunque tuviera la ocación, a quién le iba a contar
seguro me iban a acusar de lisérgico inmaduro
de una sirena de aguas claras en mi río turbio sin igual
qué podía estar haciendo más peor yo sin hacer nada.

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