en un blog de esta servidora que anda por ahi, in the air, hay una frase que le gusto a Mundo Aquilante.
La frase esta sacada de este texto de Oscar Wilde.
Lo transcribo para bien de todos y para mal de ninguno.
Elijo a mis amigos no por la piel u otro arquetipo cualquiera, pero si por sus pupilas. Tienen que tener un brillo cuestionador y tonalidad inquietante.
No me interesan los buenos de espíritu ni los malos de hábitos. Me quedo con aquellos que hacen de mí loco y santo. De estos no quiero respuestas, quiero mi revés. Que me traigan dudas y angustias y aguanten lo que hay de peor en mí. Para eso, sólo siendo locos. Los quiero santos para que no duden de las diferencias y pidan perdón por las injusticias.
Elijo a mis amigos por la cara limpia y por el alma expuesta. No quiero solamente el hombro o la falda, quiero tambien su mayor alegría. Amigos que no ríen juntos, no saben sufrir juntos.
Mis amigos son todos así: mitad tontería, mitad seriedad. No quiero risas previsibles ni llantos piadosos. Quiero amigos serios, de aquellos que hacen de la realidad su fuente de aprendizaje, pero que luchan para que la fantasía no desaparezca.
No quiero amigos adultos ni estudiantes. Los quiero mitad infancia y otra mitad vejez. Niños, para que no olviden el valor del viento en el rostro, y viejos, para que nunca tengan prisa.
TENGO AMIGOS PARA SABER QUIEN SOY. Pues viéndolos locos y santos, tontos y serios, niños y viejos, nunca me olvidaré que la normalidad es una ilusión imbécil."
Oscar Wilde
decidí que de todos mis oficios terrestres, el violento oficio de sirena era el que más me convenía
jueves, 29 de julio de 2010
lunes, 26 de julio de 2010
no hay que ofrecer tanto el corazon.
por que nadie es tan bueno. O por lo menos yo no soy buena.
y a veces me parece que mejor tirarle el corazon a los perros, para que se lo lleven olisqueandolo como la vicera que es, y que se sienten al sol a lamerlo un poco, y entonces uno podria andar sin corazon.
Tanta sangre que se llevo el rio, y uno se encuentra pensando que quiza no valga la pena ofrecer el corazon. Se conforma con no ofrecer plata, pero ofrece los mejores libros, las mejores palabras, ofrece lo que tiene, y no es tan facil como pensaba.
Y se queda sin los libros y sin las palabras, y con el corazon rotito, descompuesto como un telefono celular antiguo, de los que nadie quiere.
no se pensalo bien. Quiza todo esta perdido y nunca te diste cuenta.
Viste la luna esta noche? ¿vos pensas que hay poesia ahi, en esa redonda luna de cal? Y quiza no, quiza sea una simple piedra colgada en el cielo.
domingo, 25 de julio de 2010
REFRITO DE BLOGUERIA
Estoy viendo alguna manera logica de juntar los post que me gustan de mis blogs y hacer un libro, con letra garamond con serif y titulos en simil letra de maquina de escribir. Compraria papel en la papeleria Wussman y me haria un libro.
Asi tendria un libro mio, el papel vence al tiempo, al olvido.
Imposible ver ahora la logica de esas cronicas del orto, de esos cuentos tan parecidos a mis obsesiones, de esos poemas desarrapados (el mejor poema que yo escribi, lo borre, mal aconsejada)
Y ademas me puteo a mi misma porque nunca pongo los acentos y hay pequeñas faltas de ortografia (soy indulgente con mis errores) y el papel me merece otro respeto.
En agosto (cuando este blog no hubiera tenido razon de ser) habia escrito esto. Sin embargo hago un refrito y lo posteo aqui. Es un post digno de las sirenas
Se llama BREVES CONTRIBUCIONES AL TEMA DEL DOBLE
En el psicoanalisis, los mitos, la literatura en general y las novelas de canal nueve en particular, se ha abordado largamente el tema del doble. Una proyeccion de un sujeto normal que aparece duplicado en una modalidad que podriamos denominar "siniestra". Lo siniestro es,basicamente, aquello familiar que se ha tornado extraño, y acaso amenazante.El doble puede ser otra persona, en su vertiente opuesta, tal como Cain y Abel, Jerry Lewis y Dean Martin, o el hijo prodigo y el boludo que se quedo en la casa ayudando a su padre para que cuando el prodigo viniera de joder por ahi, recibiera toda la herencia, tal como relata el Sagrado Libro.
Tambien el doble puede ser una proyeccion de una misma persona en un costado maligno, es decir, la misma persona siendo otra. El ejemplo paradigmatico es Jekill y Hide, pero tambien cualquier buen vecino que aparece en los diarios como estrangulador de viejas, o ya que estamos hablando de viejas, la Yiya Murano, que de amable dama de compañia se transformaba en la asesina serial de los bombones.
Uds. saben que los que saben dicen que toda la literatura se puede arracimar en un puñado de relatos, con infinitas e intrincadas versiones. Es decir: los relatos humanos son pocos, pero hay versiones infinitas.
Todo esto es una larga y tediosa introduccion para contar que yo tengo una gemela idiota.
Por ej. Yo digo, como hay recesion economica voy a ahorrar un poco de dinero, para eventuales necesidades. Mi gemela tarada entra a comprar antialergico a la farmacia y sale con una crema marca La Roche Possay de 149 pesos en oferta que promete -yo lo se, vanamente- retardar el envejecimiento cutaneo y aportar lozania a las pieles envejecidas.
Yo, que (digamoslo finamente) estoy un poco, ejem, excedida de peso, miro en las gondolas que queso untable tiene menos calorias. La mogolica que es mi doble, le pone a la tostada, arriba del queso bajas calorias, una montaña de dulce de leche.
Yo que soy sensata y criteriosa, establezco pautas de vida para mejorar mi calidad, dejando vinculos toxicos, apostando a una vida sana, etcetera.. Mi gemela mogolica anda por ahi cazando mariposas.
Asi tendria un libro mio, el papel vence al tiempo, al olvido.
Imposible ver ahora la logica de esas cronicas del orto, de esos cuentos tan parecidos a mis obsesiones, de esos poemas desarrapados (el mejor poema que yo escribi, lo borre, mal aconsejada)
Y ademas me puteo a mi misma porque nunca pongo los acentos y hay pequeñas faltas de ortografia (soy indulgente con mis errores) y el papel me merece otro respeto.
En agosto (cuando este blog no hubiera tenido razon de ser) habia escrito esto. Sin embargo hago un refrito y lo posteo aqui. Es un post digno de las sirenas
Se llama BREVES CONTRIBUCIONES AL TEMA DEL DOBLE
En el psicoanalisis, los mitos, la literatura en general y las novelas de canal nueve en particular, se ha abordado largamente el tema del doble. Una proyeccion de un sujeto normal que aparece duplicado en una modalidad que podriamos denominar "siniestra". Lo siniestro es,basicamente, aquello familiar que se ha tornado extraño, y acaso amenazante.El doble puede ser otra persona, en su vertiente opuesta, tal como Cain y Abel, Jerry Lewis y Dean Martin, o el hijo prodigo y el boludo que se quedo en la casa ayudando a su padre para que cuando el prodigo viniera de joder por ahi, recibiera toda la herencia, tal como relata el Sagrado Libro.
Tambien el doble puede ser una proyeccion de una misma persona en un costado maligno, es decir, la misma persona siendo otra. El ejemplo paradigmatico es Jekill y Hide, pero tambien cualquier buen vecino que aparece en los diarios como estrangulador de viejas, o ya que estamos hablando de viejas, la Yiya Murano, que de amable dama de compañia se transformaba en la asesina serial de los bombones.
Uds. saben que los que saben dicen que toda la literatura se puede arracimar en un puñado de relatos, con infinitas e intrincadas versiones. Es decir: los relatos humanos son pocos, pero hay versiones infinitas.
Todo esto es una larga y tediosa introduccion para contar que yo tengo una gemela idiota.
Por ej. Yo digo, como hay recesion economica voy a ahorrar un poco de dinero, para eventuales necesidades. Mi gemela tarada entra a comprar antialergico a la farmacia y sale con una crema marca La Roche Possay de 149 pesos en oferta que promete -yo lo se, vanamente- retardar el envejecimiento cutaneo y aportar lozania a las pieles envejecidas.
Yo, que (digamoslo finamente) estoy un poco, ejem, excedida de peso, miro en las gondolas que queso untable tiene menos calorias. La mogolica que es mi doble, le pone a la tostada, arriba del queso bajas calorias, una montaña de dulce de leche.
Yo que soy sensata y criteriosa, establezco pautas de vida para mejorar mi calidad, dejando vinculos toxicos, apostando a una vida sana, etcetera.. Mi gemela mogolica anda por ahi cazando mariposas.
sábado, 24 de julio de 2010
¿cual es la cosa mas erotica que te dijeron en tu vida?
¿la erotica se dice?
Hay una erotica que se dice???
¿La erotica se puede pasar a las palabras o es basicamente lo-sin-palabras?
Uds. saben que no hay manera en la conciencia de reeditar un olor. Los olores se re-conocen cuando vuelven a la nariz, pero es imposible reconstruirlos en la memoria. Solo las palabras aluden a los olores (lluvia sobre tierra, naranjas, pelo quemado)
Y la felicidad? Ese jubilo en el pecho, ese aire que se te sale ...
Mozo, ¿mi plata no vale? Sirvame otra, hagame el favor.
Hay una erotica que se dice???
¿La erotica se puede pasar a las palabras o es basicamente lo-sin-palabras?
Uds. saben que no hay manera en la conciencia de reeditar un olor. Los olores se re-conocen cuando vuelven a la nariz, pero es imposible reconstruirlos en la memoria. Solo las palabras aluden a los olores (lluvia sobre tierra, naranjas, pelo quemado)
Y la felicidad? Ese jubilo en el pecho, ese aire que se te sale ...
Mozo, ¿mi plata no vale? Sirvame otra, hagame el favor.
viernes, 23 de julio de 2010
echale la culpa al soporte.
para joderlo mas aun las cosas virtuales dan para el malentendido. Amistades malentendidas, cariños malentendidos, odios malentendidos.
bozal necesitarias para no decir cosas que se malentiendan.
La comunicacion humana es puro malentendido. Yo te digo, te quiero tanto amigo mio, que te daria la luna. Despues te regalo una corbata, un dije de river plate, mi corazon comprimido en una pastilla de mentol, pero vos te dececpcionas: esperabas la luna o tal vez que te prestara dinero
tanto tiempo te espere bajo la lluvia, dos horas, mil horas
bozal necesitarias para no decir cosas que se malentiendan.
La comunicacion humana es puro malentendido. Yo te digo, te quiero tanto amigo mio, que te daria la luna. Despues te regalo una corbata, un dije de river plate, mi corazon comprimido en una pastilla de mentol, pero vos te dececpcionas: esperabas la luna o tal vez que te prestara dinero
tanto tiempo te espere bajo la lluvia, dos horas, mil horas
miércoles, 21 de julio de 2010
desasosiego,
pensaba escribir sobre ese raro sentir llamado desasosiego.
no vale la pena. Tal escritura solo me embargaria en mas desasosiego... Por lo cual mejor hacerme la boluda y pensar que no existe tal cosa, que todo es literatura, que dale que va, que vachache.
no vale la pena. Tal escritura solo me embargaria en mas desasosiego... Por lo cual mejor hacerme la boluda y pensar que no existe tal cosa, que todo es literatura, que dale que va, que vachache.
lunes, 19 de julio de 2010
hace unos meses.

che, hace unos meses, escribia sobre envejecer esto
http://sirenasahogadasenvodka.blogspot.com/2010/02/tener-la-edad-de-tu-abuela-cuando-vos.html
Por lo pronto compre una botella de vero stolichnaya para el dia del amigo. Voy a comer con un par de amigas, una cocina pulpetas italianas y pasta y yo llevo la vodka y tambien brindare por ustedes, por los amigos de la sirena ahogada en vodka, la otra, la mas vulnerable.
La mas sola. tambien.
Esa que esta ahi soplandome en la nuca que no hizo lo suficiente.
Feliz dia amigos, grace, laura, diego, orasio, maia, andreika.. y a todos los demas tambien.
son importantes para mi. Seguro que si.
sirva esta cancion como ofrenda o pedido de perdon.
En la religion catolica, vos no podes ir a hacer una ofrenda a dios si estas peleado con alguien
Primero, dicen los libros santos, arregla tus cuestiones con los otros y despues lleva ofrendas
Muy catolica no soy y no tenia pensado prender velas en la iglesia, pero es un buen consejo para el dia del amigo
Porque llega el dia del amigo y se recuerda a los amigos que no estan, se toma un vino con los que estan y le mandas un mail a los que quedan lejos de casa y cerca del corazon. Pero con la gente enojada va otra operatoria; algo como intentos de acercamiento, vos haces el intento, y bueno hiciste tu parte. Para eso estuve bucando (y eso que llego tarde al trabajo) un video de Deen Reed, en la retro recontrarretro pelicula Mi primera Novia, de Palito Ortega, donde cantaba una cancion melosa que se llamaba Perdon, fectivamente.
No lo encontre, y me vi un monton de you tube de Deen Reed que no era un pelotudo como esa pelicula hacia suponer sino que era un virulento activista comunista, que inclusive acompaño la campaña de Salvador Allende.
Era bello el tipo. Zurdo y bello.El era un muchacho treintañero cuando yo no habia empezado a tener tetas...pero igual en tiempo cosmico que es eso??????
La que posteo aca es una buena cancion y si bien no sirve para perdonar sirve para estar al palo (que es una metafora de otra cosa no hay que ser literal) ... para que explicar, ...
bebopalula. Deen Reed. Para cometer pecado mortal con él. E irse al infierno sin confesar.
¿ya puedo ir a la iglesia¿¿¿¿
Primero, dicen los libros santos, arregla tus cuestiones con los otros y despues lleva ofrendas
Muy catolica no soy y no tenia pensado prender velas en la iglesia, pero es un buen consejo para el dia del amigo
Porque llega el dia del amigo y se recuerda a los amigos que no estan, se toma un vino con los que estan y le mandas un mail a los que quedan lejos de casa y cerca del corazon. Pero con la gente enojada va otra operatoria; algo como intentos de acercamiento, vos haces el intento, y bueno hiciste tu parte. Para eso estuve bucando (y eso que llego tarde al trabajo) un video de Deen Reed, en la retro recontrarretro pelicula Mi primera Novia, de Palito Ortega, donde cantaba una cancion melosa que se llamaba Perdon, fectivamente.
No lo encontre, y me vi un monton de you tube de Deen Reed que no era un pelotudo como esa pelicula hacia suponer sino que era un virulento activista comunista, que inclusive acompaño la campaña de Salvador Allende.
Era bello el tipo. Zurdo y bello.El era un muchacho treintañero cuando yo no habia empezado a tener tetas...pero igual en tiempo cosmico que es eso??????
La que posteo aca es una buena cancion y si bien no sirve para perdonar sirve para estar al palo (que es una metafora de otra cosa no hay que ser literal) ... para que explicar, ...
bebopalula. Deen Reed. Para cometer pecado mortal con él. E irse al infierno sin confesar.
¿ya puedo ir a la iglesia¿¿¿¿
sábado, 17 de julio de 2010
cojerme el mundo.
es que me acabo de enterar que voy a ser abuela y me prohibieron decirlo porque todavia anda con el palito del evatest mojado. Tengo que esperar a que vaya al medico y esas cosas. Asi que no lo puedo contar sino en secreto. Y que mas secreto que este bloguito guarro.
Siempre quise cojerme al mundo, o tal vez hacerle el amor a la vida. Y mire por donde va la cosa...
Se los cuento a uds. porque el corazon no me entra en el pecho de tanto amor de saber que viene en camino una vida.
Nos cagamos un rato largo de la risa porque el bebe tiene el tamaño de una semilla de amapola. Entonces agarre una semilla de amapola que tenia para hacer esos pancitos judios con cebollita y pastron... y nos resultaba graciosisimo. Igual lo que nos reimos cuando fui a buscar la ropa de bebe que tuve guardada por mas de 25 años. Retro, manchada, pero yo la voy a lavar y planchar y luego que ella la tire. A mi no me da la tripa.
Aparecieron mantillas de lana tejidas por mi madre y mi abuela.
Voy a ser abuela, una manera por interposita persona de cojerme a la muerte.
Siempre quise cojerme al mundo, o tal vez hacerle el amor a la vida. Y mire por donde va la cosa...
