¿Qué esconde esta dicotomía popular?

Ilustraciones por Nayla Torcida
“¡Chupame la pija!” es un insulto muy lindo, casi musical. Empieza con el “ch” que los argentinos pronunciamos tan marcado, tiene dos “p” antes de una vocal que permiten que la hagamos rebotar con fuerza y justo antes de terminar tiene una “j” lista para ser arrastrada. En el marco internacional tiene sus parecidos “suck my dick” y “blow me“. Es de la familia del “que la sigan chupando”, “la tenés adentro”, “les rompimos el orto” y demás insultos que vinculan la agresión y la humillación con ser penetradx por un hombre o practicarle sexo oral.
Una canción de Madonna, incluida en su álbum Music del 2001, empieza con una parte hablada en la que enumera algunas cuestiones de estilo vinculadas a lo masculino que comúnmente adoptan las mujeres (usar jeans, cortarse el pelo corto, usar camisas y botas) porque está bien ser un chico. “But for a boy to look like a girl is degrading/ ‘Cause you think that being a girl is degrading” (“Pero para un chico verse como una chica es degradante porque vos pensás que ser una chica es degradante”). Chupar pija no es algo que sólo hacemos las mujeres (ni todas lo hacen), pero está asociado a un rol de sumisión y pasividad en el que socialmente se nos coloca en diversos ámbitos.
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¿Cómo puede ser que, si practicarle sexo oral a un hombre sea algo tan horrible como para que resulte insultante, sea una práctica tan común? Se me ocurre una opción: es disfrutable no sólo para quien lo recibe, sino también para la persona que lo practica. Seguramente hay quienes lo hagan porque consideran el sexo como una cadena de favores de “vos me hiciste tal cosa, así que ahora yo te hago tal otra”. Esa forma de pensarlo invisibiliza el deseo femenino (o el de cualquiera que elija chupar pija) y lo relega en función de lo que quiere el varón.
En el imaginario alimentado por el porno se encuentra la imagen de la chica con la pija adentro de la garganta entre arcadas y ojos llorosos en medio de una sesión de face fucking: el hombre la coge por la boca. No sólo hay otras formas de practicar sexo oral sino que de repente la chica del video es una recibidora “pasiva” (¿existe realmente eso?, ¿si hay dos o más personas participando de una relación sexual, no están los dos siendo activos?). Por supuesto que esto puede resultar disfrutable para ambas partes, pero generalmente esa imagen está asociada a una mujer sufriendo.
La pregunta clave en relación al sexo oral parece ser la misma desde hace décadas (y también parece haber sido formulada por Sofovich o Porcel y Olmedo): ¿tragás o escupís?. Una dicotomía que tiene como subtexto una clasificación en dos grupos: si tragás sos “gauchita”, si escupís sos “frígida”. Esto está reforzado por “dichos populares” como el “si escupe te quiere, si traga te ama” o el yanqui “spitters are quitters” (algo así como “las escupidoras son ‘abandonadoras'”). ¿Esas son las únicas dos formas que existen?, ¿siempre el hombre te acaba en la boca? Las prácticas sexuales son tantas como personas que las practican y varían según la ocasión. No hay una (ni dos) forma(s) correcta(s) de hacerlo y escupir no es necesariamente “poco sexy”.
En un breve sondeo entre mis amigas sobre el tema, me sorprendieron varias respuestas del tipo “no me gusta particularmente chupar pija, pero lo hago igual” y “trago porque no hacerlo me parece de mal educada”. Por supuesto que el sexo no se trata solo  del placer individual, pero muchas veces pareciera que una de las personas involucradas (en especial, las mujeres en una relación heterosexual) prioriza “quedar bien” y complacer a la otra, en vez de disfrutar lo que está experienciando y lo que le produce al otro.
Los calificativos del tipo “gauchita” (o hasta el “generoso” aplicado más a los hombres) y también los insultos y la estigmatización de ciertas prácticas condicionan el sexo y, sobre todo, eliminan lo que debería ser lo más importante: si elegís hacer algo, es porque te gusta, te divierte y te erotiza.