sábado, 31 de octubre de 2020

uno de fantasmas.

 Ninguna de nosotras podía imaginarse siquiera que estaba muerta. Un día -ya no era nuestra amiga- se había mudado de esa casa de principios de siglo XX, que su madre tenía prolija y limpia. Recuerdo que el living era un patio entoldado con las habitaciones en torno,  y que tenía un hermano mayor con el apódo estúpido de Coco.

Nosotras a  Ines, maledicentemente, la llamabamos Cebolla, por su cara redonda y blanca y cuando fuimos adolescente simplemente dejo de estar en nuesta vida.

Conservo algunas amigas de ese tiempo, por no haberme mudado nunca. Asi que cuando me la ví aquella noche de furia,de cerrazón,de truenos, de soledad, tan niña, tan blanca, tan Cebolla pensé en decirle a Marga que se me había aparecido fantasma la Inesita. Eso antes que el miedo, que el terror, que los eructos. El pasado es un animal inmortal, que nunca terminó de ser amansado.

Esta era una noche, despues de mi divorsio, una noche donde me había acostado temprano y donde -como siempre-me habian agarrado ganas repentinas de mear a las tres de la mañana. No se fue la urgencia de mis vias uretrales, o el trueno que gritaba en la noche o la presencia de la Cebolla sentada en el extremo de mi cama de dos plazas lo que me desperto, pero no me pude mover y me mee encima, despacito y tibio. y pensando en que el pelo se me había puesto todo blanco, prendí la luz.

La Ines estaba en sus doce años, vestida de comunion, pero de comunion de Santa Teresa, solo cuando reflexione mirando a mi perro, a la mañana se me ocurrio que ese vestido pudo ser su mortaja,  su vestido de muertita.

Por mas que yo sea la memoriosa de mi grupo de amigas, nunca supe de su muerte, seguramente acaecida despues de la mudanza,el vestidito blanco amarillento no dejaba lugar a dudas: estaba manchado de sangre vieja y ella se había convertido en una cebolla sangrienta y mucho peor, en una cebolla vengativa.

Cuando prendí la luz  quedó la marca de que alguien había estado sentado,y un frio típico del paso de un fantasma por la habitación, calentada a fuerza de yo estar respirando ahi, la helada literaria tipica de los relatos de fantasmas y,mas mundanamente, la necesidad de cambiar las sabanas que resolví acostandome en el otro lado de la cama, del lado seco, porque no me sentía con ganas de ir al baño y  encontrarme a la Ines sentada en el bidet,con su ropa de comunion manchada de sangre.

¿Que querría de mi? Yo había sido tan cruel con ella,como cualquier niña, y el tiempo pasado no me permitía recordar ninguna injuria.

Al día siguiente, recogi las sabanas y me fui a bañar,mi pelo estaba tan teñido como siempre,  y quise suponer que todo había sido un cuento,pero mi perro estaba acostado arriba de un pedazo de mortaja amarilla manchada de oxido que le habría arrancado a la fantasma. Y estaba tan raro, tan agresivo que no me permitio acariciarlo como cada mañana. Le puse comida y agua y me fui al trabajo. 


Estuve tan sombria  y poco habladora que hasta la recepcionista me preguntó si me pasaba algo.

Esa noche decidí no dormir en mi casa y le hable a uno que tenia en el excel de posibles chongos,  con la intencion de pernoctar. Pero no accedio. Entonces se me ocurrio que era una buena idea acostarmecon un tramontina abajo de la almohada por si la aparecida pretendia vengar un asunto de niñas. A Marga no le conté nada porque es santera y muy fóbica y no queria espantarla sin necesidad.

Pasaron las noches y una noche mas,una sin ningun angel,una de tantas, en espejo del baño,mientras me bañaba, esta aparicíón fue la que escribio ¿por que?

Porque eramos chicas y crueles y vos tenias cara y olor de cebolla, pensé, pero no me pareció que eso la iba a tranquilizar. Anduve preguntando por el barrio si alguno de los viejos sabía que había pasado con los Della Paolera . Entre los que no se acordaban,los que habian llegado al barrio despues de la dictadura y los que no sabían nada no conseguí ningun relato que aportara algo. Tal vez buscarla en el facebook me dijo alguien, pero yo decidí que no. 

Asi que fui a la casa de Marga, y le conté que me asolaba el fantasma de Ines Cebolla della Paolera.La reacción fue instantanea. Fue hasta su dormitorio y vino con un santoral(bendecido, según dijo) y unas estampitas y me pidio que me cuidara. Se la pasó hablando de los arcangeles que deberían cuidarme y me colgó un rosario nacarado de cuentas como granos de arroz, del cogote. Este que todavía tengo puesto.