Se los cuento a uds. porque el corazon no me entra en el pecho de tanto amor de saber que viene en camino una vida.
Nos cagamos un rato largo de la risa porque el bebe tiene el tamaño de una semilla de amapola. Entonces agarre una semilla de amapola que tenia para hacer esos pancitos judios con cebollita y pastron... y nos resultaba graciosisimo. Igual lo que nos reimos cuando fui a buscar la ropa de bebe que tuve guardada por mas de 25 años. Retro, manchada, pero yo la voy a lavar y planchar y luego que ella la tire. A mi no me da la tripa.
Aparecieron mantillas de lana tejidas por mi madre y mi abuela.
Voy a ser abuela, una manera por interposita persona de cojerme a la muerte.
herr doctor. sexualidad y muerte.Fucking dice luca en la cancion mas down del universo.
Soy freudiana. Por que no tengo una esperanza en la bondad innata del humano. Ser bueno es un laburo. Tampoco creo en el progreso del hombre.Lo que progresa es la tecnologia.
Creo que los dos grandes temas del ser humano son la sexualidad y la muerte. La guita es solo un reaseguro falico sustituto de la potencia sexual. Muy freudiano eso.
Creo que la nada asecha y que nos resistimos a eso, con la pluma con la espada y la palabra, pero sobre todo con la palabra.
Que la palabra hace que la sexualidad y la muerte no sean puros asuntos biologicos.
Creo que la felicidad vira sobre nosotros como un diamante loco y con eso desmentimos la muerte.
Brilla, brilla diamante loco, mientras aca ponemos a Tom Lupo diciendo eso tan freudiano, mientras Luca Prodan canta de Pablo Milanes "años" ¿que pasa con los años?
Vos Luquita no pudiste saberlo pero yo hago lo mio.
Por lo pronto yo no a todo digo que si, y a nada digo que no. Yo me resisto, viejo. Lo hago
Me interesa sobre destruir en mi alma esa tremenda armonia que pone viejos los corazones.
Creo que los dos grandes temas del ser humano son la sexualidad y la muerte. La guita es solo un reaseguro falico sustituto de la potencia sexual. Muy freudiano eso.
Creo que la nada asecha y que nos resistimos a eso, con la pluma con la espada y la palabra, pero sobre todo con la palabra.
Que la palabra hace que la sexualidad y la muerte no sean puros asuntos biologicos.
Creo que la felicidad vira sobre nosotros como un diamante loco y con eso desmentimos la muerte.
Brilla, brilla diamante loco, mientras aca ponemos a Tom Lupo diciendo eso tan freudiano, mientras Luca Prodan canta de Pablo Milanes "años" ¿que pasa con los años?
Vos Luquita no pudiste saberlo pero yo hago lo mio.
Por lo pronto yo no a todo digo que si, y a nada digo que no. Yo me resisto, viejo. Lo hago
Me interesa sobre destruir en mi alma esa tremenda armonia que pone viejos los corazones.
viernes, 16 de julio de 2010
poseída. Un cuento de la sirena.

Poseída
Si, argentino, soltero. En marzo cumplo cuarenta y cinco. Soy de Piscis, el signo más místico de la astrología convencional. Aclaro convencional porque soy un estudioso de la astrología babilónica. No, no es por signos. Un maestro de la antigüedad hizo unos pergaminos y yo los tengo fotocopiados y algún día develaré su sentido.
Si, tengo un trabajo, claro que si. En blanco. Hace veinte años que trabajo en Electrotécnica Marsellesa. Puede llamar y le van a dar buenas referencias. Pregunte por Don Montero.
Lo de esta señora vino por un proyecto yo fui tirando durante años para adelante. Pero lo concreté como homenaje a mi mamá. Murió ¿sabe? Todos los días recibo mensajes astrales de su espíritu.
Con la señora esta nos conectamos por las tarjetas. Mire, acá tengo una. ¿Ve? Quedaron bastante bien. Las imprimí yo mismo en el ciber. Hice solamente veinte. Lástima que no entró todo el nombre.
Omar I. Savir
Conserjería Espiritual
155346784
Precios accesibles
Mi madre me había elegido nombres de sabios: Omar el gran persa y la I es de Ignatius, un nombre que viene del latín y significa fuego. Mi madre decía que por tener ese nombre sería el portador del fuego sagrado del conocimiento superior y yo considero, humildemente, que mi tarea mantener esa zarza ardiendo. Pero en casa me llamaban Chiche. No se como mi madre aceptó eso. Y así me conocen todos en el barrio.
¿De las tarjetas? … las tarjetas las di en mano, porque cuando se reparten al tun tun la gente las tira. Y para que gastar plata. Todavía me quedan doce y ella, esta señora, fue la primer consultante.
Yo le voy a explicar, no tengo nada que ocultar. Me largué con el consultorio porque siempre fui un estudioso de las religiones comparadas y de los asuntos espirituales, inclusive he leído muchos libros sagrados. Con los nervios no me acuerdo ningúno, pero ya le voy a decir. Por supuesto que la Biblia, y el Coran, pero libros de expertos. En sanscrito. (Yo hablo lenguas).
Y así fue que arreglé mi dormitorio sacando la cama y poniendo en su lugar una mesa chiquita a la manera de escritorio y las dos sillas buenas.
Cuando partió madre y estuve solo, me pasé a la pieza grande, y una mañana, después de un sueño con patos, entendí que me tenía que largar de una vez por todas con mi verdadera vocación. Pensé que había llegado mi momento. Entonces dije: me tengo que largar. Y no podía dejar de cumplir un mensaje de arriba, arreglado de antemano por los Altos Espíritus, porque esta señora de la que hablamos, y que vino a verme ni siquiera era conocida.
Ud. pregunte por mi en el barrio, (no pregunte por Omar, todos me conocen por el Chiche, el hijo de la Muñeca, le decían Muñeca a mi mamá) nadie va a decirle algo inconveniente de mi persona.Soy una persona de bien, correcto.
Yo estaba muy emocionado. Y quería hacer esta tarea profesionalmente. Había comprado un surtido de velas, limpiado la lamparita de la pieza y la verdad es que estaba todo preparado para empezar este nuevo trabajo. Nunca me imaginé que iba a terminar acá.
No pensaba renunciar a las cobranzas de la fábrica, no por falta de fe, sino porque los tiempos del cielo no son iguales que los de la tierra y hay que pagar los impuestos. Pero yo estaba seguro (y me cuesta dejar de pensarlo) que Ellos tenían destinado para mi futuro que yo dedicara mi vida de lleno a los trabajos espirituales, y confiaba en este encargo místico de los poderes altos.
Entonces voy a contarle para que sepa como fueron las cosas (espero no delatar secretos profesionales) mi primera intervención espiritual. Ella se sentó al lado mío en el tren. Y sentí inmediatamente una vibración. Una vibración fea. Me decía eso que ella estaba mal. Entonces hice un comentario sobre los fríos. (Yo sufro de los bronquios, es que los poderes debilitan la carne) y ella sacó un pañuelito de papel y me lo ofreció. Me pareció un gesto innecesario. Habrá pensado que estaba resfriado, pero no, no era así. Y ahí se lo dije. Le dije. Señora Ud. tiene una gran sombra sobre su vida, que le esta comiendo su energía vitalista. Ella se sorprendió y simplemente me dijo "no duermo bien".
Y empezó a hablar, me preguntó de que trabajaba, y cuando estaba por decirle que hacia cobranzas, Dios guío mi mano y saque una de las tarjetas. Llegamos a Constitución y se perdió entre la gente. Su vibración seguía en mi mano, en la mano que la había rozado cuando la entregué la tarjeta.
Todo el día hice cobranzas y cuando a la noche estaba entregado a las meditaciones profundas que hago tratando de conectarme con los que gobiernan en el cielo las cosas humanas, y con mi madre, mi mano seguía con aquellas vibraciones y supe que ese signo estaba anunciando algo. Calenté agua, me bañe (siempre son buenas las abluciones, para cualquier cosa) y sin embargo mi mano vibraba.
A pesar de la decisión de sostener una castidad absoluta - la castidad es necesaria para conquistar espíritus esquivos y cítricos altamente eficaces,- la mano esa noche estuvo sumida en menesteres impuros. Solo así pude acallár la vibración. Por ahí eso hizo que los Altos me hicieran este feo. A veces son quisquillosos.
A la mañana sonó el celular. Nadie me llama, solo de la fábrica y era domingo. Era ella.
Me preguntó cuanto cobraba y yo le dije que la primera consulta era gratis. Ve que mi intención no era sacarle plata. Que si iniciaba un trabajo espiritual arreglaríamos seguro honorarios accesibles porque mi misión era cumplir con un encargo místico, una trayectoria espiritual que trascendía lo monetario. Yo había hecho muchos cálculos, guiándome por los precios que aparecían en los avisos del diario y también por la estrella Sirio y su inclinación en la geometría cósmica. y había llegado a la cuenta de treinta pesos la consulta, pero no le dije. Las velas iban en precio aparte, y se cobran un 200% mas de lo que me las venden al por mayor.
Pero no quiero que crea que lo hago por el dinero, simplemente tenia la obligación moral de cumplir con la tarea que me fue encomendada por el gran padre de la Luz, o sea era un encargo de los espíritus. No, no me voy del tema. Ud. quiere saber de ese día, pero todo tiene su porque, y es lo que yo quiero transmitirle.
Cuando aplaudió con las manos para avisar que estaba en la puerta yo ya lo sabía. Mis manos vibraban nuevamente, desde que debía andar por la esquina.
La hice pasar a la pieza, se sentó en el lado equivocado de la mesa. Pero no tuve corazón para decirle que ese lugar era el mío. Cuando estaba lista para contarme le dije:
- No me cuente, yo lo voy a saber solo, porque la verdad que a mi me interesa no es la de la mente, sino la del alma espiritual e inmortal
Ella se apichonó un poco y eso me tranquilizó. Hay que mostrarse seguro en estas cosas.
Yo traspiraba la camisa celeste que me había puesto. Y eso que la pieza estaba fría, con la estufa recién prendida. Entonces le pedí que se parara y que cerrara los ojos. Que confiara que allí estaba protegida por el alma de santos difuntos benefactores.
Ella se paró y aunque tenía los ojos cerrados empezó a llorar. Sus lágrimas caían sin ruido, sin hipos, así, como un manantial. Estaba poseída por demonios. De los malos. Y eso la estaba secando. El líquido vital que le salía por los ojos era un síntoma inequívoco, y yo tenía que hacer algo con esos jugos.
No tenía pensado que iba a hacer, no había llegado tan lejos nunca en mi conserjería espiritual. En una época había acompañado a un pastor evangelista, que un mal día se fue con toda la plata que teníamos para construir un templo. Mi madre tenía poderes y aseguraba que yo también, y con ella habíamos hecho curaciones espirituales, pero mas que nada curábamos el empacho, la culebrilla, el susto y otras enfermedades así. Inclusive de mascotas.
Pero los Altos me guiaron la mano, y la fui pasando por todo su cuerpo: primero le agarré las lágrimas y me las puse en la boca. No eran saladas. Tenían gusto a vodka. Yo estaba en transe y hablaba lenguas (en mi voz interior, no quería asustarla). Empecé con un pase de mis manos a diez centímetros de distancia, luego mas cerca. Por la espalda, por los brazos. Pero cuando sin querer toque su seno me vino como una descarga eléctrica. Como estaba seguramente poseída por el demonio, el mal debía estar en sus partes íntimas. Abajo digo.
Le indiqué que teníamos que intervenir allí. Fue lo único, oficial. Yo no lo hice nada. Uno quiere hacer el bien y termine acá en la comisaría y ni le cobre los treinta pesos. Ella lloraba y yo le aseguro que estaba poseída por el demonio. Mis vibraciones no pueden equivocarse. Es un don a través del cual hablan los Altos. Porque los espiritus sanadores de los muertos hablan así, son señales inequívocas. Está escrito en los textos sagrados. No entiendo porque me denunció.
jueves, 15 de julio de 2010
Escuela de Noche. Un cuento de Cortazar
Un amigo de la casa estudio en el Joaquin V Gonzales. Y me acorde de esa escuela. La escuela de noche, de Cortazar. Buen cuento.
De Nito ya no sé nada ni quiero saber. Han pasado tantos años y cosas, a lo mejor todavía está allá o se murió o anda afuera. Más vale no pensar en él, solamente que a veces sueño con los años treinta en Buenos Aires, los tiempos de la escuela normal y claro, de golpe Nito y yo la noche en que nos metimos en la escuela, después no me acuerdo mucho de los sueños, pero algo queda siempre de Nito como flotando en el aire, hago lo que puedo para olvidarme, mejor que se vaya borrando de nuevo hasta otro sueño, aunque no hay nada que hacerle, cada tanto es así, cada tanto vuelve como ahora.
La idea de meterse de noche en la escuela anormal (lo decíamos por jorobar y por otras razones más sólidas) la tuvo Nito, y me acuerdo muy bien que fue en La Perla del Once y tomándonos un cinzano con bitter. Mi primer comentario consistió en decirle que estaba más loco que una gallina, pesealokual -así escribíamos entonces, desortografiando el idioma por algún deseo de venganza que también tendría que ver con la escuela-, Nito siguió con su idea y dale conque la escuela de noche, sería tan macanudo meternos a explorar, pero qué vas a explorar si la tenemos más que manyada, Nito, y, sin embargo, me gustaba la idea, se la discutía por puro pelearlo, lo iba dejando acumular puntos poco a poco.
En algún momento empecé a aflojar con elegancia, porque también a mí la escuela no me parecía tan manyada, aunque lleváramos allí seis años y medio de yugo, cuatro para recibirnos de maestros y casi tres para el profesorado en letras, aguantándonos materias tan increíbles como Sistema Nervioso, Dietética y Literatura Española, esta última la más increíble, porque en el tercer trimestre no habíamos salido ni saldríamos del Conde Lucanor. A lo mejor por eso, por la forma en que perdíamos el tiempo, la escuela nos parecía medio rara a Nito y a mí, nos daba la impresión de faltarle algo que nos hubiera gustado conocer mejor. No sé, creo que también había otra cosa, por lo menos para mí la escuela no era tan normal como pretendía su nombre, sé que Nito pensaba lo mismo y me lo había dicho a la hora de la primera alianza, en los remotos días de un primer año lleno de timidez, cuadernos y compases. Ya no hablábamos de eso después de tantos años, pero esa mañana en La Perla sentí como si el proyecto de Nito viniera de ahí y que por eso me iba ganando poco a poco; como si antes de acabar el año y darle para siempre la espalda a la escuela tuviéramos que arreglar todavía una cuenta con ella, acabar de entender cosas que se nos habían escapado, esa incomodidad que Nito y yo sentíamos de a ratos en los patios o las escaleras y yo sobre todo cada mañana cuando veía las rejas de la entrada, un leve apretón en el estómago desde el primer día al franquear esa reja pinchuda, tras de la cual se abría el peristilo solemne y empezaban los corredores con su color amarillento y la doble escalera.
-Hablando de la reja, la cosa es esperar hasta medianoche -había dicho Nito- y treparse ahí donde me tengo vistos dos pinchos doblados, con poner un poncho basta y sobra.
-Facilísimo -había dicho yo-, justo entonces aparece la cana en la esquina o alguna vieja de enfrente pega el primer alarido.
-Vas demasiado al cine, Toto. ¿Cuándo viste a alguien por ahí a esa hora? El músculo duerme, viejo.
De a poco me iba dejando tentar, seguro que era idiota y que no pasaría nada ni afuera ni adentro, la escuela sería la misma escuela de la mañana, un poco frankenstein en la oscuridad si querés, pero nada más, qué podía haber ahí de noche aparte de bancos y pizarrones y algún gato buscando lauchas, que eso sí había. Pero Nito dale con lo del poncho y la linterna, hay que decir que nos aburríamos bastante en esa época en que a tantas chicas las encerraban todavía bajo doble llave marca papá y mamá, tiempos bastante austeros a la fuerza, no nos gustaban demasiado los bailes ni el fútbol, leíamos como locos de día pero a la noche vagábamos los dos -a veces con Fernández López, que murió tan joven- y nos conocíamos Buenos Aires y los libros de Castelnuovo y los cafés del bajo y el dock sur, al fin y al cabo nos parecía tan ilógico que también quisiéramos entrar en la escuela de noche, sería completar algo incompleto, algo para guardar en secreto y por la mañana mirar a los muchachos y sobrarlos, pobres tipos cumpliendo el horario y el Conde Lucanor de ocho a mediodía.
