martes, 30 de mayo de 2017

cosificame esta.


MINAS


Me tienen un poco hinchada las bolas con la violencia de género: Si todo es violencia de género nada lo es. Hay violencias de todo tipo, incluso cuando el objeto es una mujer. No todo asesinato es por violencia de genero: Hay codicia, egoismo, precariedad.
La idea de que la teoría de género es una suprateoría que explica todo parece campear.
Es necesario que las mujeres se empoderen y empoderarme y  es una práctica cotidiana. No creo las cosas de la chica que fui y se casó en el 76, pero incluso entonces cuando nadie daba una guita por el empoderamiento femenino en estas pampas yo iba a la facultad y mi compañero no.

Hay algo que se escurre a la teoría de género, no quiero imaginarme el erotismo entre una pareja que cualquier cosa que diga el tipo puede ser tomada en su contra. El lenguaje de los amantes debería ser inimputable. El erotismo políticamente correcto es como el chiste políticamente correcto: inexistente o aburrido.

No es que descrea y abomine de la violencia hacia las mujeres, larvada y manifiesta. Hubo un caso testigo, el tal Foier, un comunity mannager que se empomaba a varias adalides del ni una menos y las trataba como basura, hasta que una de las mas famosas le hizo un escándalo mediatico (en gráfica) y el tipo (Feurer, creo que se llamaba) tuvo que huir como rata por tirante.
¿se puede decir empomaba o es cosificante? Si, creo que es cosificante y que generará el odio de quienes adscriben con ahinco y virulencia al feminismo
En realidad no soy feminista ni dejo de serlo., Y soy una mujer a la que le caen muy bien las otras mujeres en general. No compro el paquete entero del feminismo. Creo que no compro "ningun paquete entero"Ser psicoanalista me hace hacer del "no todo" una regla. No todo nunca.

Me gusta que nos traten bien a las mujeres, me parece  espantoso que se maten mujeres como si fueran cosas, que alguien piense que somos cosas para usar. Pero no todo se explica con la teoría de género, con el patriarcado y con la sumisión de las mujeres al discurso heteronormativo. Algunas cosas si, No todas
A mi, lo vuelvo a decir, un buen piropo -publico y mejor aún privado- me puede levantar un día perdido.
Creo que es una cosa generacional.
Me ofenden otras cosas mucho mas que  me miren las tetas.

En cuanto a como piensa el psicoanálisis estas cosas, he aquí un articulo de Luciano Luterau que me gustó.

https://www.pagina12.com.ar/23203-por-que-los-hombres-insultan-a-las-mujeres

lunes, 29 de mayo de 2017

dupletí.

tengo dos blogues. Y diferentes lectores en ellos.  Tengo muchas vidas. Tengo geminis. Soy positivista (y no en el bizarro sentido de "positiva",sino en el sentido científico del termino) y leo el I ching.Soy monogamica y promiscua, soy seria y no creible, soy abuela y la meretriz de babilonia, soy una pendeja y una señora mas adusta que tu abuela, soy una mujer de mundo y una chirucita de lanus Soy el aleph y mas plana que una rata aplastada
 No soy peronista y soy peronista.
Jamas o casi jamas o solo algunas veces trasvaso cosas de un lado del espejo al otro lado del espejo.
Hoy es una de ellas.
Lean el poema de mi otro blog, los que nunca van a él. Me asombró tanto, me gustó tanto, que hoy hago dupletí. https://elnosoyloquedeberia.wordpress.com/2017/05/29/el-gran-poema-peronista/

domingo, 28 de mayo de 2017

varones: cosificando se va la vida.

el verdadero chico malo que toda chica buena quiere levantarse.
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el varón telúrico, el que tipo con el que SABES que podés contar

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El chico listo con el que podes hablar de cosas importantes, sensible, leído, el pibe que mirarías en la facultad
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Eddie Vedder, que cosa mas linda por favor,

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Los varones no son cosas, no se juzgan por el envase, y que sean lindos no alcanza jamas.
Pero tambien se puede ser un poquitin frivola, verdad?
estos tipos estan mas buenos que el helado de sambayon, bajar cinco kilos , o que te premien un cuento.

Sirenas ahogadas en vodka: hikikomori

el primer cuento que escribi para este blog.





Sirenas ahogadas en vodka: hikikomori: Ignatius Reilly es un poroto al lado mio. Comedora de panchos en mal estado, oliendo como deben haber olido las mujeres de todos los siglos...

jueves, 25 de mayo de 2017

nos parecemos vos y yo siempre esperando mas

Nos parecemos vos y yo siempre esperando mas y mas
siempre buscando mas y mas
siempre esperando mas y mas
y mas aplausos para mi
lo que la gente llama exito

Palmas azules para mi
lo que yo llamo amor......



cancion caliente con te chai mientras llueve afuera.


miércoles, 24 de mayo de 2017

Los cosos de al lado

Los cosos de al lado a veces son dos o tres pero a veces invitan gente y yo tengo que estar hasta las dos de la mañana para poder dormirme.
Soy una melómana,,, no tengo formación pero a mi dame Bach, Schubert. ahi si me hubieran mandado a estudiar música, pero en casa no valoraban lo artístico. Mi padre era encargado de una fabrica de arandelas y quería que yo liquidara Sueldos y Jornales para tener un futuro. Y después vinieron las computadoras que lo hacían solas y tuve que acostumbrarme a ser una empleada sin relevancia.
Por eso me refugie en la música clásica. Ni bien se mudaron,  vino el señor (y yo digo señor porque soy muy educada) y me pidió que por favor a la noche bajara el sonido porque tenían una niña pequeña que iba al colegio: No quise discutir, le hable de que cada uno en su casa es dueño, y yo era muy dueña porque vivia hace años ahi, pero como en el consorcio se pronunciaron con quejas en mi nombre, bueno, empecé con los auriculares.
Entonces a la mañana mientras me tomaba unos mates antes de ir a la oficina (porque yo no comparto la bombilla con nadie a ver si me contagio un sida) me ponía los auriculares para escuchar a Magdalena, que es una mujer muy fina.
Lo malo es que con los auriculares puestos no me entero lo que pasa en la casa de al lado y esos son unos pájaros de cuidado. Yo, desde el momento en que se quejaron de mi en la reunión del consorcio jamas les volví a hablar. Claro que nos encontramos en el pasillo, a veces frente a frente y muchas veces en el ascensor, que es minúsculo: Demasiado minúsculo para un edificio que es de cierta categoría, hasta tiene ascensor de servicio, bah, un ascensor que da al contrafrente. Miro para abajo y si me saludan, muevo la cabeza en un gesto estudiadamente ambiguo.
La cuestión es que con los auriculares no puedo escucharlos y si pongo la música bajo tampoco sirve porque me tapa las conversaciones. Pero no quiero que uds. piensen que es de metida. Uno tiene que saber en su medio porque hay mucha envidia suelta y yo soy una mujer sola.
La cuestión es que había fiesta y estuve hasta las dos de mañana con los ojos como el as de oro, sin poder escuchar mi sublime música. Parece que había fiesta:, cumbia, géneros menores: Este edificio se vino abajo, antes eramos gente de bien pero hace unos años vive cualquiera acá. Ademas lloraba un bebe como un marrano: Como un verraco. En la proxima reunión de consorcio me van a oír.

(me encanta este tango y en especial esta versión.... el relatito es solo una excusa para volverlo a escuchar)

a veces creo que no me escuchan pero si

ademas de un par de cartas muy hermosas de gente que todavía escribe mails,  mis regalos de cumpleaños dan cuenta de que yo hablo y a pesar de lo que pienso, se escucha lo que digo. Hay alguien que escucha el ruido cuando el árbol cae.
En el blog de Nocturno conte deseos de cosas  que me compraría si tuviera dinero, y una de ellas es "cremas". Es raro por que soy "renatural",Y nada "cuidada"  Es habitual que no use nada de maquillaje, ni perfume y  -me da verguenza decirlo- ni me mire al espejo... pero me gustan las cremas para la cara,  buenas. Y quien dice buenas dice caras. Por ej. mi maquillaje que nunca uso es MAC.
Resulta que mi ahijada me trajo una crema con coso antiarrugas Pero nada de Avon, sino primerisima marca (ROC) y mi cuñada, un hidratante y un serum Avene. (también una marca pulenta)...No recuerdo haber mencionado jamas mi vocacion de comprarme cremas en familia...

