Nuestro tren. Un cuento del turco Asis.
Generalmente, los que subimos en el Tigre nos conocemos; llevamos casi todos un bolsón chiquito, de esos que dicen Air France, o Alitalia, y aunque nunca hablamos una palabra, con la mirada nos saludamos. Somos morochos, leemos la Crónica, cuando llueve traemos los zapatos embarrados, venimos del Rincón de Milberg, o por ahí. Tiene que verlo al tren a esa hora. Vacío, lleno de asientos para nosotros; todos para nosotros. Fumamos, arrancamos, a lo mejor cambiamos de asientos, total. En la primera estación suben más de los nuestros: es Carupá. Imagínese, mucha gente que viene de Pacheco, de todos esos barrios nuestros que hay por ahí. Y tiene que verlos; los muchachos se acomodan, miran para abajo, fuman, cuando llueve traen los zapatos embarrados, abren las ventanillas, las bajan, acomodan los bolsones o el paquete envuelto en papel de diario. Todavía, los muchachos también pueden darse el lujo de cambiar de asientos. La próxima, como usté sabe, es San Fernando; aquí suben más nuestros...