miércoles, 30 de diciembre de 2020

martes, 29 de diciembre de 2020

el libro de la vida

 el pueblo judio cree que existe un libro donde se anota quien vivirá el año siguiente;Espero que nuestros nombres esten allí,

Se termina el año, ya sabemos,muchos quizá no trabajemos porque la pandemia ha hecho su tarea y lo presencial ha escandido nuestros colectivos,nuestros desplazamientos feroces por la ciudad de la furia

¿que pedir? que pedir? Yo pediría serenidad sin resignamiento. Estar tranquila para poder empecinarme en mis logros aún no logrados.

llega el fin de año, cuaderno nuevo, recien forrado, tal vez tengamos menos expectativas porque a fuerza de los años hemos moderado nuestros deseos.

Tal vez no.

Nilda,la deseante,les desea que ese cuaderno nuevo florezca.Que del jardin de tu alma, salgan ml flores.

feliz vispera, feliz año nuevo. A xxxxx  que se acaba el mundo.

sábado, 26 de diciembre de 2020

resaca de navidad

 lo que pasó es que compré en Instagram un carrot cake,humedo y riquisimo que tiene arriba un frosty de manteca que me comería a cucharadas. El topping ese esta hecho con manteca, azucar impalpable y poco mas y es como si te mandaras cucharadas de calorias a pala.

tambien en el patio, al que todavia no le entraba el sol  pero la claridad cegaba, sentada en una reposera mientras me comia el frosty con budin,pensaba en que si tuviera un milagro ante mi  no lo reconocería

pensaba tambien en el verano desde hace dos año cuando todas las madrugadas teniamos algo que hablar, y así lo haciamos

pensaba en mis deseos de año nuevo, en todo mientras el sol iba entrando en el patio, quedaban migajas en rededor de la reposera y vos que no hablas mas conmigo a la mañana.



miércoles, 23 de diciembre de 2020

este blog hoy cumple 11 años

 un 23 de diciembre de 2009 yo pensaba que mi blog elnosoyloquedeberia.wordpress.com no podía ser mancillado con las ganas de escribir poemas y cuentos que yo tenía.Mi interlocutor en ese momento era Mario Rivas, al que le conte sobre el sirenasahogadasenmijo. Y a él lo del mijo nole gustaba, y pensando en él (que ya ha muerto, y estará siendo nada en el eter) y de su gusto por la vodka rusa, le puse este nombre: Sirenas ahogadas en vodka.
El nombre es precioso porque  deja la incertidumbre de si las sirenas estan borrachas o muertas.

Yo he cambiado(nunca menos, y como todos espero) en estos 11 años,claramente soy otra. Mas vieja y seguramente mas sabia.

soy persistente, 11 años de escribir semanalmente!!!!  El otro blog está abandonado, no se que ponerle, me quedé manca de opiniones políticas .

me jubile,empece a trabajar en otra cosa,mis hijos se fueron, fui abuela, conocí europa, veranee muchas veces en brasil, me senti mas agobiada,me senti menos agobiada. que se yo,

sigo viva,que no es poco.
QUiero saludar a Jose, a Gustavo, a Jose Luis,al demiurgo,a Frodo que son quienes me comentan en el blog.Ellos de alguna manera me hacen que no lo abandone,como un voluntario en un derrumbe, que cree escuchar voces atras de las piedras.

me pongo sensible,es mi blog,son mis sueños-Tambien saludo a Carlos, que tal vez me lee.

lunes, 21 de diciembre de 2020

consejos de escritura de Stephen King

 1. Primero escribí para vos, y después preocupate por los lectores. “Cuando escribís una historia, te estás contando a vos mismo esa historia. Cuando reescribís, tu mayor trabajo es el de sacar todas las cosas que no son la historia".

2. No uses la voz pasiva. “Los escritores tímidos gustan de los verbos pasivos por la misma razón que los amantes tímidos gustan de las parejas pasivas. La voz pasiva es segura”.

3. Evitá los adverbios. “El adverbio no es tu amigo”.

4. Evitá los adverbios, especialmente después de “él dijo” y “ella dijo”.

5. No te obsesiones con una gramática perfecta. “El objetivo de la escritura de ficción no es el de alcanzar la corrección gramatical, sino hacer sentir bienvenido al lector y después contar una historia”.

6. La magia está en vos. “Estoy convencido de que el miedo está en las raíces de la mayoría de la mala escritura”.

7. Leé, leé, leé. ”Si no tenés tiempo para leer, no tenés el tiempo (ni las herramientas) para escribir”.

8. No te preocupes por hacer felices a los demás.“Si tu intención es escribir tan verdaderamente como puedas, tus días como miembro de la sociedad pacífica están contados".

9. Apagá el televisor. “La televisión -mientras estés trabajando o en cualquier otra circunstancia- realmente es la última cosa que un escritor en ciernes necesita”.

10. Tenés tres meses. “El primer borrador de un libro -incluso de uno largo- debería llevar no más de tres meses, la misma duración que una estación”.

11. Hay dos secretos para el éxito. “Me mantuve físicamente saludable, y no me divorcié”.

12. Escribí una palabra a la vez. “Ya se trate de una viñeta, de una única página o de una trilogía épica como El señor de los anillos, el trabajo siempre se consigue una palabra a la vez".

13. Eliminá las distracciones. “No debería haber teléfono en el espacio en el que escribas, definitivamente tampoco televisor o videojuegos con los que puedas distraerte".

14. Quedate con tu propio estilo. “No se puede imitar el abordaje de tal o cual autor a un género en particular, no importa cuán simple parezca ser aquello que ese escritor hace".

15. Cavá. “Las historias son reliquias, partes de un mundo antiguo aun no descubierto. El trabajo del escritor consiste en usar las herramientas de su propia caja para conseguir tanto como sea posible sacar intacto de la tierra”.

16. Tomá descansos. “Te vas a encontrar con que leer tu libro después de una pausa de seis semanas es una experiencia extraña, por lo general emocionante”.

17. Olvidá las partes aburridas y asesiná tus favoritas. “(Kill your darlingskill your darlings, incluso cuando eso rompa tu pequeño corazón de escritor egocéntrico)”.

18. La investigación no debería ensombrecer la historia. “La documentación y la investigación deben quedar tan al fondo de la historia como sea posible".

19. Te convertirás en un escritor simplemente leyendo y escribiendo. “Se aprende mejor leyendo mucho y escribiendo mucho, y las lecciones más valiosas son las que te enseñás a vos mismo".

20. Escribir tiene que ver con ponerse feliz. “Escribir no tiene nada que ver con hacer dinero, hacerse famoso, conseguir citas, cojer o hacer amigos. La escritura es mágica, tanto como el agua de la vida, como en cualquier otro arte. El agua es gratis. Así que bebé.”


domingo, 20 de diciembre de 2020

no lo soñe

Nosotros somos como bombas pequeñitas.

aguinaldo.

ademas de todo lo que me pasa,voy al taller de Lamberti y me siento sin imaginación porque a todos mis compañeros se le ocurren historias cojonudas y yo estoy asi,dejada de la mano de Dios.
Entonces en vez de escribir algo desde cero, copio y pego acá un cuento del 2015 tratando de mejorarlo
. Un cuento de Navidad.
                                 En el cielo unos ángeles soplan sus trompetas, ensayando (Carlos Busqued)


Es una víspera pesada, caliente, y el río lleva adentro camalotes con bichos malos, pájaros huyen en bandada hacia el palmar, como si fueran golondrinas, haciendo dibujos caprichosos y apretados en el cielo, apurados por la hora y los truenos. Con las patitas en la tierra está volviendo, la ruta a dos cuadras o mas de las casas.El camino puro polvo y espera. Stella tiene en la cabeza el bochorno, la envidia, la desazón o un sentimiento del cual no sabe el nombre, algo relacionado con la injusticia, que se le subió al corazón en el momento exacto en que su prima recibió, la navidad anterior, una bicicleta usada pero linda, con calcomanias de Barbie. Un poco rayada- se le veía lo plateado de abajo -con un timbre que no sonaba bien. Pero era la mejor bici del mundo. Como Stella y Jennifer no creían en Papa Noel, bien sabían el origen de esa bici. La había traído sin esconder, la patrona de Claudia, junto con ropa de invierno en verano,y unos pesos de premio,a falta de un verdadero aguinaldo,dentro de un sobre que había entregado con mucho espamento, como si le dejara una herencia, y no algo que Claudia se hubiera ganado limpiando mierda ajena. Claudia, su tía, hija de la mama (la mama era la abuela de la Jenny y de Alina), madre de Jennifer y de otros cinco primos varones, había agradecido pero no era tarada y en la cena explicó, que la gorda había sido menos generosa que lo marcaba la ley. Y como ella no entendía, le había explicado el asunto del aguinaldo. La Claudia estaba en blanco y eso era tan raro y tan bueno en el pueblo que no podia mas que agradecer su suerte.Le firmó a la gorda unos papeles "para la contadora" sin mirar lo que firmaba. La bicicleta usada había sido un regalo-regalo. Y en eso estaba la magia. La patrona de Claudia, que todos llamaban por adelante la doctora,y por atrás la gorda, era dentista, y trabajaba en el hospital y tenia consultorio para los que plantaban soja. Al darle lo que le sobraba y seguro se quería sacar de encima se sentía Evita, o aun mas, se sentía una dama de sociedad. Superior. Cada nochebuena desde antes de que ella tuviera memoria la traía a Claudia en el auto, con el paquete de ropa de invierno, y eso ya era un clásico.Saludaba a la mama y entregaba los paquetes, dos sidras, y estrellitas para los chicos. Entre la amenaza climatica de los truenos y el ocaso, ahora la Claudia y la doctora pasan a su lado sin prestarle atención. La llenaron del polvo del camino, porque hace rato que no llovia y estacionan nomas, ahí, en la puerta de la casa de la mama. Bajan dos cajas, pero ninguna cosa grande como una bicicleta. Stella se demora porque no quiere darle besos a la gorda, .Si lo supiera la mama,que conoció patronas peores, la pondría en vereda. En este portal donde la niñez se desliza a otra cosa, Stella advierte que no le va a quedar otro remedio que empezar ese año o el otro a trabajar limpiando casas. Todavía es demasiado chica y está el asunto del horario de la escuela y que todos descuentan que ella si va hacer la secundaria. Pero de limpiar casas no se iba a zafar y aunque en el aula de sexto entre todos habian hecho una cartulina sobre los derechos de los niños, ella sabia que minga de que se era niño hasta los 18, como decía la maestra.No en el pueblo, seguro, por ahi en la capital. Ella no se iba a ir a Buenos Aires, como su madre.Aunque la quieran llevar con promesas de mejoras. No, con la mama estaba bien. Había visto fotos de la villa y prefería quedarse con su abuela, sus tíos, su río. En Buenos Aires hay mucha gente y hay robos y aquí lo peor que te puede pasar es que el río se lleve todo. Pero no a ellos, la casa estaba arriba. A la bicicleta de la Jenny la había seguido de a pie, o corriendo por toda las calles del barrio. Primero Jenny no sabia andar, entonces se montaba y Stella la guiaba, agarrandola del manubrio y del asiento que estaba forrado con un plástico con Barbie princesa y la ayudaba a salir. Mas tarde, le daba un empujón de atrás, cuando la Jenny ya mantenía el equilibrio y al mes iba corriendo al lado, porque jugaban juntas, ella corriendo y la prima en la bici. Una vez que la Jenny no estaba Stella la había agarrado y dado una vuelta por el frente y Claudia la vio y se bajó enseguida, con culpa. Nunca había deseado tanto algo. Un año entero. Pero junto con un montón de cosas inútiles, la mama le enseñó a no mostrar nunca el deseo, y así, de puro sofocar ganas, cada día hablaba menos. Por eso no escribío la cartita de navidad, como recomendaban los programas de la tele: '¿para que? Ya se sabia que papá noel no existía, su padre verdadero vivía con tres medios hermanos mas chicos con la de Montiel, hacia tanto tiempo, que cuando la cruzaba en el mercado, la Montiel, su viejo y los chicos, la saludaban sin enfasis, como a un extraño incomodo. Y su madre había mandado el giro mensual por western union que la mama hacía rendir sin invertir en lujo alguno, para comida y a veces zapatillas en cuotas. Regalo es lujo, claro. Lujo es malo, es cosa de ricos. Los ángeles soplaban sus trompetas cada vez mas fuerte. La tormenta amenazaba arruinar la noche buena. Hoy se reunían todos, incluso su mamá vendría, pasadas las doce,la hora en que pasaba el Micro para Resistencia, y ya era hora de armar la mesa adelante, y poner unas luces, y era una mesa grande. Claudia y el marido (que no era el papa de Jenny, pero era lo mas parecido que había por ahí, en esa casa de mujeres) y los primos y la madrina vieja de Claudia y la mama y también alguno de los vecinos que estuviera solo, por ahi venia Don Orlando a saludar y se quedaba, siempre hacia eso, decia vengo a saludar y al primer convite ya estaba comiendo sopa paraguaya sentado y contando chistes. La gorda pasa de vuelta y ahora si que la ve, y le toca bocina y le grita feliz navidad. Llegada a casa, Stella entra al baño, se pega una ducha rapida y va a la pieza y se pone sus chinelas lindas, y un vestidito tan liviano que parece de papel y se hace, ella misma, una trenza cocida que envidiarían las chicas del colegio de las monjas. Ese pelo suyo era mas lujo que una ropa de marca. Cuando sale al patio es de noche. No son los pájaros los que chillan, sino la familia alrededor de la mesa, y crujen las empanadas en la grasa, y las bombitas de luz parecen estrellitas del cielo. Los angeles con trompetas se han dormido, porque no hay mas truenos ni refucilos, y en las narices se siente el olor a tierra mojada que trae el viento amansado, se ve que cerca ha llovido. El patio esta mojado, pero no de lluvia, la mama ha regado para aplastar la tierra y los primos colgaron del arbol una cartulina enorme con un arbol de navidad con bolas de papel glase en cada rama. Ella mira la escena como de afuera. Su primo mas pequeño (ha nacido hace nada) berrea en el carrito como un cristo recién nacido. Sus padres lo rodean, amorosamente, y hay como unas gallinas cruzando el patío y entonces nadie necesita un pesebre de cartón. El universo da vueltas. La noche es buena. La Jenny se acerca con la bicicleta y se la ofrece,toma es tuya, dice, al mismo tiempo que le muestra un celular sin linea que la gorda le dio para ella, porque lo cambió y Claudia dijo que le va a poner una linea adicional, que no es tan caro. El Lito le entrega a cada uno, y a ella tambienlas estrellitas y las enciende y salen todos corriendo, y ella va para la calle A lo lejos, con una mochila, e intemitente por la luz de la estrellita que destella, mejor que una estrella de Belen, adelantado a la hora prevista ve venir a su madre, que de lejos parece otra chica de su edad. Suenan guarangas y alegres cumbias santafecinas en la radio, muy fuerte. Y el vestidito de papel de Stella flamea como una bandera, porque con la noche vino la fresca y por suerte no se escucha rugir el leon que guarda adentro el río Parece que no va a llover y ha refrescado.