Yo no se que hacer ahora, tengo el santoral y las estampitas en el bolsillo de este deshabille y las palabras de Marga por un lado.Por otro esta Cebolla que me pide que me tire del balcon. Ya se que son siete pisos, pero no hay forma de sacarmela de encima.


un cuento perfecto

Esta pandemia fue un condensado de pelotudeces, pero algunas cosas gloriosas fueron a mi encuentro. Entre ellas sumarme al taller de literatura norteamericana de Castagnet (5clases) y al taller de narrativa de Lamberti (tambien hice mi libro de poemas con la clínica de poesía de mi amiga Carolina Bugnone y su amiga Micaela Concolino,que fue muy grato pero donde trabajé sobre mis propias producciones) Compre verdura organica, aprendí tarot,compre budines, desayunos para el dia del amigo, aprendí tarot, compre cartas que nunca llegaron de tarot al oriente (singapur) y me cargué unos kilos.Tambien participé de talleres de nutricion donde aprendí a comer mas sano pero los kilos no se fueron(amenme como soy, soy esto, la concha de tu hermana) y un monton de cosas mas.Por ej. participo de un guasap de estudiantes de filosofia estetica que se preguntan por la utilidad de lo util y si una pala colgada en un salon de arte es equivalente al mingitorio de duchamp y dan argumentos en favor y en contra. Pero si algo me caracteriza es compartir lo bueno, en este caso un cuento de Jacob (parece que fue lo unico que vale la pena de lo que escribió)que recomendó Lamberti. La pata de mono (si, hay un capitulo de los simpson sobre esto) La pata de mono [Cuento - Texto completo.] W.W. Jacobs I La noche era fría y húmeda, pero en la pequeña sala de Laburnum Villa los postigos estaban cerrados y el fuego ardía vivamente. Padre e hijo jugaban al ajedrez. El primero tenía ideas personales sobre el juego y ponía al rey en tan desesperados e inútiles peligros que provocaba el comentario de la vieja señora que tejía plácidamente junto a la chimenea. -Oigan el viento -dijo el señor White; había cometido un error fatal y trataba de que su hijo no lo advirtiera. -Lo oigo -dijo éste moviendo implacablemente la reina-. Jaque. -No creo que venga esta noche -dijo el padre con la mano sobre el tablero. -Mate -contestó el hijo. -Esto es lo malo de vivir tan lejos -vociferó el señor White con imprevista y repentina violencia-. De todos los suburbios, este es el peor. El camino es un pantano. No se qué piensa la gente. Como hay sólo dos casas alquiladas, no les importa. -No te aflijas, querido -dijo suavemente su mujer-, ganarás la próxima vez. El señor White alzó la vista y sorprendió una mirada de complicidad entre madre e hijo. Las palabras murieron en sus labios y disimuló un gesto de fastidio. -Ahí viene -dijo Herbert White al oír el golpe del portón y unos pasos que se acercaban. Su padre se levantó con apresurada hospitalidad y abrió la puerta; le oyeron condolerse con el recién venido. Luego, entraron. El forastero era un hombre fornido, con los ojos salientes y la cara rojiza. -El sargento mayor Morris -dijo el señor White, presentándolo. El sargento les dio la mano, aceptó la silla que le ofrecieron y observó con satisfacción que el dueño de casa traía whisky y unos vasos y ponía una pequeña pava de cobre sobre el fuego. Al tercer vaso, le brillaron los ojos y empezó a hablar. La familia miraba con interés a ese forastero que hablaba de guerras, de epidemias y de pueblos extraños. -Hace veintiún años -dijo el señor White sonriendo a su mujer y a su hijo-. Cuando se fue era apenas un muchacho. Mírenlo ahora. -No parece haberle sentado tan mal -dijo la señora White amablemente. -Me gustaría ir a la India -dijo el señor White-. Sólo para dar un vistazo. -Mejor quedarse aquí -replicó el sargento moviendo la cabeza. Dejó el vaso y, suspirando levemente, volvió a sacudir la cabeza. -Me gustaría ver los viejos templos y faquires y malabaristas -dijo el señor White-. ¿Qué fue, Morris, lo que usted empezó a contarme los otros días, de una pata de mono o algo por el estilo? -Nada -contestó el soldado apresuradamente-. Nada que valga la pena oír. -¿Una pata de mono? -preguntó la señora White. -Bueno, es lo que se llama magia, tal vez -dijo con desgana el militar. Sus tres interlocutores lo miraron con avidez. Distraídamente, el forastero llevó la copa vacía a los labios: volvió a dejarla. El dueño de casa la llenó. -A primera vista, es una patita momificada que no tiene nada de particular -dijo el sargento mostrando algo que sacó del bolsillo. La señora retrocedió, con una mueca. El hijo tomó la pata de mono y la examinó atentamente. -¿Y qué tiene de extraordinario? -preguntó el señor White quitándosela a su hijo, para mirarla. -Un viejo faquir le dio poderes mágicos -dijo el sargento mayor-. Un hombre muy santo… Quería demostrar que el destino gobierna la vida de los hombres y que nadie puede