Y mi hermano me trajo algo que me gusta pero también es un guiño a nuestra relación: un libro de fotos enorme del recital de Spinetta y las bandas Eternas ...y es un guiño porque a ese recital fuimos los dos juntos, sin nadie mas. Es un guiño a nuestra hermanimidad.
En cuanto a mi hijo y su mujer me compraron un vestido igual al vestidito negro que uso TODO EL DIA (porque lo amo), un vestidito negro de modal que no dice nada pero que a mi me queda cómodo como si fuera un guante. Es mas, tuve uno y lo hice mierda y me compre otro. Y el que me regalan es muy parecido, de otro color.
Y mi amiga me regaló una remera muy cool... para que vaya a la facultad, jajjajajjajaj

No hubo mas regalos pero si muchos saludos. A me gustan los cumpleaños, ahi celebro haber nacido, ahi celebro estar viva.... nada menos.
Así que me quejo de gusto.......Me quejo como la gata flora que soy: que cuando se la ponen grita y cuando se la sacan llora.
ah, tambien recibí una bomba de baño que es una pelota de sales de baño muy perfumada, llena de petalos. Una vez tuve una y no la use y la extravié, vaya a saber en que recodo de mi vida.. Pero juro que me compraré un tapon para la bañadera, donde unicamente me ducho cada dia..... me llevaré el libro de Piglia,un brownie de esos que te hacen reir,  la llenaré como si fuera un hidromasaje y me festejaré a mi misma,
por que la vida es esto, señores y está muy bueno


Imagen relacionada


lunes, 22 de mayo de 2017

tres fotos del arbol de la otra cuadra y mi cumpleaños, que es mañana

Esta es la foto actual del arbol del que hablé en el post anterior, y las del año pasado. Las analogías con el paso del tiempo, y con mi propia imagen corporal se las dejo a mis amables lectores. Cumplo 61. En la quiniela es la escopeta. 
pongamosle un poco de onda : Estoy jodida pero contenta,como canta Buika

domingo, 21 de mayo de 2017

el árbol de la otra cuadra.

Que es el otoño
Y para enamorarte
pasé con el celular
que todavía no me habían robado
y saque esos obscenos amarillos
que daban ganas de zambullirme
para arriba y quedar enredada
como un barrilete de los que se hacían
con papel de seda.

Saqué mi foto
como buena corresponsal de guerra
y  una semana después
esas hojas se murieron
y no te digo
cuando llego el invierno
y  la muerte toda
 cabía en ese árbol

Y se pasó un año
por arriba de mi cuerpo
y camino  a la avenida
acá nomas
vi el árbol muy talado
y las ramas en el suelo
apiladas como los cuerpos magros
de los yacían en campos de exterminio
Lo habían dejado desnudo
a mi árbol amor amarillo
a la vista de cualquiera
Si era para darme una lección
creo que la entendí.
"no son buenos tiempos para el árbol ni para vos"
Nada de amor amarillo
solo el  ocre verdoso
con que se visten los cadáveres

Espero el consuelo
de la primavera
sin mucha convicción.


https://sirenasahogadasenvodka.blogspot.com.ar/2016/05/solo-5-dias-despues.html
https://sirenasahogadasenvodka.blogspot.com.ar/2016/05/amor-amarillo-fotos-de-otono.html

viernes, 19 de mayo de 2017

nosotros, los que mandamos cosas a los concursos.

mejor ser un poeta ocasional que no ser un poeta en absoluto... es una de las frases que están dando vueltas por este blog, esperando que a alguien le resuene. Otra frase es que las cosas iran de mal en bien (y esa es mia).
por eso mando poemas a concursos, para ser alguna clase de poeta. Y tambien para que las cosas me vayan de mal en bien

Mande unas cosas a un concurso nacional de poesía en Rosario.
Y eso me trae al cuento de Bolaños que cuenta algo que aconteció. Merece lectura, si no lo conocen.  Sensini existió en realidad, era el escritor Antonio Di Benedetto que se había ido en los tiempos de la dictadura.
Todos somos Sensini.