jueves, 17 de diciembre de 2020

esperanzas de golondrina

El paso del tiempo arrasa conmigo Ayer me quedé alelada ante tu insulto,tan infantil tan hiriente ¿sos tarada? claro que soy tarada me tara tu desdén como en un tango el fin de año de la pandemia me rodea sombra espero que me salgan un par de alas asi remonto miro el mundo desde arriba y como una golondrina emigro a tierras mas amables

miércoles, 16 de diciembre de 2020

tengo que poner este texto de Lorrie More porque es tan hermoso que casi , casi me hizo llorar. Pero no

Lorrie Moore (Glens Falls, NY, 1957 –) Cómo convertirse en escritora (“How to Become a Writer”) Self-Help (Nueva York: Alfred A. Knopf, 1985, 163 págs.) Primero intenta ser algo, cualquier otra cosa. Estrella de cine / astronauta. Estrella de cine / misionera. Estrella de cine / maestra jardinera. Presidente del Mundo. Fracasa horriblemente. Es mejor si fracasas a una edad temprana, por ejemplo, a los catorce. Una desilusión temprana, crítica, para que a los quince puedas escribir largas oraciones en forma de haiku sobre los deseos frustrados. Es un estanque, un cerezo en flor, un viento peinando las alas del gorrión rumbo a la montaña. Cuenta las sílabas. Muéstraselo a tu mamá. Ella es dura y práctica. Tiene un hijo en Vietnam y un marido que podría tener una amante. Ella cree que hay que usar ropa marrón porque disimula las manchas. Ella mirará brevemente tu texto y luego otra vez a tí con la cara vacía como una galletita. Ella dirá: “¿Por qué no vacías el lavavaplatos?”. Desvía la vista. Mete los tenedores en el cajón de los tenedores. Accidentalmente rompe uno de los vasos que te dieron gratis en la estación de servicio. Este es el dolor y el sufrimiento necesarios. Esto es solo el comienzo. En la clase de literatura en la escuela mira sólo la cara de Mister Killian. Decide que las caras son importantes. Escribe una villanelle sobre los poros. Esfuérzate. Escribe un soneto. Cuenta las sílabas: nueve, diez, once, trece. Decide experimentar con la ficción. Ahí no tienes que contar sílabas. Escribe un cuento corto sobre un anciano y una anciana que se disparan un tiro accidentalmente en la cabeza, uno al otro, resultado de una inexplicable falla en un rifle que aparece misteriosamente en el living, una noche. Dáselo a Mister Killian como trabajo final de la clase. Cuando te lo devuelve ha escrito en el papel: “Algunas imágenes son bastante buenas, pero no tienes sentido de la trama.” Cuando estás en tu casa, en la privacidad de tu cuarto, garabatea en lápiz, debajo de su comentario en tinta negra: “Las tramas son para los idiotas, cara-porosa”. Toma todos los trabajos de niñera que consigas. Eres bárbara con los chicos. Ellos te adoran. Les cuentas historias de ancianos que mueren de forma idiota. Les cantas canciones como “Las campanas azules de Escocia”, tu favorita. Y cuando están en pijama y finalmente dejaron de pellizcarse entre ellos; cuando se duermen, lees todos los manuales de sexo que hay en la casa, y te preguntas cómo alguien podría hacer esas cosas con alguien que ama. Quédate dormida en la silla mientras lees la Playboy de Mister McMurphy. Cuando los McMurphys vuelvan a casa, te tocarán en el hombro, mirarán la revista en tu falda y sonreirán ampliamente. Querrás morirte. Te preguntarán si Tracy se tomó el remedio. Explica que sí, que lo hizo, que le prometiste contarle una historia si se portaba como una señorita y que eso funcionó bastante bien. “Ah, maravilloso”, exclamarán. Trata de sonreír orgullosa. Anótate en Psicología Infantil en la universidad. En Psicología tienes algunas materias optativas. Siempre te gustaron los pájaros. Te anotas en algo llamado: “Investigación Ornitológica Práctica”. Las clases son los martes y los jueves a las 2. Cuando llegas al salón 314 el primer día de clases, todos están sentados alrededor de una mesa discutiendo sobre metáforas. Alguna vez escuchaste algo al respecto. Luego de un corto e incómodo rato, levanta tu mano y di tímidamente: “Perdón, ¿esto no es Observación de Pájaros I?” Todos se quedan en silencio y giran para mirarte. Parecen tener todos una única cara: gigante y blanca, como un reloj destruido. Un barbudo ruge: “No, esto es Escritura Creativa”. Di: “Ah, okay”, haciendo como que ya sabías. Mira tu planilla de horarios. Pregúntate cómo cuernos caíste ahí. La computadora se equivocó, parece. Empiezas a levantarte para salir pero no lo haces. Las colas en la oficina de inscripción esta semana son larguísimas. Quizás deberías aferrarte a este error. Quizás la escritura creativa no sea tan mala. Quizás sea el destino. Quizás esto es lo que quiso decir tu padre cuando dijo: “Esta es la era de las computadoras, Francie, esta es la era de las computadoras.” Decide que te gusta la universidad. En tu residencia conoces gente agradable. Algunos son más inteligentes que tú. Y algunos, te das cuenta, son más estúpidos. Continuarás viendo el mundo en estos términos, lamentablemente, por el resto de tu vida. >La consigna de escritura creativa esta semana es narrar un hecho violento. Entrega una historia sobre cómo maneja tu tío Gordon y otra sobre dos ancianos que se electrocutan accidentalmente cuando tocan una lámpara de escritorio que tiene un cable pelado. El profesor te devolverá los textos con comentarios: “Tu escritura es fluida y enérgica. Pero lamentablemente tus tramas son absurdas.” Escribe otra historia sobre un hombre y una mujer que, en el primer párrafo, son acribillados de la cintura para abajo debido a una explosión con dinamita. En el segundo párrafo, con el dinero del seguro, compran un puesto para vender helados. Hay seis párrafos más. Lees el texto completo en voz alta para la clase. A nadie le gusta. Dicen que tus tramas son exageradas y gratuitas. Después de clase alguien te pregunta si estás loca. >Decide que quizás deberías probar con la comedia. Empieza a salir con alguien divertido, alguien que tiene lo que en el secundario describías como “un sentido del humor buenísimo” y que ahora la gente de la clase de escritura creativa describe como “auto-indulgencia que toma forma cómica”. Anota todas sus bromas, pero no le digas que lo haces. Arma anagramas con el nombre de su ex-novia, ponle esos nombres a todos los personajes con problemas de sociabilidad y observa lo divertido que es él, observa qué sentido del humor buenísimo tiene. Tu consejero académico te señala que estás descuidando las clases de psicología. Lo que te consume la mayor parte del tiempo no es tu especialidad. Di que sí, que entiendes. En las clases de escritura creativa de los próximos dos años todos siguen fumando y preguntando las mismas preguntas: “Pero, ¿funciona?”, “¿Por qué debería importarnos lo que le pasa a ese personaje?”, “¿Te ganaste el derecho a usar ese lugar común?” Parecen ser preguntas importantes. Los días en los que te toca a ti, miras a la clase con esperanza mientras buscan la trama en las hojas mimeografiadas, frunciendo el ceño. Te miran, aspiran el humo con intensidad y luego te sonríen dulcemente. Pasas demasiado tiempo abatida y desmoralizada. Tu novio sugiere que salgas a andar en bicicleta. Tu compañera de cuarto sugiere que cambies de novio. Te dicen que te estás auto-castigando y perdiendo peso, pero continúas escribiendo. La única felicidad que tienes es escribir algo nuevo, en el medio de la noche, con las axilas transpiradas, el corazón golpeando, algo que todavía nadie leyó. Lo único que tienes son esos breves, frágiles, incontrastables momentos de éxtasis en los que sabes: eres una genia. Date cuenta lo que tienes que hacer. Cambia de carrera. Los chicos de la guardería se entristecerán, pero tienes una vocación, una urgencia, una falsa ilusión, un hábito desafortunado. Estás, como diría tu madre, juntándote con gente que no te conviene. >¿Por qué escribir? ¿De dónde viene la escritura? Estas son preguntas que te haces a ti misma. Se parecen a: ¿De dónde viene el polvo? O: ¿Por qué hay guerras? O: Si hay un Dios, ¿por qué mi hermano es ahora un paralítico? Estas son preguntas que guardas en tu billetera, como tarjetas telefónicas. Estas son preguntas que, como dice tu profesor de escritura creativa, es bueno explorar en tu diario personal, pero raramente en la ficción. El profesor de este semestre enfatiza el Poder de la Imaginación. Eso significa que no quiere largas historias descriptivas sobre tu viaje de campamento de julio pasado. Quiere que empieces en un contexto realista para luego alterarlo. Como si recombinaras ADN. Quiere que dejes navegar tu imaginación, y que tus velas se hinchen como una panza. Esto último es una cita de Shakespeare. Cuéntale a tu compañera de cuarto tu gran idea, tu gran ejercicio de poder imaginativo: una transformación de Melville a la vida contemporánea. Será sobre la monomanía y sobre el mundo pez-grande-come-pez-chico de las compañías de seguros de vida de Rochester, New York. La primera línea será: “Llámame Pezchico”, y tratará sobre un hombre casado, menopáusico y suburbano, llamado Richard, a quién, como está todo el tiempo deprimido su ingeniosa esposa llama “Mufi Dick”. Dile a tu compañera de cuarto: “Mufi Dick, ¿entiendes?”. Tu compañera de cuarto te mira, su cara blanca como un Kleenex. Viene hasta ti, con aire compañero y pone su brazo en tu espalda encorvada. “Escúchame, Francie”, dice lentamente, como si fuera tu fonoaudióloga. “Salgamos a tomar una cerveza”. A la gente de la clase tampoco le gusta esta historia. Sospechas que están empezando a sentir lástima por ti. Ellos dicen: “Tienes que pensar en lo que pasa. ¿Cuál es la historia ahí?”. El semestre siguiente el profesor está obsesionado con escribir a partir de experiencias personales. Tienes que escribir sobre lo que sabes, basándote en algo que te pasó. Quiere muertes, quiere viajes de campamento. Reflexiona sobre lo que te ha pasado. En los últimos tres años pasaron tres cosas: perdiste tu virginidad; tus padres se divorciaron; y tu hermano volvió de un bosque a 15 kilómetros de la frontera con Camboya con sólo la mitad de su muslo y una mueca permanente anidada en un costado de la boca. Sobre la primera cosa escribes: “Creó un nuevo espacio, que dolió y gritó con una voz que no era mía: ‘No soy más la que era, pero voy a estar bien’”. Sobre lo segundo escribes una larga historia sobre una pareja de ancianos que tropiezan accidentalmente con una mina en su cocina y vuelan en pedazos. La llamas: “Hasta que la mortadela nos separe”. Sobre lo último no escribes nada. No hay palabras para eso. Tu máquina de escribir zumba. No puedes encontrar palabras. En las fiestas de la universidad, la gente dice: “Ah, ¿escribes? ¿sobre qué escribes?”