Nito estaba decidido, si yo no quería acompañarlo saltaría solo un sábado a la noche, me explicó que había elegido el sábado porque si algo no andaba bien y se quedaba encerrado tendría tiempo para encontrar alguna otra salida. Hacía años que la idea lo rondaba, quizá desde el primer día cuando la escuela era todavía un mundo desconocido y los pibes de primer año nos quedábamos en los patios de abajo, cerca del aula como pollitos. Poco a poco habíamos ido avanzando por corredores y escaleras hasta hacernos una idea de la enorme caja de zapatos amarilla con sus columnas, sus mármoles y ese olor a jabón mezclado con el ruido de los recreos y el ronroneo de las horas de clase, pero la familiaridad no nos había quitado del todo eso que la escuela tenía de territorio diferente, a pesar de la costumbre, los compañeros, las matemáticas. Nito se acordaba de pesadillas donde cosas instantáneamente borradas por un despertar violento habían sucedido en galerías de la escuela, en el aula de tercer año, en las escaleras de mármol; siempre de noche, claro, siempre él solo en la escuela petrificada por la noche, y eso Nito no alcanzaba a olvidarlo por la mañana, entre cientos de muchachos y de ruidos. Yo, en cambio, nunca había soñado con la escuela, pero lo mismo me descubría pensando cómo sería con luna llena, los patios de abajo, las galerías altas, imaginaba una claridad de mercurio en los patios vacíos, la sombra implacable de las columnas. A veces lo descubría a Nito en algún recreo, apartado de los otros y mirando hacia lo alto donde las barandillas de las galerías dejaban ver cuerpos truncos, cabezas y torsos pasando de un lado a otro, más abajo pantalones y zapatos que no siempre parecían pertenecer al mismo alumno. Si me tocaba subir solo la gran escalera de mármol, cuando todos estaban en clase, me sentía como abandonado, trepaba o bajaba de a dos los peldaños, y creo que por eso mismo volvía a pedir permiso unos días después para salir de clase y repetir algún itinerario con el aire del que va a buscar una caja de tiza o el cuarto de baño. Era como en el cine, la delicia de un suspenso idiota, y por eso creo que me defendí tan mal del proyecto de Nito, de su idea de ir a hacerle frente a la escuela; meternos allí de noche no se me hubiera ocurrido nunca, pero Nito había pensado por los dos y estaba bien, merecíamos ese segundo cinzano que no tomamos porque no teníamos bastante plata.
Los preparativos fueron simples, conseguí una linterna y Nito me esperó en el Once con el bulto de un poncho bajo el brazo; empezaba a hacer calor ese fin de semana, pero no había mucha gente en la plaza, doblamos por Urquiza casi sin hablar, y cuando estuvimos en la cuadra de la escuela miré atrás y Nito tenía razón, ni un gato que nos viera. Solamente entonces me di cuenta de que había luna, no lo habíamos buscado pero no sé si nos gustó, aunque tenía su lado bueno para recorrer las galerías sin usar la linterna.
Dimos la vuelta a la manzana para estar bien seguros, hablando del director que vivía en la casa pegada a la escuela y que comunicaba por un pasillo en los altos para que pudiera llegar directamente a su despacho. Los porteros no vivían allí y estábamos seguros de que no había ningún sereno, qué hubiera podido cuidar en la escuela en la que nada era valioso, el esqueleto medio roto, los mapas a jirones, la secretaría con dos o tres máquinas de escribir que parecían pterodáctilos. A Nito se le ocurrió que podía haber algo valioso en el despacho del director, ya una vez lo habíamos visto cerrar con llave al irse a dictar su clase de matemáticas, y eso con la escuela repleta de gente o a lo mejor precisamente por eso. Ni a Nito ni a mí ni a nadie le gustaba el director, más conocido por el Rengo; que fuera severo y nos zampara amonestaciones y expulsiones por cualquier cosa era menos una razón que algo en su cara de pájaro embalsamado, su manera de llegar sin que nadie lo viera y asomarse a una clase como si la condena estuviera pronunciada de antemano. Uno o dos profesores amigos (el de música, que nos contaba cuentos verdes, el de sistema nervioso que se daba cuenta de la idiotez de enseñar eso en un profesorado en letras) nos habían dicho que el Rengo no solamente era un solterón convicto y confeso, sino que enarbolaba una misoginia agresiva, razón por la cual en la escuela no habíamos ni una sola profesora. Pero justamente ese año el ministerio debía haberle hecho comprender que todo tenía su límite, porque nos mandaron a la señorita Maggi que les enseñaba química orgánica a los del profesorado en ciencias. La pobre llegaba siempre a la escuela con un aire medio asustado, Nito y yo nos imaginábamos la cara del Rengo cuando se la encontraba en la sala de profesores. La pobre señorita Maggi entre cientos de varones, enseñando la fórmula de la glicerina a los reos de séptimo de ciencias.
-Ahora -dijo Nito.
Casi meto la mano en un pincho, pero pude saltar bien, la primera cosa era agacharse por si a alguien le daba por mirar desde las ventanas de la casa de enfrente, y arrastrase hasta encontrar una protección ilustre, el basamento del busto de Van Gelderen, holandés y fundador de la escuela. Cuando llegamos al peristilo estábamos un poco sacudidos por el escalamiento y nos dio un ataque de risa nerviosa. Nito dejó el poncho disimulado al pie de una columna, y tomamos a la derecha siguiendo el pasillo que llevaba al primer codo donde nacía la escalera. El olor a escuela se multiplicaba con el calor, era raro ver las aulas cerradas y fuimos a tantear una de las puertas; por supuesto, los gallegos porteros no las habían cerrado con llave y entramos un momento en el aula donde seis años antes habíamos empezado los estudios.
-Yo me sentaba ahí.
-Y yo detrás, no me acuerdo si ahí o más a la derecha.
- Mirá, se dejaron un globo terráqueo.
-¿Te acordás de Gazzano, que nunca encontraba el África?
Daban ganas de usar las tizas y dejar dibujos en el pizarrón, pero Nito sintió que no había venido para jugar, o que jugar era una manera de no admitir que el silencio nos envolvía demasiado, como un eco de música, reverberando apenas en la caja de la escalera; también oímos una frenada de tranvía, después nada. Se podía subir sin necesidad de la linterna, el mármol parecía estar recibiendo directamente la luz de la luna, aunque el piso alto la aislara de ella. Nito se paró a mitad de la escalera para convidarme con un cigarrillo y encender otro; siempre elegía los momentos más absurdos para empezar a fumar.
Desde arriba miramos al patio de la planta baja, cuadrado como casi todo en la escuela, incluidos los cursos. Seguimos por el corredor que lo circundaba, entramos en una o dos aulas y llegamos al primer codo donde estaba el laboratorio; ése sí los gallegos lo habían cerrado con llave, como si alguien pudiera venir a robarse las probetas rajadas y el microscopio del tiempo de Galileo. Desde el segundo corredor vimos que la luz de la luna caía de lleno sobre el corredor opuesto donde estaba la secretaría, la sala de profesores y el despacho del Rengo. El primero en tirarme al suelo fui yo, y Nito un segundo después porque habíamos visto al mismo tiempo las luces en la sala de profesores.
-La puta madre, hay alguien ahí.
-Rajemos, Nito.
-Esperá, a lo mejor se les quedó prendida a los gallegos.
No sé cuánto tiempo pasó, pero ahora nos dábamos cuenta de que la música venía de ahí, parecía tan lejana como en la escalera, pero la sentíamos venir del corredor de enfrente, una música como de orquesta de cámara con todos los instrumentos en sordina. Era tan impensable que nos olvidamos del miedo o él de nosotros, de golpe había como una razón para estar ahí y no el puro romanticismo de Nito. Nos miramos sin hablar, y él empezó a moverse gateando y pegado a la barandilla hasta llegar al codo del tercer corredor. El olor a pis de las letrinas contiguas había sido como siempre más fuerte que los esfuerzos combinados de los gallegos y la acaroína. Cuando nos arrastramos hasta quedar al lado de las puertas de nuestra aula, Nito se volvió y me hizo seña de que me acercara más: -¿Vamos a ver?
Asentí, puesto que ser loco parecía lo único razonable en ese momento, y seguimos a gatas, cada vez más delatados por la luna. Casi no me sorprendí cuando Nito se enderezó, fatalista, a menos de cinco metros del último corredor donde las puertas apenas entornadas de la secretaría y la sala de profesores dejaban pasar la luz. La música había subido bruscamente, o era la menor distancia; oímos rumor de voces, risas, unos vasos entrechocándose. Al primero que vimos fue a Raguzzi, uno de séptimo ciencias, campeón de atletismo y gran hijo de puta, de esos que se abrían paso a fuerza de músculos y compadradas. Nos daba la espalda, casi pegado a la puerta, pero de golpe se apartó y la luz vino como un látigo cortado por sombras movientes, un ritmo de machicha y dos parejas que pasaban bailando. Gómez, que yo no conocía mucho, bailaba con una mina de verde, y el otro podía ser Kurchin, de quinto letras, un chiquito con cara de chancho y anteojos, que se prendía a un hembrón de pelo renegrido con traje largo y collares de perlas. Todo eso sucedía ahí, lo estábamos viendo y oyendo, pero naturalmente no podía ser, casi no podía ser que sintiéramos una mano que se apoyaba despacito en nuestros hombros, sin forzar.
-Ushtedes no shon invitados -dijo el gallego Manolo-, pero ya que eshtán vayan entrando y no she hagan los locos.
El doble empujón nos tiró casi contra otra pareja que bailaba, frenamos en seco y por primera vez vimos el grupo entero, unos ocho o diez, la victrola con el petiso Larrañaga ocupándose de los discos, la mesa convertida en bar, las luces bajas, las caras que empezaban a reconocernos sin sorpresa, todos debían pensar que habíamos sido invitados, y hasta Larrañaga nos hizo un gesto de bienvenida. Como siempre Nito fue el más rápido, en tres paso estuvo contra una de las paredes laterales y yo me le apilé, pegados como cucarachas contra la pared empezamos a ver de veras, a aceptar eso que estaba pasando ahí. Con las luces y la gente la sala de profesores parecía el doble de grande, había cortinas verdes que yo nunca había sospechado cuando de mañana pasaba por el corredor y echaba una ojeada a la sala para ver si ya había llegado Migoya, nuestro terror en la clase de lógica. Todo tenía un aire como de club, de cosa organizada para los sábados a la noche, los vasos y los ceniceros, la victrola y las lámparas que sólo alumbraban lo necesario, abriendo zonas de penumbra que agrandaban la sala.
Vaya a saber cuánto tardé en aplicar a lo que nos estaba pasando un poco de esa lógica que nos enseñaba Migoya, pero Nito era siempre el más rápido, una ojeada le había bastado para identificar a los condiscípulos y al profesor Iriarte, darse de que las mujeres era muchachos disfrazados, Perrone y Macías y otro de séptima ciencias, no se acordaba del nombre. Había dos o tres con antifaces, uno de ellos vestido de hawaiana y gustándole a juzgar por los contorneos que la hacía a Iriarte. El gallego Fernando se ocupaba del bar, casi todo el mundo tenía vasos en las manos, ahora venía un tango por la orquesta de Lomuto, se armaban parejas, los muchachos sobrantes se ponían a bailar entre ellos, y no me sorprendió demasiado que Nito me agarrara de la cintura y me empujara hacia al medio. -Si nos quedamos parados aquí se va a armar -me dijo-. No me pises los pies, desgraciado.
-No sé bailar -le dije, aunque él bailaba peor que yo. Estábamos en la mitad del tango y Nito miraba de cuando en cuando hacia la puerta entornada, me había ido llevando despacio para aprovechar la primera de cambio, pero se dio cuenta de que el gallego Manolo estaba todavía ahí, volvimos al centro y hasta intentamos cambiar chistes con Kurchin y Gómez que bailaban juntos. Nadie se dio cuenta de que se estaba abriendo la doble puerta que comunicaba con la antesala del despacho del Rengo, pero el petiso Larrañaga paró el disco en seco y nos quedamos mirando, sentí que el brazo de Nito temblaba en mi cintura antes de soltarme de golpe.
Soy tan lento para todo, ya Nito se había dado cuenta cuando empecé a descubrir que las dos mujeres paradas en las puertas y teniéndose de la mano eran el Rengo y la señorita Maggi. El disfraz del Rengo era tan exagerado que dos o tres aplaudieron tímidamente, pero después solamente hubo un silencio de sopa enfriada, algo como un hueco en el tiempo. Yo había visto travestís en los cabarets del bajo, pero una cosa así nunca, la peluca pelirroja, las pestañas de cinco centímetros, los senos de goma temblando bajo una blusa salmón, la pollera de pliegues y los tacos como zancos. Llevaba los brazos llenos de pulseras, y eran brazos depilados y blanqueados, los anillos parecían pasearse por sus dedos ondulantes, ahora había soltado la mano de la señorita Maggi y con un gesto de una infinita mariconería se inclinaba para sentarla y darle paso. Nito se estaba preguntado por qué la señorita Maggi seguía pareciéndose a ella misma a pesar de la peluca rubia, el pelo estirado hacia atrás, la silueta apretada en un largo traje blanco. La cara estaba apenas maquillada, tal vez las cejas un poco más dibujadas, pero era la cara de la señorita Maggi y no el pastel de frutas del Rengo con el rimmel y el rouge y el flequillo pelirrojo. Los dos avanzaron saludando con una cierta frialdad casi condescendiente, el Rengo nos echó una ojeada acaso sorprendida, pero que pareció cambiarse por una aceptación distraída, como si ya alguien lo hubiera prevenido.
-No se dio cuenta, che -le dije a Nito lo más bajo que pude.
-Tu abuela -dijo Nito-, vos te creés que no ve que estamos vestidos como reos en este ambiente.
Tenía razón, nos habíamos puesto pantalones viejos por lo de la reja, yo estaba en mangas de camisa y Nito tenía un pull-over liviano con una manga más bien perforada en un codo. Pero el Rengo ya estaba pidiendo que le dieran una copita no demasiado fuerte, se la pedía al gallego Fernando con unos gestos de puta caprichosa mientras la señorita Maggi reclamaba un whisky más seco que la voz con que se lo pedía al gallego. Empezaba otro tango y todo el mundo se largó a bailar, nosotros los primeros de puro pánico y los recién llegados junto con los demás, la señorita Maggi manejando al Rengo a puro juego de cintura. Nito hubiera querido acercarse a Kurchin para tratar de sacarle algo, con Kurchin teníamos más trato que con los otros, pero era difícil en ese momento en que las parejas se cruzaban sin rozarse y nunca quedaba espacio libre por mucho tiempo. Las puertas que daban a la sala de espera del Rengo seguían abiertas, y cuando nos acercamos en una de las vueltas, Nito vio que también la puerta del despacho estaba abierta y que adentro había gente hablando y bebiendo. De lejos reconocimos a Fiori, un pesado de sexto letras, disfrazado de militar, y a lo mejor esa morocha de pelo caído en la cara y caderas sinuosas era Moreira, uno de quinto letras que tenía fama de lo que te dije.
Fiori vino hacia nosotros antes de que pudiéramos esquivarnos, con el uniforme parecía mucho mayor y Nito creyó verle canas en el pelo bien planchado, seguro que se había puesto talco para tener más pinta.
-Nuevos, eh -dijo Fiori-¿Ya pasaron por oftalmología?
La respuesta debíamos tenerla escrita en la cara y Fiori se nos quedó mirando un momento, nos sentíamos cada vez más como reclutas delante de un teniente compadrón.
-Por allá -dijo Fiori, mostrando con la mandíbula una puerta lateral entornada-. En la próxima reunión me traen el comprobante.
-Sí señor -dijo Nito, empujándome a lo bruto. Me hubiera gustado reprocharle el sí señor tan lacayo, pero Moreira (ahora sí, ahora seguro que era Moreira) se nos apiló antes de que llegáramos a la puerta y me agarró de la mano.
-Vení a bailar a la otra pieza, rubio, aquí son tan aburridos.
-Después -dijo Nito por mí-. Volvemos enseguida.
-Ay, todos me dejan sola esta noche.
Pasé el primero, deslizándome no sé por qué en vez de abrir del todo la puerta. Pero los porqués nos faltaban a esa altura, Nito que me seguía callado miraba el largo zaguán en penumbras y era otra vez cualquiera de las pesadillas que tenía con la escuela, ahí donde nunca había un porqué, donde solamente se podía seguir adelante, y el único porqué posible era una orden de Fiori, ese cretino vestido de milico que de golpe se sumaba a todo lo otro y nos daba una orden, valía como una orden pura que debíamos obedecer, un oficial mandando y andá a pedir razones. Pero no era un pesadilla, yo estaba a su lado y las pesadillas no se sueñan de a dos.