oponérsele impunemente. Le dio este poder: Tres hombres pueden pedirle tres deseos. Habló tan seriamente que los otros sintieron que sus risas desentonaban. -Y usted, ¿por qué no pide las tres cosas? -preguntó Herbert White. El sargento lo miró con tolerancia. -Las he pedido -dijo, y su rostro curtido palideció. -¿Realmente se cumplieron los tres deseos? -preguntó la señora White. -Se cumplieron -dijo el sargento. -¿Y nadie más pidió? -insistió la señora. -Sí, un hombre. No sé cuáles fueron las dos primeras cosas que pidió; la tercera fue la muerte. Por eso entré en posesión de la pata de mono. Habló con tanta gravedad que produjo silencio. -Morris, si obtuvo sus tres deseos, ya no le sirve el talismán -dijo, finalmente, el señor White-. ¿Para qué lo guarda? El sargento sacudió la cabeza: -Probablemente he tenido, alguna vez, la idea de venderlo; pero creo que no lo haré. Ya ha causado bastantes desgracias. Además, la gente no quiere comprarlo. Algunos sospechan que es un cuento de hadas; otros quieren probarlo primero y pagarme después. -Y si a usted le concedieran tres deseos más -dijo el señor White-, ¿los pediría? -No sé -contestó el otro-. No sé. Tomó la pata de mono, la agitó entre el pulgar y el índice y la tiró al fuego. White la recogió. -Mejor que se queme -dijo con solemnidad el sargento. -Si usted no la quiere, Morris, démela. -No quiero -respondió terminantemente-. La tiré al fuego; si la guarda, no me eche la culpa de lo que pueda suceder. Sea razonable, tírela. El otro sacudió la cabeza y examinó su nueva adquisición. Preguntó: -¿Cómo se hace? -Hay que tenerla en la mano derecha y pedir los deseos en voz alta. Pero le prevengo que debe temer las consecuencias. -Parece de Las mil y una noches -dijo la señora White. Se levantó a preparar la mesa-. ¿No le parece que podrían pedir para mí otro par de manos? El señor White sacó del bolsillo el talismán; los tres se rieron al ver la expresión de alarma del sargento. -Si está resuelto a pedir algo -dijo agarrando el brazo de White- pida algo razonable. El señor White guardó en el bolsillo la pata de mono. Invitó a Morris a sentarse a la mesa. Durante la comida el talismán fue, en cierto modo, olvidado. Atraídos, escucharon nuevos relatos de la vida del sargento en la India. -Si en el cuento de la pata de mono hay tanta verdad como en los otros -dijo Herbert cuando el forastero cerró la puerta y se alejó con prisa, para alcanzar el último tren-, no conseguiremos gran cosa. -¿Le diste algo? -preguntó la señora mirando atentamente a su marido. -Una bagatela -contestó el señor White, ruborizándose levemente-. No quería aceptarlo, pero lo obligué. Insistió en que tirara el talismán. -Sin duda -dijo Herbert, con fingido horror-, seremos felices, ricos y famosos. Para empezar tienes que pedir un imperio, así no estarás dominado por tu mujer. El señor White sacó del bolsillo el talismán y lo examinó con perplejidad. -No se me ocurre nada para pedirle -dijo con lentitud-. Me parece que tengo todo lo que deseo. -Si pagaras la hipoteca de la casa serías feliz, ¿no es cierto? -dijo Herbert poniéndole la mano sobre el hombro-. Bastará con que pidas doscientas libras. El padre sonrió avergonzado de su propia credulidad y levantó el talismán; Herbert puso una cara solemne, hizo un guiño a su madre y tocó en el piano unos acordes graves. -Quiero doscientas libras -pronunció el señor White. Un gran estrépito del piano contestó a sus palabras. El señor White dio un grito. Su mujer y su hijo corrieron hacia él. -Se movió -dijo, mirando con desagrado el objeto, y lo dejó caer-. Se retorció en mi mano como una víbora. -Pero yo no veo el dinero -observó el hijo, recogiendo el talismán y poniéndolo sobre la mesa-. Apostaría que nunca lo veré. -Habrá sido tu imaginación, querido -dijo la mujer, mirándolo ansiosamente. Sacudió la cabeza. -No importa. No ha sido nada. Pero me dio un susto. Se sentaron junto al fuego y los dos hombres acabaron de fumar sus pipas. El viento era más fuerte que nunca. El señor White se sobresaltó cuando golpeó una puerta en los pisos altos. Un silencio inusitado y deprimente los envolvió hasta que se levantaron para ir a acostarse. -Se me ocurre que encontrarás el dinero en una gran bolsa, en medio de la cama -dijo Herbert al darles las buenas noches-. Una aparición horrible, agazapada encima del ropero, te acechará cuando estés guardando tus bienes ilegítimos. Ya solo, el señor White se sentó en la oscuridad y miró las brasas, y vio caras en ellas. La última era tan simiesca, tan horrible, que la miró con asombro; se rió, molesto, y buscó en la mesa su vaso de agua para echárselo encima y apagar la brasa; sin querer, tocó la pata de mono; se estremeció, limpió la mano en el abrigo y subió a su cuarto. II A la mañana siguiente, mientras tomaba el desayuno en la claridad