. Tu compañera de cuarto, que ha tomado mucho vino, comido muy poco queso y casi ninguna galletita, dice: “Por dios, siempre escribe sobre el idiota del novio”. Más tarde aprenderás que los escritores son simplemente textos abiertos e indefensos, sin ningún entendimiento de lo que han escrito y que, por lo tanto, deben confiar en cualquier cosa que se diga de ellos. Tú, en cambio, no has alcanzado ese nivel de refinamiento literario. Te pones rígida y dices: “No hago eso”, de la misma manera en la que se lo dijiste a alguien en cuarto grado cuando te acusó de disfrutar las clases de oboe y dijo que no eran tus padres los que te forzaban a tomarlas. Insiste con que no estás muy interesada en ningún tema en particular, que estás interesada en la música del lenguaje, que estás interesada en, en, sílabas, porque son los átomos de la poesía, las células de la mente, la respiración del alma. Empieza a sentirte mareada. Fija la vista en tu vaso de plástico lleno de vino. “¿Sílabas?”, escucharás que alguien pregunta, a la distancia, alejándose lentamente hacia la seguridad del bol de salsa. Comienza a preguntarte sobre qué escribes en realidad. O si tienes algo para decir. O si existe eso que llaman algo para decir. Limita tus pensamientos a no más de diez minutos al día; como las flexiones, pueden hacerte adelgazar. Leerás en algún lugar que toda la escritura tiene que ver con los genitales propios. No pienses demasiado en eso. Te pondría nerviosa. Tu madre vendrá a visitarte. Examinará los círculos debajo de tus ojos y te entregará un libro marrón con un portafolios marrón en la tapa. Se llama: Cómo convertirse en una Ejecutiva de Negocios. También trajo la enciclopedia “Nombres para su bebé”, que tú misma le pediste; uno de tus personajes, la maestra de primaria / payaso, necesita un nombre. Tu madre sacudirá la cabeza y dirá: “Francie, Francie, ¿te acuerdas cuando ibas a ser psicóloga infantil?” Di: “Ma, me gusta escribir”. Ella dirá: “Claro que te gusta escribir. Por supuesto. Claro que te gusta escribir.” Escribe una historia sobre una estudiante de música confundida y llámala: “Schubert era el de Anteojos, ¿no?”. No es un gran éxito, aunque a tu compañera de cuarto le gusta la parte en la que los dos violinistas vuelan en pedazos accidentalmente durante un concierto. “Salí con un violinista una vez”, dice ella, reventando su globo de chicle. >Gracias a dios estás cursando otras clases. Puedes encontrar refugio en los enredos ontológicos del siglo XIX y en los rituales de apareo de los invertebrados. Algunos moluscos globulares practican lo que se denomina “Sexo por el brazo”. El pulpo macho, por ejemplo, pierde el extremo de su brazo cuando lo introduce en el cuerpo de la hembra durante el coito. Los biólogos marinos lo llaman “Séptimo cielo”. Alégrate de saber estas cosas. Alégrate de no ser solo una escritora. Inscríbete en la facultad de Derecho. A partir de aquí pueden pasar muchas cosas. Pero la principal es ésta: decides no empezar abogacía después de todo, y, en cambio, pasas una gran parte de tu vida adulta diciéndole a la gente cómo decidiste al final no empezar abogacía. De alguna manera terminas escribiendo de nuevo. Quizás haces una licenciatura. Quizás tomas trabajos temporarios y clases de escritura a la noche. Quizás trabajas y escribes todos los comentarios interesantes y las confesiones íntimas que escuchas durante el día. Quizás estás perdiendo tus amigos, tus conocidos, tu equilibrio. Te peleaste con tu novio. Ahora sales con hombres que, en vez de susurrarte “Te quiero”, gritan: “Hagámoslo, nena”. Esto es bueno para tu escritura. Tarde o temprano terminas un manuscrito, más o menos. La gente lo mira vagamente confundida y dice: “Parece que ser escritora siempre fue un sueño para ti, ¿no?”. Tus labios se secan como la sal. Di que de todos los sueños de este mundo, no puedes imaginar que ser escritora siquiera esté entre los primeros veinte. Diles que ibas a ser psicóloga infantil. “Claro”, dirán suspirando, “eres bárbara con los chicos”. Frunce el entrecejo. Diles que eres una navaja caminando. Abandona las clases. Abandona los trabajos. Retira los ahorros del banco. Ahora tienes tanto tiempo como picazón en las manos. Lentamente copia todas las direcciones de tus amigos en una nueva agenda. Pasa la aspiradora. Mastica chicles para la tos. Guarda una carpeta llena de notas. Un párpado oscureciéndose en el costado. El mundo como conspiración. ¿Argumento posible? Una mujer sube al colectivo. Imagínate que organizas una historia de amor y nadie viene. En casa toma mucho café. En el Howard Johnson pide ensalada de repollo. Piensa cómo la ensalada se parece a un mapa hecho papel picado: dónde estuviste, hacia dónde vas: “Usted está aquí”, dice la estrella roja en la parte de atrás del menú. Ocasionalmente una cita con la cara blanca como un papel te pregunta si los escritores se desaniman con frecuencia. Contesta que a veces se desaniman y a veces no. Di que se parece mucho a tener la polio. “Interesante”, sonríe tu cita, y luego mira los pelos de su brazo y empieza a alisarlos, a todos, siempre, en la misma dirección.

a veces queres tanto, que te parece necesario hacer la Revolución


jueves, 10 de diciembre de 2020

Zona de Promesas

tuve tu brasa en mi mano

tuve tu brasa en mi mano
 un dia con calores
 me acuerdo dulcemente
 de la suave rugosidad de tu fuego
y de mis emociones disimuladas
fuera de lugar
como  floricitas amarillas desarrapadas
 en el barro de la vereda

Trate de ser linda
 con lo que tenía disponible
 cierta limpieza del cuerpo
 cierta limpieza del aura
verde la mirada 

ni se si  conseguí aquello que fui a buscar
enversevé tu mañana
 con estas cosas simples que aprendí sin proponermelo

lunes, 7 de diciembre de 2020

Carne fresca.

La señora Emilia habia quedado con la casa familiar,pero vivía sola despues que la madre murió por la diabetes y el padre por el corazón. Nadie lo podria asegurar pero los dos viejos vivian separados. El se había hecho un cuartito con baño en los fondos y nunca habían blanqueado bien el asunto en el barrio.

Ahora, apurada por el retraso en el pago del impuesto inmobiliario, la señora Emilia había decidido alquilar ese cuartito, pero nada de parejas o familias con hijos. Solo a un hombre decente, porque ninguna mujer viviría en esa pocilga con los cables sin embutir y humedad en las paredes. Asi que cuando vino Remigio a responder al cartel "SE ALQUILA CUARTO CON BAÑO A SEÑOR HONORABLE" que ella puso en la reja de adelante, no lo pensó mas.
El señor Remigio tenia un olor raro, no feo, pero como de agua estancada en la zanja,como un olor verde pudriendose, pero todavía no pútrido. Ella sabía que el cuartito no lo valía pero le cobró tres meses de anticipo y un mes de depósito para ponerse al día con los impuestos y poder dormir en paz.
No la alertó que tuviera guantes, botas, sobretodo,gorro, bufanda y barbijo y los ojos rojos(bastante había visto a su padre con los ojos rojos de haber bebido demasiado). Igual estos ojos eran furiosos, chispeantes,sangrados. Bastante feliz tenia que estar de haber conseguido un inquilino,un señor mayor

Lo primero que le extraño es que no trajera mas que dos contenedores de plástico, tipo esos que venían en el tiempo de lo importado, grandes y ningun mueble. El cuartito se alquilaba sin muebles ¿donde dormiría este cristiano? En todo caso no era su problema y se imagino cobijas en el piso. La señora Emilia no se quería meter,asi como que de ningún modo permitiria que ese tal Remigio interviniera en su rutina diaria que consistia en levantarse, desayunar,prender la tele , almorzar,dormir la siesta,prender la tele,tomar mate, salir a hacer las compras de lo necesario, prender la tele, hacerse algo de cenar, y dormir. La casa se vino llenando de a poco,con el transcurrir de las semanas del olor a podrido verde que trajo Don Remigio. Alguna vez,cuando iba a tender las sabanas al fondo (cada 15 dias) el olor era tan fuerte que tenía ganas de ponerse un broche en la nariz. Un olor como a sapo viejo,pero a la vez como a carne que pasó mucho tiempo en la heladera.Nunca lo veía a Remigio, pero sabía que le traían achuras del delivery del frigorifico. Muchas achuras.Paquetes grandes. EL señor Remigio no salía, bien que lo sabía ella, pendiente del chirrido de la puerta de metal que separaba el jardín de adelante de la vereda. Pero a veces lo venian a visitar otros parecidos a el, como animales de similar pelaje.
Para eso serían las achuras, suponía. Una tarde pensó en su novio de los veinte, que su padre había espantado, de tantos requisitos que puso para el noviazgo. Buen trabajo, estable, en blanco, intenciones de concretar en un año o dos. El pobre Cristo había huido antes de pasar a la sala.Ese dia pensó en llevarle al sr. Remigio un poco de budin de pan que había hecho. Y así lo hizo EL apenas abrio un resquisio la puerta del cuartito pero ella insistió con pasar, aunque la oleada de olor a podrido la tiró para atras.Convinieron en tomar mate juntos en el jardín. No iba a ser como el padre, poniendo trabas al futuro. La señora Emilia, que no se podía hacer ecografías transvaginales porque era virgen y cuidaba su patrimonio, decidío avanzar y le pregunto al Sr. Remigio,(al que tuteo por primera vez) por su familia . El dijo que no le quedaba mas familia, pero que tenía un albun de fotos de su infancia en Cutral Co y si quería se lo mostraba, adentro, porque empezaba a levantarse viento Ella decidió entrar, y supo que algo malo le iba a pasar No importó.

sábado, 28 de noviembre de 2020

Nuestro tren. Un cuento del turco Asis.

