Valpo 2040
La ciudad vieja que mira
al Pacífico, con sus ondulantes colinas y sus casas descacharradas de Puerto
era la sede de este encuentro, uno al año, donde diferentes tipos de personas,
anhelantes de experiencias extremas, se daban cita. Ellas dos llegaron en omnibus
desde Santiago, ciudad opulenta y al grito de la moda, tratando de mimetizarse
en turistas en busca del mar o compradoras compulsivas.
Valparaiso no tiene arreglo, se cae a pedazos.
Veinte años atrás, cuando ellas eran bebes, se había puesto de moda no querer
tener hijos y abominar del consumo de carne. De a poco todo el circuito de
comercialización de vacunos se había ido derrumbando. Las carnicerías empezaron
a ralear ,los frigoríficos fueron a perdida y tambien la cria de ganado se fue
sustituyendo por cultivos orgánicos.
Los esfuerzos del gobierno
por alentar el consumo, y las propagandas que decían basicamente que los
pueblos fuertes consumían proteínas animales se consideraron de derechas
politicas y sin futuro. Poco a poco los asados dejaron de tener carne y en las
parrillas reinaban los puerros,las batatas, los ajies.Y los niños empezaron a
ser cada vez menos, a la vez que las mujeres veian con suspicacia a aquellas
que manifestaban su deseo de tener hijos. Fue una cascada desde las universitarias
a las mujeres pobres. Se consideró al mismo tiempo demodé tener hijos y no ser
vegano. Al final el gobierno alentó la creación de granjas de niños, con
cuidadores especializados, donde las madres biológicas podrían dejar su carga,
y generar trabajadores para el futuro, porque el mundo en cien años sería tan
inviable como el sistema previsional había sido. Sin aportes de trabajadores
activos, hubo que desviar fondos del Ministerio de Turismo (todos los sin hijos
se volcaron a viajar como posesos) para mantener las jubilaciones. La pirámide
poblacional se invertió y la población envejecia.Las granjas parecián que iban
a tener exito.Alojaban a quien quisiera gratuitamente desde el sexto mes de
embarazo y las mujeres se podían ir después de dos días de parir, dejando su
producto en buenas manos. No les extrañará que muchas se escapan a la noche,con
sus niños, algunas volvían a la semana pero otras se los quedaban, a costo de
ser malmiradas por su empecinamiento en la maternidad. Por supuesto las
escuelas fueron cerrandose y se abrieron clubs sociales, aunque no había
aumentado la promiscuidad. El sexo era optativo, el sexo heterosexual una
antigualla, y definirse como hombre o mujer, la bisexualidad era secundaria,
una remora del pasado. Comer carne vacuna no fue prohibido pero era más dificil
conseguir este alimento que comprar caviar ruso en cualquier barriada. La gente
le tenia asco en público a la carne, pero muchos relataban recuerdos como fotos
de asados familiares, ante la risa y el descredito de los oyentes. Nadie tenia
hipertensión, y la gente era más saludable pero con poca energía. Todos eran
sutiles y las heces no tenian el olor a mierda que se les adjudicaba antaño. Ni
pollo ni pescado, la ola vegana barrio con doscientos años de recetarios y
cualquier familia sabía como mantenerse sana con semillas, macerados o kefir.
Cuando bajaron en la
terminal de Valpo pudieron captar la misma pobreza que en el Once o en Retiro.
Vendedores de porquerias, jugos dudosamente higienicos e insumos para hacer
guisotes de legumbres pasaban a su lado. Caminaron 8 cuadras y entraron a un
garage tapiado, atras el matarife había carneado una vaca y con la sangre se
habian hecho morcillas y ya estaba la media res colgada. Había como veinte
personas y la reunion -en definitiva una reunión social, como cualquier otra-
contaba de mujeres y varones que consideraban contracultural comer carne.
Una de ellas no había
probado nunca. La otra si, y habia arrastrado a su amiga a esa orgia de sabor y
masticación. El menú estaba fijado de antemano. Empanadas de carne, milanesas
(los organizadores temían que el asador ahuyentara novatos), un estofado pero
en vez de estrudado de soja, se haría con algo llamado roast beef, y cada uno
de los participantes se iba a llevar un par de morcillas y una receta para
hacer lucir la achura. Había un olor orgánico,visceral, fortísimo, que podía
recordar a una heladera sucia, y todos estaban alterados como si hubieran
asistido a una fogata donde se consumiera ayahuasca.
Tambien había una
sorpresa: choripanes. Pero con chorizos verdaderos, hechos por el matarife y el
organizador. Cuando clavó el diente al primer pedazo de carne vacuna, no hubo vuelta.
El sabor, un trueno en la
boca de cada una de las participantes, alguno aplaudió. Tambien alguien escupió
y una debutante vomitó el jugo de rucula y menta que habia tomado 10 minutos
antes.