Sensini


La forma en que se desarrolló mi amistad con Sensini sin duda se sale de lo corriente. En aquella época yo tenía veintitantos años y era más pobre que una rata. Vivía en las afueras de Girona, en una casa en ruinas que me habían dejado mi hermana y mi cuñado tras marcharse a México y acababa de perder un trabajo de vigilante nocturno en un cámping de Barcelona, el cual había acentuado mi disposición a no dormir durante las noches. Casi no tenía amigos y lo único que hacía era escribir y dar largos paseos que comenzaban a las siete de la tarde, tras despertar, momento en el cual mi cuerpo experimentaba algo semejante al jet-lag, una sensación de estar y no estar, de distancia con respecto a lo que me rodeaba, de indefinida fragilidad. Vivía con lo que había ahorrado durante el verano y aunque apenas gastaba mis ahorros iban menguando al paso del otoño. Tal vez eso fue lo que me impulsó a participar en el Concurso Nacional de Literatura de Alcoy, abierto a escritores de lengua castellana, cualquiera que fuera su nacionalidad y lugar de residencia. El premio estaba divido en tres modalidades: poesía, cuento y ensayo. Primero pensé en presentarme en poesía, pero enviar a luchar con los leones (o con las hienas) aquello que era lo que mejor hacía me pareció indecoroso. Después pensé en presentarme en ensayo, pero cuando me enviaron las bases descubrí que éste debía versar sobre Alcoy, sus alrededores, su historia, sus hombres ilustres, su proyección en el futuro y eso me excedía. Decidí, pues, presentarme en cuento y envié por triplicado el mejor que tenía (no tenía muchos) y me senté a esperar.
Cuando el premio se falló trabajaba de vendedor ambulante en una feria de artesanía en donde absolutamente nadie vendía artesanías. Obtuve el tercer accésit y diez mil pesetas que el Ayuntamiento de Alcoy me pagó religiosamente. Poco después me llegó el libro, en el que no escaseaban las erratas, con el ganador y los seis finalistas. Por supuesto, mi cuento era mejor que el que se había llevado el premio gordo, lo que me llevó a maldecir al jurado y a decirme que, en fin, eso siempre pasa. Pero lo que realmente me sorprendió fue encontrar en el mismo libro a Luis Antonio Sensini, el escritor argentino, segundo accésit, con un cuento en donde el narrador se iba al campo y allí se le moría su hijo o con un cuento en donde el narrador se iba al campo porque en la ciudad se le había muerto su hijo, no quedaba nada claro, lo cierto es que en el campo, un campo plano y más bien yermo, el hijo del narrador se seguía muriendo, en fin, el cuento era claustrofóbico, muy al estilo de Sensini, de los grandes espacios geográficos de Sensini que de pronto se achicaban hasta tener el tamaño de un ataúd, y superior al ganador y al primer accésit y también superior al tercer accésit y al cuarto, quinto y sexto.
No sé qué fue lo que me impulsó a pedirle al Ayuntamiento de Alcoy la dirección de Sensini. Yo había leído una novela suya y algunos de sus cuentos en revistas latinoamericanas. La novela era de las que hacen lectores. Se llamaba Ugarte y trataba sobre algunos momentos de la vida de Juan de Ugarte, burócrata en el Virreinato del Río de la Plata a finales del siglo XVIII. Algunos críticos, sobre todo españoles, la habían despachado diciendo que se trataba de una especie de Kafka colonial, pero poco a poco la novela fue haciendo sus propios lectores y para cuando me encontré a Sensini en el libro de cuentos de Alcoy, Ugarte tenía repartidos en varios rincones de América y España unos pocos y fervorosos lectores, casi todos amigos o enemigos gratuitos entre sí. Sensini, por descontado, tenía otros libros, publicados en Argentina o en editoriales españolas desaparecidas, y pertenecía a esa generación intermedia de escritores nacidos en los años veinte, después de Cortázar, Bioy, Sabato, Mujica Lainez, y cuyo exponente más conocido (al menos por entonces, al menos para mí) era Haroldo Conti, desaparecido en uno de los campos especiales de la dictadura de Videla y sus secuaces. De esta generación (aunque tal vez la palabra generación sea excesiva) quedaba poco, pero no por falta de brillantez o talento; seguidores de Roberto Arlt, periodistas y profesores y traductores, de alguna manera anunciaron lo que vendría a continuación, y lo anunciaron a su manera triste y escéptica que al final se los fue tragando a todos.
A mí me gustaban. En una época lejana de mi vida había leído las obras de teatro de Abelardo Castillo, los cuentos de Rodolfo Walsh (como Conti asesinado por la dictadura), los cuentos de Daniel Moyano, lecturas parciales y fragmentadas que ofrecían las revistas argentinas o mexicanas o cubanas, libros encontrados en las librerías de viejo del D.F., antologías piratas de la literatura bonaerense, probablemente la mejor en lengua española de este siglo, literatura de la que ellos formaban parte y que no era ciertamente la de Borges o Cortázar y a la que no tardarían en dejar atrás Manuel Puig y Osvaldo Soriano, pero que ofrecía al lector textos compactos, inteligentes, que propiciaban la complicidad y la alegría. Mi favorito, de más está decirlo, era Sensini, y el hecho de alguna manera sangrante y de alguna manera halagador de encontrármelo en un concurso literario de provincias me impulsó a intentar establecer contacto con él, saludarlo, decirle cuánto lo quería.
Así pues, el Ayuntamiento de Alcoy no tardó en enviarme su dirección, vivía en Madrid, y una noche, después de cenar o comer o merendar, le escribí una larga carta en donde hablaba de ligarte, de los otros cuentos suyos que había leído en revistas, de mí, de mi casa en las afueras de Girona, del concurso literario (me reía del ganador), de la situación política chilena y argentina (todavía estaban bien establecidas ambas dictaduras), de los cuentos de Walsh (que era el otro a quien más quería junto con Sensini), de la vida en España y de la vida en general. Contra lo que esperaba, recibí una carta suya apenas una semana después. Comenzaba dándome las gracias por la mía, decía que en efecto el Ayuntamiento de Alcoy también le había enviado a él el libro con los cuentos galardonados pero que, al contrario que yo, él no había encontrado tiempo (aunque después, cuando volvía de forma sesgada sobre el mismo tema, decía que no había encontrado ánimo suficiente) para repasar el relato ganador y los accésits, aunque en estos días se había leído el mío y lo había encontrado de calidad, «un cuento de primer orden», decía, conservo la carta, y al mismo tiempo me instaba a perseverar, pero no, como al principio entendí, a perseverar en la escritura sino a perseverar en los concursos, algo que él, me aseguraba, también haría. Acto seguido pasaba a preguntarme por los certámenes literarios que se «avizoraban en el horizonte», encomiándome que apenas supiera de uno se lo hiciera saber en el acto. En contrapartida me adjuntaba las señas de dos concursos de relatos, uno en Plasencia y el otro en Écija, de 25.000 y 30.000 pesetas respectivamente, cuyas bases según pude comprobar más tarde extraía de periódicos y revistas madrileñas cuya sola existencia era un crimen o un milagro, depende. Ambos concursos aún estaban a mi alcance y Sensini terminaba su carta de manera más bien entusiasta, como si ambos estuviéramos en la línea de salida de una carrera interminable, amén de dura y sin sentido. «Valor y a trabajar», decía.
Recuerdo que pensé: qué extraña carta, recuerdo que releí algunas capítulos de Ugarte, por esos días aparecieron en la plaza de los cines de Girona los vendedores ambulantes de libros, gente que montaba sus tenderetes alrededor de la plaza y que ofrecía mayormente stocks invendibles, los saldos de las editoriales que no hacía mucho habían quebrado, libros de la Segunda Guerra Mundial, novelas de amor y de vaqueros, colecciones de postales. En uno de los tenderetes encontré un libro de cuentos de Sensini y lo compré. Estaba como nuevo —de hecho era un libro nuevo, de aquellos que las editoriales venden rebajados a los únicos que mueven este material, los ambulantes, cuando ya ninguna librería, ningún distribuidor quiere meter las manos en ese fuego— y aquella semana fue una semana Sensini en todos los sentidos. A veces releía por centésima vez su carta, otras veces hojeaba Ugarte, y cuando quería acción, novedad, leía sus cuentos. Éstos, aunque trataban sobre una gama variada de temas y situaciones, generalmente se desarrollaban en el campo, en la pampa, y eran lo que al menos antiguamente se llamaban historias de hombres a caballo. Es decir historias de gente armada, desafortunada, solitaria o con un peculiar sentido de la sociabilidad. Todo lo que en Ugarte era frialdad, un pulso preciso de neurocirujano, en el libro de cuentos era calidez, paisajes que se alejaban del lector muy lentamente (y que a veces se alejaban con el lector), personajes valientes y a la deriva.