Generalmente, los que subimos en el Tigre nos conocemos; llevamos casi todos un bolsón chiquito, de esos que dicen Air France, o Alitalia, y aunque nunca hablamos una palabra, con la mirada nos saludamos. Somos morochos, leemos la Crónica, cuando llueve traemos los zapatos embarrados, venimos del Rincón de Milberg, o por ahí. Tiene que verlo al tren a esa hora. Vacío, lleno de asientos para nosotros; todos para nosotros. Fumamos, arrancamos, a lo mejor cambiamos de asientos, total. En la primera estación suben más de los nuestros: es Carupá. Imagínese, mucha gente que viene de Pacheco, de todos esos barrios nuestros que hay por ahí. Y tiene que verlos; los muchachos se acomodan, miran para abajo, fuman, cuando llueve traen los zapatos embarrados, abren las ventanillas, las bajan, acomodan los bolsones o el paquete envuelto en papel de diario. Todavía, los muchachos también pueden darse el lujo de cambiar de asientos. La próxima, como usté sabe, es San Fernando; aquí suben más nuestros todavía. Claro, no voy a negarlo, hay excepciones. Pero son eso: excepciones y nada más. Los viera: tratan de sentarse aparte: son excepciones que ni siquiera nos miran. O si nos miran es como desde un andamio. Alguna piba que trabaja por el centro y vive por acá: algún corrector, pero los cuenta con los dedos de una mano. La mayoría son como nosotros: un paquete, un Clifton, una mirada por la ventanilla. La otra estación, Virreyes, también está ocupada por nosotros, con alguna oveja blanca pero no importa: ya el tren está ocupado por nosotros. Ya tiene nuestro olor. Mire, fíjese cuántos que somos. Anímese a contar la cantidad de bolsones y de miradas por la ventanilla y de Crónicas… Y eso que todavía nos falta Victoria. Victoria, es cómo decirle, es la vencida. Es el remate: es la prueba definitiva de nuestras fuerzas. Digamos que es un ataque nuestro, un ataque frontal, una invasión ciega. Ocurre que en Victoria hay transbordo; los nuestros que vienen desde Garín, de Maquinista Souto. ¿Souto se llama? Qué sé yo. Vio, de ese tren que viene desde no sé dónde, pero sé que viene lleno de nuestros. A Victoria. Con decirle que después de Victoria ya hay nuestros que tienen que viajar parados. Algún nuestro tiene que resignarse a viajar parado, y quién sabe hasta Retiro. Son cosas de Victoria. Yo tengo suerte porque vivo en el Tigre; subo en la terminal, sin problemas, hecho un capo, con todos los asientos a mi disposición. Pero los de Victoria no. Pobres, los habrá visto, suben apurados, corren y lamentablemente no hay asientos para todos. Es la ley del ferrocarril, no hay nada que hacerle. Pero a nosotros nos da lástima, de veras. Mire a ese pobre nuestro, mírele bien la cara: se le nota el cansancio en los ojos. Qué bien le vendría un asiento: pobre, parado, y al matadero. Después viene Béccar, y cómo explicarle, Béccar es una estación más bien al cohete, indefinida, traicionera. Ni es nuestra, ni es de ellos. Más bien es un poco, muy poco, de los dos. Que es como decir que es de ellos. Hay nuestros que tienen ilusiones y pactan con los de Béccar: pero yo pienso que no: los de Béccar traicionan siempre. Nosotros ya leemos la Crónica, o dormitamos, o nos preparamos para el picnic. Miramos por la ventanilla, disimulamos, porque ahora comienza el picnic, lo lindo: en San Isidro. En San Isidro empieza a subir la gente blanca. Las mujeres se aparecen con esos anteojos grandes, de colores: con esos zapatos que tienen una suela como de quince centímetros, y hacen un ruido cómico. Con carteritas libro. Los hombres con portafolios negros, chalecos con todo eso que utilizan para diferenciarse de nosotros. Las mujeres y los hombres con esos pantalones anchos que les cubren todo el zapato. Y si están acompañados, hablan. A veces también nos miran, pero desde un andamio, como acostumbran. Pero sabe una cosa: están parados. Tiene que verles las caras blancas: ya no hay más asientos. Son nuestros: si algún asiento de a dos se desocupa, corren, le juro. Pero si es un lugar solo, para uno, y está en la ventanilla alguno de nosotros, no se sientan, seguro. Sí, es posible que exagere: tal vez se atreven a sentarse con alguno de nosotros. Pero los tiene que ver: se ponen un diario en la cara para que no se la veamos. Y La Nación es un diario muy grande, ¿vio? Es un diario tan grande que hasta los protege de nuestro olor. Por eso se lo encajan bien al lado de la cara. Se aprietan, se arrinconan en la punta del asiento, con ganas de bajarse, cierto. Y van pasando esas otras estaciones que les pertenecen: Acassuso, La Lucila, zonas también de limpios. Y Martínez. Martínez siempre me llamó la atención: es donde suben más flaquitas de pelo largo que saben hablar difícil. Bah, difícil para nosotros: es donde suben más anteojudos con barbas, o bigotes, o con La Opinión en la mano, un diario también de ellos. Son todos blancos, se agarran de las manijas para no caerse. Parece que bailaran: tratan de leer, de hablar, de mirar: parados. Parados, y muchos de ellos también van al matadero, pero con una diferencia: no lo saben. Son fruncidos: es muy divertido mirarlos, peleándose entre ellos para sostenerse. Peleándose por las manijas, por apoyarse al lado de las puertas. Hay que detenerse a contemplarlos: controlan sus relojes, comentan, hacen muecas; parados. Desean sentarse, pero nosotros bajamos la mayoría en Retiro. Aunque para nosotros el picnic, el verdadero picnic, lo hacemos cuando sube la gente de Olivos, de Vicente López. Cuando suben todos esos blancos cogotudos y miran, nos miran: tienen anteojos, portafolios, palabras, flequillos, jeans. No aguantan: es un calvario para ellos. Transpiran, se cansan, bufan. Es ahí nuestro el tren; es en ese momento cuando nosotros los miramos, nos miramos, y reímos.

Fleetwood Mac - Gypsy (Lyrics)

olor a santidad.

olor a santidad . Parece que tienen que revisar algo que hice antes de darme el pase para que entre, los de arriba. Los de abajo no tuvieron ningun interés en mi, ni se aparecieron. Deci que yo nunca me hice problema, mi familia siempre dijo que soy una colgada, pero no pensé que esto era así. Por eso me vine a casa y después fui a Lombardo Sepelios. No es que no me asignaran un lugar, donde reposar sin tener que deambular, pero no me sentía comoda. Entre arriba y abajo hay un "estar",es como un gran terminal aeroportuaria pero los portales no conducen a ningun avión.Ahi estamos los recien llegados, descarnados, un poco boludos porque no hay azafata que nos reciba, que nos diga que es por aqui, por alla. Tanta gente,y ademas la semana que murió Maradona,las victimas del COVID,las minas de los femicidios. Todos ahi,mezclados.Me dí cuenta que tenia tiempo y asi me fui -mientras me evaluaban-a verme en el velorio, a ver mi cuerpo y mis deudos. Estaba bien nutrido,me fastidiaba que contaran anecdotas medio falseadas y al final me conformé con mi nueva gracia, recién adquirida: congelar un poco el ambiente hasta lograr que alguien diga que suban el aire a 23. Bronca sentia de que hablen pelotudeces de mi, como si hubiera sido perfecta, la indiferencia de algunos, la risa de otros, la desolación de los míos, la sorpresa de casi todos ante mi suicidio, y me encanta que no me duela nada, pero nada Igual que me va a doler, asi,sin cuerpo. Entonces me puse a pensar en las cosas que me retendrían en ese purgatorio de gente esperando destino. Es verdad que ves tu vida pasar como en las peliculas,me vi afandole chocolatines al kiosko de mi infancia, me vi envidiando a otros que tenia lo que no yo. me vi lujuriosa y sin amor,me vi cruel. Pero la suma de todo eso -segun mi humilde entender- no armaba un solo pecado como la gente. En un momento deje de velar ese cuerpo que ya no soy yo, con la gotita en la boca para que no la tenga abierta con un gesto de asombro perpetuo y algodones en otros agujeros menos dignos para no chorrear liquidos,que me pusieron, como un tramite, los degenerados de la casa mortuoria.Esos que me tocaron las tetas e hicieron chistes con la cesarea. Me pregunto como te enterarás vos. Seguro que la Mirna, después de días de no verme ahi llamará a casa o tal vez mi piba que es moderna, mandará un mensaje a todos mis contactos, pero no se. Cerré mis cuentas, que se vayan a husmear a la puta que los parió. Me pregunto sobre todo si al final le dirás mi nombre a tu analista o simplemente lo pasaras por alto o será elusivo, tipo "se me murio una amiga" Yo te entiendo todo y por fin soy zen, tanto que lo intenté antes. Veo todo como si ya no me importara y tal vez extraño el odio,el estupor, esa desolacíon que era mía. ¿tengo ganas de ir arriba? Nunca pensé que existiera un arriba, ni un abajo y ahora me vengo a enterar que esos cuentos de críos tenían parte de verdad. Acá en casa me gustaría acomodar algo, pero no se puede, tarde piaste. O dejar comida hecha (comida fiambre, como decían en Casa Tomada) o ayudar con los tramites, yo que se donde están los papeles, pero solo puedo atravesar las cosas como una mujer de un cuadro de Gustav Klint, medio volando, sin peso. También podría ir a tu casa, tirarte de las patas, asustarte, ver si te pones triste, si te pones en pedo en mi honor, pero me gusta quedarme en esta, la mia,, mi lugar. no tengo ganas o deseos de nada, tampoco estoy desolada, ya no tengo que odiar mi cuerpo ,nada Al final volvi a la estación del medio.Me acomodé en un rincon, sin valija ni nada,asi pura espuma. Me pidieron que me arrepintiera, y eso me va a llevar mucho tiempo, en un lugar donde no hay tiempo. Algun día me llamaran de arriba,yo les diré que mis pecados no eran para tanto. Si vos pudieras olerme, me dirías que huelo a santidad.

jueves, 26 de noviembre de 2020

terroni

hemos ido, en mi niñez hasta la estación caraza cruzando descampados de ahí a Fiorito,nada He caminado estos años por Fiorito muchas veces, de donde me deja el 520 cruzando la via, para el lado del riachuelo muchas veces por el Lomas desangelado chicas con remeras puperas short que dejan ver piernas largas como la injusticia mocosos en patios de tierra señores viejos de mi edad, destruidos carros,cirujas, laburo,delito. Terroni, terroni, acá los llamamos cabecita Y el Diego con su mansión en Barrio Parque su casamiento en el luna park su abrigo de piel de animal su palabra aguda como un bisturí sube al cielo de los mitos sube como un barrilete cósmico dejándonos acá,mentándolo como viudas con sus delirios caprichosos de mito viviente mirándolo subir tan solos.

domingo, 22 de noviembre de 2020

Ella.