del sol invernal, se rió de sus temores. En el cuarto había un ambiente de prosaica salud que faltaba la noche anterior; y esa pata de mono; arrugada y sucia, tirada sobre el aparador, no parecía terrible. -Todos los viejos militares son iguales -dijo la señora White-. ¡Qué idea, la nuestra, escuchar esas tonterías! ¿Cómo puede creerse en talismanes en esta época? Y si consiguieras las doscientas libras, ¿qué mal podrían hacerte? -Pueden caer de arriba y lastimarte la cabeza -dijo Herbert. -Según Morris, las cosas ocurrían con tanta naturalidad que parecían coincidencias -dijo el padre. -Bueno, no vayas a encontrarte con el dinero antes de mi vuelta -dijo Herbert, levantándose de la mesa-. No sea que te conviertas en un avaro y tengamos que repudiarte. La madre se rió, lo acompañó hasta afuera y lo vio alejarse por el camino; de vuelta a la mesa del comedor, se burló de la credulidad del marido. Sin embargo, cuando el cartero llamó a la puerta corrió a abrirla, y cuando vio que sólo traía la cuenta del sastre se refirió con cierto malhumor a los militares de costumbres intemperantes. -Me parece que Herbert tendrá tema para sus bromas -dijo al sentarse. -Sin duda -dijo el señor White-. Pero, a pesar de todo, la pata se movió en mi mano. Puedo jurarlo. -Habrá sido en tu imaginación -dijo la señora suavemente. -Afirmo que se movió. Yo no estaba sugestionado. Era… ¿Qué sucede? Su mujer no le contestó. Observaba los misteriosos movimientos de un hombre que rondaba la casa y no se decidía a entrar. Notó que el hombre estaba bien vestido y que tenía una galera nueva y reluciente; pensó en las doscientas libras. El hombre se detuvo tres veces en el portón; por fin se decidió a llamar. Apresuradamente, la señora White se quitó el delantal y lo escondió debajo del almohadón de la silla. Hizo pasar al desconocido. Éste parecía incómodo. La miraba furtivamente, mientras ella le pedía disculpas por el desorden que había en el cuarto y por el guardapolvo del marido. La señora esperó cortésmente que les dijera el motivo de la visita; el desconocido estuvo un rato en silencio. -Vengo de parte de Maw & Meggins -dijo por fin. La señora White tuvo un sobresalto. -¿Qué pasa? ¿Qué pasa? ¿Le ha sucedido algo a Herbert? Su marido se interpuso. -Espera, querida. No te adelantes a los acontecimientos. Supongo que usted no trae malas noticias, señor. Y lo miró patéticamente. -Lo siento… -empezó el otro. -¿Está herido? -preguntó, enloquecida, la madre. El hombre asintió. -Mal herido -dijo pausadamente-. Pero no sufre. -Gracias a Dios -dijo la señora White, juntando las manos-. Gracias a Dios. Bruscamente comprendió el sentido siniestro que había en la seguridad que le daban y vio la confirmación de sus temores en la cara significativa del hombre. Retuvo la respiración, miró a su marido que parecía tardar en comprender, y le tomó la mano temblorosamente. Hubo un largo silencio. -Lo agarraron las máquinas -dijo en voz baja el visitante. -Lo agarraron las máquinas -repitió el señor White, aturdido. Se sentó, mirando fijamente por la ventana; tomó la mano de su mujer, la apretó en la suya, como en sus tiempos de enamorados. -Era el único que nos quedaba -le dijo al visitante-. Es duro. El otro se levantó y se acercó a la ventana. -La compañía me ha encargado que le exprese sus condolencias por esta gran pérdida -dijo sin darse la vuelta-. Le ruego que comprenda que soy tan sólo un empleado y que obedezco las órdenes que me dieron. No hubo respuesta. La cara de la señora White estaba lívida. -Se me ha comisionado para declararles que Maw & Meggins niegan toda responsabilidad en el accidente -prosiguió el otro-. Pero en consideración a los servicios prestados por su hijo, le remiten una suma determinada. El señor White soltó la mano de su mujer y, levantándose, miró con terror al visitante. Sus labios secos pronunciaron la palabra: ¿cuánto? -Doscientas libras -fue la respuesta. Sin oír el grito de su mujer, el señor White sonrió levemente, extendió los brazos, como un ciego, y se desplomó, desmayado. III En el cementerio nuevo, a unas dos millas de distancia, marido y mujer dieron sepultura a su muerto y volvieron a la casa transidos de sombra y de silencio. Todo pasó tan pronto que al principio casi no lo entendieron y quedaron esperando alguna otra cosa que les aliviara el dolor. Pero los días pasaron y la expectativa se transformó en resignación, esa desesperada resignación de los viejos, que algunos llaman apatía. Pocas veces hablaban, porque no tenían nada que decirse; sus días eran interminables hasta el cansancio. Una semana después, el señor White, despertándose bruscamente en la noche, estiró la mano y se encontró solo. El cuarto estaba a oscuras; oyó cerca de la ventana, un llanto contenido. Se incorporó en la cama para escuchar. -Vuelve a acostarte -dijo tiernamente-. Vas a coger frío. -Mi hijo tiene más frío -dijo la señora White y volvió a llorar. Los sollozos se desvanecieron en los oídos del señor White. La cama estaba tibia, y sus ojos pesados de sueño. Un despavorido grito de su mujer lo despertó. -La pata de mono -gritaba desatinadamente-, la pata de mono. El señor White se incorporó alarmado. -¿Dónde? ¿Dónde está? ¿Qué sucede? Ella se acercó: -La quiero. ¿No la has destruido? -Está en la sala, sobre la repisa -contestó asombrado-. ¿Por qué la quieres? Llorando y riendo se inclinó para besarlo, y le dijo histéricamente: -Sólo ahora he pensado… ¿Por qué no he pensado antes? ¿Por qué tú no pensaste? -¿Pensaste en qué? -preguntó. -En los otros dos deseos -respondió en seguida-. Sólo hemos pedido uno. -¿No fue bastante? -No -gritó ella triunfalmente-. Le pediremos otro más. Búscala pronto y pide que nuestro hijo vuelva a la vida. El hombre se sentó en la cama, temblando. -Dios mío, estás loca. -Búscala pronto y pide -le balbuceó-; ¡mi hijo, mi hijo! El hombre encendió la vela. -Vuelve a acostarte. No sabes lo que estás diciendo. -Nuestro primer deseo se cumplió. ¿Por qué no hemos de pedir el segundo? -Fue una coincidencia. -Búscala y desea -gritó con exaltación la mujer. El marido se volvió y la miró: -Hace diez días que está muerto y además, no quiero decirte otra cosa, lo reconocí por el traje. Si ya entonces era demasiado horrible para que lo vieras… -¡Tráemelo! -gritó la mujer arrastrándolo hacia la puerta-. ¿Crees que temo al niño que he criado? El señor White bajó en la oscuridad, entró en la sala y se acercó a la repisa. El talismán estaba en su lugar. Tuvo miedo de que el deseo todavía no formulado trajera a su hijo hecho pedazos, antes de que él pudiera escaparse del cuarto. Perdió la orientación. No encontraba la puerta. Tanteó alrededor de la mesa y a lo largo de la pared y de pronto se encontró en el zaguán, con el maligno objeto en la mano. Cuando entró en el dormitorio, hasta la cara de su mujer le pareció cambiada. Estaba ansiosa y blanca y tenía algo sobrenatural. Le tuvo miedo. -¡Pídelo! -gritó con violencia. -Es absurdo y perverso -balbuceó. -Pídelo -repitió la mujer. El hombre levantó la mano: -Deseo que mi hijo viva de nuevo. El talismán cayó al suelo. El señor White siguió mirándolo con terror. Luego, temblando, se dejó caer en una silla mientras la mujer se acercó a la ventana y levantó la cortina. El hombre no se movió de allí, hasta que el frío del alba lo traspasó. A veces miraba a su mujer que estaba en la ventana. La vela se había consumido; hasta casi apagarse. Proyectaba en las paredes y el techo sombras vacilantes. Con un inexplicable alivio ante el fracaso del talismán, el hombre volvió a la cama; un minuto después, la mujer, apática y silenciosa, se acostó a su lado. No hablaron; escuchaban el latido del reloj. Crujió un escalón. La oscuridad era opresiva; el señor White juntó coraje, encendió un fósforo y bajó a buscar una vela. Al pie de la escalera el fósforo se apagó. El señor White se detuvo para encender otro; simultáneamente resonó un golpe furtivo, casi imperceptible, en la puerta de entrada. Los fósforos cayeron. Permaneció inmóvil, sin respirar, hasta que se repitió el golpe. Huyó a su cuarto y cerró la puerta. Se oyó un tercer golpe. -¿Qué es eso? -gritó la mujer. -Un ratón -dijo el hombre-. Un ratón. Se me cruzó en la escalera. La mujer se incorporó. Un fuerte golpe retumbó en toda la casa. -¡Es Herbert! ¡Es Herbert! -La señora White corrió hacia la puerta, pero su marido la alcanzó. -¿Qué vas a hacer? -le dijo ahogadamente. -¡Es mi hijo; es Herbert! -gritó la mujer, luchando para que la soltara-. Me había olvidado de que el cementerio está a dos millas. Suéltame; tengo que abrir la puerta. -Por amor de Dios, no lo dejes entrar -dijo el hombre, temblando. -¿Tienes miedo de tu propio hijo? -gritó-. Suéltame. Ya voy, Herbert; ya voy. Hubo dos golpes más. La mujer se libró y huyó del cuarto. El hombre la siguió y la llamó, mientras bajaba la escalera. Oyó el ruido de la tranca de abajo; oyó el cerrojo; y luego, la voz de la mujer, anhelante: -La tranca -dijo-. No puedo alcanzarla. Pero el marido, arrodillado, tanteaba el piso, en busca de la pata de mono. -Si pudiera encontrarla antes de que eso entrara… Los golpes volvieron a resonar en toda la casa. El señor White oyó que su mujer acercaba una silla; oyó el ruido de la tranca al abrirse; en el mismo instante encontró la pata de mono y, frenéticamente, balbuceó el tercer y último deseo. Los golpes cesaron de pronto; aunque los ecos resonaban aún en la casa. Oyó retirar la silla y abrir la puerta. Un viento helado entró por la escalera, y un largo y desconsolado alarido de su mujer le dio valor para correr hacia ella y luego hasta el portón. El camino estaba desierto y tranquilo.