En el concurso de Plasencia no alcancé a participar, pero en el de Écija sí. Apenas hube puesto los ejemplares de mi cuento (seudónimo: Aloysius Acker) en el correo, comprendí que si me quedaba esperando el resultado las cosas no podían sino empeorar. Así que decidí buscar otros concursos y de paso cumplir con el pedido de Sensini. Los días siguientes, cuando bajaba a Girona, los dediqué a trajinar periódicos atrasados en busca de información: en algunos ocupaban una columna junto a ecos de sociedad, en otros aparecían entre sucesos y deportes, el más serio de todos los situaba a mitad de camino del informe del tiempo y las notas necrológicas, ninguno, claro, en las páginas culturales. Descubrí, asimismo, una revista de la Generalitat que entre becas, intercambios, avisos de trabajo, cursos de posgrado, insertaba anuncios de concursos literarios, la mayoría de ámbito catalán y en lengua catalana, pero no todos. Pronto tuve tres concursos en ciernes en los que Sensini y yo podíamos participar y le escribí una carta.
Como siempre, la respuesta me llegó a vuelta de correo. La carta de Sensini era breve. Contestaba algunas de mis preguntas, la mayoría de ellas relativas a su libro de cuentos recién comprado, y adjuntaba a su vez las fotocopias de las bases de otros tres concursos de cuento, uno de ellos auspiciado por los Ferrocarriles del Estado, premio gordo y diez finalistas a 50.000 pesetas por barba, decía textualmente, el que no se presenta no gana, que por la intención no quede. Le contesté diciéndole que no tenía tantos cuentos como para cubrir los seis concursos en marcha, pero sobre todo intenté tocar otros temas, la carta se me fue de la mano, le hablé de viajes, amores perdidos, Walsh, Conti, Francisco Urondo, le pregunté por Gelman al que sin duda conocía, terminé contándole mi historia por capítulos, siempre que hablo con argentinos termino enzarzándome con el tango y el laberinto, les sucede a muchos chilenos.
La respuesta de Sensini fue puntual y extensa, al menos en lo tocante a la producción y los concursos. En un folio escrito a un solo espacio y por ambas caras exponía una suerte de estrategia general con respecto a los premios literarios de provincias. Le hablo por experiencia, decía. La carta comenzaba por santificarlos (nunca supe si en serio o en broma), fuente de ingresos que ayudaban al diario sustento. Al referirse a las entidades patrocinadoras, ayuntamientos y cajas de ahorro, decía «esa buena gente que cree en la literatura», o «esos lectores puros y un poco forzados». No se hacía en cambio ninguna ilusión con respecto a la información de la «buena gente», los lectores que previsiblemente (o no tan previsiblemente) consumirían aquellos libros invisibles. Insistía en que participara en el mayor número posible de premios, aunque sugería que como medida de precaución les cambiara el título a los cuentos si con uno solo, por ejemplo, acudía a tres concursos cuyos fallos coincidían por las mismas fechas. Exponía como ejemplo de esto su relato Al amanecer, relato que yo no conocía, y que él había enviado a varios certámenes literarios casi de manera experimental, como el conejillo de Indias destinado a probar los efectos de una vacuna desconocida. En el primer concurso, el mejor pagado, Al amanecer fue como Al amanecer, en el segundo concurso se presentó como Los gauchos, en el tercer concurso su título era En la otra pampa, y en el último se llamaba Sin remordimientos. Ganó en el segundo y en el último, y con la plata obtenida en ambos premios pudo pagar un mes y medio de alquiler, en Madrid los precios estaban por las nubes. Por supuesto, nadie se enteró de que Los gauchos y Sin remordimientos eran el mismo cuento con el título cambiado, aunque siempre existía el riesgo de coincidir en más de una liza con un mismo jurado, oficio singular que en España ejercían de forma contumaz una pléyade de escritores y poetas menores o autores laureados en anteriores fiestas. El mundo de la literatura es terrible, además de ridículo, decía. Y añadía que ni siquiera el repetido encuentro con un mismo jurado constituía de hecho un peligro, pues éstos generalmente no leían las obras presentadas o las leían por encima o las leían a medias. Y a mayor abundamiento, decía, quién sabe si Los gauchos y Sin remordimientos no sean dos relatos distintos cuya singularidad resida precisamente en el título. Parecidos, incluso muy parecidos, pero distintos. La carta concluía enfatizando que lo ideal sería hacer otra cosa, por ejemplo vivir y escribir en Buenos Aires, sobre el particular pocas dudas tenía, pero que la realidad era la realidad, y uno tenía que ganarse los porotos (no sé si en Argentina llaman porotos a las judías, en Chile sí) y que por ahora la salida era ésa. Es como pasear por la geografía española, decía. Voy a cumplir sesenta años, pero me siento como si tuviera veinticinco, afirmaba al final de la carta o tal vez en la posdata. Al principio me pareció una declaración muy triste, pero cuando la leí por segunda o tercera vez comprendí que era como si me dijera: ¿cuántos años tenés vos, pibe? Mi respuesta, lo recuerdo, fue inmediata. Le dije que tenía veintiocho, tres más que él. Aquella mañana fue como si recuperara si no la felicidad, sí la energía, una energía que se parecía mucho al humor, un humor que se parecía mucho a la memoria.
No me dediqué, como me sugería Sensini, a los concursos de cuentos, aunque sí participé en los últimos que entre él y yo habíamos descubierto. No gané en ninguno, Sensini volvió a hacer doblete en Don Benito y en Écija, con un relato que originalmente se titulaba Los sables y que en Écija se llamó Dos espadas y en Don Benito El tajo más profundo. Y ganó un accésit en el premio de los ferrocarriles, lo que le proporcionó no sólo dinero sino también un billete franco para viajar durante un año por la red de la Renfe.
Con el tiempo fui sabiendo más cosas de él. Vivía en un piso de Madrid con su mujer y su única hija, de diecisiete años, llamada Miranda. Otro hijo, de su primer matrimonio, andaba perdido por Latinoamérica o eso quería creer. Se llamaba Gregorio, tenía treintaicinco años, era periodista. A veces Sensini me contaba de sus diligencias en organismos humanitarios o vinculados a los departamentos de derechos humanos de la Unión Europea para averiguar el paradero de Gregorio. En esas ocasiones las cartas solían ser pesadas, monótonas, como si mediante la descripción del laberinto burocrático Sensini exorcizara a sus propios fantasmas. Dejé de vivir con Gregorio, me dijo en una ocasión, cuando el pibe tenía cinco años. No añadía nada más, pero yo vi a Gregorio de cinco años y vi a Sensini escribiendo en la redacción de un periódico y todo era irremediable. También me pregunté por el nombre y no sé por qué llegué a la conclusión de que había sido una suerte de homenaje inconsciente a Gregorio Samsa. Esto último, por supuesto, nunca se lo dije. Cuando hablaba de Miranda, por el contrario, Sensini se ponía alegre, Miranda era joven, tenía ganas de comerse el mundo, una curiosidad insaciable, y además, decía, era linda y buena. Se parece a Gregorio, decía, sólo que Miranda es mujer (obviamente) y no tuvo que pasar por lo que pasó mi hijo mayor.