 Cuando él se levanta la caga a pedos por haber baldedado descalza.De a poco, de a escenas, separadas una por otra se va tratando de parar. Imagina que los telos y las plazas siguen estando donde estaban porque ahi se junta mucho de la pasión humana, y ve tus piernas, cada vez mas largas,en la foto que te sacaste mirando independiente con tu bajo arriba de tu short.Es que está desmayada y en ese no tiempo insiste en llegar a tiempo a dar clases y se pierde. El dedo meñique se le empieza a hinchar (no parará en dias) para terminar como el aviso de Michelin, pero morado.EL pelo se moja de agua tibia con Poet, y empezará a sentir el pantalon y la espalda mojada y tal vez -solo tal vez- un poco tibio la entrepierna, como si un chorrito de pis se le hubiera escapado por la sorpresa de la caída.  Tiene una revelación, el tiempo y el espacio no son propios de la realidad, entonces descubre que sobre la ciudad hay otra ciudad,donde se habla otro idioma,(ella cree escuchar portugues) y ahora se tiene que desplazar a 15 cuadras,pero las casas han cambiado,la geografía toda a cambiado y sus puntos de referencia no sirven. Debe llegar a dar clases pero es imposible:los remises no reconocen las avenidas que les nombra. Solo algunos lugares tienen una energía muy fuerte y se consevan tal como eran en las dos geografias, solo hay que descubrir cuales son. Y la clave es saber por que. 
 .Ella da una voltereta en el piso mojado del baldeado, patinoso como cascara de banana y se cae,medio de costado.;
Ve que su casa, despues de que vino el albañil,esta llena de polvo, se propone baldear todo
Quiere cambiar, ser mejor ama de casa, hacer lo necesario
Tira la toalla,piensa que esto ya no tiene sentido, despues se arrepiente
Toma el tren en Constitución, 
Toma el cuatro desde el bajo a constitucion
No se siente culpable,nunca.
Sale contenta.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

 Tormenta en ciernes, todo nublado,entro los zapatones grises de él,los que usa para trabajar bruto.Suena insistente una alarma -un coche, vaya uno saber- que no para.Un biribiri constante como un insecto enloquecido que silbará hasta morir.

Aplazo mis ganas de lo que sea por adaptarme al sinsentido de una vida que se repite una y otra vez, como el sonsonete de una melodia, en un disco rayado, cada vez mas deteriorado: el disco y mi vida.

Junto vasos, pocillos de cafe y me siento en el sillón preguntandome como llegué hasta acá. He ido y venido, he fatigado trenes, aviones, subtes, colectivos para estar a 50 metros de donde empecé a vivir.

Respiro, me hago consciente de mi respiración, me parece un gesto inutil,como si estuviera por estallar el mundo y alguien se pone a respirar y a ver por donde pasa la puta respiración.

Necesito que se largue a llover.

" post data:he envidiado mucho a Lucas Carrasco,por su angel, por su pluma. Resulta que termino juzgado como machirulo y se suicido o se murio o tuvo un accidente antes de ir a la carcel o apelar.El era de Paraná y nombraba al río y a los Iracundos. Esta canción la escuche muchas veces cuando era muy chica. Carrasco y Los iracundos. Tan mal no la hiciste, gorda.

domingo, 15 de noviembre de 2020

para que sirve ir a un taller de escritura.

 el domingo pasado colgué un cuento que llevé esta semana al taller de Lamberti. Me ayudaron diciendome que parecía un esquema de un cuento, que estaba completo y que le faltaba cierta carnadura.Lo reescribí y lo pongo porque ahora es otro cuento. Le saque personajes que no aportaban demasiado y le agregué descripciones. Hasta le cambie el final. 
Un taller de escritura sirve para animarte

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Pabellon francés

Paola se toma el colectivo hasta Constitución, se baja frente al pasillo de la feria que emula a la  Salada, lo recorre sin dejarse atrapar por la oleada peruana, venezolana, boliviana que expanden los locales, y al final sale a la calle y cruza a la estación. Amarra sus apuntes, amarra su bolso, como quien lleva un tesoro, no quiere volver a su casa, pero es tarde y no tiene otro lugar a donde ir

Su casa no es una casa, en la heladera no hay nada, y son demasiadas las botellas vacias que hay en los lugares menos pensados: en los cajones de la cocina, en el alfeizar de la ventana del patio, apiladas en cualquier lugar. Su madre no estaba enferma, como ella creía, o tal vez si, si es verdad que ser borracha es una enfermedad.  Ella odia a su madre y si no fuera porque no tiene manera de mantenerse, se hubiera ido. Sus pretendientes, a los diecinueve años,todavía no pueden ofrecerle resguardo

La madre de Paola, Karen tiene una hija que creció odiandola por tomarse hasta el agua de los floreros,pero no puede dejar de tomar. Limpia casas y a veces trae comida que sobra y solo algunas noches se toma mate con galleta. Los demás días suele poner comida en la mesa, y cuando cobra separa plata para que a Paola no le falte para los apuntes. Karen no es una mala mina, simplemente está todo el dia borracha, manteniendo solo tres mañanas por semana la compostura para no perder el trabajo en los departamentos que limpia en Villa Crespo. Hace mucha fuerza para no volverse loca, y lo logra, pero el color violeta de su piel muestra que el hígado no va a servir por mucho tiempo mas y ya no le importa. Paola está en la víspera de poder arreglarse sola.


Karen casi nunca se acuerda de su padre, algunas veces cuando está sobria y eso se arregla fácil.Su madre se había ido una noche .Su padre había sido malo con ellas: muy malo

Paola, estudiaba en Sociales y se había criado sin palabras ni muchos cuidados, y mucho menos sabiendo cosas de su estirpe, por lo tanto nada sabía de su abuelo. Esa tarde recibió en el celular, extrañada, la llamada de una trabajadora social del asilo de gerontes de una localidad al oeste del conurbano, que insistía en solicitar que alguien de la familia se hiciera presente porque un viejo que tenía el mismo apellido que su madre y su tía estaba asomandose a la muerte. Ella llevaba también ese apellido.


Asi que cuando Paola le preguntó a Karen por el nombre del abuelo, y coincidía con el que le había dado la del asilo, no hizo caso –como siempre- a los decires de su madre, y sintió que ese agujero en las narraciones familiares que era su abuelo, había una oportunidad. De ninguna manera iba a olvidar el asunto mientras miraba con repulsión que su madre,(a la que llamaba por el nombre de pila,sin decirle hace años mamá)  se servía un vaso de cerveza Quilmes tras de oro, con la excusa del calor.

Entonces, buscando un abuelo, le devuelve la llamada a la trabajadora social,confirmando su presencia para el fin de semana.

El sábado toma el tren, el subte y el otro tren  y se baja en esa localidad y llega al asilo, pobre de toda pobreza y ubica a la trabajadora social que le factura a ella el abandono del viejo.

No se si uds. conocen algún asilo. Son todos parecidos. Este era un hospital del siglo diecinueve, pabellonado francés, entre arboles muy viejos, que había sido reemplazado por otro más moderno en los sesenta, y se había convertido en un lugar para los viejos que no tenían familia que los resguardé.En realidad era una especie de depósito de viejos pobres, con residencias de estudiantes que escribían sus tesis progresistas y siempre se iban antes de que sus buenas ideas dieran paso a modificaciones concretas.

El contraste entre jóvenes pujantes y viejos decrépitos, se completaba con personal de planta descreído y cansado de ganar poco, y  en este ultimo rubro se encontraba la trabajadora social que Paola tenía que ver. La ubico rápido y la llevó por los pabellones como en volandas, porque era casi la hora de fin de su turno. El olor a las tipas, a los jacarandas en flor están corrompidos por el olor a guiso, a humedad, a mugre que salía de los  pabellones, separados por sexos, y por sectores.

En algunos bancos bajo los árboles, como pasa en los manicomios, había algunos que pedían cigarrillos, monedas o lo que fuera que el visitante podría traer. Gracias a la trabajadora social y su velocidad esas voces no podían alcanzarla. Paola no pensaba y de pronto se detuvo, sin inercia  frente al pabellón donde vivía ese señor que llevaba su apellido, el pabellón que había donado para un hospital ya inexistente la familia Bunge, tal como figuraba en cemento en la entrada: El pabellón Bunge. La estética era parecida a la que podemos ver en la Usina del Arte, en los viejos edificios de la Italo Argentina: ladrillo rojo (no sabe de donde le viene a la cabeza el nombre del estilo: neorenacestismo florentino) .Casi podríamos decir que Paola entra en el pabellón pegada a esa idea: el pabellón parece hermanito de la Usina del Arte.

El olor del lugar es una trompada en la pera: imposible ignorar el tufo a meo de viejo, a pañales geriátricos, a sopa de gallina, a mugre, a desinfectante, a remedio, todo en un bouquet que le hace aguantar las arcadas, porque ella es una bienpensante y va a conocer a su abuelo.


La  trabajadora social la lleva a una cama en una habitación enorme,llena de ventanas cerradas que no permiten que entre la primavera con sus dones,  donde hay ocho viejos que parecen vivos de milagro, y se obseva una enfermera que le ayuda a sentarse al viejo que le corresponde a ella,su abuelo,

-mire, don Auclino, tiene visitas

El viejo la mira,  tiene puesto una especie de delantal blanco, abajo un pullover y medias. El delantal le llega a las rodillas y esta mojado de babas. Le dice el nombre de su madre

        Yo sabía que ibas a venir, Karenita.

Paola le explica al viejo que ella es la hija de Karen, y los ojos del viejo se encienden como brasas azuzadas por el viento norte. 

- Vos sos la hija de Karen? a ella se lo hacía y a vos también y te va a gustar

- No te  entiendo abuelo, que es lo que le hacías,? y saca del bolso un paquete de pepas que compro para compartirle decidiendo que no va a tomar mate con ese señor con babas que parecer ser su abuelo.

- Chuparle la concha y meterle los dedos. A vos también te va a gustar, veni que te pongo los dedos, seguro te va a gustar. 

A Paola le cuesta entender lo que su abuelo dice

El viejo, que apenas se mantiene vivo, respira con ronquidos, habla confuso, pero queda claro amenaza con abusarla .Se transforma en un pulpo. Paola se encuentra sola, a pesar de que el otro viejo, el de la cama de al lado, se ríe de ella.

- Te va a gustar, yo lo se. A todas les gusta. Para acentuar el momento se pasa la lengua seca por la boca, los labios resecos, resultando asqueroso como un vomito. La trabajadora social le dice que no le haga caso, que tiene Alzheimer, que dice cualquier cosa, que no tenga miedo

Paola se agarra de su propio bolso como si el bolso fuera una persona  y se va, corriendo, perdiéndose en el camino de vuelta, vomitando entre los jacarandaes, cuyo olor la coloniza como un perfume insoportable, tiene miedo de que el pulpo la alcance, con su lengua mojada de babas. Una mujer la toca pidiéndole cigarrillos, ella  abre la cartera y se da cuenta que no tiene ni cien pesos. No le da nada y cuando levanta la vista, ve el arco de hierro que oficia de portal:

No sabe cómo, pero llega a su casa. y su madre esta , otra vez, dormida en el sillón. En la tele están  dando Mi pobre Angelito 2.