-Rajemos, Nito -le dije en la mitad del zaguán-. Tiene que haber una salida, esto no puede ser.
-Sí, pero esperá, me trinca que nos están espiando.
-No hay nadie, Nito.
-Por eso mismo, huevón.
-Pero Nito, esperá un poco, parémonos aquí. Yo tengo que entender lo que pasa, no te das cuenta de que...
-Mirá -dijo Nito, y era cierto, la puerta por donde habíamos pasado estaba ahora abierta de par en par y el uniforme de Fiori se recortaba clarito. No había ninguna razón para obedecer a Fiori, bastaba volver y apartarlo de un empujón como tantas veces nos empujábamos por broma o en serio en los recreos. Tampoco había ninguna razón para seguir adelante hasta ver dos puertas cerradas, una lateral y otra de frente, y que Nito se metiera por una y se diera cuenta demasiado tarde de que yo no estaba con él, que estúpidamente había elegido la otra puerta por error o por pura bronca. Imposible dar media vuelta y salir a buscarme, la luz violeta del salón y las caras mirándolo lo fijaban de golpe en eso que abarcó de una sola ojeada, el salón con el enorme acuario en el centro alzando su cubo transparente hasta el cielo raso, dejando apenas lugar para los que pegados a los cristales miraban el agua verdosa, los peces resbalando lentamente, todo en un silencio que era como otro acuario exterior, un petrificado presente con hombres y mujeres (que eran hombres que eran mujeres) pegándose a los cristales, y Nito diciéndose ahora, ahora volver atrás, Toto imbécil dónde te metiste, huevón, queriendo dar media vuelta y escaparse, pero de qué si no pasaba nada, si se iba quedando inmóvil como ellos y viéndolos mirar los peces y reconociendo a Mutis, a la Chancha Delucía, a otros de sexto letras, preguntándose por qué eran ellos y no otros, como ya se había preguntado por qué tipos como Raguzzi y Fiori y Moreira, por qué justamente los que no eran nuestros amigos por la mañana, los extraños y los mierdas, por qué ellos y no Láinez o Delich o cualquiera de los compañeros de charlas o vagancias o proyectos, por qué entonces Toto y él entre esos otros aunque fuera culpa de ellos por meterse de noche en la escuela y esa culpa los juntara con todos esos que de día no aguantaban, los peores hijos de puta de la escuela, sin hablar del Rengo y del chupamedias de Iriarte y hasta de la señorita Maggi también ahí, quién lo hubiera dicho pero también ella, ella la única mujer de veras entre tantos maricones y desgraciados.
Entonces ladró un perro, no era un ladrido fuerte pero rompió el silencio y todos se volvieron hacia el fondo invisible del salón, Nito vio que de la bruma violeta salía Caletti, uno de quinto ciencias, con los brazos en alto venía desde el fondo como resbalando entre los otros, sosteniendo en alto un perrito blanco que volvía a ladrar debatiéndose, las patas atadas con una cinta roja y de la cinta colgando algo como un pedazo de plomo, algo que los sumergió lentamente en el acuario donde Caletti lo había tirado de un solo envión, Nito vio al perro bajando poco a poco entre convulsiones, tratando de liberar las patas y volver a la superficie, lo vio empezar a ahogarse con la boca abierta y echando burbujas, pero antes de que se ahogara los peces ya estaban mordiéndolo, arrancándole jirones de piel, tiñendo de rojo el agua, la nube cada vez más espesa en torno al perro que todavía se agitaba entre la masa hirviente de peces y sangre.
Todo eso yo no podía verlo porque detrás de la puerta que creo se cerró sola no había más que negro, me quedé paralizado sin saber qué hacer, detrás no se oía nada, entonces Nito, dónde estaba Nito. Dar un paso adelante en esa oscuridad o quedarme ahí clavado era el mismo espanto, de golpe sentir el olor, un olor a desinfectante, a hospital, a operación de apendicitis, casi sin darme cuenta de que los ojos se iban acostumbrado a la tiniebla y que no era tiniebla, ahí en el fondo había una o dos lucecitas, una verde y después una amarilla, la silueta de un armario y de un sillón, otra silueta que se desplazaba vagamente avanzando desde otro fondo más profundo.
-Venga, m'hijito -dijo la voz-. Venga hasta aquí, no tenga miedo.
No sé cómo pude moverme, el aire y el suelo eran como una misma alfombra esponjosa, el sillón con palancas cromadas y los aparatos de cristal y las lucecitas; la peluca rubia y planchada y el vestido blanco de la señorita Maggi fosforecían vagamente. Una mano me tomó por el hombro y me empujó hacia delante, la otra mano se apoyó en mi nunca y me obligó a sentarme en el sillón., sentí en la frente el frío de un vidrio mientras la señorita Maggi me ajustaba la cabeza entre dos soportes. Casi contra los ojos vi brillar una esfera blanquecina con un pequeño punto rojo en el medio, y sentí el roce de las rodillas de la señorita Maggi que se sentaba en el sillón del lado opuesto de la armazón de cristales. Empezó a manipular palancas y ruedas, me ajustó todavía más la cabeza, la luz iba cambiando al verde y volvía al blanco, el punto rojo crecía y se desplazaba de un lado a otro, con lo que me quedaba de visión hacia arriba alcanzaba a ver como un halo el pelo rubio de la señorita Maggi, teníamos las caras apenas separadas por el cristal con las luces y algún tubo por donde ella debía estar mirándome.
-Quedate quietito y fijate bien en el punto rojo -dijo la señorita Maggi-. ¿Lo ves bien?
-Sí, pero...
-No hablés, quedate quieto, así. Ahora decime cuándo dejás de ver el punto rojo.
Qué sé yo si lo veía o no, me quedé callado mientras ella seguía mirando por el otro lado, de golpe me daba cuenta de que además de la luz central estaba viendo los ojos de la señorita Maggi detrás del cristal del aparato, tenía ojos castaños y por encima seguía ondulando el reflejo incierto de la peluca rubia. Pasó un momento interminablemente corto, se oía como un jadeo, pensé que era yo, pensé cualquier cosa mientras las luces cambiaban poco a poco, se iban concentrando en un triángulo rojizo con bordes violeta, pero a lo mejor era yo el que respiraba haciendo ruido.
-¿Todavía ves la luz roja?
-No, no la veo, pero me parece que...
-No te muevas, no hablés. Mira bien, ahora.
Un aliento me llegaba desde el otro lado, un perfume caliente a bocanadas, el triángulo empezaba a convertirse en una serie de rayas paralelas, blancas y azules, me dolía el mentón apresado en el soporte de goma, hubiera querido levantar la cabeza y librarme de esa jaula en la que me sentía amarrado, la caricia entre los muslos me llegó como desde lejos, la mano que me subía entre las piernas y buscaba uno a uno los botones del pantalón, entraba dos dedos, terminaba de desabotonarme y buscaba algo que no se dejaba agarrar, reducido a una nada lastimosa hasta que los dedos lo envolvieron y suavemente lo sacaron fuera del pantalón, acariciándolo despacio mientras las luces se volvían más y más blancas y el centro rojo asomaba de nuevo. Debí tratar de zafarme porque sentí el dolor en lo alto de la cabeza y el mentón, era imposible salir de la jaula ajustada o tal vez cerrada por detrás, el perfume volvía con el jadeo, las luces bailaban en mis ojos, todo iba y volvía como la mano de la señorita Maggi llenándome de un lento abandono interminable.
-Dejate ir -la voz llegaba desde el jadeo, era el jadeo mismo hablándome-, gozá, chiquito, tenés que darme aunque sea unas gotas para los análisis, ahora, así, así.
Sentí el roce de un recipiente allí donde todo era placer y fuga, la mano sostuvo y corrió y apretó blandamente, casi no me di cuenta de que delante de los ojos no había más que el cristal oscuro y que el tiempo pasaba, ahora la señorita Maggi estaba detrás de mí y me soltaba las correas de la cabeza. Un latigazo de luz amarilla golpeándome mientras me enderezaba y me abrochaba, una puerta del fondo y la señorita Maggi mostrándome la salida, mirándome sin expresión, una cara lisa y saciada, la peluca violentamente iluminada por la luz amarilla. Otro se le hubiera tirado encima ahí nomás, la hubiera abrazado ahora que no había ninguna razón para no abrazarla o besarla o pegarle, otro como Fiori o Raguzzi, pero tal vez nadie lo hubiera hecho y la puerta se le hubiera cerrado como a mí a la espalda con un golpe seco, dejándome en otro pasadizo que giraba a la distancia y se perdía en su propia curva, en una soledad donde faltaba Nito, donde sentí la ausencia de Nito como algo insoportable y corrí hacia el codo, y cuando vi la única puerta me tiré contra ella y estaba cerrada con llave, la golpeé y oí mi golpe como un grito, me apoyé contra la puerta resbalando poco a poco hasta quedar de rodillas, a lo mejor era debilidad, el mareo después de la señorita Maggi. Del otro lado de la puerta me llegaron la gritería y las risas.
Porque ahí se reía y se gritaba fuerte, alguien había empujado a Nito para hacerlo avanzar entre el acuario y la pared de la izquierda por donde todos se movían buscando la salida, Caletti mostrando el camino con los brazos en alto como había mostrado al perro al entrar, y los otros siguiéndolo entre chillidos y empujones, Nito con alguien atrás que también lo empujaba tratándolo de dormido y de fiaca, no había terminado de pasar la puerta cuando ya el juego empezaba, reconoció al Rengo que entraba por otro lado con los ojos vendados y sostenido por el gallego Fernando y Raguzzi que lo cuidaban de un tropezón o un golpe, los demás ya se estaban escondiendo detrás de los sillones, en un armario, debajo de una cama, Kurchin se había trepado a una silla y de ahí a lo alto de una estantería, mientras los otros se desparramaban en el enorme salón y esperaban los movimientos del Rengo para evadirlo en puntas de pie o llamándolo con voces en falsete para engañarlo, el Rengo se contoneaba y soltaba grititos con los brazos tendidos buscando atrapar a alguno, Nito tuvo que huir hacia una pared y luego esconderse detrás de una mesa con floreros y libros, y cuando el Rengo alcanzó al petiso Larrañaga con un chillido de triunfo, los demás salieron aplaudiendo de los escondites, y el Rengo se sacó la venda y se la puso a Larrañaga, lo hacía duramente y apretándole los ojos, aunque el petiso protestaba, condenándolo a ser el que tenía que buscarlos, la gallina ciega atada con la misma despiadada fuerza con que habían atado las patas del perrito blanco. Y otra vez dispersarse entre risas y cuchicheos, el profesor Iriarte dando saltos, Fiori buscando donde esconderse sin perder la calma compadrona, Raguzzi sacando pecho y gritando a dos metros del petiso Larrañaga que se abalanzaba para no encontrar más que el aire, Raguzzi de un salto fuera de su alcance gritándole ¡Me Tarzan, you Jane, boludo!, el petiso perplejo dando vueltas y buscando en el vacío, la señorita Maggi que reaparecía para abrazarse con el Rengo y reírse de Larrañaga, los dos con grititos de miedo cuando el petiso se tiró hacia ellos y se escaparon por un pelo de sus manos tendidas, Nito saltando hacia atrás y viendo cómo el petiso agarraba por el pelo a Kurchin que se había descuidado, el alarido de Kurchin y Larrañaga sacándose la venda pero sin soltar la presa, los aplausos y los gritos, de golpe silencio porque el Rengo alzaba una mano y Fiori a su lado se plantaba en posición de firme y daba una orden que nadie entendió pero era igual, el uniforme de Fiori como la orden misma, nadie se movía, ni siquiera Kurchin con los ojos llenos de lágrimas, porque Larrañaga casi le arrancaba el pelo, lo mantenía ahí sin soltarlo.
-Tusa -mandó el Rengo-. Ahora tusa y caricatusa. Ponelo.
Larrañaga no entendía, pero Fiori le mostró a Kurchin con un gesto seco, y entonces el petiso le tiró del pelo obligándolo a agacharse cada vez más, ya los otros se iban poniendo en fila, las mujeres con grititos y recogiéndose las polleras, Perrone el primero y después el profesor Iriarte, Moreira haciéndose la remilgada, Caletti y la Chancha Delucía, una fila que llegaba hasta el fondo del salón y Larrañaga sujetando a Kurchin agachado y soltándolo de golpe cuando el Rengo hizo un gesto y Fiori ordenó "¡Saltar sin pegar!", Perrone en punta y detrás toda la fila, empezaron a saltar apoyando las manos en la espalda de Kurchin arqueado como un chanchito, saltaban al rango pero gritando "¡Tusa!", gritando "¡Caricatusa!" cada vez que pasaban por encima de Kurchin y rehacían la fila del otro lado, daban la vuelta al salón y empezaban de nuevo, Nito casi al final saltando lo más liviano que podía para no aplastar a Kurchin, después Macías dejándose caer como una bolsa, oyendo al Rengo que chillaba "¡Salta y pegar!", y toda la fila pasó de nuevo por encima de Kurchin, pero ahora buscando patearlo y golpearlo a la vez que saltaban, ya habían roto la fila y rodeaban a Kurchin, con las manos abiertas le pegaban en la cabeza, la espalda, Nito había alzado el brazo cuando vio Raguzzi que soltaba la primera patada en las nalgas de Kurchin que se contrajo y gritó, Perrone y Mutis le pateaban las piernas mientras las mujeres se ensañaban con el lomo de Kurchin, que aullaba y quería enderezarse y escapar, pero Fiori se acercaba y lo retenía por el pescuezo gritando "¡Tusa, caricatusa, pegar y pegar!", algunas manos ya eran puños cayendo sobre los flancos y la cabeza de Kurchin, que clamaba pidiendo perdón sin poder zafarse de Fiori, de la lluvia de patadas y trompadas que lo cercaban. Cuando el Rengo y la señorita Maggi gritaron una orden al mismo tiempo, Fiori soltó a Kurchin que cayó de costado, sangrándole la boca, del fondo del salón vino corriendo el gallego Manolo y lo levantó como si fuera una bolsa, se lo llevó mientras todos aplaudían rabiosamente y Fiori se acercaba al Rengo y a la señorita Maggi como consultándolos.
Nito había retrocedido hasta quedar en el borde del círculo que empezaba a romperse sin ganas, como queriendo seguir el juego o empezar otros, desde ahí vio cómo el Rengo mostraba con el dedo al profesor Iriarte, y a Fiori que se le acercaba y le hablaba, después una orden seca y todos empezaron a formarse en cuadro, de a cuatro en fondo, las mujeres atrás y Raguzzi como adalid del pelotón, mirando furioso a Nito que tardaba en encontrar un lugar cualquiera en la segunda fila. Todo esto lo vi yo clarito mientras el gallego Fernando me traía de un brazo después de haberme encontrado detrás de la puerta cerrada y abrirla para hacerme entrar de un empellón, vi como el Rengo y la señorita Maggi se instalaban en un sofá contra la pared, los otros que completaban el cuadro con Fiori y Raguzzi al frente, con Nito pálido entre los de la segunda fila, y el profesor Iriarte que se dirigía al cuadro como en una clase, después un saludo ceremonioso al Rengo y a la señorita Maggi, yo perdiéndome como podía entre las locas del fondo que me miraban riéndose y cuchicheando hasta que el profesor Iriarte carraspeó y se hizo un silencio que duró no sé hasta cuándo.
-Se procederá a enunciar el decálogo -dijo el profesor Iriarte-. Primera profesión de fe.
Yo lo miraba a Nito como si todavía él pudiera ayudarme, con una estúpida esperanza de que me mostrara una salida, una puerta cualquiera para escaparnos, pero Nito no parecía darse cuenta de que yo estaba ahí detrás, miraba fijamente el aire como todos, inmóvil como todos ahora.
Monótonamente, casi sílaba a sílaba, el cuadro enunció:
-Del orden emana la fuerza, y de la fuerza emana el orden.
-¡Corolario! -mandó Iriarte.
-Obedece para mandar, y manda para obedecer -recitó el cuadro.