Poco a poco las cartas de Sensini se fueron haciendo más largas. Vivía en un barrio desangelado de Madrid, en un piso de dos habitaciones más sala comedor, cocina y baño. Saber que yo disponía de más espacio que él me pareció sorprendente y después injusto. Sensini escribía en el comedor, de noche, «cuando la señora y la nena ya están dormidas», y abusaba del tabaco. Sus ingresos provenían de unos vagos trabajos editoriales (creo que corregía traducciones) y de los cuentos que salían a pelear a provincias. De vez en cuando le llegaba algún cheque por alguno de sus numerosos libros publicados, pero la mayoría de las editoriales se hacían las olvidadizas o habían quebrado. El único que seguía produciendo dinero era ligarte, cuyos derechos tenía una editorial de Barcelona. Vivía, no tardé en comprenderlo, en la pobreza, no una pobreza absoluta sino una de clase media baja, de clase media desafortunada y decente. Su mujer (que ostentaba el curioso nombre de Carmela Zajdman) trabajaba ocasionalmente en labores editoriales y dando clases particulares de inglés, francés y hebreo, aunque en más de una ocasión se había visto abocada a realizar faenas de limpieza. La hija sólo se dedicaba a los estudios y su ingreso en la universidad era inminente. En una de mis cartas le pregunté a Sensini si Miranda también se iba a dedicar a la literatura. En su respuesta decía: no, por Dios, la nena estudiará medicina.
Una noche le escribí pidiéndole una foto de su familia. Sólo después de dejar la carta en el correo me di cuenta de que lo que quería era conocer a Miranda. Una semana después me llegó una fotografía tomada seguramente en el Retiro en donde se veía a un viejo y a una mujer de mediana edad junto a una adolescente de pelo liso, delgada y alta, con los pechos muy grandes. El viejo sonreía feliz, la mujer de mediana edad miraba el rostro de su hija, como si le dijera algo, y Miranda contemplaba al fotógrafo con una seriedad que me resultó conmovedora e inquietante. Junto a la foto me envió la fotocopia de otra foto. En ésta aparecía un tipo más o menos de mi edad, de rasgos acentuados, los labios muy delgados, los pómulos pronunciados, la frente amplia, sin duda un tipo alto y fuerte que miraba a la cámara (era una foto de estudio) con seguridad y acaso con algo de impaciencia. Era Gregorio Sensini, antes de desaparecer, a los veintidós años, es decir bastante más joven de lo que yo era entonces, pero con un aire de madurez que lo hacía parecer mayor.
Durante mucho tiempo la foto y la fotocopia estuvieron en mi mesa de trabajo. A veces me pasaba mucho rato contemplándolas, otras veces me las llevaba al dormitorio y las miraba hasta caerme dormido. En su carta Sensini me había pedido que yo también les enviara una foto mía. No tenía ninguna reciente y decidí hacerme una en el fotomatón de la estación, en esos años el único fotomatón de toda Girona. Pero las fotos que me hice no me gustaron. Me encontraba feo, flaco, con el pelo mal cortado. Así que cada día iba postergando el envío de mi foto y cada día iba gastando más dinero en el fotomatón. Finalmente cogí una al azar, la metí en un sobre junto con una postal y se la envié. La respuesta tardó en llegar. En el ínterin recuerdo que escribí un poema muy largo, muy malo, lleno de voces y de rostros que parecían distintos pero que sólo eran uno, el rostro de Miranda Sensini, y que cuando yo por fin podía reconocerlo, nombrarlo, decirle Miranda, soy yo, el amigo epistolar de tu padre, ella se daba media vuelta y echaba a correr en busca de su hermano, Gregorio Samsa, en busca de los ojos de Gregorio Samsa que brillaban al fondo de un corredor en tinieblas donde se movían imperceptiblemente los bultos oscuros del terror latinoamericano.
La respuesta fue larga y cordial. Decía que Carmela y él me encontraron muy simpático, tal como me imaginaban, un poco flaco, tal vez, pero con buena pinta y que también les había gustado la postal de la catedral de Girona que esperaban ver personalmente dentro de poco, apenas se hallaran más desahogados de algunas contingencias económicas y domésticas. En la carta se daba por entendido que no sólo pasarían a verme sino que se alojarían en mi casa. De paso me ofrecían la suya para cuando yo quisiera ir a Madrid. La casa es pobre, pero tampoco es limpia, decía Sensini imitando a un famoso gaucho de tira cómica que fue muy famoso en el Cono Sur a principios de los setenta. De sus tareas literarias no decía nada. Tampoco hablaba de los concursos.
Al principio pensé en mandarle a Miranda mi poema, pero después de muchas dudas y vacilaciones decidí no hacerlo. Me estoy volviendo loco, pensé, si le mando esto a Miranda se acabaron las cartas de Sensini y además con toda la razón del mundo. Así que no se lo mandé. Durante un tiempo me dediqué a rastrearle bases de concursos. En una carta Sensini me decía que temía que la cuerda se le estuviera acabando. Interpreté sus palabras erróneamente, en el sentido de que ya no tenía suficientes certámenes literarios adonde enviar sus relatos.
Insistí en que viajaran a Girona. Les dije que Carmela y él tenían mi casa a su disposición, incluso durante unos días me obligué a limpiar, barrer, fregar y sacarle el polvo a las habitaciones en la seguridad (totalmente infundada) de que ellos y Miranda estaban al caer. Argüí que con el billete abierto de la Renfe en realidad sólo tendrían que comprar dos pasajes, uno para Carmela y otro para Miranda, y que Cataluña tenía cosas maravillosas que ofrecer al viajero. Hablé de Barcelona, de Olot, de la Costa Brava, de los días felices que sin duda pasaríamos juntos. En una larga carta de respuesta, en donde me daba las gracias por mi invitación, Sensini me informaba que por ahora no podían moverse de Madrid. La carta, por primera vez, era confusa, aunque a eso de la mitad se ponía a hablar de los premios (creo que se había ganado otro) y me daba ánimos para no desfallecer y seguir participando. En esta parte de la carta hablaba también del oficio de escritor, de la profesión, y yo tuve la impresión de que las palabras que vertía eran en parte para mí y en parte un recordatorio que se hacía a sí mismo. El resto, como ya digo, era confuso. Al terminar de leer tuve la impresión de que alguien de su familia no estaba bien de salud.
Dos o tres meses después me llegó la noticia de que probablemente habían encontrado el cadáver de Gregorio en un cementerio clandestino. En su carta Sensini era parco en expresiones de dolor, sólo me decía que tal día, a tal hora, un grupo de forenses, miembros de organizaciones de derechos humanos, una fosa común con más de cincuenta cadáveres de jóvenes, etc. Por primera vez no tuve ganas de escribirle. Me hubiera gustado llamarlo por teléfono, pero creo que nunca tuvo teléfono y si lo tuvo yo ignoraba su número. Mi contestación fue escueta. Le dije que lo sentía, aventuré la posibilidad de que tal vez el cadáver de Gregorio no fuera el cadáver de Gregorio.
Luego llegó el verano y me puse a trabajar en un hotel de la costa. En Madrid ese verano fue pródigo en conferencias, cursos, actividades culturales de toda índole, pero en ninguna de ellas participó Sensini y si participó en alguna el periódico que yo leía no lo reseñó.
A finales de agosto le envié una tarjeta. Le decía que posiblemente cuando acabara la temporada fuera a hacerle una visita. Nada más. Cuando volví a Girona, a mediados de septiembre, entre la poca correspondencia acumulada bajo la puerta encontré una carta de Sensini con fecha 7 de agosto. Era una carta de despedida. Decía que volvía a la Argentina, que con la democracia ya nadie le iba a hacer nada y que por tanto era ocioso permanecer más tiempo fuera. Además, si quería saber a ciencia cierta el destino final de Gregorio no había más remedio que volver. Carmela, por supuesto, regresa conmigo, anunciaba, pero Miranda se queda. Le escribí de inmediato, a la única dirección que tenía, pero no recibí respuesta.
Poco a poco me fui haciendo a la idea de que Sensini había vuelto para siempre a la Argentina y que si no me escribía él desde allí ya podía dar por acabada nuestra relación epistolar. Durante mucho tiempo estuve esperando su carta o eso creo ahora, al recordarlo. La carta de Sensini, por supuesto, no llegó nunca. La vida en Buenos Aires, me consolé, debía de ser rápida, explosiva, sin tiempo para nada, sólo para respirar y parpadear. Volví a escribirle a la dirección que tenía de Madrid, con la esperanza de que le hicieran llegar la carta a Miranda, pero al cabo de un mes el correo me la devolvió por ausencia del destinatario. Así que desistí y dejé que pasaran los días y fui olvidando a Sensini, aunque cuando iba a Barcelona, muy de tanto en tanto, a veces me metía tardes enteras en librerías de viejo y buscaba sus libros, los libros que yo conocía de nombre y que nunca iba a leer. Pero en las librerías sólo encontré viejos ejemplares de Ugarte y de su libro de cuentos publicado en Barcelona y cuya editorial había hecho suspensión de pagos, casi como una señal dirigida a Sensini, dirigida a mí.