Paola empieza a acomodar la estancia, junta botellas vacías, vasos sucios, abre la ventana para que se limpie el aire, se sienta al lado de su madre, que rechaza el contacto, y se pone a llorar, por fin, mientas mira, conmovida, como el niño rubio entra al Waldorf Astoria.

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jueves, 12 de noviembre de 2020

la panza, las cirugias y la autoestima

 Hace muchos años yo me saqué la panza: Tecnicamente se llama abdominoplastía: Había estado mas gorda y me colgaba en delantal un colgajo. Vivia angustiada por eso. Asi que cuando junté el dinero fui al quirofano y me entregué. NO me dieron ningún consejo. Unos cuatro meses despues me fui a Europa.Nunca me arrepentí de hacermela aunque no me sirvió para aumentar mi autoestima.
Una lectora del blog se ofreció a colaborar con el sirenas, porque tiene un centro en Barcelona para hacer que las mujeres se encuentren mas amigas de sus cuerpos.

Esto es lo que escribió,gracias Laura

5 consejos para un abdomen plano después de una abdominoplastia

 

 

¿Acaba de realizar una abdominoplastia? Aquí tienes 5 consejos para mejorar el resultado y obtener un vientre plano después de una abdominoplastia.

 

1.  Sea paciente

 

De hecho, inmediatamente después de una abdominoplastia o liposucción, la barriga aún no tiene su aspecto definitivo porque los tejidos están llenos de edema y pueden presentar hematomas debido a la operación. Entonces, el abdomen puede estar un poco hinchado. El organismo irá eliminando poco a poco este edema por sí solo, pero tardará entre 3 y 6 meses en eliminar todo y en obtener el resultado final de la operación.

 

2. Use una faja

 

La vaina o faja abdominal que le recetó su cirujano estético (más información sobre otros tratamientos como el botox) antes de la operación tiene un papel fundamental y debe llevarse de día y de noche durante 4 a 6 semanas: reduce el edema postoperatorio, ayuda a que la piel se tense y disminuye la tensión de las suturas en las cicatrices de la piel y los músculos abdominales.

El uso de la funda abdominal puede requerir algunos días de adaptación justo después de la operación, pero luego le brindará una comodidad real a diario: tendrá la sensación de un mejor soporte abdominal y un beneficio en el silueta las primeras semanas, antes de la absorción total del edema.

 

3. Obtenga ayuda

 

Obtenga ayuda con las tareas del hogar y la vida diaria: se recomienda reducir sus actividades diarias durante los primeros días después de una abdominoplastia y no realizar esfuerzos que puedan causarle dolor o cansancio. Podrá aumentar sus actividades poco a poco, hasta su recuperación completa, generalmente después de 2 o 3 semanas.

 

Ojo, reducir las actividades diarias para limitar la fatiga no significa quedarse postrado en cama: de hecho, es recomendable caminar un mínimo después de una abdominoplastia, para favorecer la circulación y en particular para reducir el riesgo de flebitis.

 

4. Haga abdominales

 

Su cirujano plástico en Barcelona y otra ciudad le dará luz verde para reanudar el ejercicio, generalmente de 2 a 3 meses después de su abdominoplastia. Antes de este período, el deporte está contraindicado y, en particular, todos los ejercicios que requieran abdominales.

Entonces, será necesario asegurarte de realizar siempre tus abdominales en exhalación (abdominales hipopresivos), que tiene la doble ventaja de fortalecer el suelo pélvico y aplanar aún más la barriga: trabajamos los músculos tanto en profundidad como en longitud, esto lo que permite tonificar la barriga sin aumentar el volumen.

 

Un ejercicio fácil que es seguro para la espalda es el entrenamiento del core:

Tumbado boca arriba con las piernas dobladas, contraiga los músculos del perineo. Inhale por la nariz, luego exhale por la boca, contrayendo el estómago, hasta que haya exhalado todo el aire de los pulmones.

 

5. Siga una dieta equilibrada

 

El cuerpo necesita energía para sanar bien después de la cirugía estética de abdomen. Por tanto, no es aconsejable seguir una dieta restrictiva tras esta operación.

 

Asegúrese de llevar una dieta equilibrada, beber mucha agua para eliminar el edema y favorecer los alimentos ricos en hierro para compensar la pérdida de sangre asociada con la operación (carnes rojas, hígados de pollo, cereales de salvado, nueces y semillas, lentejas, quinua, espinacas hervidas ...).

domingo, 8 de noviembre de 2020

Trabajo para el taller de Lamberti: un personaje es un pedófilo.

 Karen tenía una hija que había crecido odiandola por tomarse hasta el agua de los floreros. Al menos no había enloquecido como su hermana, Solange, que alternaba  internaciones en manicomios con largas estancias con amigos de ocasíón


Karen y Solange habían sido criadas por su padre,porque la madre se habia ido una noche .Su padre había sido malo con ellas: Muy malo, y Karen había tratado de olvidarse sin lograrlo a menos que estuviera muy borracha.Por eso trataba de estar borracha siempre.

La hija de Karen, Paola, estudiaba en Sociales y se había criado sin palabras ni muchos cuidados,  y  nada sabía desu abuelo. Le extrañó mucho la llamada de la trabajadora social del asilo de gerontes de una localidad al oeste del conurbano,insistiendo en que alguien de la familia se hiciera presente porque el anciano que tenía el mismo apellido que su madre y su tía estaba asomandose a la muerte.
Asi que cuando Paola le preguntó a Karen por el nombre del anciano,y sobre ese agujero en las narraciones familiares, solo escuchó que olvidara el asunto mientras se servía un vaso de cerveza atras de oro, con la excusa del calor. Paola decidió ir igual, y filmar el encuentro con el que ahora sabía su abuelo.

Asi que  toma el tren y se baja en esa localidad y llega al asilo, pobre de toda pobreza y ubica a la trabajadora social que le factura a ella el abandono del viejo.


La lleva a una cama en una habitación donde había ocho viejos que parecían vivos de milagro, y la enfermera le ayuda a sentarse al viejo que le corresponde a ella,su abuelo, que tiene puesto una especie de delantal blanco, abajo un pullover y medias. El delantal le llega a las rodillas y esta mojado de babas.

Paola le explica al viejo que ella es la hija de Karen, y los ojos del viejo se encienden como brasas azuzadas por el viento norte.  Ella habilita su celular para filmar el momento y despues mostrarselo a su madre y a su tía.

- Vos sos la hija de Karen? a ella se lo hacía y a vos tambien y te va a gustar

- No te  entiendo abuelo, que es lo que le hacias

- chuparle la concha y meterle los dedos. A vos tambien te va a gustar, veni que te pongo los dedos, seguro te va a gustar. 

El viejo, que apenas se mantiene vivo, respira con ronquidos, habla confuso, pero sin embargo amenaza con abusarla .Se transforma en un pulpo. Paola se encuentra sola, a pesar de que el otro viejo, el de la cama de al lado, se ríe.

- Te va a gustar, yo lo se. A todas les gusta. (para acentuar el momento se pasa la lengua seca por la boca, los labios resecos, resultando asqueroso como un vomito de borracho)

Paola apaga del celular y se va,corriendo, con miedo de que el pulpo la alcance,con su lengua mojada de babas. Cuando llega a su casa su madre esta , otra vez, dormida en el sillon. 

Paola empieza a acomodar la estancia, junta botellas vacias, vasos sucios, se sienta al lado de su madre,que rechaza el contacto y se pone a llorar,por fin, Conmovida, tira el telefono a la basura, y vuelve a creer en dios.



viernes, 6 de noviembre de 2020

miembro fantasma

Se portará como una buena niña. tomará su jugo de naranja tapadita con la sábana, te pedirá café con leche, te mirará el culo mientras te bañas, sentira que le duele, una dos tres magia ya no le duele mas. Sentira mojado donde estaba seco, .Sabe que no debe esperar de vos nada, y eso le quita peso a la ocasión, te llevará encima con metafora de pandemia, como si vos fueras un virus bueno, pegoteado a su carne.  Llevará tu gusto en la boca de puro niña mala. Has dejado muchas estampillas pegadas con saliva en su extensa piel redonda . Descubrira cierta amargura que no terminás de expresar y la dejará pasar porque no jugará a la intensa.No esta vez.  No vale la pena. Pero ella sabe, y te ve tu tatuaje y te pregunta porque las niñas son preguntonas por naturaleza.
Jugara a ser liviana, como un globo de helio, que se eleva, los mira por arriba, a pesar de los ojos cerrados. Cuando los abra te vera gruñendo como un desesperado, como un oso,como un mamífero haciendo trabajos forzados, y tu lengua livana como una mariposa. Te pedirá cosas de pequeña sabiendo que a la ocasión la pintan calva . La narradora investiga en google

Para los romanos, es una mujer de hermosa cabellera larga, que le cubre el rostro y es calva por detrás, por lo general, posee alas en los talones y espalda, sostiene un cuchillo en su mano derecha, y se encuentra parada sobre una rueda en movimiento.

Cuando se va,se lleva tu cuerpo como un miembro fantasma,que la toca, que no la asusta,que la toca una dos tres cuatro veces, tu gusto en la boca, tus jugos adentro del cuerpo.




sábado, 31 de octubre de 2020

uno de fantasmas.

 Ninguna de nosotras podía imaginarse siquiera que estaba muerta. Un día -ya no era nuestra amiga- se había mudado de esa casa de principios de siglo XX, que su madre tenía prolija y limpia. Recuerdo que el living era un patio entoldado con las habitaciones en torno,  y que tenía un hermano mayor con el apódo estúpido de Coco.

Nosotras a  Ines, maledicentemente, la llamabamos Cebolla, por su cara redonda y blanca y cuando fuimos adolescente simplemente dejo de estar en nuesta vida.

Conservo algunas amigas de ese tiempo, por no haberme mudado nunca. Asi que cuando me la ví aquella noche de furia,de cerrazón,de truenos, de soledad, tan niña, tan blanca, tan Cebolla pensé en decirle a Marga que se me había aparecido fantasma la Inesita. Eso antes que el miedo, que el terror, que los eructos. El pasado es un animal inmortal, que nunca terminó de ser amansado.

Esta era una noche, despues de mi divorsio, una noche donde me había acostado temprano y donde -como siempre-me habian agarrado ganas repentinas de mear a las tres de la mañana. No se fue la urgencia de mis vias uretrales, o el trueno que gritaba en la noche o la presencia de la Cebolla sentada en el extremo de mi cama de dos plazas lo que me desperto, pero no me pude mover y me mee encima, despacito y tibio. y pensando en que el pelo se me había puesto todo blanco, prendí la luz.

La Ines estaba en sus doce años, vestida de comunion, pero de comunion de Santa Teresa, solo cuando reflexione mirando a mi perro, a la mañana se me ocurrio que ese vestido pudo ser su mortaja,  su vestido de muertita.

Por mas que yo sea la memoriosa de mi grupo de amigas, nunca supe de su muerte, seguramente acaecida despues de la mudanza,el vestidito blanco amarillento no dejaba lugar a dudas: estaba manchado de sangre vieja y ella se había convertido en una cebolla sangrienta y mucho peor, en una cebolla vengativa.