Era inútil esperar que Nito se diera vuelta, hasta creo haber visto que sus labios se movían como si se hicieran eco de lo que recitaban los otros. Me apoyé en la pared, un panel de madera que crujió, y una de la locas, creo que Moreira, me miró alarmada. "Segunda profesión de fe", estaba ordenando Iriarte cuando sentí que eso no era un panel sino una puerta, y que cedía poco a poco mientras yo me iba dejando resbalar en un mareo casi agradable. "Ay, pero qué te pasa, precioso", alcanzó a cuchichear Moreira y ya el cuadro enunciaba una frase que no comprendí, girando de lado pasé al otro lado y cerré la puerta, sentí la presión de las manos de Moreira y Macías que buscaban abrirla y bajé el pestillo que brillaba maravillosamente en la penumbra, empecé a correr por una galería, un codo, dos piezas vacías y a oscuras, con al final otro pasillo que llevaba directamente al corredor sobre el patio en el lado opuesto a la sala de profesores. De todo eso me acuerdo poco, yo no era más que mi propia fuga, algo que corría en la sombra tratando de no hacer ruido, resbalando sobre las baldosas hasta llegar a la escalera de mármol, bajarla de a tres peldaños y sentirme impulsado por esa casi caída hasta las columnas del peristilo donde estaba el poncho y también los brazos abiertos del gallego Manolo cerrándome el paso. Ya lo dije, me acuerdo poco de todo eso, tal vez le hundí la cabeza en pleno estómago o lo barajé de una patada en la barriga, el poncho se me enredó en uno de los pinchos de la reja, pero lo mismo trepé y salté, en la vereda había un gris de amanecer y un viejo andando despacio, el gris sucio del alba y el viejo que se quedó mirándome con una cara de pescado, la boca abierta para un grito que no alcanzó a gritar.
Todo ese domingo no me moví de casa, por suerte me conocían en la familia y nadie hizo preguntas que no hubiera contestado, a mediodía llamé por teléfono a casa de Nito, pero la madre me dijo que no estaba, por la tarde supe que Nito había vuelto pero que ya andaba otra vez afuera, y cuando llamé a las diez de la noche, un hermano me dijo que no sabía dónde estaba. Me asombró que no hubiera venido a buscarme, y cuando el lunes llegué a la escuela me asombró todavía más encontrármelo a la entrada, él que batía todas las marcas en materia de llegadas tarde. Estaba hablando con Delich, pero se separó de él y vino a encontrarme, me estiró la mano y yo se la apreté aunque era raro, era tan raro que nos diéramos la mano al llegar a la escuela. Pero qué importaba si ya lo otro me venía a borbotones, en los cinco minutos que faltaban para la campana teníamos que decirnos tantas cosas, pero entonces vos qué hiciste, cómo te escapaste, a mí me atajó el gallego y entonces, sí, ya sé, estaba diciéndome Nito, no te excités tanto, Toto, dejame hablar un poco a mí. Che, pero es que... Sí, claro, no es para menos. ¿Para menos, Nito, pero vos me estás cachando o qué? Ahora mismo tenemos que subir y denunciarlo al Rengo. Esperá, esperá, no te calentés así, Toto.
Eso seguía, como dos monólogos cada uno por su lado, de alguna manera yo empezaba a darme cuenta de que algo no andaba, de que Nito estaba como en otra cosa. Pasó Moreira y saludó con una guiñada de ojos, de lejos vi a la Chancha Delucía que entraba corriendo, a Raguzzi con su saco deportivo, todos los hijos de puta iban llegando mezclados con los amigos, con Llanes y Alermi que también decían qué tal, viste cómo ganó River, qué te había dicho, pibe, y Nito mirándome y repitiendo aquí no, ahora no, Toto, a la salida hablamos en el café. Pero mirá, mirá, Nito, miralo a Kurchin con la cabeza vendada, yo no me puedo quedar callado, subamos juntos, Nito, o voy solo, te juro que voy solo ahora mismo. No, dijo Nito, y había como otra voz en esa sola palabra, no vas a subir ahora, Toto, primero vamos a hablar vos y yo.
Era él, claro, pero fue como si de repente no lo conociera. Me había dicho que no como podía habérmelo dicho Fiori, que ahora llegaba silbando, de civil por supuesto, y saludaba con una sonrisa sobradora que nunca le había conocido antes. Me pareció como si todo se condensara de golpe en eso, en el no de Nito, en la sonrisa inimaginable de Fiori; era de nuevo el miedo de esa fuga en la noche, de las escaleras más voladas que bajadas, de los brazos abiertos del gallego Manolo entre las columnas.
-¿Y por qué no voy a subir? -dije absurdamente-. ¿Por qué no lo voy a denunciar al Rengo, a Iriarte, a todos?
-Porque es peligroso -dijo Nito-. Aquí no podemos hablar ahora, pero en el café te explico. Yo me quedé más que vos, sabés.
-Pero al final también te escapaste -dije como desde una esperanza, buscándolo como si no lo tuviera ahí delante mío.
-No, no tuve que escaparme, Toto. Por eso te digo que te calles ahora.
-¿Y por qué tengo que hacerte caso? -grité, creo que a punto de llorar, de pegarle, de abrazarlo.
-Porque no te conviene -dijo la otra voz de Nito-. Porque no sos tan idiota para no darte cuenta de que si abrís la boca te va a costar caro. Ahora no podés comprender y hay que entrar a clase. Pero te lo repito, si decís una sola palabra te vas a arrepentir toda la vida, si es que estás vivo.
Jugaba, claro, no podía ser que me estuviera diciendo eso, pero era la voz, la forma en que me lo decía, ese convencimiento y esa boca apretada. Como Raguzzi, como Fiori, ese convencimiento y esa boca apretada. Nunca sabré de qué hablaron los profesores ese día, todo el tiempo sentía en la espalda los ojos de Nito clavados en mí. Y Nito tampoco seguía las clases, qué le importaban las clases ahora, esas cortinas de humo del Rengo y de la señorita Maggi para que lo otro, lo que importaba de veras, se fuera cumpliendo poco a poco, así como poco a poco se habían ido enunciando para él las profesiones de fe del decálogo, una tras otra, todo eso que iría naciendo alguna vez de la obediencia al decálogo, del cumplimiento futuro del decálogo, todo eso que había aprendido y prometido y jurado esa noche y que alguna vez cumpliría para el bien de la patria cuando llegara la hora y el Rengo y la señorita Maggi dieran la orden de que empezara a cumplirse.
La Escuela de Noche
De Nito ya no sé nada ni quiero saber. Han pasado tantos años y cosas, a lo mejor todavía está allá o se murió o anda afuera. Más vale no pensar en él, solamente que a veces sueño con los años treinta en Buenos Aires, los tiempos de la escuela normal y claro, de golpe Nito y yo la noche en que nos metimos en la escuela, después no me acuerdo mucho de los sueños, pero algo queda siempre de Nito como flotando en el aire, hago lo que puedo para olvidarme, mejor que se vaya borrando de nuevo hasta otro sueño, aunque no hay nada que hacerle, cada tanto es así, cada tanto vuelve como ahora.
La idea de meterse de noche en la escuela anormal (lo decíamos por jorobar y por otras razones más sólidas) la tuvo Nito, y me acuerdo muy bien que fue en La Perla del Once y tomándonos un cinzano con bitter. Mi primer comentario consistió en decirle que estaba más loco que una gallina, pesealokual -así escribíamos entonces, desortografiando el idioma por algún deseo de venganza que también tendría que ver con la escuela-, Nito siguió con su idea y dale conque la escuela de noche, sería tan macanudo meternos a explorar, pero qué vas a explorar si la tenemos más que manyada, Nito, y, sin embargo, me gustaba la idea, se la discutía por puro pelearlo, lo iba dejando acumular puntos poco a poco.
En algún momento empecé a aflojar con elegancia, porque también a mí la escuela no me parecía tan manyada, aunque lleváramos allí seis años y medio de yugo, cuatro para recibirnos de maestros y casi tres para el profesorado en letras, aguantándonos materias tan increíbles como Sistema Nervioso, Dietética y Literatura Española, esta última la más increíble, porque en el tercer trimestre no habíamos salido ni saldríamos del Conde Lucanor. A lo mejor por eso, por la forma en que perdíamos el tiempo, la escuela nos parecía medio rara a Nito y a mí, nos daba la impresión de faltarle algo que nos hubiera gustado conocer mejor. No sé, creo que también había otra cosa, por lo menos para mí la escuela no era tan normal como pretendía su nombre, sé que Nito pensaba lo mismo y me lo había dicho a la hora de la primera alianza, en los remotos días de un primer año lleno de timidez, cuadernos y compases. Ya no hablábamos de eso después de tantos años, pero esa mañana en La Perla sentí como si el proyecto de Nito viniera de ahí y que por eso me iba ganando poco a poco; como si antes de acabar el año y darle para siempre la espalda a la escuela tuviéramos que arreglar todavía una cuenta con ella, acabar de entender cosas que se nos habían escapado, esa incomodidad que Nito y yo sentíamos de a ratos en los patios o las escaleras y yo sobre todo cada mañana cuando veía las rejas de la entrada, un leve apretón en el estómago desde el primer día al franquear esa reja pinchuda, tras de la cual se abría el peristilo solemne y empezaban los corredores con su color amarillento y la doble escalera.
-Hablando de la reja, la cosa es esperar hasta medianoche -había dicho Nito- y treparse ahí donde me tengo vistos dos pinchos doblados, con poner un poncho basta y sobra.
-Facilísimo -había dicho yo-, justo entonces aparece la cana en la esquina o alguna vieja de enfrente pega el primer alarido.
-Vas demasiado al cine, Toto. ¿Cuándo viste a alguien por ahí a esa hora? El músculo duerme, viejo.
De a poco me iba dejando tentar, seguro que era idiota y que no pasaría nada ni afuera ni adentro, la escuela sería la misma escuela de la mañana, un poco frankenstein en la oscuridad si querés, pero nada más, qué podía haber ahí de noche aparte de bancos y pizarrones y algún gato buscando lauchas, que eso sí había. Pero Nito dale con lo del poncho y la linterna, hay que decir que nos aburríamos bastante en esa época en que a tantas chicas las encerraban todavía bajo doble llave marca papá y mamá, tiempos bastante austeros a la fuerza, no nos gustaban demasiado los bailes ni el fútbol, leíamos como locos de día pero a la noche vagábamos los dos -a veces con Fernández López, que murió tan joven- y nos conocíamos Buenos Aires y los libros de Castelnuovo y los cafés del bajo y el dock sur, al fin y al cabo nos parecía tan ilógico que también quisiéramos entrar en la escuela de noche, sería completar algo incompleto, algo para guardar en secreto y por la mañana mirar a los muchachos y sobrarlos, pobres tipos cumpliendo el horario y el Conde Lucanor de ocho a mediodía.
Nito estaba decidido, si yo no quería acompañarlo saltaría solo un sábado a la noche, me explicó que había elegido el sábado porque si algo no andaba bien y se quedaba encerrado tendría tiempo para encontrar alguna otra salida. Hacía años que la idea lo rondaba, quizá desde el primer día cuando la escuela era todavía un mundo desconocido y los pibes de primer año nos quedábamos en los patios de abajo, cerca del aula como pollitos. Poco a poco habíamos ido avanzando por corredores y escaleras hasta hacernos una idea de la enorme caja de zapatos amarilla con sus columnas, sus mármoles y ese olor a jabón mezclado con el ruido de los recreos y el ronroneo de las horas de clase, pero la familiaridad no nos había quitado del todo eso que la escuela tenía de territorio diferente, a pesar de la costumbre, los compañeros, las matemáticas. Nito se acordaba de pesadillas donde cosas instantáneamente borradas por un despertar violento habían sucedido en galerías de la escuela, en el aula de tercer año, en las escaleras de mármol; siempre de noche, claro, siempre él solo en la escuela petrificada por la noche, y eso Nito no alcanzaba a olvidarlo por la mañana, entre cientos de muchachos y de ruidos. Yo, en cambio, nunca había soñado con la escuela, pero lo mismo me descubría pensando cómo sería con luna llena, los patios de abajo, las galerías altas, imaginaba una claridad de mercurio en los patios vacíos, la sombra implacable de las columnas. A veces lo descubría a Nito en algún recreo, apartado de los otros y mirando hacia lo alto donde las barandillas de las galerías dejaban ver cuerpos truncos, cabezas y torsos pasando de un lado a otro, más abajo pantalones y zapatos que no siempre parecían pertenecer al mismo alumno. Si me tocaba subir solo la gran escalera de mármol, cuando todos estaban en clase, me sentía como abandonado, trepaba o bajaba de a dos los peldaños, y creo que por eso mismo volvía a pedir permiso unos días después para salir de clase y repetir algún itinerario con el aire del que va a buscar una caja de tiza o el cuarto de baño. Era como en el cine, la delicia de un suspenso idiota, y por eso creo que me defendí tan mal del proyecto de Nito, de su idea de ir a hacerle frente a la escuela; meternos allí de noche no se me hubiera ocurrido nunca, pero Nito había pensado por los dos y estaba bien, merecíamos ese segundo cinzano que no tomamos porque no teníamos bastante plata.
Los preparativos fueron simples, conseguí una linterna y Nito me esperó en el Once con el bulto de un poncho bajo el brazo; empezaba a hacer calor ese fin de semana, pero no había mucha gente en la plaza, doblamos por Urquiza casi sin hablar, y cuando estuvimos en la cuadra de la escuela miré atrás y Nito tenía razón, ni un gato que nos viera. Solamente entonces me di cuenta de que había luna, no lo habíamos buscado pero no sé si nos gustó, aunque tenía su lado bueno para recorrer las galerías sin usar la linterna.
Dimos la vuelta a la manzana para estar bien seguros, hablando del director que vivía en la casa pegada a la escuela y que comunicaba por un pasillo en los altos para que pudiera llegar directamente a su despacho. Los porteros no vivían allí y estábamos seguros de que no había ningún sereno, qué hubiera podido cuidar en la escuela en la que nada era valioso, el esqueleto medio roto, los mapas a jirones, la secretaría con dos o tres máquinas de escribir que parecían pterodáctilos. A Nito se le ocurrió que podía haber algo valioso en el despacho del director, ya una vez lo habíamos visto cerrar con llave al irse a dictar su clase de matemáticas, y eso con la escuela repleta de gente o a lo mejor precisamente por eso. Ni a Nito ni a mí ni a nadie le gustaba el director, más conocido por el Rengo; que fuera severo y nos zampara amonestaciones y expulsiones por cualquier cosa era menos una razón que algo en su cara de pájaro embalsamado, su manera de llegar sin que nadie lo viera y asomarse a una clase como si la condena estuviera pronunciada de antemano. Uno o dos profesores amigos (el de música, que nos contaba cuentos verdes, el de sistema nervioso que se daba cuenta de la idiotez de enseñar eso en un profesorado en letras) nos habían dicho que el Rengo no solamente era un solterón convicto y confeso, sino que enarbolaba una misoginia agresiva, razón por la cual en la escuela no habíamos ni una sola profesora. Pero justamente ese año el ministerio debía haberle hecho comprender que todo tenía su límite, porque nos mandaron a la señorita Maggi que les enseñaba química orgánica a los del profesorado en ciencias. La pobre llegaba siempre a la escuela con un aire medio asustado, Nito y yo nos imaginábamos la cara del Rengo cuando se la encontraba en la sala de profesores. La pobre señorita Maggi entre cientos de varones, enseñando la fórmula de la glicerina a los reos de séptimo de ciencias.
-Ahora -dijo Nito.
Casi meto la mano en un pincho, pero pude saltar bien, la primera cosa era agacharse por si a alguien le daba por mirar desde las ventanas de la casa de enfrente, y arrastrase hasta encontrar una protección ilustre, el basamento del busto de Van Gelderen, holandés y fundador de la escuela. Cuando llegamos al peristilo estábamos un poco sacudidos por el escalamiento y nos dio un ataque de risa nerviosa. Nito dejó el poncho disimulado al pie de una columna, y tomamos a la derecha siguiendo el pasillo que llevaba al primer codo donde nacía la escalera. El olor a escuela se multiplicaba con el calor, era raro ver las aulas cerradas y fuimos a tantear una de las puertas; por supuesto, los gallegos porteros no las habían cerrado con llave y entramos un momento en el aula donde seis años antes habíamos empezado los estudios.
-Yo me sentaba ahí.
-Y yo detrás, no me acuerdo si ahí o más a la derecha.
- Mirá, se dejaron un globo terráqueo.
-¿Te acordás de Gazzano, que nunca encontraba el África?
Daban ganas de usar las tizas y dejar dibujos en el pizarrón, pero Nito sintió que no había venido para jugar, o que jugar era una manera de no admitir que el silencio nos envolvía demasiado, como un eco de música, reverberando apenas en la caja de la escalera; también oímos una frenada de tranvía, después nada. Se podía subir sin necesidad de la linterna, el mármol parecía estar recibiendo directamente la luz de la luna, aunque el piso alto la aislara de ella. Nito se paró a mitad de la escalera para convidarme con un cigarrillo y encender otro; siempre elegía los momentos más absurdos para empezar a fumar.