Uno o dos años después supe que había muerto. No sé en qué periódico leí la noticia. Tal vez no la leí en ninguna parte, tal vez me la contaron, pero no recuerdo haber hablado por aquellas fechas con gente que lo conociera, por lo que probablemente debo de haber leído en alguna parte la noticia de su muerte. Ésta era escueta: el escritor argentino Luis Antonio Sensini, exiliado durante algunos años en España, había muerto en Buenos Aires. Creo que también, al final, mencionaban Ugarte. No sé por qué, la noticia no me impresionó. No sé por qué, el que Sensini volviera a Buenos Aires a morir me pareció lógico.
Tiempo después, cuando la foto de Sensini, Carmela y Miranda y la fotocopia de la foto de Gregorio reposaban junto con mis demás recuerdos en una caja de cartón que por algún motivo que prefiero no indagar aún no he quemado, llamaron a la puerta de mi casa. Debían de ser las doce de la noche, pero yo estaba despierto. La llamada, sin embargo, me sobresaltó. Ninguna de las pocas personas que conocía en Girona hubieran ido a mi casa a no ser que ocurriera algo fuera de lo normal. Al abrir me encontré a una mujer de pelo largo debajo de un gran abrigo negro. Era Miranda Sensini, aunque los años transcurridos desde que su padre me envió la foto no habían pasado en vano. Junto a ella estaba un tipo rubio, alto, de pelo largo y nariz ganchuda. Soy Miranda Sensini, me dijo con una sonrisa. Ya lo sé, dije yo y los invité a pasar. Iban de viaje a Italia y luego pensaban cruzar el Adriático rumbo a Grecia. Como no tenían mucho dinero viajaban haciendo autostop. Aquella noche durmieron en mi casa. Les hice algo de cenar. El tipo se llamaba Sebastián Cohen y también había nacido en Argentina, pero desde muy joven vivía en Madrid. Me ayudó a preparar la cena mientras Miranda inspeccionaba la casa. ¿Hace mucho que la conoces?, preguntó. Hasta hace un momento sólo la había visto en foto, le contesté.
Después de cenar les preparé una habitación y les dije que se podían ir a la cama cuando quisieran. Yo también pensé en meterme a mi cuarto y dormirme, pero comprendí que aquello iba a resultar difícil, si no imposible, así que cuando supuse que ya estaban dormidos bajé a la primera planta y puse la tele, con el volumen muy bajo, y me puse a pensar en Sensini.
Poco después sentí pasos en la escalera. Era Miranda. Ella tampoco podía quedarse dormida. Se sentó a mi lado y me pidió un cigarrillo. Al principio hablamos de su viaje, de Girona (llevaban todo el día en la ciudad, no le pregunté por qué habían llegado tan tarde a mi casa), de las ciudades que pensaban visitar en Italia. Después hablamos de su padre y de su hermano. Según Miranda, Sensini nunca se repuso de la muerte de Gregorio. Volvió para buscarlo, aunque todos sabíamos que estaba muerto. ¿Carmela también?, pregunté. Todos, dijo Miranda, menos él. Le pregunté cómo le había ido en Argentina. Igual que aquí, dijo Miranda, igual que en Madrid, igual que en todas partes. Pero en Argentina lo querían, dije yo. Igual que aquí, dijo Miranda. Saqué una botella de coñac de la cocina y le ofrecí un trago. Estás llorando, dijo Miranda. Cuando la miré ella desvió la mirada. ¿Estabas escribiendo?, dijo. No, miraba la tele. Quiero decir cuando Sebastián y yo llegamos, dijo Miranda, ¿estabas escribiendo? Sí, dije. ¿Relatos? No, poemas. Ah, dijo Miranda. Bebimos largo rato en silencio, contemplando las imágenes en blanco y negro del televisor. Dime una cosa, le dije, ¿por qué le puso tu padre Gregorio a Gregorio? Por Kafka, claro, dijo Miranda. ¿Por Gregorio Samsa? Claro, dijo Miranda. Ya, me lo suponía, dije yo. Después Miranda me contó a grandes trazos los últimos meses de Sensini en Buenos Aires.
Se había marchado de Madrid ya enfermo y contra la opinión de varios médicos argentinos que lo trataban gratis y que incluso le habían conseguido un par de internamientos en hospitales de la Seguridad Social. El reencuentro con Buenos Aires fue doloroso y feliz. Desde la primera semana se puso a hacer gestiones para averiguar el paradero de Gregorio. Quiso volver a la universidad, pero entre trámites burocráticos y envidias y rencores de los que no faltan el acceso le fue vedado y se tuvo que conformar con hacer traducciones para un par de editoriales. Carmela, por el contrario, consiguió trabajo como profesora y durante los últimos tiempos vivieron exclusivamente de lo que ella ganaba. Cada semana Sensini le escribía a Miranda. Según ésta, su padre se daba cuenta de que le quedaba poca vida e incluso en ocasiones parecía ansioso de apurar de una vez por todas las últimas reservas y enfrentarse a la muerte. En lo que respecta a Gregorio, ninguna noticia fue concluyente. Según algunos forenses, su cuerpo podía estar entre el montón de huesos exhumados de aquel cementerio clandestino, pero para mayor seguridad debía hacerse una prueba de ADN, pero el gobierno no tenía fondos o no tenía ganas de que se hiciera la prueba y ésta se iba cada día retrasando un Poco más. También se dedicó a buscar a una chica, una probable compañera que Goyo posiblemente tuvo en la clandestinidad, pero la chica tampoco apareció. Luego su salud se agravó y tuvo que ser hospitalizado. Ya ni siquiera escribía, dijo Miranda. Para él era muy importante escribir cada día, en cualquier condición. Sí, le dije, creo que así era. Después le pregunté si en Buenos Aires alcanzó a participar en algún concurso. Miranda me miró y se sonrió. Claro, tú eras el que participaba en los concursos con él, a ti te conoció en un concurso. Pensé que tenía mi dirección por la simple razón de que tenía todas las direcciones de su padre, pero que sólo en ese momento me había reconocido. Yo soy el de los concursos, dije. Miranda se sirvió más coñac y dijo que durante un año su padre había hablado bastante de mí. Noté que me miraba de otra manera. Debí importunarlo bastante, dije. Qué va, dijo ella, de importunarlo nada, le encantaban tus cartas, siempre nos las leía a mi madre y a mí. Espero que fueran divertidas, dije sin demasiada convicción. Eran divertidísimas, dijo Miranda, mi madre incluso hasta os puso un nombre. ¿Un nombre?, ¿a quiénes? A mi padre y a ti, os llamaba los pistoleros o los cazarrecompensas, ya no me acuerdo, algo así, los cazadores de cabelleras. Me imagino por qué, dije, aunque creo que el verdadero cazarrecompensas era tu padre, yo sólo le pasaba uno que otro dato. Sí, él era un profesional, dijo Miranda de pronto seria. ¿Cuántos premios llegó a ganar?, le pregunté. Unos quince, dijo ella con aire ausente. ¿Y tú? Yo por el momento sólo uno, dije. Un accésit en Alcoy, por el que conocí a tu padre. ¿Sabes que Borges le escribió una vez una carta, a Madrid, en donde le ponderaba uno de sus cuentos?, dijo ella mirando su coñac. No, no lo sabía, dije yo. Y Cortázar también escribió sobre él, y también Mujica Lainez. Es que él era un escritor muy bueno, dije yo. Joder, dijo Miranda y se levantó y salió al patio, como si yo hubiera dicho algo que la hubiera ofendido. Dejé pasar unos segundos, cogí la botella de coñac y la seguí. Miranda estaba acodada en la barda mirando las luces de Girona. Tienes una buena vista desde aquí, me dijo. Le llené su vaso, me llené el mío, y nos quedamos durante un rato mirando la ciudad iluminada por la luna. De pronto me di cuenta de que ya estábamos en paz, que por alguna razón misteriosa habíamos llegado juntos a estar en paz y que de ahí en adelante las cosas imperceptiblemente comenzarían a cambiar. Como si el mundo, de verdad, se moviera. Le pregunté qué edad tenía. Veintidós, dijo. Entonces yo debo tener más de treinta, dije, y hasta mi voz sonó extraña.
Acerca del autor.
Roberto Bolaño (Santiago, 28 de abril de 1953 – Barcelona, 15 de julio de 2003) fue un escritor y poeta chileno, cuya novela Los detectives salvajes ganó los premios Herralde 1998 y Rómulo Gallegos 1999.