sábado, 24 de octubre de 2020

Rutina.

Dijo que estaba bien - Vos decís que está bien, pero para mi está rico. Lo saque de Paulina Cocina. - ¿Quien es Paulina Cocina? - Ya te dije el otro día, cuando vino Hernán, que había sacado la receta de la pata de cordero en Paulina Cocina. - Siempre que viene tu hijo haces una comida que sale un ojo de la cara -dijo él. Ella pensó que lo había pagado ella, pero no lo dijo porque le pareció una grosería, él ya lo sabía y en el fondo -o no tanto-, era indudable que se esmeraba mas cuando venía el pibe,en estos tiempos, casi nunca. El hijo decía siempre que estaba rico, no que "estaba bien" sino que estaba rico, lo mínimo que correspondía despues de pasar horas eligiendo la comida, yendo a buscar "siete especias" a todas las dieteticas de la zona, y dedicar un tiempo marinando la puta pata de cordero. Sin embargo ese día su marido tambien había dicho que estaba bien. Pero no le importó, había perdido el gusto con la enfermedad. Ahora si, cuando algo le salia mal, para eso no había perdido el gusto, lo decía francamente - Gorda ¿que te pasa con la sal?-decía. La verdad es que tratando de comer mas sano a veces le pifiaba con la sal, ponía de menos, que se yo. -No se, por ahi me olvide. Te traigo el salero y le ponés lo que queres y ya está, no me rompas las pelotas -Bueno, decía él, como si en vez de faltarle sal ella le hubiera dado de comer comida de perros. Al rato todo estaba de nuevo en su normal equilibrio, los dos mirando la tele con un nescafé en la mano,si era sabado a la señora ridicula que paseaba por Europa, esperando la hora en que él volviera a su negocio y ella a la pc donde pasaba demasiadas horas. -Mirá que tengo que ir a la depiladora, tengo unos pelos como para hacer trenzas -¿donde vas a ir? dijo él. Fastidiada porque hacía 3 años iba al mismo lugar contestó.
-Donde voy siempre, en la avenida, aca a cinco cuadras. - Si vas antes de la hora de abrir yo te llevo, saqué el coche para barrer las hojas que estaban en el garage. Ella sabía que se iba a depilar,y por qué, pero tambien a hacer las manos, y las uñas de los pies y si podia una hidratación facial , ni a ganchos tomaba dos litros de agua por día y el cutis le pasaba factura.No se lo iba a decir,y esta boludez le generaba un conflicto, no se de donde había sacado la certeza de que una buena mujer cuenta todo. Una pelotudez porque no hay manera de contar "todo".Y ademas porque hay cosas que no le hubiera contado.
Para esas cosas armaba obras de ingeniería que despues se chocaban con la falta de curiosidad de él y se caían como la casa de cartón de los tres chanchitos. Hasta para mentir se necesita de un interlocutor,pero él era mas un perro de paja que alguien con quien hablar. - El lunes a la mañana voy de Irene- dijo ella, como al pasar. -¿para que vas de Irene, si no es necesario,te queres agarrar una peste y despues que me la agarre yo? - Ya te dije que Irene tuvo covid, no me puede contagiar de nada.O vos te crees que yo me quiero agarrar el virus? - ¿para que vas? Tenes que tomar el tren. - Nada, que tiene que presentar un seminario y escribió algo y yo le voy a ayudar a adecentarlo. Al mediodía estoy en casa.Ah, llevate budin,si vas para el negoco El cortó dos pedazos finitos de budín y ella insistió que agarre otro pedazo por si venía alguien, un cliente, y le quisiera convidar - No, me agarro para mi ¿que queres, que alimente a los que vienen? Sabía que esa iba a ser la repuesta,lo sabía,y debía agradecerla porque ya había instalado que el lunes a la mañana no iba a estar, que iba a volver al mediodia, y no se necesitaba nada mas. Ninguna suspicacia, mas alla que para ella era mas claro que la letra de un tango que había una relación entre ir a la depiladora y su ausencia en la casa el lunes a la mañana. Despues que dijera que la comida estaba bien, era un precio vil, Él habia perdido la capacidad de verla brillar,no la iba ver brillar por mas de que le salieran luces por todas las oquedades,de cada uno de sus agujeros, una luz brillante y clara, como si fuera un arbolito de navidad. - Che, dijo ella,miraste mi libro? - Si,lo miré por arriba - '¿que te pareció? - Te dije que lo miré por arriba, está bien. Ella siguió tecleando en la pc, pensando en el largo guion que habia armado ante probables preguntas¿ el dibujo de tapa? Lo saqué de internet. ¿Y esas historias? Todas cosas que me imagino. La verdad es que se notaba que ni lo había agarrado. Se preguntó amargada porque seguia armado respuestas para preguntas que nunca iban a ser formuladas - LLevate un pulover,dijo ella. - Si, parece que va a seguir lloviendo. Cuatro menos cuarto te toco bocina así te llevo a la depiladora. Dale,dijo ella,sin nada de culpa. - -

jueves, 22 de octubre de 2020

vida, nada me debes.

mi vida parece aburrida si la mido con el centimetro de vida alucinantes que podria haber tenido y no tuve. Sin embargo, mirada desde fuera, tan mal no lo hice.Hice esto, vida. Me enamore fui amada, alguien me llama "su madre".Fui a la universidad, muchos años,caminé por esos pasillos, y sigo caminando Mi cuerpo fue atravesado por el erotismo, por la parición. Conocí esas estaciones. Viaje, no tanto como hubiera deseado pero cruce el gran mar y si no me cago muriendo lo volveré a hacer, esta vez sola,con todo lo oscuro que eso implica Si esta vida parece aburrida ¿comparada con que?
Claro que no fui espia, ni prostituta, ni maga.Pero supe de la amistad, de la traición. Cometí perjurio Acaso me falta alguna aventura,pero he visto el atardecer en la ruta,el mar encrespado, el asombro en la cara de alguien mientras contaba una historia. Un dia dejé de caminar en un supermercado emocionada por una música que salia del altoparlante. cocine para amigos, me quede absorta mirando el fuego, el ocaso, el camino. Tuve mucho miedo una noche en Porto Marghera, cerca de Venecia, casi lloro una vez en París, he cruzado puente Uriburu caminando, cuando era joven camine por vias muertas -muchas veces-donde ahora pasa el Tren de la Costa Toque a otro, tengo libros donde dice mi nombre, escribí poemas, cuide a mis niños cuando se enfermaron, recibí dibujos de personas que me querían. vi tormentas por las ventanillas del tren. Calme a niños cuando atronaba el cielo, me chupe la sangre de las cascarita, amasé para la familia.
Es hora de calmarme.