Desde arriba miramos al patio de la planta baja, cuadrado como casi todo en la escuela, incluidos los cursos. Seguimos por el corredor que lo circundaba, entramos en una o dos aulas y llegamos al primer codo donde estaba el laboratorio; ése sí los gallegos lo habían cerrado con llave, como si alguien pudiera venir a robarse las probetas rajadas y el microscopio del tiempo de Galileo. Desde el segundo corredor vimos que la luz de la luna caía de lleno sobre el corredor opuesto donde estaba la secretaría, la sala de profesores y el despacho del Rengo. El primero en tirarme al suelo fui yo, y Nito un segundo después porque habíamos visto al mismo tiempo las luces en la sala de profesores.
-La puta madre, hay alguien ahí.
-Rajemos, Nito.
-Esperá, a lo mejor se les quedó prendida a los gallegos.
No sé cuánto tiempo pasó, pero ahora nos dábamos cuenta de que la música venía de ahí, parecía tan lejana como en la escalera, pero la sentíamos venir del corredor de enfrente, una música como de orquesta de cámara con todos los instrumentos en sordina. Era tan impensable que nos olvidamos del miedo o él de nosotros, de golpe había como una razón para estar ahí y no el puro romanticismo de Nito. Nos miramos sin hablar, y él empezó a moverse gateando y pegado a la barandilla hasta llegar al codo del tercer corredor. El olor a pis de las letrinas contiguas había sido como siempre más fuerte que los esfuerzos combinados de los gallegos y la acaroína. Cuando nos arrastramos hasta quedar al lado de las puertas de nuestra aula, Nito se volvió y me hizo seña de que me acercara más: -¿Vamos a ver?
Asentí, puesto que ser loco parecía lo único razonable en ese momento, y seguimos a gatas, cada vez más delatados por la luna. Casi no me sorprendí cuando Nito se enderezó, fatalista, a menos de cinco metros del último corredor donde las puertas apenas entornadas de la secretaría y la sala de profesores dejaban pasar la luz. La música había subido bruscamente, o era la menor distancia; oímos rumor de voces, risas, unos vasos entrechocándose. Al primero que vimos fue a Raguzzi, uno de séptimo ciencias, campeón de atletismo y gran hijo de puta, de esos que se abrían paso a fuerza de músculos y compadradas. Nos daba la espalda, casi pegado a la puerta, pero de golpe se apartó y la luz vino como un látigo cortado por sombras movientes, un ritmo de machicha y dos parejas que pasaban bailando. Gómez, que yo no conocía mucho, bailaba con una mina de verde, y el otro podía ser Kurchin, de quinto letras, un chiquito con cara de chancho y anteojos, que se prendía a un hembrón de pelo renegrido con traje largo y collares de perlas. Todo eso sucedía ahí, lo estábamos viendo y oyendo, pero naturalmente no podía ser, casi no podía ser que sintiéramos una mano que se apoyaba despacito en nuestros hombros, sin forzar.
-Ushtedes no shon invitados -dijo el gallego Manolo-, pero ya que eshtán vayan entrando y no she hagan los locos.
El doble empujón nos tiró casi contra otra pareja que bailaba, frenamos en seco y por primera vez vimos el grupo entero, unos ocho o diez, la victrola con el petiso Larrañaga ocupándose de los discos, la mesa convertida en bar, las luces bajas, las caras que empezaban a reconocernos sin sorpresa, todos debían pensar que habíamos sido invitados, y hasta Larrañaga nos hizo un gesto de bienvenida. Como siempre Nito fue el más rápido, en tres paso estuvo contra una de las paredes laterales y yo me le apilé, pegados como cucarachas contra la pared empezamos a ver de veras, a aceptar eso que estaba pasando ahí. Con las luces y la gente la sala de profesores parecía el doble de grande, había cortinas verdes que yo nunca había sospechado cuando de mañana pasaba por el corredor y echaba una ojeada a la sala para ver si ya había llegado Migoya, nuestro terror en la clase de lógica. Todo tenía un aire como de club, de cosa organizada para los sábados a la noche, los vasos y los ceniceros, la victrola y las lámparas que sólo alumbraban lo necesario, abriendo zonas de penumbra que agrandaban la sala.
Vaya a saber cuánto tardé en aplicar a lo que nos estaba pasando un poco de esa lógica que nos enseñaba Migoya, pero Nito era siempre el más rápido, una ojeada le había bastado para identificar a los condiscípulos y al profesor Iriarte, darse de que las mujeres era muchachos disfrazados, Perrone y Macías y otro de séptima ciencias, no se acordaba del nombre. Había dos o tres con antifaces, uno de ellos vestido de hawaiana y gustándole a juzgar por los contorneos que la hacía a Iriarte. El gallego Fernando se ocupaba del bar, casi todo el mundo tenía vasos en las manos, ahora venía un tango por la orquesta de Lomuto, se armaban parejas, los muchachos sobrantes se ponían a bailar entre ellos, y no me sorprendió demasiado que Nito me agarrara de la cintura y me empujara hacia al medio. -Si nos quedamos parados aquí se va a armar -me dijo-. No me pises los pies, desgraciado.
-No sé bailar -le dije, aunque él bailaba peor que yo. Estábamos en la mitad del tango y Nito miraba de cuando en cuando hacia la puerta entornada, me había ido llevando despacio para aprovechar la primera de cambio, pero se dio cuenta de que el gallego Manolo estaba todavía ahí, volvimos al centro y hasta intentamos cambiar chistes con Kurchin y Gómez que bailaban juntos. Nadie se dio cuenta de que se estaba abriendo la doble puerta que comunicaba con la antesala del despacho del Rengo, pero el petiso Larrañaga paró el disco en seco y nos quedamos mirando, sentí que el brazo de Nito temblaba en mi cintura antes de soltarme de golpe.
Soy tan lento para todo, ya Nito se había dado cuenta cuando empecé a descubrir que las dos mujeres paradas en las puertas y teniéndose de la mano eran el Rengo y la señorita Maggi. El disfraz del Rengo era tan exagerado que dos o tres aplaudieron tímidamente, pero después solamente hubo un silencio de sopa enfriada, algo como un hueco en el tiempo. Yo había visto travestís en los cabarets del bajo, pero una cosa así nunca, la peluca pelirroja, las pestañas de cinco centímetros, los senos de goma temblando bajo una blusa salmón, la pollera de pliegues y los tacos como zancos. Llevaba los brazos llenos de pulseras, y eran brazos depilados y blanqueados, los anillos parecían pasearse por sus dedos ondulantes, ahora había soltado la mano de la señorita Maggi y con un gesto de una infinita mariconería se inclinaba para sentarla y darle paso. Nito se estaba preguntado por qué la señorita Maggi seguía pareciéndose a ella misma a pesar de la peluca rubia, el pelo estirado hacia atrás, la silueta apretada en un largo traje blanco. La cara estaba apenas maquillada, tal vez las cejas un poco más dibujadas, pero era la cara de la señorita Maggi y no el pastel de frutas del Rengo con el rimmel y el rouge y el flequillo pelirrojo. Los dos avanzaron saludando con una cierta frialdad casi condescendiente, el Rengo nos echó una ojeada acaso sorprendida, pero que pareció cambiarse por una aceptación distraída, como si ya alguien lo hubiera prevenido.
-No se dio cuenta, che -le dije a Nito lo más bajo que pude.
-Tu abuela -dijo Nito-, vos te creés que no ve que estamos vestidos como reos en este ambiente.
Tenía razón, nos habíamos puesto pantalones viejos por lo de la reja, yo estaba en mangas de camisa y Nito tenía un pull-over liviano con una manga más bien perforada en un codo. Pero el Rengo ya estaba pidiendo que le dieran una copita no demasiado fuerte, se la pedía al gallego Fernando con unos gestos de puta caprichosa mientras la señorita Maggi reclamaba un whisky más seco que la voz con que se lo pedía al gallego. Empezaba otro tango y todo el mundo se largó a bailar, nosotros los primeros de puro pánico y los recién llegados junto con los demás, la señorita Maggi manejando al Rengo a puro juego de cintura. Nito hubiera querido acercarse a Kurchin para tratar de sacarle algo, con Kurchin teníamos más trato que con los otros, pero era difícil en ese momento en que las parejas se cruzaban sin rozarse y nunca quedaba espacio libre por mucho tiempo. Las puertas que daban a la sala de espera del Rengo seguían abiertas, y cuando nos acercamos en una de las vueltas, Nito vio que también la puerta del despacho estaba abierta y que adentro había gente hablando y bebiendo. De lejos reconocimos a Fiori, un pesado de sexto letras, disfrazado de militar, y a lo mejor esa morocha de pelo caído en la cara y caderas sinuosas era Moreira, uno de quinto letras que tenía fama de lo que te dije.
Fiori vino hacia nosotros antes de que pudiéramos esquivarnos, con el uniforme parecía mucho mayor y Nito creyó verle canas en el pelo bien planchado, seguro que se había puesto talco para tener más pinta.
-Nuevos, eh -dijo Fiori-¿Ya pasaron por oftalmología?
La respuesta debíamos tenerla escrita en la cara y Fiori se nos quedó mirando un momento, nos sentíamos cada vez más como reclutas delante de un teniente compadrón.
-Por allá -dijo Fiori, mostrando con la mandíbula una puerta lateral entornada-. En la próxima reunión me traen el comprobante.
-Sí señor -dijo Nito, empujándome a lo bruto. Me hubiera gustado reprocharle el sí señor tan lacayo, pero Moreira (ahora sí, ahora seguro que era Moreira) se nos apiló antes de que llegáramos a la puerta y me agarró de la mano.
-Vení a bailar a la otra pieza, rubio, aquí son tan aburridos.
-Después -dijo Nito por mí-. Volvemos enseguida.
-Ay, todos me dejan sola esta noche.
Pasé el primero, deslizándome no sé por qué en vez de abrir del todo la puerta. Pero los porqués nos faltaban a esa altura, Nito que me seguía callado miraba el largo zaguán en penumbras y era otra vez cualquiera de las pesadillas que tenía con la escuela, ahí donde nunca había un porqué, donde solamente se podía seguir adelante, y el único porqué posible era una orden de Fiori, ese cretino vestido de milico que de golpe se sumaba a todo lo otro y nos daba una orden, valía como una orden pura que debíamos obedecer, un oficial mandando y andá a pedir razones. Pero no era un pesadilla, yo estaba a su lado y las pesadillas no se sueñan de a dos.
-Rajemos, Nito -le dije en la mitad del zaguán-. Tiene que haber una salida, esto no puede ser.
-Sí, pero esperá, me trinca que nos están espiando.
-No hay nadie, Nito.
-Por eso mismo, huevón.
-Pero Nito, esperá un poco, parémonos aquí. Yo tengo que entender lo que pasa, no te das cuenta de que...
-Mirá -dijo Nito, y era cierto, la puerta por donde habíamos pasado estaba ahora abierta de par en par y el uniforme de Fiori se recortaba clarito. No había ninguna razón para obedecer a Fiori, bastaba volver y apartarlo de un empujón como tantas veces nos empujábamos por broma o en serio en los recreos. Tampoco había ninguna razón para seguir adelante hasta ver dos puertas cerradas, una lateral y otra de frente, y que Nito se metiera por una y se diera cuenta demasiado tarde de que yo no estaba con él, que estúpidamente había elegido la otra puerta por error o por pura bronca. Imposible dar media vuelta y salir a buscarme, la luz violeta del salón y las caras mirándolo lo fijaban de golpe en eso que abarcó de una sola ojeada, el salón con el enorme acuario en el centro alzando su cubo transparente hasta el cielo raso, dejando apenas lugar para los que pegados a los cristales miraban el agua verdosa, los peces resbalando lentamente, todo en un silencio que era como otro acuario exterior, un petrificado presente con hombres y mujeres (que eran hombres que eran mujeres) pegándose a los cristales, y Nito diciéndose ahora, ahora volver atrás, Toto imbécil dónde te metiste, huevón, queriendo dar media vuelta y escaparse, pero de qué si no pasaba nada, si se iba quedando inmóvil como ellos y viéndolos mirar los peces y reconociendo a Mutis, a la Chancha Delucía, a otros de sexto letras, preguntándose por qué eran ellos y no otros, como ya se había preguntado por qué tipos como Raguzzi y Fiori y Moreira, por qué justamente los que no eran nuestros amigos por la mañana, los extraños y los mierdas, por qué ellos y no Láinez o Delich o cualquiera de los compañeros de charlas o vagancias o proyectos, por qué entonces Toto y él entre esos otros aunque fuera culpa de ellos por meterse de noche en la escuela y esa culpa los juntara con todos esos que de día no aguantaban, los peores hijos de puta de la escuela, sin hablar del Rengo y del chupamedias de Iriarte y hasta de la señorita Maggi también ahí, quién lo hubiera dicho pero también ella, ella la única mujer de veras entre tantos maricones y desgraciados.
Entonces ladró un perro, no era un ladrido fuerte pero rompió el silencio y todos se volvieron hacia el fondo invisible del salón, Nito vio que de la bruma violeta salía Caletti, uno de quinto ciencias, con los brazos en alto venía desde el fondo como resbalando entre los otros, sosteniendo en alto un perrito blanco que volvía a ladrar debatiéndose, las patas atadas con una cinta roja y de la cinta colgando algo como un pedazo de plomo, algo que los sumergió lentamente en el acuario donde Caletti lo había tirado de un solo envión, Nito vio al perro bajando poco a poco entre convulsiones, tratando de liberar las patas y volver a la superficie, lo vio empezar a ahogarse con la boca abierta y echando burbujas, pero antes de que se ahogara los peces ya estaban mordiéndolo, arrancándole jirones de piel, tiñendo de rojo el agua, la nube cada vez más espesa en torno al perro que todavía se agitaba entre la masa hirviente de peces y sangre.
Todo eso yo no podía verlo porque detrás de la puerta que creo se cerró sola no había más que negro, me quedé paralizado sin saber qué hacer, detrás no se oía nada, entonces Nito, dónde estaba Nito. Dar un paso adelante en esa oscuridad o quedarme ahí clavado era el mismo espanto, de golpe sentir el olor, un olor a desinfectante, a hospital, a operación de apendicitis, casi sin darme cuenta de que los ojos se iban acostumbrado a la tiniebla y que no era tiniebla, ahí en el fondo había una o dos lucecitas, una verde y después una amarilla, la silueta de un armario y de un sillón, otra silueta que se desplazaba vagamente avanzando desde otro fondo más profundo.
-Venga, m'hijito -dijo la voz-. Venga hasta aquí, no tenga miedo.
No sé cómo pude moverme, el aire y el suelo eran como una misma alfombra esponjosa, el sillón con palancas cromadas y los aparatos de cristal y las lucecitas; la peluca rubia y planchada y el vestido blanco de la señorita Maggi fosforecían vagamente. Una mano me tomó por el hombro y me empujó hacia delante, la otra mano se apoyó en mi nunca y me obligó a sentarme en el sillón., sentí en la frente el frío de un vidrio mientras la señorita Maggi me ajustaba la cabeza entre dos soportes. Casi contra los ojos vi brillar una esfera blanquecina con un pequeño punto rojo en el medio, y sentí el roce de las rodillas de la señorita Maggi que se sentaba en el sillón del lado opuesto de la armazón de cristales. Empezó a manipular palancas y ruedas, me ajustó todavía más la cabeza, la luz iba cambiando al verde y volvía al blanco, el punto rojo crecía y se desplazaba de un lado a otro, con lo que me quedaba de visión hacia arriba alcanzaba a ver como un halo el pelo rubio de la señorita Maggi, teníamos las caras apenas separadas por el cristal con las luces y algún tubo por donde ella debía estar mirándome.
-Quedate quietito y fijate bien en el punto rojo -dijo la señorita Maggi-. ¿Lo ves bien?
-Sí, pero...
-No hablés, quedate quieto, así. Ahora decime cuándo dejás de ver el punto rojo.
Qué sé yo si lo veía o no, me quedé callado mientras ella seguía mirando por el otro lado, de golpe me daba cuenta de que además de la luz central estaba viendo los ojos de la señorita Maggi detrás del cristal del aparato, tenía ojos castaños y por encima seguía ondulando el reflejo incierto de la peluca rubia. Pasó un momento interminablemente corto, se oía como un jadeo, pensé que era yo, pensé cualquier cosa mientras las luces cambiaban poco a poco, se iban concentrando en un triángulo rojizo con bordes violeta, pero a lo mejor era yo el que respiraba haciendo ruido.