miércoles, 17 de mayo de 2017

el sueño de hoy

Llegaba a Mar del Plata sola, con apenas una cartera porque iba a hacer un tramite que el sueño no devela.
En tren, sin pasaje de retorno, pero con la idea de quedarme un solo día.
Advierto que no tengo ni tarjeta de crédito, ni documento, y solo mil pesos. De los cuales invierto 600 en un hotel demasiado lujoso para mi presupuesto,  El hall era enorme, como en los hoteles lujosos (tal vez porque estoy viendo Grand Hotel en Netflix, o tal vez algún recuerdo de unas Jornadas de Salud en el Provincial de Mar del Plata)
Con los 400 pesos que me quedan debo comer y sacar el pasaje de vuelta. Voy a la estación de tren y trato de sacar para el dia siguiente (costaba 100 pesos, eso me da alivio) pero me dicen que no quedan, que vuelva a la hora de salida del tren, a ver si hay algun lugar vacante.
Claramente no es época de turismo.
En una avenida ancha como la Av. de Mayo,  en la  vereda de enfrente,  delicuentes amarrados a los palos de luz, solo de esa vereda. Algunos (pocos) totalmente desnudos, como si los hubieran retirado de un telo en plena faena. No entiendo - en el sueño- esa relación entre delito y coger, pero debe haberla para mi inconsciente. También veo un grupo de tres mirando una netbook totalmente desnudos (un trio) cagándose de la risa, sin advertir lo grave de estar detenidos.O sabiendo que van a ser liberados de inmediato Porque se trata, sin duda, de una razzia de la policia buscando delincuentes y agarrandolos de a manojo.... La mujer del trio tiene las tetas hechas, son enormes, duras y separadas, y  carecen de gracia.Pienso en las mias, en el texto del sueño.
Pienso en que no tengo que gastar mas de 300 pesos en comer, todo el día,  en si tendré incluido el desayuno en el hotel importante. Me pregunto cual es el tramite....
No tengo a quien pedirle plata, me pregunto como puedo ser tan pelotuda de haberme olvidado mi tarjeta de crédito
Sola en una ciudad que no es la mia, no puedo volver a casa, no se que fui a hacer, no tengo plata.
Me despierto angustiada.
Extranamente cuando me despierto, recuerdo una canción de Carly Simons, muy conocida porque fue banda de sonido de la pelicula Secretaria Ejecutiva.
Let the river run
y me digo, Nilda, dejá que el rio corra.
 y entonces me levanto: Se abre el miercoles para mi. Otro.
que linda mina, ya mina grande, en sus estandares de mina grande Carly Simons


sábado, 13 de mayo de 2017

Pompei

Orto dei Fuggiaschi - el huerto del fugitivo



Al culo del mundo me voy a ir pero no me va a encontrar. Y saco un carilina de la campera y después no lloro mas y le voy a decir a  los chicos que todo salió bien y que me voy a festejar con un viaje.Por que acá hace frió y en la costiera hace calor.  Y a ellos no les extraña ni un poco y me llevan en poco mas de tres semanas a Ezeiza y sin darme cuenta ya subo trabajosamente la cuesta hasta la Piazza del mulini y me tomo una van  hasta Sorrento y de ahi la circunvesubiana como todos esos turistas con mapas, entre los cuales hay un par de alemanes tan blancos que no se que van a hacer con el sol de Nápoli, y una mujer con un carrito de bebe que -por lo que yo se- no va a poder hacer ni cincuenta metros
Pero mientras tanto cuento para atrás de 3 en tres de noventa y nueve para abajo porque si no me equivoco, ni me salteo ningún número me va a dejar de doler. Y entonces busco algo para tragarme esa pastilla, un canoli, que me dieron envuelto en aluminio, como si el aluminio fuera regalado, estos europeos, relleno de una ricota tan cremosa que dan ganas de llorar, y lloro un poco y no se si es por el canoli o porque el dolor ha cedido, y llego a tres desde noventa y nueve  y me escurro en un asiento donde dos hablan algo en un italiano tan cerrado que no entiendo ni una sola palabra, pero creo que están hablando de mi.
Pasa un río y tengo miedo de irme a la mierda, a perderme y tal vez no sea tan mala idea, pero tomo otro trago del agua mineral, que ya esta caliente como el pis, y veo el cartel de Pompei Scavi y una docena de personas en el mismo vagón tienen cara de ir a ver esa enorme tumba que nos recuerda que vamos a morir. Y en el cartel  dice "villa dei misteri" y que otro misterio que la muerte. Todo hace signo, pero dieciocho, quince, doce, nueve ya no duele mas.
Unos españoles me piden que les tome una foto y que se vea el Vesubio atrás y todos caminan rápido y yo me demoro, y voy para donde van todos, sin fijarme en los carteles. Para que, si todos vamos al mismo lado, a la villa del Misterio. 
En un par de cuadras hay barcitos que ofrecen jugos, adornados los frentes con limones y pomelos monstruosos, deformes,y unas naranjas chiquitas que son como las de acá.
y ahi nomas, la Porta Marina, la puerta al enorme cementerio donde el sol abrasa las cabezas y una multitud de fantasmas invisibles y quemados y hechos piedra te reciben para las fotos y gente advertida que lleva paraguas, porque el sol cae como lluvia.
Y hay que protegerse pero esa palabra no me gusta, protegerse es creer que se le va a ganar a la muerte y no me importa insolarme, y yo se que en que  en 1971 cuando nosotros no nos protegíamos de nada y eramos felices tocó pink floyd, un tiempo en que no nos protegíamos y nos raspábamos las rodillas trepando y después nos pasaban el trapo de las platos para adecentarnos sin espadol ni nada. y a lo sumo te encajaban metiolathe y te soplaban un montón de bacterias junto al aire y entonces no picaba tanto  y  si las bacterias del trapo y las del soplido, se engarzaban en los raspones, como eramos inmortales no nos moríamos. 




y yo no quiero protegerme pero igual tomo agua mineral como los enfermos, como los moribundos, como los turistas que son  piraña, y mi paso cansado, lerdo,de enferma,  me aleja de los grupos entusiastas y de los nenes que no se dan cuenta que no se debe correr entre tumbas.
Y no quiero ver el lupanar, no quiero ver el lugar donde dicen que tenga cuidado con el perro , no quiero entender las asambleas, y me quedo quieta leyendo en el mapita que me dieron en la entrada. Leo que esas marcas en la piedra son de los carros con caballos que recorrían el lugar y esos hermosos bebederos me esperan a mi desde hace mil años Y cuento nueve, seis, tres pero como me duele empiezo en 21 y al llegar a 18 me preocupa mas el sol, que mi costado y entonces dios existe y yo me quedo mas tranquila. Tiro la mochila por ahi, no la necesito,me voy a fugar donde los fugitivos no pudieron, me alcanza con llegar al huerto y tengo miedo de que me vea un guarda y piense que hay una bomba en la mochila violeta que dejé en la piedra.
y me alejo y me alejo buscando el orto del fuggiaschi, el huerto de los fugitivos, donde la lava los agarro huyendo y ahi están, dicen y queda lejos, tanto que los primerizos en Pompei no lo tienen entre las atracciones.
Y me escapo para adelante pensando que si cuento de 300 para abajo, no voy a ser como los fuggiaschi, que yo me voy a poder escapar, que escapar es posible. Que no me va a encontrar.
Ella.
Si, ella, la muerte.


el pene en la piedra (yo lo coloree) marca la proximidad del puticlub. 

jueves, 11 de mayo de 2017

una enfermera del amor.

Ella, la enfermedad, viene en distintas presentaciónes, con distintos envases.  Te mordisquea los garrones, silenciosa, artera, Es la sirvienta que se va llevando los cubiertos de a uno y vos le tenes una fe ciega. La enfermedad te ensombrece, te calza ropa de viejo, gastada en los fondillos. La enfermedad te achica como si fuera la pastillita magica que toma Alicia en el país. Te saca las ganas, te bebe la leche de los huevos pero no te da placer. Te sentis una marica triste en carnaval. Cambia las cosas de tu mesa de luz, te llena los orines de olor a remedio, te anuncia que  tu cama va a tener controles remotos, tus minas seran enfermeras, y te circulan cangrejos por los organos y un pajaro idiota te picotea atras del ojo, La enfermedad es un deforme  maligno que se escapa con tus sueños, Tanto te chupa la sangre, vampira de lo vivo que a veces preferís morirte para sacarte de encima a la muy puta.



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martes, 9 de mayo de 2017

Los genocidas, en la carcel.

LAS SIRENAS AHOGADAS EN VODKA REPUDIAN EL FALLO DE LA CORTE SUPREMA QUE LE ABRE LA PUERTA A LOS GENOCIDAS

TODOS A LA PLAZA, MAÑANA. 
POR NOSOTROS, POR NUESTRA DIGNIDAD
POR NUESTROS MUERTOS
POR LAS MUJERES PICANEADAS EN LA VAGINA, VIOLADAS QUE MURIERON CON MIEDO
POR LOS NIÑOS SECUESTRADOS Y MUERTOS
POR LAS PERSONAS QUE FUERON TIRADAS DE AVIONES EN VUELO EN EL RIO DE LA PLATA
POR AQUELLOS QUE ESTAN EN TUMBAS OCULTAS SIN NOMBRES
POR LAS FAMILIAS QUE SE QUEDARON ESPERANDO QUE VUELVAN SUS HIJOS
POR LA COMPLICIDAD DE ESTOS HIJOS DE PUTA DEL GOBIERNO MACRISTA QUE HACEN POSIBLE ESTAS ABOMINACIONES


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domingo, 7 de mayo de 2017

donde está la poesía cuando se la necesita.