Cuando prendí la luz  quedó la marca de que alguien había estado sentado,y un frio típico del paso de un fantasma por la habitación, calentada a fuerza de yo estar respirando ahi, la helada literaria tipica de los relatos de fantasmas y,mas mundanamente, la necesidad de cambiar las sabanas que resolví acostandome en el otro lado de la cama, del lado seco, porque no me sentía con ganas de ir al baño y  encontrarme a la Ines sentada en el bidet,con su ropa de comunion manchada de sangre.

¿Que querría de mi? Yo había sido tan cruel con ella,como cualquier niña, y el tiempo pasado no me permitía recordar ninguna injuria.

Al día siguiente, recogi las sabanas y me fui a bañar,mi pelo estaba tan teñido como siempre,  y quise suponer que todo había sido un cuento,pero mi perro estaba acostado arriba de un pedazo de mortaja amarilla manchada de oxido que le habría arrancado a la fantasma. Y estaba tan raro, tan agresivo que no me permitio acariciarlo como cada mañana. Le puse comida y agua y me fui al trabajo. 


Estuve tan sombria  y poco habladora que hasta la recepcionista me preguntó si me pasaba algo.

Esa noche decidí no dormir en mi casa y le hable a uno que tenia en el excel de posibles chongos,  con la intencion de pernoctar. Pero no accedio. Entonces se me ocurrio que era una buena idea acostarmecon un tramontina abajo de la almohada por si la aparecida pretendia vengar un asunto de niñas. A Marga no le conté nada porque es santera y muy fóbica y no queria espantarla sin necesidad.

Pasaron las noches y una noche mas,una sin ningun angel,una de tantas, en espejo del baño,mientras me bañaba, esta aparicíón fue la que escribio ¿por que?

Porque eramos chicas y crueles y vos tenias cara y olor de cebolla, pensé, pero no me pareció que eso la iba a tranquilizar. Anduve preguntando por el barrio si alguno de los viejos sabía que había pasado con los Della Paolera . Entre los que no se acordaban,los que habian llegado al barrio despues de la dictadura y los que no sabían nada no conseguí ningun relato que aportara algo. Tal vez buscarla en el facebook me dijo alguien, pero yo decidí que no. 

Asi que fui a la casa de Marga, y le conté que me asolaba el fantasma de Ines Cebolla della Paolera.La reacción fue instantanea. Fue hasta su dormitorio y vino con un santoral(bendecido, según dijo) y unas estampitas y me pidio que me cuidara. Se la pasó hablando de los arcangeles que deberían cuidarme y me colgó un rosario nacarado de cuentas como granos de arroz, del cogote. Este que todavía tengo puesto.

Yo no se que hacer ahora, tengo el santoral y las estampitas en el bolsillo de este deshabille y las palabras de Marga por un lado.Por otro esta Cebolla que me pide que me tire del balcon. Ya se que son siete pisos, pero no hay forma de sacarmela de encima.


