que llueva encima mio.
Pensé que era un paraguas de hombre. Lo apoyó, seguramente, cuando esperaba algo -quien sabe que- y el cielo de mayo escampó, pero sin sol, tristemente, y él (el hombre) lo dejó, porque estaba un poco roto. (el hombre estaba un poco roto, y el paraguas tambien) Hay hombres y paraguas chinos que no duran una tormenta, son para salir del paso, ni siquiera un viento fuerte
El lo olvidó o lo dejó.
Un paraguas tan barato que, aún acordandose a un par de cuadras (las personas suelen verificar si tienen el celular, la billetera, y en caso de lluvia, el paraguas) no volvería sobre sus pasos a buscarlo. El hombre. No volvería.
En caso de aguacero podría correr y esperar el colectivo bajo un techito, la marquesina de un kiosko, o -menos probable- entrando a un café para resguardarse de la lluvia y pensar en ella. No, en la lluvia no. Ella es, en este caso, alguna mujer.
Pensé en un hombre que dejaba un paraguas tirado y pensaba en una mujer,mientras le ponía al café un solo sobrecito de azucar y vagamente recordé los cubitos de azucar, tan lindos, tan envueltos como minusculos paquete de regalo y lo bello que era ver su delicuescencia en el marron del café.
Azucar Mendez. Ese es mi apellido materno. El paterno, el de los documentos, aquel con el que me llaman en las listas, evoca cierta manera de llamar a la alegria en italiano, un idioma que entiendo sin haberlo aprendido. Lo debo tener en la sangre. En la sangre deben circular memorias, seguro que los psiconeurolinguistas que tienen una explicación para todo, desagradable y pedestre, sin gracia.
ahora desearía que lloviera encima mio, como decía aquella canción que cantaba Phill Collins, donde eric clapton le hacia la segunda.
No agarraría el paraguas. Me dejaría mojar. Y me iría tarareando esta canción, cansada de no ser la mejor opción, de ser, casi te diria, un paraguas chino
Que buen tema para bailar lento.
El lo olvidó o lo dejó.
Un paraguas tan barato que, aún acordandose a un par de cuadras (las personas suelen verificar si tienen el celular, la billetera, y en caso de lluvia, el paraguas) no volvería sobre sus pasos a buscarlo. El hombre. No volvería.
En caso de aguacero podría correr y esperar el colectivo bajo un techito, la marquesina de un kiosko, o -menos probable- entrando a un café para resguardarse de la lluvia y pensar en ella. No, en la lluvia no. Ella es, en este caso, alguna mujer.
Pensé en un hombre que dejaba un paraguas tirado y pensaba en una mujer,mientras le ponía al café un solo sobrecito de azucar y vagamente recordé los cubitos de azucar, tan lindos, tan envueltos como minusculos paquete de regalo y lo bello que era ver su delicuescencia en el marron del café.
Azucar Mendez. Ese es mi apellido materno. El paterno, el de los documentos, aquel con el que me llaman en las listas, evoca cierta manera de llamar a la alegria en italiano, un idioma que entiendo sin haberlo aprendido. Lo debo tener en la sangre. En la sangre deben circular memorias, seguro que los psiconeurolinguistas que tienen una explicación para todo, desagradable y pedestre, sin gracia.
ahora desearía que lloviera encima mio, como decía aquella canción que cantaba Phill Collins, donde eric clapton le hacia la segunda.
No agarraría el paraguas. Me dejaría mojar. Y me iría tarareando esta canción, cansada de no ser la mejor opción, de ser, casi te diria, un paraguas chino
Que buen tema para bailar lento.
Comentarios
Suerte,
J.