sábado, 17 de octubre de 2020

ARTE POETICA O COMO DAR CUENTA DE PORQUE SE ESCRIBE, COMO SE ESCRIBE O QUE SE ESPERA DE ESO

ARTE POETICA Escribir como se debe. No reprimirse. Saber contar lo que no se reprime y atreverse a llegar hasta el final, sin que importe lo que digan el portero, la novia, la vieja, los amigos o el tipo que nos pasa los tomates. (FOGWILL) Cuando era niña me daban plata y me regalaban libros,En casa no había grandes lectores(si de diarios y de revistas de actualidad que no faltaban) pero no de libros. Sin embargo había una biblioteca de un tio suicidado en su adolescencia. Recuerdo que ahí estaba El patrón, de Gorki y Doña Rosita la Soltera o el lenguaje de las flores, de Lorca. La cuestión es que yo leía desde niña, fui una excelente alumna en Lenguaje o como se llamara la materia, y recuerdo que la profe en cuarto me prestó Los premios de Cortazar. A esa altura era una lectora adelantada y tal vez tenía el sueño de ser escritora: Me hice adulta, me casé y empecé a estudiar Psicologia. Claramente nunca tuve problemas para redactar lo que fuera, pero de ficción nada : Cerca de los cincuenta empecé a psicoanalizarme de nuevo y al pasar menciono mis ideales de joven: ser escritora, pero sin demasiado énfasis ni fe Sincronico a eso,la explosión de las redes,los blogs, etc. Entonces tuve mi blog y después un segundo blog “mas minitah” mas literario y tal vez mas femenino. Y empece a generar contenido para los blogs. Y luego algún contenido me pareció bueno y lo puse en un libro: Empecé a mandar cosas a concursos y gané algunos Y por necesidad empecé a escribir poesía con lo que rebasaba. Para el blog ensayé escritura de género. Policial, gore, porno, escribi romances, y haikus. Y me mandé dos libros de poesía mas. Todos autogenerados, porque no concebía la escritura como un oficio para mantenerme sino como un gusto que me daba. No soy muy indulgente con lo que escribo,y me parece que hago mal. Me encantaría escribir como se debe y no reprimirme.Tal vez mañana.

 viva Peron

75 años de peronismo

75 años del pueblo



viernes, 16 de octubre de 2020

 nada me han enseñado los años

siempre caigo en los mismos errores

otra vez a brindar con extraños

y a llorar por los mismos dolores


chavela vargas




miércoles, 14 de octubre de 2020

vencedora vencida.



 

y ahora tiro yo,porque me toca a mi
 pelar cada hueso de su cochambre que quede limpio el corazón.
 el pico mas agudo fue ver como vos tomaste en vano
un chiste que acuñaramos en tiempos felices 
 si eso no es una señal divina
 como un cielo todo negro que te avisa 
que te pongas al resguardo no se que sería.No soy ciega.

Y ahora tiro yo, porque me toca a mi 
desalazar la salazón 
 tanto me desligue de mi destino que parece extraño
 pero ni tanto
 uno dos tres cuatro pequeñas cosas,
 hacerlo por mi cuenta

Tanto atender gilada que se me hizo costumbre
 uno dos tres cuatro
aqui vamos, ahora tiro yo, porque me toca a mi.
.

martes, 13 de octubre de 2020

hoy es mi día, el dia del psicologo.

me parece que como muchos, empecé a estudiar psicología para resolver mis mambos y al nada de tiempo descubrí que ningun mambo se corregia leyendo un libro. Pase a la segunda etapa que es ir al analista, y fui durante años,muchos años.y no se si si me hizo menos mambeada, pero lo que estoy seguro que me hizo mas creativa. Mas libre. Felicito a todos los que trabajan para la libertad.

domingo, 11 de octubre de 2020

lo monstruoso que recibi de herencia.

A raíz de una nota posterior a la muerte de Gabo Ferro que leí en Infobae me puse a pensar en los mensajes maternos que recibí cuando niña sobre que era lo que no tenía que ser,delimitanto que era "lo otro",lo diferente a mi,lo que yo no tenia que ser. Mi madre y yo nos pusimos de novia (mi hija tambien,se ve que es algo de nuestra estirpe)muy jovenes y nos fuimos a vivir con nuestras parejas muy jovenes (yo a los 20,mi madre a los 18 y mi hija a los 21,la única que no casada) pero mi madre me advertia que en algunos lugares las mujeres (creo recordar que eran las correntinas) tenian un tiempo de ensayo para ver si el vinculo funcionaba y le ponía un nombre "EL CIVIÑACO". Digamos,nosotras, las cultas,las civilizadas,no teniamos esa opción bárbara de probar (cogiendo,digamos todo)que tenian las indias,las otras. En cuanto al sexo premarital,advertía que "hacerlo rapidamente (no se como introducia la palabra enagua)no reforzaba el vinculo sino todo lo contrario Mi padre y mi madre se burlaban de un pobre (nosotros tambien eramos pobres,pero creo que no lo asumiamos)del partido comunista que recitaba sus verdades"de un librito que sabia de memoria.Lo que no advertian -de ninguna manera.- es que ellos tambien recitaban de un librito no escrito sus propias verdades. Una cosa que he perdido totalmente es la fe que tienen en el poder del dinero, yo ni en pedo genero respeto por alguien por mas dinero que tenga. Tambien cierta fe (que conservan) en los que tienen un titulo de médico. Como si el pasaje por la facultad de medicina habilitara a alguien para hablar de cualquier cosa,es doctor.
Sin embargo nunca aprecié la misma valoración para la cultura,porque ,digamos todo,yo soy una persona muy leída y eso no tuvo ningun efecto.Las cosas como son. Mi madre subvaloraba un poco el laburo "FUERA DE CASA".Esas mujeres con "las uñas pintadas" que trabajaban afuera (mientras alguna madro suegra se hacia cargo de los hijos),siempre le pareció una manera de desentenderse del hogar. si me acuerdo de mas cosas que tuve que deconstruir para ser yo,les voy a seguir contando.

viernes, 9 de octubre de 2020

galicia

 Mi abuela gallega murio cuando yo tenia 4 años.casi no recuerdo nada de ella,vagamente una idea de que estaba en la cama,no se siquiera si es un armado.Mi abuela se suicidó tomando pastillas,en sus cuarenta.