un cuento perfecto

Esta pandemia fue un condensado de pelotudeces, pero algunas cosas gloriosas fueron a mi encuentro. Entre ellas sumarme al taller de literatura norteamericana de Castagnet (5clases) y al taller de narrativa de Lamberti (tambien hice mi libro de poemas con la clínica de poesía de mi amiga Carolina Bugnone y su amiga Micaela Concolino,que fue muy grato pero donde trabajé sobre mis propias producciones) Compre verdura organica, aprendí tarot,compre budines, desayunos para el dia del amigo, aprendí tarot, compre cartas que nunca llegaron de tarot al oriente (singapur) y me cargué unos kilos.Tambien participé de talleres de nutricion donde aprendí a comer mas sano pero los kilos no se fueron(amenme como soy, soy esto, la concha de tu hermana) y un monton de cosas mas.Por ej. participo de un guasap de estudiantes de filosofia estetica que se preguntan por la utilidad de lo util y si una pala colgada en un salon de arte es equivalente al mingitorio de duchamp y dan argumentos en favor y en contra. Pero si algo me caracteriza es compartir lo bueno, en este caso un cuento de Jacob (parece que fue lo unico que vale la pena de lo que escribió)que recomendó Lamberti. La pata de mono (si, hay un capitulo de los simpson sobre esto) La pata de mono [Cuento - Texto completo.] W.W. Jacobs I La noche era fría y húmeda, pero en la pequeña sala de Laburnum Villa los postigos estaban cerrados y el fuego ardía vivamente. Padre e hijo jugaban al ajedrez. El primero tenía ideas personales sobre el juego y ponía al rey en tan desesperados e inútiles peligros que provocaba el comentario de la vieja señora que tejía plácidamente junto a la chimenea. -Oigan el viento -dijo el señor White; había cometido un error fatal y trataba de que su hijo no lo advirtiera. -Lo oigo -dijo éste moviendo implacablemente la reina-. Jaque. -No creo que venga esta noche -dijo el padre con la mano sobre el tablero. -Mate -contestó el hijo. -Esto es lo malo de vivir tan lejos -vociferó el señor White con imprevista y repentina violencia-. De todos los suburbios, este es el peor. El camino es un pantano. No se qué piensa la gente. Como hay sólo dos casas alquiladas, no les importa. -No te aflijas, querido -dijo suavemente su mujer-, ganarás la próxima vez. El señor White alzó la vista y sorprendió una mirada de complicidad entre madre e hijo. Las palabras murieron en sus labios y disimuló un gesto de fastidio. -Ahí viene -dijo Herbert White al oír el golpe del portón y unos pasos que se acercaban. Su padre se levantó con apresurada hospitalidad y abrió la puerta; le oyeron condolerse con el recién venido. Luego, entraron. El forastero era un hombre fornido, con los ojos salientes y la cara rojiza. -El sargento mayor Morris -dijo el señor White, presentándolo. El sargento les dio la mano, aceptó la silla que le ofrecieron y observó con satisfacción que el dueño de casa traía whisky y unos vasos y ponía una pequeña pava de cobre sobre el fuego. Al tercer vaso, le brillaron los ojos y empezó a hablar. La familia miraba con interés a ese forastero que hablaba de guerras, de epidemias y de pueblos extraños. -Hace veintiún años -dijo el señor White sonriendo a su mujer y a su hijo-. Cuando se fue era apenas un muchacho. Mírenlo ahora. -No parece haberle sentado tan mal -dijo la señora White amablemente. -Me gustaría ir a la India -dijo el señor White-. Sólo para dar un vistazo. -Mejor quedarse aquí -replicó el sargento moviendo la cabeza. Dejó el vaso y, suspirando levemente, volvió a sacudir la cabeza. -Me gustaría ver los viejos templos y faquires y malabaristas -dijo el señor White-. ¿Qué fue, Morris, lo que usted empezó a contarme los otros días, de una pata de mono o algo por el estilo? -Nada -contestó el soldado apresuradamente-. Nada que valga la pena oír. -¿Una pata de mono? -preguntó la señora White. -Bueno, es lo que se llama magia, tal vez -dijo con desgana el militar. Sus tres interlocutores lo miraron con avidez. Distraídamente, el forastero llevó la copa vacía a los labios: volvió a dejarla. El dueño de casa la llenó. -A primera vista, es una patita momificada que no tiene nada de particular -dijo el sargento mostrando algo que sacó del bolsillo. La señora retrocedió, con una mueca. El hijo tomó la pata de mono y la examinó atentamente. -¿Y qué tiene de extraordinario? -preguntó el señor White quitándosela a su hijo, para mirarla. -Un viejo faquir le dio poderes mágicos -dijo el sargento mayor-. Un hombre muy santo… Quería demostrar que el destino gobierna la vida de los hombres y que nadie puede oponérsele impunemente. Le dio este poder: Tres hombres pueden pedirle tres deseos. Habló tan seriamente que los otros sintieron que sus risas desentonaban. -Y usted, ¿por qué no pide las tres cosas? -preguntó Herbert White. El sargento lo miró con tolerancia. -Las he pedido -dijo, y su rostro curtido palideció. -¿Realmente se cumplieron los tres deseos? -preguntó la señora White. -Se cumplieron -dijo el sargento. -¿Y nadie más pidió? -insistió la señora. -Sí, un hombre. No sé cuáles fueron las dos primeras cosas que pidió; la tercera fue la muerte. Por eso entré en posesión de la pata de mono. Habló con tanta gravedad que produjo silencio. -Morris, si obtuvo sus tres deseos, ya no le sirve el talismán -dijo, finalmente, el señor White-. ¿Para qué lo guarda? El sargento sacudió la cabeza: -Probablemente he tenido, alguna vez, la idea de venderlo; pero creo que no lo haré. Ya ha causado bastantes desgracias. Además, la gente no quiere comprarlo. Algunos sospechan que es un cuento de hadas; otros quieren probarlo primero y pagarme después. -Y si a usted le concedieran tres deseos más -dijo el señor White-, ¿los pediría? -No sé -contestó el otro-. No sé. Tomó la pata de mono, la agitó entre el pulgar y el índice y la tiró al fuego. White la recogió. -Mejor que se queme -dijo con solemnidad el sargento. -Si usted no la quiere, Morris, démela. -No quiero -respondió terminantemente-. La tiré al fuego; si la guarda, no me eche la culpa de lo que pueda suceder. Sea razonable, tírela. El otro sacudió la cabeza y examinó su nueva adquisición. Preguntó: -¿Cómo se hace? -Hay que tenerla en la mano derecha y pedir los deseos en voz alta. Pero le prevengo que debe temer las consecuencias. -Parece de Las mil y una noches -dijo la señora White. Se levantó a preparar la mesa-. ¿No le parece que podrían pedir para mí otro par de manos? El señor White sacó del bolsillo el talismán; los tres se rieron al ver la expresión de alarma del sargento. -Si está resuelto a pedir algo -dijo agarrando el brazo de White- pida algo razonable. El señor White guardó en el bolsillo la pata de mono. Invitó a Morris a sentarse a la mesa. Durante la comida el talismán fue, en cierto modo, olvidado. Atraídos, escucharon nuevos relatos de la vida del sargento en la India. -Si en el cuento de la pata de mono hay tanta verdad como en los otros -dijo Herbert cuando el forastero cerró la puerta y se alejó con prisa, para alcanzar el último tren-, no conseguiremos gran cosa. -¿Le diste algo? -preguntó la señora mirando atentamente a su marido. -Una bagatela -contestó el señor White, ruborizándose levemente-. No quería aceptarlo, pero lo obligué. Insistió en que tirara el talismán. -Sin duda -dijo Herbert, con fingido horror-, seremos felices, ricos y famosos. Para empezar tienes que pedir un imperio, así no estarás dominado por tu mujer. El señor White sacó del bolsillo el talismán y lo examinó con perplejidad. -No se me ocurre nada para pedirle -dijo con lentitud-. Me parece que tengo todo lo que deseo. -Si pagaras la hipoteca de la casa serías feliz, ¿no es cierto? -dijo Herbert poniéndole la mano sobre el hombro-. Bastará con que pidas doscientas libras. El padre sonrió avergonzado de su propia credulidad y levantó el talismán; Herbert puso una cara solemne, hizo un guiño a su madre y tocó en el piano unos acordes graves. -Quiero doscientas libras -pronunció el señor White. Un gran estrépito del piano contestó a sus palabras. El señor White dio un grito. Su mujer y su hijo corrieron hacia él. -Se movió -dijo, mirando con desagrado el objeto, y lo dejó caer-. Se retorció en mi mano como una víbora. -Pero yo no veo el dinero -observó el hijo, recogiendo el talismán y poniéndolo sobre la mesa-. Apostaría que nunca lo veré. -Habrá sido tu imaginación, querido -dijo la mujer, mirándolo ansiosamente. Sacudió la cabeza. -No importa. No ha sido nada. Pero me dio un susto. Se sentaron junto al fuego y los dos hombres acabaron de fumar sus pipas. El viento era más fuerte que nunca. El señor White se sobresaltó cuando golpeó una puerta en los pisos altos. Un silencio inusitado y deprimente los envolvió hasta que se levantaron para ir a acostarse. -Se me ocurre que encontrarás el dinero en una gran bolsa, en medio de la cama -dijo Herbert al darles las buenas noches-. Una aparición horrible, agazapada encima del ropero, te acechará cuando estés guardando tus bienes ilegítimos. Ya solo, el señor White se sentó en la oscuridad y miró las brasas, y vio caras en ellas. La última era tan simiesca, tan horrible, que la miró con asombro; se rió, molesto, y buscó en la mesa su vaso de agua para echárselo encima y apagar la brasa; sin querer, tocó la pata de mono; se estremeció, limpió la mano en el abrigo y subió a su cuarto. II A la mañana siguiente, mientras tomaba el desayuno en la claridad del sol invernal, se rió de sus temores. En el cuarto había un ambiente de prosaica salud que faltaba la noche anterior; y esa pata de mono; arrugada y sucia, tirada sobre el aparador, no parecía terrible. -Todos los viejos militares son iguales -dijo la señora White-. ¡Qué idea, la nuestra, escuchar esas tonterías! ¿Cómo puede creerse en talismanes en esta época? Y si consiguieras las doscientas libras, ¿qué mal podrían hacerte? -Pueden caer de arriba y lastimarte la cabeza -dijo Herbert. -Según Morris, las cosas ocurrían con tanta naturalidad que parecían coincidencias -dijo el padre. -Bueno, no vayas a encontrarte con el dinero antes de mi vuelta -dijo Herbert, levantándose de la mesa-. No sea que te conviertas en un avaro y tengamos que repudiarte. La madre se rió, lo acompañó hasta afuera y lo vio alejarse por el camino; de vuelta a la mesa del comedor, se burló de la credulidad del marido. Sin embargo, cuando el cartero llamó a la puerta corrió a abrirla, y cuando vio que sólo traía la cuenta del sastre se refirió con cierto malhumor a los militares de costumbres intemperantes. -Me parece que Herbert tendrá tema para sus bromas -dijo al sentarse. -Sin duda -dijo el señor White-. Pero, a pesar de todo, la pata se movió en mi mano. Puedo jurarlo. -Habrá sido en tu imaginación -dijo la señora suavemente. -Afirmo que se movió. Yo no estaba sugestionado. Era… ¿Qué sucede? Su mujer no le contestó. Observaba los misteriosos movimientos de un hombre que rondaba la casa y no se decidía a entrar. Notó que el hombre estaba bien vestido y que tenía una galera nueva y reluciente; pensó en las doscientas libras. El hombre se detuvo tres veces en el portón; por fin se decidió a llamar. Apresuradamente, la señora White se quitó el delantal y lo escondió debajo del almohadón de la silla. Hizo pasar al desconocido. Éste parecía incómodo. La miraba furtivamente, mientras ella le pedía disculpas por el desorden que había en el cuarto y por el guardapolvo del marido. La señora esperó cortésmente que les dijera el motivo de la visita; el desconocido estuvo un rato en silencio. -Vengo de parte de Maw & Meggins -dijo por fin. La señora White tuvo un sobresalto. -¿Qué pasa? ¿Qué pasa? ¿Le ha sucedido algo a Herbert? Su marido se interpuso. -Espera, querida. No te adelantes a los acontecimientos. Supongo que usted no trae malas noticias, señor. Y lo miró patéticamente. -Lo siento… -empezó el otro. -¿Está herido? -preguntó, enloquecida, la madre. El hombre asintió. -Mal herido -dijo pausadamente-. Pero no sufre. -Gracias a Dios -dijo la señora White, juntando las manos-. Gracias a Dios. Bruscamente comprendió el sentido siniestro que había en la seguridad que le daban y vio la confirmación de sus temores en la cara significativa del hombre. Retuvo la respiración, miró a su marido que parecía tardar en comprender, y le tomó la mano temblorosamente. Hubo un largo silencio. -Lo agarraron las máquinas -dijo en voz baja el visitante. -Lo agarraron las máquinas -repitió el señor White, aturdido. Se sentó, mirando fijamente por la ventana; tomó la mano de su mujer, la apretó en la suya, como en sus tiempos de enamorados. -Era el único que nos quedaba -le dijo al visitante-. Es duro. El otro se levantó y se acercó a la ventana. -La compañía me ha encargado que le exprese sus condolencias por esta gran pérdida -dijo sin darse la vuelta-. Le ruego que comprenda que soy tan sólo un empleado y que obedezco las órdenes que me dieron. No hubo respuesta. La cara de la señora White estaba lívida. -Se me ha comisionado para declararles que Maw & Meggins niegan toda responsabilidad en el accidente -prosiguió el otro-. Pero en consideración a los servicios prestados por su hijo, le remiten una suma determinada. El señor White soltó la mano de su mujer y, levantándose, miró con terror al visitante. Sus labios secos pronunciaron la palabra: ¿cuánto? -Doscientas libras -fue la respuesta. Sin oír el grito de su mujer, el señor White sonrió levemente, extendió los brazos, como un ciego, y se desplomó, desmayado. III En el cementerio nuevo, a unas dos millas de distancia, marido y mujer dieron sepultura a su muerto y volvieron a la casa transidos de sombra y de silencio. Todo pasó tan pronto que al principio casi no lo entendieron y quedaron esperando alguna otra cosa que les aliviara el dolor. Pero los días pasaron y la expectativa se transformó en resignación, esa desesperada resignación de los viejos, que algunos llaman apatía. Pocas veces hablaban, porque no tenían nada que decirse; sus días eran interminables hasta el cansancio. Una semana después, el señor White, despertándose bruscamente en la noche, estiró la mano y se encontró solo. El cuarto estaba a oscuras; oyó cerca de la ventana, un llanto contenido. Se incorporó en la cama para escuchar. -Vuelve a acostarte -dijo tiernamente-. Vas a coger frío. -Mi hijo tiene más frío -dijo la señora White y volvió a llorar. Los sollozos se desvanecieron en los oídos del señor White. La cama estaba tibia, y sus ojos pesados de sueño. Un despavorido grito de su mujer lo despertó. -La pata de mono -gritaba desatinadamente-, la pata de mono. El señor White se incorporó alarmado. -¿Dónde? ¿Dónde está? ¿Qué sucede? Ella se acercó: -La quiero. ¿No la has destruido? -Está en la sala, sobre la repisa -contestó asombrado-. ¿Por qué la quieres? Llorando y riendo se inclinó para besarlo, y le dijo histéricamente: -Sólo ahora he pensado… ¿Por qué no he pensado antes? ¿Por qué tú no pensaste? -¿Pensaste en qué? -preguntó. -En los otros dos deseos -respondió en seguida-. Sólo hemos pedido uno. -¿No fue bastante? -No -gritó ella triunfalmente-. Le pediremos otro más. Búscala pronto y pide que nuestro hijo vuelva a la vida. El hombre se sentó en la cama, temblando. -Dios mío, estás loca. -Búscala pronto y pide -le balbuceó-; ¡mi hijo, mi hijo! El hombre encendió la vela. -Vuelve a acostarte. No sabes lo que estás diciendo. -Nuestro primer deseo se cumplió. ¿Por qué no hemos de pedir el segundo? -Fue una coincidencia. -Búscala y desea -gritó con exaltación la mujer. El marido se volvió y la miró: -Hace diez días que está muerto y además, no quiero decirte otra cosa, lo reconocí por el traje. Si ya entonces era demasiado horrible para que lo vieras… -¡Tráemelo! -gritó la mujer arrastrándolo hacia la puerta-. ¿Crees que temo al niño que he criado? El señor White bajó en la oscuridad, entró en la sala y se acercó a la repisa. El talismán estaba en su lugar. Tuvo miedo de que el deseo todavía no formulado trajera a su hijo hecho pedazos, antes de que él pudiera escaparse del cuarto. Perdió la orientación. No encontraba la puerta. Tanteó alrededor de la mesa y a lo largo de la pared y de pronto se encontró en el zaguán, con el maligno objeto en la mano. Cuando entró en el dormitorio, hasta la cara de su mujer le pareció cambiada. Estaba ansiosa y blanca y tenía algo sobrenatural. Le tuvo miedo. -¡Pídelo! -gritó con violencia. -Es absurdo y perverso -balbuceó. -Pídelo -repitió la mujer. El hombre levantó la mano: -Deseo que mi hijo viva de nuevo. El talismán cayó al suelo. El señor White siguió mirándolo con terror. Luego, temblando, se dejó caer en una silla mientras la mujer se acercó a la ventana y levantó la cortina. El hombre no se movió de allí, hasta que el frío del alba lo traspasó. A veces miraba a su mujer que estaba en la ventana. La vela se había consumido; hasta casi apagarse. Proyectaba en las paredes y el techo sombras vacilantes. Con un inexplicable alivio ante el fracaso del talismán, el hombre volvió a la cama; un minuto después, la mujer, apática y silenciosa, se acostó a su lado. No hablaron; escuchaban el latido del reloj. Crujió un escalón. La oscuridad era opresiva; el señor White juntó coraje, encendió un fósforo y bajó a buscar una vela. Al pie de la escalera el fósforo se apagó. El señor White se detuvo para encender otro; simultáneamente resonó un golpe furtivo, casi imperceptible, en la puerta de entrada. Los fósforos cayeron. Permaneció inmóvil, sin respirar, hasta que se repitió el golpe. Huyó a su cuarto y cerró la puerta. Se oyó un tercer golpe. -¿Qué es eso? -gritó la mujer. -Un ratón -dijo el hombre-. Un ratón. Se me cruzó en la escalera. La mujer se incorporó. Un fuerte golpe retumbó en toda la casa. -¡Es Herbert! ¡Es Herbert! -La señora White corrió hacia la puerta, pero su marido la alcanzó. -¿Qué vas a hacer? -le dijo ahogadamente. -¡Es mi hijo; es Herbert! -gritó la mujer, luchando para que la soltara-. Me había olvidado de que el cementerio está a dos millas. Suéltame; tengo que abrir la puerta. -Por amor de Dios, no lo dejes entrar -dijo el hombre, temblando. -¿Tienes miedo de tu propio hijo? -gritó-. Suéltame. Ya voy, Herbert; ya voy. Hubo dos golpes más. La mujer se libró y huyó del cuarto. El hombre la siguió y la llamó, mientras bajaba la escalera. Oyó el ruido de la tranca de abajo; oyó el cerrojo; y luego, la voz de la mujer, anhelante: -La tranca -dijo-. No puedo alcanzarla. Pero el marido, arrodillado, tanteaba el piso, en busca de la pata de mono. -Si pudiera encontrarla antes de que eso entrara… Los golpes volvieron a resonar en toda la casa. El señor White oyó que su mujer acercaba una silla; oyó el ruido de la tranca al abrirse; en el mismo instante encontró la pata de mono y, frenéticamente, balbuceó el tercer y último deseo. Los golpes cesaron de pronto; aunque los ecos resonaban aún en la casa. Oyó retirar la silla y abrir la puerta. Un viento helado entró por la escalera, y un largo y desconsolado alarido de su mujer le dio valor para correr hacia ella y luego hasta el portón. El camino estaba desierto y tranquilo.

algo viejo que merece volver a leerse.

cateterismo

La mañana se desliza entre nescafé y el viaje a la clínica, él manejando con auto mientras el otoño, otro otoño, otro mas, casi rutina y des...