-¿Todavía ves la luz roja?
-No, no la veo, pero me parece que...
-No te muevas, no hablés. Mira bien, ahora.
Un aliento me llegaba desde el otro lado, un perfume caliente a bocanadas, el triángulo empezaba a convertirse en una serie de rayas paralelas, blancas y azules, me dolía el mentón apresado en el soporte de goma, hubiera querido levantar la cabeza y librarme de esa jaula en la que me sentía amarrado, la caricia entre los muslos me llegó como desde lejos, la mano que me subía entre las piernas y buscaba uno a uno los botones del pantalón, entraba dos dedos, terminaba de desabotonarme y buscaba algo que no se dejaba agarrar, reducido a una nada lastimosa hasta que los dedos lo envolvieron y suavemente lo sacaron fuera del pantalón, acariciándolo despacio mientras las luces se volvían más y más blancas y el centro rojo asomaba de nuevo. Debí tratar de zafarme porque sentí el dolor en lo alto de la cabeza y el mentón, era imposible salir de la jaula ajustada o tal vez cerrada por detrás, el perfume volvía con el jadeo, las luces bailaban en mis ojos, todo iba y volvía como la mano de la señorita Maggi llenándome de un lento abandono interminable.
-Dejate ir -la voz llegaba desde el jadeo, era el jadeo mismo hablándome-, gozá, chiquito, tenés que darme aunque sea unas gotas para los análisis, ahora, así, así.
Sentí el roce de un recipiente allí donde todo era placer y fuga, la mano sostuvo y corrió y apretó blandamente, casi no me di cuenta de que delante de los ojos no había más que el cristal oscuro y que el tiempo pasaba, ahora la señorita Maggi estaba detrás de mí y me soltaba las correas de la cabeza. Un latigazo de luz amarilla golpeándome mientras me enderezaba y me abrochaba, una puerta del fondo y la señorita Maggi mostrándome la salida, mirándome sin expresión, una cara lisa y saciada, la peluca violentamente iluminada por la luz amarilla. Otro se le hubiera tirado encima ahí nomás, la hubiera abrazado ahora que no había ninguna razón para no abrazarla o besarla o pegarle, otro como Fiori o Raguzzi, pero tal vez nadie lo hubiera hecho y la puerta se le hubiera cerrado como a mí a la espalda con un golpe seco, dejándome en otro pasadizo que giraba a la distancia y se perdía en su propia curva, en una soledad donde faltaba Nito, donde sentí la ausencia de Nito como algo insoportable y corrí hacia el codo, y cuando vi la única puerta me tiré contra ella y estaba cerrada con llave, la golpeé y oí mi golpe como un grito, me apoyé contra la puerta resbalando poco a poco hasta quedar de rodillas, a lo mejor era debilidad, el mareo después de la señorita Maggi. Del otro lado de la puerta me llegaron la gritería y las risas.
Porque ahí se reía y se gritaba fuerte, alguien había empujado a Nito para hacerlo avanzar entre el acuario y la pared de la izquierda por donde todos se movían buscando la salida, Caletti mostrando el camino con los brazos en alto como había mostrado al perro al entrar, y los otros siguiéndolo entre chillidos y empujones, Nito con alguien atrás que también lo empujaba tratándolo de dormido y de fiaca, no había terminado de pasar la puerta cuando ya el juego empezaba, reconoció al Rengo que entraba por otro lado con los ojos vendados y sostenido por el gallego Fernando y Raguzzi que lo cuidaban de un tropezón o un golpe, los demás ya se estaban escondiendo detrás de los sillones, en un armario, debajo de una cama, Kurchin se había trepado a una silla y de ahí a lo alto de una estantería, mientras los otros se desparramaban en el enorme salón y esperaban los movimientos del Rengo para evadirlo en puntas de pie o llamándolo con voces en falsete para engañarlo, el Rengo se contoneaba y soltaba grititos con los brazos tendidos buscando atrapar a alguno, Nito tuvo que huir hacia una pared y luego esconderse detrás de una mesa con floreros y libros, y cuando el Rengo alcanzó al petiso Larrañaga con un chillido de triunfo, los demás salieron aplaudiendo de los escondites, y el Rengo se sacó la venda y se la puso a Larrañaga, lo hacía duramente y apretándole los ojos, aunque el petiso protestaba, condenándolo a ser el que tenía que buscarlos, la gallina ciega atada con la misma despiadada fuerza con que habían atado las patas del perrito blanco. Y otra vez dispersarse entre risas y cuchicheos, el profesor Iriarte dando saltos, Fiori buscando donde esconderse sin perder la calma compadrona, Raguzzi sacando pecho y gritando a dos metros del petiso Larrañaga que se abalanzaba para no encontrar más que el aire, Raguzzi de un salto fuera de su alcance gritándole ¡Me Tarzan, you Jane, boludo!, el petiso perplejo dando vueltas y buscando en el vacío, la señorita Maggi que reaparecía para abrazarse con el Rengo y reírse de Larrañaga, los dos con grititos de miedo cuando el petiso se tiró hacia ellos y se escaparon por un pelo de sus manos tendidas, Nito saltando hacia atrás y viendo cómo el petiso agarraba por el pelo a Kurchin que se había descuidado, el alarido de Kurchin y Larrañaga sacándose la venda pero sin soltar la presa, los aplausos y los gritos, de golpe silencio porque el Rengo alzaba una mano y Fiori a su lado se plantaba en posición de firme y daba una orden que nadie entendió pero era igual, el uniforme de Fiori como la orden misma, nadie se movía, ni siquiera Kurchin con los ojos llenos de lágrimas, porque Larrañaga casi le arrancaba el pelo, lo mantenía ahí sin soltarlo.
-Tusa -mandó el Rengo-. Ahora tusa y caricatusa. Ponelo.
Larrañaga no entendía, pero Fiori le mostró a Kurchin con un gesto seco, y entonces el petiso le tiró del pelo obligándolo a agacharse cada vez más, ya los otros se iban poniendo en fila, las mujeres con grititos y recogiéndose las polleras, Perrone el primero y después el profesor Iriarte, Moreira haciéndose la remilgada, Caletti y la Chancha Delucía, una fila que llegaba hasta el fondo del salón y Larrañaga sujetando a Kurchin agachado y soltándolo de golpe cuando el Rengo hizo un gesto y Fiori ordenó "¡Saltar sin pegar!", Perrone en punta y detrás toda la fila, empezaron a saltar apoyando las manos en la espalda de Kurchin arqueado como un chanchito, saltaban al rango pero gritando "¡Tusa!", gritando "¡Caricatusa!" cada vez que pasaban por encima de Kurchin y rehacían la fila del otro lado, daban la vuelta al salón y empezaban de nuevo, Nito casi al final saltando lo más liviano que podía para no aplastar a Kurchin, después Macías dejándose caer como una bolsa, oyendo al Rengo que chillaba "¡Salta y pegar!", y toda la fila pasó de nuevo por encima de Kurchin, pero ahora buscando patearlo y golpearlo a la vez que saltaban, ya habían roto la fila y rodeaban a Kurchin, con las manos abiertas le pegaban en la cabeza, la espalda, Nito había alzado el brazo cuando vio Raguzzi que soltaba la primera patada en las nalgas de Kurchin que se contrajo y gritó, Perrone y Mutis le pateaban las piernas mientras las mujeres se ensañaban con el lomo de Kurchin, que aullaba y quería enderezarse y escapar, pero Fiori se acercaba y lo retenía por el pescuezo gritando "¡Tusa, caricatusa, pegar y pegar!", algunas manos ya eran puños cayendo sobre los flancos y la cabeza de Kurchin, que clamaba pidiendo perdón sin poder zafarse de Fiori, de la lluvia de patadas y trompadas que lo cercaban. Cuando el Rengo y la señorita Maggi gritaron una orden al mismo tiempo, Fiori soltó a Kurchin que cayó de costado, sangrándole la boca, del fondo del salón vino corriendo el gallego Manolo y lo levantó como si fuera una bolsa, se lo llevó mientras todos aplaudían rabiosamente y Fiori se acercaba al Rengo y a la señorita Maggi como consultándolos.
Nito había retrocedido hasta quedar en el borde del círculo que empezaba a romperse sin ganas, como queriendo seguir el juego o empezar otros, desde ahí vio cómo el Rengo mostraba con el dedo al profesor Iriarte, y a Fiori que se le acercaba y le hablaba, después una orden seca y todos empezaron a formarse en cuadro, de a cuatro en fondo, las mujeres atrás y Raguzzi como adalid del pelotón, mirando furioso a Nito que tardaba en encontrar un lugar cualquiera en la segunda fila. Todo esto lo vi yo clarito mientras el gallego Fernando me traía de un brazo después de haberme encontrado detrás de la puerta cerrada y abrirla para hacerme entrar de un empellón, vi como el Rengo y la señorita Maggi se instalaban en un sofá contra la pared, los otros que completaban el cuadro con Fiori y Raguzzi al frente, con Nito pálido entre los de la segunda fila, y el profesor Iriarte que se dirigía al cuadro como en una clase, después un saludo ceremonioso al Rengo y a la señorita Maggi, yo perdiéndome como podía entre las locas del fondo que me miraban riéndose y cuchicheando hasta que el profesor Iriarte carraspeó y se hizo un silencio que duró no sé hasta cuándo.
-Se procederá a enunciar el decálogo -dijo el profesor Iriarte-. Primera profesión de fe.
Yo lo miraba a Nito como si todavía él pudiera ayudarme, con una estúpida esperanza de que me mostrara una salida, una puerta cualquiera para escaparnos, pero Nito no parecía darse cuenta de que yo estaba ahí detrás, miraba fijamente el aire como todos, inmóvil como todos ahora.
Monótonamente, casi sílaba a sílaba, el cuadro enunció:
-Del orden emana la fuerza, y de la fuerza emana el orden.
-¡Corolario! -mandó Iriarte.
-Obedece para mandar, y manda para obedecer -recitó el cuadro.
Era inútil esperar que Nito se diera vuelta, hasta creo haber visto que sus labios se movían como si se hicieran eco de lo que recitaban los otros. Me apoyé en la pared, un panel de madera que crujió, y una de la locas, creo que Moreira, me miró alarmada. "Segunda profesión de fe", estaba ordenando Iriarte cuando sentí que eso no era un panel sino una puerta, y que cedía poco a poco mientras yo me iba dejando resbalar en un mareo casi agradable. "Ay, pero qué te pasa, precioso", alcanzó a cuchichear Moreira y ya el cuadro enunciaba una frase que no comprendí, girando de lado pasé al otro lado y cerré la puerta, sentí la presión de las manos de Moreira y Macías que buscaban abrirla y bajé el pestillo que brillaba maravillosamente en la penumbra, empecé a correr por una galería, un codo, dos piezas vacías y a oscuras, con al final otro pasillo que llevaba directamente al corredor sobre el patio en el lado opuesto a la sala de profesores. De todo eso me acuerdo poco, yo no era más que mi propia fuga, algo que corría en la sombra tratando de no hacer ruido, resbalando sobre las baldosas hasta llegar a la escalera de mármol, bajarla de a tres peldaños y sentirme impulsado por esa casi caída hasta las columnas del peristilo donde estaba el poncho y también los brazos abiertos del gallego Manolo cerrándome el paso. Ya lo dije, me acuerdo poco de todo eso, tal vez le hundí la cabeza en pleno estómago o lo barajé de una patada en la barriga, el poncho se me enredó en uno de los pinchos de la reja, pero lo mismo trepé y salté, en la vereda había un gris de amanecer y un viejo andando despacio, el gris sucio del alba y el viejo que se quedó mirándome con una cara de pescado, la boca abierta para un grito que no alcanzó a gritar.
Todo ese domingo no me moví de casa, por suerte me conocían en la familia y nadie hizo preguntas que no hubiera contestado, a mediodía llamé por teléfono a casa de Nito, pero la madre me dijo que no estaba, por la tarde supe que Nito había vuelto pero que ya andaba otra vez afuera, y cuando llamé a las diez de la noche, un hermano me dijo que no sabía dónde estaba. Me asombró que no hubiera venido a buscarme, y cuando el lunes llegué a la escuela me asombró todavía más encontrármelo a la entrada, él que batía todas las marcas en materia de llegadas tarde. Estaba hablando con Delich, pero se separó de él y vino a encontrarme, me estiró la mano y yo se la apreté aunque era raro, era tan raro que nos diéramos la mano al llegar a la escuela. Pero qué importaba si ya lo otro me venía a borbotones, en los cinco minutos que faltaban para la campana teníamos que decirnos tantas cosas, pero entonces vos qué hiciste, cómo te escapaste, a mí me atajó el gallego y entonces, sí, ya sé, estaba diciéndome Nito, no te excités tanto, Toto, dejame hablar un poco a mí. Che, pero es que... Sí, claro, no es para menos. ¿Para menos, Nito, pero vos me estás cachando o qué? Ahora mismo tenemos que subir y denunciarlo al Rengo. Esperá, esperá, no te calentés así, Toto.
Eso seguía, como dos monólogos cada uno por su lado, de alguna manera yo empezaba a darme cuenta de que algo no andaba, de que Nito estaba como en otra cosa. Pasó Moreira y saludó con una guiñada de ojos, de lejos vi a la Chancha Delucía que entraba corriendo, a Raguzzi con su saco deportivo, todos los hijos de puta iban llegando mezclados con los amigos, con Llanes y Alermi que también decían qué tal, viste cómo ganó River, qué te había dicho, pibe, y Nito mirándome y repitiendo aquí no, ahora no, Toto, a la salida hablamos en el café. Pero mirá, mirá, Nito, miralo a Kurchin con la cabeza vendada, yo no me puedo quedar callado, subamos juntos, Nito, o voy solo, te juro que voy solo ahora mismo. No, dijo Nito, y había como otra voz en esa sola palabra, no vas a subir ahora, Toto, primero vamos a hablar vos y yo.
Era él, claro, pero fue como si de repente no lo conociera. Me había dicho que no como podía habérmelo dicho Fiori, que ahora llegaba silbando, de civil por supuesto, y saludaba con una sonrisa sobradora que nunca le había conocido antes. Me pareció como si todo se condensara de golpe en eso, en el no de Nito, en la sonrisa inimaginable de Fiori; era de nuevo el miedo de esa fuga en la noche, de las escaleras más voladas que bajadas, de los brazos abiertos del gallego Manolo entre las columnas.
-¿Y por qué no voy a subir? -dije absurdamente-. ¿Por qué no lo voy a denunciar al Rengo, a Iriarte, a todos?
-Porque es peligroso -dijo Nito-. Aquí no podemos hablar ahora, pero en el café te explico. Yo me quedé más que vos, sabés.
-Pero al final también te escapaste -dije como desde una esperanza, buscándolo como si no lo tuviera ahí delante mío.
-No, no tuve que escaparme, Toto. Por eso te digo que te calles ahora.
-¿Y por qué tengo que hacerte caso? -grité, creo que a punto de llorar, de pegarle, de abrazarlo.
-Porque no te conviene -dijo la otra voz de Nito-. Porque no sos tan idiota para no darte cuenta de que si abrís la boca te va a costar caro. Ahora no podés comprender y hay que entrar a clase. Pero te lo repito, si decís una sola palabra te vas a arrepentir toda la vida, si es que estás vivo.
Jugaba, claro, no podía ser que me estuviera diciendo eso, pero era la voz, la forma en que me lo decía, ese convencimiento y esa boca apretada. Como Raguzzi, como Fiori, ese convencimiento y esa boca apretada. Nunca sabré de qué hablaron los profesores ese día, todo el tiempo sentía en la espalda los ojos de Nito clavados en mí. Y Nito tampoco seguía las clases, qué le importaban las clases ahora, esas cortinas de humo del Rengo y de la señorita Maggi para que lo otro, lo que importaba de veras, se fuera cumpliendo poco a poco, así como poco a poco se habían ido enunciando para él las profesiones de fe del decálogo, una tras otra, todo eso que iría naciendo alguna vez de la obediencia al decálogo, del cumplimiento futuro del decálogo, todo eso que había aprendido y prometido y jurado esa noche y que alguna vez cumpliría para el bien de la patria cuando llegara la hora y el Rengo y la señorita Maggi dieran la orden de que empezara a cumplirse.
miércoles, 14 de julio de 2010
yo te dare, te dare niña hermosa, te dare una cosa, una cosa que empieza con P.
pijapeneporonga . ¿quien no tiene un amigo gay, una prima lesbiana?