Mi abuelo gallego murio cuando yo tenia 17 era acaso un poco mas grande que yo,no mucho.Hablaba en gallego, y le decían José el bruto:De eso me enteré a los 14 cuando fui de vacaciones a Villa Ani Mi y me presentaban como la nieta de José el bruto. Era colectivero de la 32 y se lo llevó el cancer.

Mi otra referencia gallega fue mi tia Maria (tia abuela) que no soñaba con volver a Galicia, ni en pedo (nada quedaba alla decia)y que murio  cuando yo ya tenia a mis dos pibes. Y se acabó.
Pero tengo muchas ganas de volver a Galicia,si bien nunca he estado allá. Es raro porque yo ya estuve en España y Galicia nunca figuró entre mis planes de viaje.Conocí Granada, y Madrid y Toledo y Barcelona y Sitges,pero nunca tuve que tachar a Galicia porque nunca la incluí.

Ahora todo el tiempo miro los caminos que llevan a Santiago de Compostela (una de las peregrinaciones del catolicismo) y ni siquiera soy tan catolica. DIgamos,bautizada,casada por iglesia,eucaristia,se seguir una misa, pero no soy tan catolica. He perdido la fe. Pero quiero ir a Santiago y hacer la puta peregrinación y se que voy a hacerla si no me cago muriendo antes.

Me entretiene en la pandemia mirar pueblos y rutas por las que voy a caminar.
Acaso vuelva adonde alguna vez,sin saberlo, fui soñada.

martes, 6 de octubre de 2020

libro de Nilda.

 tengo varios lectores que dicen que entran pero no comentan. Hice un libro nuevo de poesía,y lo quiero regalar. Como no puedo entregarlo personalmente por la pandemia,lo voy a mandar por correo,simple (no colacionado porque no tengo guita)

La idea es regalar el libro a quien lo quiera y que a la recepción (no es necesario antes)me manden el valor del franqueo a mi cbu.Todavia no se cuanto es pero calculo que serán 120 pesos maso.

Los invito a quien le interese el libro y no le importe pagar el franqueo que me manden data (nombre y direccion de envio) al mail (nildalap@gmail.com) y yo les mandaré el libro y el cbu.

Me aseguro que el libro haya llegado porque el correo mnsfddfdfnndf.

creo que es una buena manera de ser leída.No se.

besos. nilda.

jueves, 1 de octubre de 2020

eso que llaman depresión.

 Octubre es una bisagra

¿acaso tengo que esperar algo que nunca sucede?

hermanada en la ausencia

puentes sobre el tren

cacerolita de polenta con salsa

tan domestica, tan domesticada

oscilo entre suponer algo de mi y no esperar nada

y no me decido

soy un gato al que le das la leche y se relame pero no se acerca.

tirar por la borda esta mugre

aligerar la carga

que será lo que viene en este año desolado

de tanto grito, tanto desprecio

me agarro al borde y miro para adentro

y me dan muchas ganas de tirarme

y no se como.



 hoy leí algo al pasar "no somos lo que pensamos, no unicamente".

Bah, en verdad no lo leí, trate de hacer algo de yoga nidra ni bien me levante. Un poco de yoga en quietud porque el cuerpo me esta pasando mucha factura. Mucha. Primero fue que se me movia mucho un diente, tanto es así que pensé que se iba a caer.Ya no se mueve tanto (o aprendi a comer sin forzarlo) y fundamentalmente no me duele. Tuve que ir al dentista e incluso hablamos de un reemplazo.Debería estar feliz porque tengo 64 años y no tengo protesis ni agujeros y solo un implante , pero deci que hace rato no puedo llorar porque me hubiera puesto a llorar como una cria, y no por el dolor, por la injuria de perder un cacho de cuerpo llamado diente. Luego vino el dolor de ¿ovarios? No, no era de ovarios, termine en una guardia y luego en un quirofano hace menos de dos meses por una piedra que no terminaba de bajar y lo que tenia era un puto colico renal. Hace dos semanas me empezó a doler de nuevo ¿ovario, riñon,vescicula?NO, esta vez me hice una hernia por traer bolsas pesadas de los mandados. Al dia siguiente me compre un carrito de esos que llevan las viejas(los llevan todo el mundo)pero ya me había herniado porque en vez de hacer fuerza con los brazos,hice fuerza con el abdomen y mis musculos de mierda se abrieron. Ahora estoy esperando fecha para otro quirofano, porque eso no se arregla de otra manera.

Asi que mi cuerpo tiene que entrar en la ecuación y lo peor de todo es que se me ocurre que no estoy en condiciones de hacer el camino de Santiago, mi ultimo berretin, 
Denle bola al cuerpo,si nole das bola, te grita en la oreja.



algo viejo que merece volver a leerse.

cateterismo

La mañana se desliza entre nescafé y el viaje a la clínica, él manejando con auto mientras el otoño, otro otoño, otro mas, casi rutina y des...