(Foto: Lihue Althabe)
(Foto: Lihue Althabe)
El español Juan Ramón Jiménez decía que el poeta no es un filósofo, sino un clarividente. Es una idea que puede ser leída como una intención, la de quitarle el peso de la erudición al poeta, porque, es cierto, no tiene porqué ser un sabio o un intelectual. Nadie le va a tomar examen, nadie le va a preguntar sobre el confuso devenir de la historia. Entonces, ¿para qué sirve un poeta? Quizás, para ofrecernos —en la forma que sea— belleza. ¿Qué sería de la humanidad sin la belleza del lenguaje? Tal vez, matemática dura y funcionalidad.
Entonces, si el poeta es un clarividente, en sus versos tiene que esconderse un secreto, un misticismo que pueda conectar con esa ilusión irracional e inexplicable que nos conmueve. Con el corazón, por ubicar esa emotividad en algún lugar del cuerpo. ¿Algunas vez leyeron un poema que los partió al medio? Si no hace falta ser un ilustrado para escribir poesía, mucho menos hace falta ser un ilustrado para leerla. La poesía no tiene muchos matices, te sensibiliza o te aburre. En ese sentido tan determinante, tan blanco o negro, contiene una verdad que se para frente a tus ojos. Para verla, es importante tenerlos abiertos.
Poemas de mina grande, de Nilda Allegri
"Ando desnuda por la casa / como si viviera sola, / o fuera joven, / o valiera la pena, o esto fuera una isla paradisíaca / y no un hogar que necesita una buena limpieza". Los versos pertenecen a Nilda Allegri(Lanús, 1956) que asegura, desde la contratapa de Poemas de mina grande, que empezó a escribir con las redes sociales. Como si las interconexiones virtuales hayan avivado en ella —psicóloga, docente y estudiante de Filosofía— la llama originaria de la literatura.

“Poemas de mina grande”, de Nilda Allegri (Foto: Lihue Althabe)
“Poemas de mina grande”, de Nilda Allegri (Foto: Lihue Althabe)
Leer este libro que acaba de salir de imprenta es una experiencia, en definitiva, relajante. La lectura fluye entre imágenes de una cotidianeidad escueta y amable. Hay una relajación casi militante —desde la tapa ya se ve: dos pies descalzos sobre una silla, un patio fresco, macetas— que propone no dejarse avasallar por la conflictividad psicótica de estos tiempos. Aunque no lo niega: "Tu llamado llega / cuando ya no me interesa", dice en el poema Kairos donde se habla de la imposibilidad comunicativa, desde el código morse hasta el sexting.
En ese sentido, se observan las marcas de una mujer que, por un lado, añora la sencillez del siglo XX, pero por otro se lanza sin prejuicios a la extravagancia del XXI. "Envejecer no fue / un crimen perfecto. / Me quedan vestigios / de algo puro, que los años perfeccionaron / en vez de arruinar", se lee. "Urbana de tren y subte / una parte mía anhela la selva", se define en un poema la autora, pero en otro: "La ausencia no nos ha afectado / seguimos siendo los mismos / o casi / tanto tiempo después".
¿Qué se puede encontrar en las páginas de Poemas de mina grande? Un universo temático bien armado. Hay Conurbano, hay familia, mucho Gancia, la parentela apretada en la mesa y un pastiche de panceta picada con perejil y ajo. También la Patria arrastrando mugre y una bolsa de nylon medio rota que quiere ser pájaro. Aparecen Pearl Jam y Led Zeppelin, también Google y Facebook. Hay sexo, amor, fervor e ironía. Y está el reposo, una tranquilidad que se invoca para, por fin, desdramatizar el caos de la vida diaria.

para leer la nota completa https://www.infobae.com/cultura/2018/09/06/entre-la-sencillez-y-la-excentricidad-5-libros-para-tomarle-el-pulso-a-la-poesia/