Las sirenas ahogadas en vodka apoyan las causas del amor, de los derechos de las personas, de las sabanas con olor a gente que hace cosas, las sirenas quieren el encuentro las ganas los deseos.
No emite juicio ni opinion sobre el gusto ajeno.
Pero con el tema del amor es rigurosa, casi diriamos que es fundamentalista.
Es necesario el amor para soportar la puta vida.
Asi que ya sabemos, los mismos derechos, con los mismos nombres y a dejarnos de joder, que la vida es corta y el olvido es grande.
Las sirenas ahogadas en vodka apoyan las causas del amor, de los derechos de las personas, de las sabanas con olor a gente que hace cosas, las sirenas quieren el encuentro las ganas los deseos.
No emite juicio ni opinion sobre el gusto ajeno.
Pero con el tema del amor es rigurosa, casi diriamos que es fundamentalista.
Es necesario el amor para soportar la puta vida.
Asi que ya sabemos, los mismos derechos, con los mismos nombres y a dejarnos de joder, que la vida es corta y el olvido es grande.
martes, 13 de julio de 2010
to drive a car in the paradise. Enseñanzas aleccionadoras.
si yo luciera asi, no me importaria que a mi auto le pasara eso.
Es que estoy aprendiendo a manejar.Mina grande.Torpe tambien.
Eso tiene una moraleja.
Aleccionadora.
Una moraleja de escuela dominical
El monito marchador puede mandar a la mierda los mandatos que lo rodean. Si señor.
Supongase ud. que toda la vida concibio que hace las cosas de una manera especifica. Que ese es su estilo.Hasta diria que se jacta.
Su estilo es por ej. ser despelotada, o tomar coca cola no diet, o llegar temprano a todos lado, prestar plata a gente que no se la va a devolver. Cosas asi. Ud. ha hecho de esas taras, virtud.
Entonces, surfea por la vida con eso a cuesta.Lo llama su estilo. Pero un dia empieza a preguntarse ¿eh? ¿eh? y advierte que ya no puede cambiar. Que eso se le pego como ladilla.
Y de repente advierte (eso es una iluminacion) que si puede , De partido politico, de creencias arraigadas como mala hierba, de practicas sexuales, de lo que ud. se le cante las pelotas porque ud. no es un maldito bicho. Es gente. People change.
La araña no puede tejer otra tela que la que sus jugos internos le han programado
La abeja no puede hacer otro vuelo que lo que su especie determina.
Una paloma ovulara frente al espejo pensando que lo que ve es otra paloma.
Pero ud. puede tejer infinitas telas, para seguir con la metafora etologica.
Entonces ¡eureka! yo puedo aprender a manejar. Puedo ser escritora y hasta puedo ser bella, si quiero invertir el tiempo y el esfuerzo que esas cosas te llevan, Alcanzaria con que vos pienses que vale la pena y que tomes los riesgos.
Pertenecemos a una especie zoologica que te permite cambiar y seguir siendo vos sin violentar la anatomia de tu ser.
(Te alabamos señor, es muy justo que asi lo hagamos. Es realmente justo y necesario, etcetera )
Y si algun dia estrolo el auto contra una costanera, me gustaria lucir un poco mejor, acercandome levemente a esa mina, por lo menos en la actitud.
Por cuatro dias locos, intenta lo que se te cante la concha, con perdon de la palabra.
Es que estoy aprendiendo a manejar.Mina grande.Torpe tambien.
Eso tiene una moraleja.
Aleccionadora.
Una moraleja de escuela dominical
El monito marchador puede mandar a la mierda los mandatos que lo rodean. Si señor.
Supongase ud. que toda la vida concibio que hace las cosas de una manera especifica. Que ese es su estilo.Hasta diria que se jacta.
Su estilo es por ej. ser despelotada, o tomar coca cola no diet, o llegar temprano a todos lado, prestar plata a gente que no se la va a devolver. Cosas asi. Ud. ha hecho de esas taras, virtud.
Entonces, surfea por la vida con eso a cuesta.Lo llama su estilo. Pero un dia empieza a preguntarse ¿eh? ¿eh? y advierte que ya no puede cambiar. Que eso se le pego como ladilla.
Y de repente advierte (eso es una iluminacion) que si puede , De partido politico, de creencias arraigadas como mala hierba, de practicas sexuales, de lo que ud. se le cante las pelotas porque ud. no es un maldito bicho. Es gente. People change.
La araña no puede tejer otra tela que la que sus jugos internos le han programado
La abeja no puede hacer otro vuelo que lo que su especie determina.
Una paloma ovulara frente al espejo pensando que lo que ve es otra paloma.
Pero ud. puede tejer infinitas telas, para seguir con la metafora etologica.
Entonces ¡eureka! yo puedo aprender a manejar. Puedo ser escritora y hasta puedo ser bella, si quiero invertir el tiempo y el esfuerzo que esas cosas te llevan, Alcanzaria con que vos pienses que vale la pena y que tomes los riesgos.
Pertenecemos a una especie zoologica que te permite cambiar y seguir siendo vos sin violentar la anatomia de tu ser.
(Te alabamos señor, es muy justo que asi lo hagamos. Es realmente justo y necesario, etcetera )
Y si algun dia estrolo el auto contra una costanera, me gustaria lucir un poco mejor, acercandome levemente a esa mina, por lo menos en la actitud.
Por cuatro dias locos, intenta lo que se te cante la concha, con perdon de la palabra.
domingo, 11 de julio de 2010
esta tarde es especial para El Perseguidor
Aca, los hombres miran el futbol, España se queda con la copa del mundo, Jorge dice Orsay y yo que tengo este blog que un amigo risueño llama "el blog para personas vulnerables" cagandose de risa de mi, y yo que le doy tela para cortar.
Entonces si. Cortazar no es locutor, me doy cuenta que conozco el perseguidor palabra a palabra, necesitaria que su epigrafe" Dios, hazme una mascara " es lo que todos necesitamos y quiza tenemos
Tenemos una mascara, un borde, y aca esta la voz de cortazar leyendo el perseguidor
Y a mi me gusta aunque no lea tan bien.
Aunque no sepa leer bien me gusta traerlo y decirle hoy estas aca, en un barrio cercano a tu barrio y yo podria hablar con vos en ese slang argentino de los años cincuenta que aprendi en las peliculas.
y quien tiene ganas esta tarde horrible de escuchar jazz y a cortazar leyendo el perseguidor
Entonces si. Cortazar no es locutor, me doy cuenta que conozco el perseguidor palabra a palabra, necesitaria que su epigrafe" Dios, hazme una mascara " es lo que todos necesitamos y quiza tenemos
Tenemos una mascara, un borde, y aca esta la voz de cortazar leyendo el perseguidor
Y a mi me gusta aunque no lea tan bien.
Aunque no sepa leer bien me gusta traerlo y decirle hoy estas aca, en un barrio cercano a tu barrio y yo podria hablar con vos en ese slang argentino de los años cincuenta que aprendi en las peliculas.
y quien tiene ganas esta tarde horrible de escuchar jazz y a cortazar leyendo el perseguidor
sábado, 10 de julio de 2010
robado a mi otro blog.
Estoy revisando los post de mi otro blog que son mas de 600 para ver si hay ropa vieja como para armar algo
coherente.
y vi un poema de Idea Vilariño. Que es uruguaya (es, aunque haya muerto) y es una sirena de puta madre
Y escribio esto,que en el otro blog paso sin pena ni gloria, porque el auditorio no era el apropiado. Confio en los lectores de este blog, que son mas vulnerables.
Cuando compre un espejo para el baño
voy a verme la cara
voy a verme
pues qué otra manera hay decíme
qué otra manera de saber quién soy.
Cada vez que desprenda la cabeza
del fárrago de libros y de hojas
y que la lleve hueca atiborrada
y la deje en reposo allí un momento
la miraré a los ojos con un poco
de ansiedad de curiosidad de miedo
o sólo con cansancio con hastío
con la vieja amistad correspondiente
o atenta y seriamente mirarme
como esa extraña vez-mis once años-
y me diré mirá ahí estás
seguro
pensaré no me gusta o pensaré
que esa cara fue la única posible
y me diré esa soy yo ésa es idea
y le sonreiré dándome ánimos.
coherente.
y vi un poema de Idea Vilariño. Que es uruguaya (es, aunque haya muerto) y es una sirena de puta madre
Y escribio esto,que en el otro blog paso sin pena ni gloria, porque el auditorio no era el apropiado. Confio en los lectores de este blog, que son mas vulnerables.
Cuando compre un espejo para el baño
voy a verme la cara
voy a verme
pues qué otra manera hay decíme
qué otra manera de saber quién soy.
Cada vez que desprenda la cabeza
del fárrago de libros y de hojas
y que la lleve hueca atiborrada
y la deje en reposo allí un momento
la miraré a los ojos con un poco
de ansiedad de curiosidad de miedo
o sólo con cansancio con hastío
con la vieja amistad correspondiente
o atenta y seriamente mirarme
como esa extraña vez-mis once años-
y me diré mirá ahí estás
seguro
pensaré no me gusta o pensaré
que esa cara fue la única posible
y me diré esa soy yo ésa es idea
y le sonreiré dándome ánimos.
viernes, 9 de julio de 2010
el pudor, la pornografia en una nota de la Ñ que sale mañana.
Recibo la Ñ de los sabados el viernes. En la pagina 20 hay una nota a tres escritoras argentinas, Sanchez, Kolesnicov y Laura Ramos sobre sus novelas y el pudor de las pornografas.
Siendo la sirena una pornografa hecha y derecha el tema no me es ajeno.
La cronista dice
..."y verbalizan lo mas intimo: rasgos genitales, latidos, orgasmos, dolores, humillaciones, deseos, sentimientos
-¿donde ubican el pudor y donde la intimidad? (se refieren a la escritura...)
Y Matilde Sanchez contesta
Una intimidad publica es lo opuesto de la intimidad. Eso son los blogs, una intimidad sobre-construida.(...) la intimidad no desaparecio, se corrio. En ese sentido (...) una amiga mia tenia que decirles a sus hijos que era lesbiana. Yo pensaba "ay por favor, que momento explicarle a tus hijos que ahora tenes una novia, explicarle a tu madre y a tu padre que amas a una mujer. Tiempo despues supe que esa persona escribia poesia.Y eso no se lo contaba ni se lo mostraba a nadie. Las zonas de pudor son un enigma y la intimada es eso"
Esta escribidora piensa eso, a proposito quiza de este blog. En las identidades sobreconstruidas en los blogs, en el pudor que anida en cualquier lado impensado, en lo que le da verguenza y en lo que no, para nada.
Y en la diferencia entre blogs y mails. (Siento que aunque parecidos y hasta con los mismos destinatarios son de una estofa infinitiamente diferente): Jamas senti verguenza por un post. En los mails en cambio, hay algo mas afin al pudor.
Ambos sinceros quiza, pero con diferente latido
¿y ud. que opina?
Siendo la sirena una pornografa hecha y derecha el tema no me es ajeno.
La cronista dice
..."y verbalizan lo mas intimo: rasgos genitales, latidos, orgasmos, dolores, humillaciones, deseos, sentimientos
-¿donde ubican el pudor y donde la intimidad? (se refieren a la escritura...)
Y Matilde Sanchez contesta
Una intimidad publica es lo opuesto de la intimidad. Eso son los blogs, una intimidad sobre-construida.(...) la intimidad no desaparecio, se corrio. En ese sentido (...) una amiga mia tenia que decirles a sus hijos que era lesbiana. Yo pensaba "ay por favor, que momento explicarle a tus hijos que ahora tenes una novia, explicarle a tu madre y a tu padre que amas a una mujer. Tiempo despues supe que esa persona escribia poesia.Y eso no se lo contaba ni se lo mostraba a nadie. Las zonas de pudor son un enigma y la intimada es eso"
Esta escribidora piensa eso, a proposito quiza de este blog. En las identidades sobreconstruidas en los blogs, en el pudor que anida en cualquier lado impensado, en lo que le da verguenza y en lo que no, para nada.
Y en la diferencia entre blogs y mails. (Siento que aunque parecidos y hasta con los mismos destinatarios son de una estofa infinitiamente diferente): Jamas senti verguenza por un post. En los mails en cambio, hay algo mas afin al pudor.
Ambos sinceros quiza, pero con diferente latido
¿y ud. que opina?
jueves, 8 de julio de 2010
la amiga uruguaya que tiene el blog de la traga maluca.
Uno aca se junta con gente rara. O con la parte rara de gente renormalita. Y el sirenas es un blog terrible, merecedor de escarnio, lo mas desencajado de esta escriba y de otros parias similares se vienen a tomar unos mates de cuando en cuando. El mostro habla de mujeres que te morfan, mundo aquilante compite conmigo a ver quien es mas down, andy y laura, y las chicas escriben porno, grace (tan formal) baila lentos y escribe de tortilleras y el mario calienta vaginas con el aceite de islandia
Entre estos y otros visitantes aparece la doctora ivonne, mujer uruguaya, como Delmira Agustoni, como Idea Vilarino y como la maga : las tres sirenas mas putas y tristes del universo. Putas en el sentido sirenido de la palabra. La putez necesaria. que me habita a mi y a todas las lectoras de este blog.
Ivonne armo en su blog el dia del mal de amores, que es en julio, cuando hace frio es de noche estas apachuchado y el tipo que te gusta a morir te dice que no tiene nada nada nada para ofrecerte.(porque no te quiere, no te engañes)
La cuestion es que la doctora pide que le envien relatos para festejar el dia del mal de amores . Ella los posteara en su hermoso blog que da consejos muy sabios y uno no termina de saber si es en serio o es en joda. Porque eso es lo que tiene la vida. a veces no te das cuenta de que la va.
La dirección de correo electrónico para enviar los relatos es : doctorayvonne@hotmail.com . Mandas tus relatos y te haces internacional. Porque el uruguay queda en el oriente.
Entre estos y otros visitantes aparece la doctora ivonne, mujer uruguaya, como Delmira Agustoni, como Idea Vilarino y como la maga : las tres sirenas mas putas y tristes del universo. Putas en el sentido sirenido de la palabra. La putez necesaria. que me habita a mi y a todas las lectoras de este blog.
Ivonne armo en su blog el dia del mal de amores, que es en julio, cuando hace frio es de noche estas apachuchado y el tipo que te gusta a morir te dice que no tiene nada nada nada para ofrecerte.(porque no te quiere, no te engañes)
La cuestion es que la doctora pide que le envien relatos para festejar el dia del mal de amores . Ella los posteara en su hermoso blog que da consejos muy sabios y uno no termina de saber si es en serio o es en joda. Porque eso es lo que tiene la vida. a veces no te das cuenta de que la va.
La dirección de correo electrónico para enviar los relatos es : doctorayvonne@hotmail.com . Mandas tus relatos y te haces internacional. Porque el uruguay queda en el oriente.
huir con el circo, atras de los gitanos.
cambiar de trabajo, desechar como trapo viejo la monogamia, probar subir a trenes sin saber adonde pero lejos, hacerse promiscua, vender todo e irse a europa, a trabajar de mesera en barcelona, probar con el Nepal, aprender a manejar en tres clases y tomar la ruta, por la patagonia, no volver a casa, o tal vez comprar licor y salir con la botella a la hora en que todos duermen y chupar hasta derrapar de cara al barro, no abrigarse, no volver no volver no volver.
martes, 6 de julio de 2010
ahogadas

panza arriba en la pecera, agarre a la sirena por los cabellos y la saque.
ahogada si, en babas espumosas, verde tornasolado el color de su piel, y el corazon sin ruido.
ahogada,abogada,atiborrada,anegada,asolada por fiebres mediterraneas, el pulmon lleno de agua, agujereado el corazon, las sangres menstruales secas, las tripas revueltas.
la cuido porque es una parte mia. Como los monstruos que nos habitan. Somos legion.
partecitas de un puzzle al que le sobran piezas. Una dialectica de mierda la vida humana. Un reloj que mide un tiempo que no es de 60 minutos.
El que piense que sabe, yerra.
sirenas ahogadas en vodka. una mala idea.
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algo viejo que merece volver a leerse.
cateterismo
La mañana se desliza entre nescafé y el viaje a la clínica, él manejando con auto mientras el otoño, otro otoño, otro mas, casi rutina y des...
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Mil veces me di con la piedra en la pera sin aprender nada
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un dragon tira esputos de calor desde el sol mal clima para sentirme especial sin ironias especial para mi vida Mirame: soy esa que tambo...
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Hoy leí el refrán "estar al salto por un bizcocho" que se refiere a estar superatento a lo que necesita el otro, para complacer su...