“¿Dónde está la poesía ahora que no sé qué hacer con todo este amor de puta,ahora que sos la perra en celoque se adueña de la noche?”

Alejo Salem . Mar del Plata.

¿Cuándo es poesía,
si no desayuno atardeceres ni anochezco entre tus piernas;
si no se adjuntan libertades
a las batallas?

¿Cómo es la poesía,
si tu vientre ya no es mío,
si ya no interesa contar los logros,
si ya no te miro desde tus pies,
si no me está permitido llorarte?

Si mi fe es un árbol que imagina
la línea de llegada.

¿Dónde está la poesía ahora
que no se que hacer
con todo este amor de puta,
ahora que sos la perra en celo
que se adueña de la noche?

Ahora que tu nombre me es ajeno,
que no cabe un ángel en la poesía;
ahora, por esta vez,
volame la cabeza.


 Volcame.


viernes, 5 de mayo de 2017

cateterismo

La mañana se desliza entre nescafé y el viaje a la clínica, él manejando con auto mientras el otoño, otro otoño, otro mas, casi rutina y después de los tramites, asunto programado: Con suerte es un estudio y a otra cosa. Si hay mala suerte,tal vez una incisión en la pierna.
Estas sola en una sala de espera de un quirófano y sale un tipo con delantal, que en otra pelicula podría hacer de bachero de tenedor libre, pero que acá es el capo y te dice que el bienquerido puede pasar del otro lado del espejo.Que va a hacer lo que pueda pero esas arterias son carroña.
 Insinúa posible game over: no te lo podes creer. Tampoco preguntas si se puede morir porque no queres escuchar la respuesta y entonces te vas.
Y entonces vos te vas y viene otra que se hace cargo de tu alma. y se ocupa de tu cuerpo: no vez pasar instantes felices, o toda tu vida como un carrusel de película de los sesenta.No se te ocurre rezar ni llorar
La espera es un no tiempo.
Casi te llega que tu vida va a cambiar, que todo lo que te organiza y da sentido a tus rutinas desaparecerá como el agua de la ducha por la cañería. No podes sentir tristeza, simplemente que esa que está ahi no sos vos,sino una pésima estudiante de teatro que hace de vos, y no pone la pasión que debería, que la escena no es creíble.
Necesitas llegar y reemplazar rápido a ese lagarto extraterrestre que simula que sos vos.
No podes ni siquiera concentrarte en el bienquerido del otro lado de las mamparas poniendo el cuerpo a esas cosas que le eyectan por las venas para darle resuello. Sos una criatura inútil y un poco detestable a tus propios ojos.
El tiempo no pasa y le pusimos 3 stent, señora, ahora lo llevamos a la sala, quédese ahi así lo saluda cuando pasa a la unidad coronaria.
Cuando él se acerca en la camilla, con un ridículo gorro en la cabeza, es tan bello como siempre, la que le acaricia la cara y le dice "tuve miedo, pero todo está bien, se te ve bien" eras vos. El lagarto se escurrió por bambalinas esperando alguna  muerte, mas adelante,
Mas vale tarde, ya que es imposible que sea nunca.
El está bien y sonríe, un poco aletargado por haberle hecho verónicas a la muerte, como el torero que es, El tiempo se agarra de nuevo al reloj y dale. Imagen relacionada

martes, 2 de mayo de 2017

Slam.

Soñé con un poema que repetía la palabra dulce, Que lo iba a presentar a un slam de poesía lleno de pendejos y era algo sufriente Que se yo de pendejos y que se de slam de poesías llenos de pendejos.
Lo mas parecido que tengo es este cuento, que corregí y que va con la música que le puso un lector de este blog. Se repite como un mantra, la palabra horny (caliente)
No voy a ir a un slam de poesía nunca 
¿que es un slam? Ni debería saberlo a los 60 años. Pero lo sé. 

El slam es un torneo de poesía en el que los participantes se enfrentan a través de recitales dramatizados por las notas de un jurado seleccionado del público. El formato del torneo está inspirado en el boxeo. Se hace por rondas donde cada poeta tiene tres minutos para leer su poema. . Leen sus poemas solos frente al público y los que reciben las mejores notas pasan a la segunda ronda. Los primeros Slam se celebraban con dos poetas y duraban doce rondas (más cercano al boxeo que el actual formato).
El Slam  se celebra a micrófono abierto para cualquier tipo de poeta. El público se implica de dos formas. Primero, forman el jurado. Segundo, el micrófono abierto hace que todos tengan la oportunidad de recitar.


Amanecidos
Atrás de la avenida, un grupo de casas viejas, bajas. A ninguna le faltan rejas, pero si el cachito de lujo que permite decir a los propietarios o a sus hijos, está terminada. . En los frentes el grueso alisado para poner después -nunca-el salpicré, los mármoles, el fino. Envejecen y el revoque se pone amarronado, esperando.
Gritan esas casas que hasta ahi alcanzó el presupuesto, el préstamo o la fe. La medialuna en el cielo, cuelga.
Todo es de clase media para abajo, entre obrero y empleado de carnicería, desocupado y ama de casa, las horas de trabajo son que se registran en el ritmo del barrio, son tan aleatorias como las horas de mate en cada casa de cada pasillo.. Alguna hija da clases particulares, de danza, de ingles, de lenguaje de señas. Algún sobrino que arregla pc. Alguna mina sin suerte, o sin secundaria, viaja a Palermo levantando mesas y sirviendo cerveza mas por la propina que por el sueldo, que es un vuelto.
Casi la capital pero aun Avellaneda.
De una ventaba abierta sale cumbia de Leo Mattioli , de la otra La Beriso, al palo. Es el viernes a la hora en que el fin de semana se pone horny y los presuntos suicidas se suicidan porque no aguantan mas.

La luna aguarda paciente que los que aun salen de noche hagan planes.
Se cruzan el éter los guasap preguntando si salís, donde vas, cuanta plata tenés, yo te presto, dale que es viernes y hoy puede ser una noche grandiosa.Una noche totalmente horny. 
La luna se esconde atrás de unas nubes que corren como si en el cielo pasara algo. Si mirás el cielo como te enseñaba mi abuela, los corderitos corriendo amenazan lluvia. Pero es viernes a la noche y no tiene que llover.
Y ellas se arreglan el flequillo con la planchita y se enroscan el rodete muy alto, se prueban la mínima pollera elastizada negra y la remera buena, comprada en la feria, que deja el ombligo al aire, el piercing reluciente, y cuando se agachan en el espejo para verse los senos piensan 
Gritan esas casas que hasta ahi alcanzo el presupuesto, el préstamo o la fe. La medialuna en el cielo, cuelga.
Todo es de clase media para abajo, entre obrero y empleado de carnicería, desocupado y ama de casa, las horas de trabajo son tan desparejas como las horas de mate. Alguna hija que da clases particulares, de danza, de ingles, de lenguaje de señas. Algún sobrino que arregla pc. Alguna mina sin suerte, o sin secundaria, viaja a Palermo levantando mesas y sirviendo cerveza
Casi la capital pero aun Avellaneda.
De una casa se escucha cumbia , de la otra La Beriso, al palo. Es que es el viernes a la hora en que el fin de semana se pone hornie y los presuntos suicidas se suicidan. La luna aguarda que los que aun salen de noche hagan planes.
Se cruzan el éter los guasap preguntando si salis, donde vas, cuanta plata tenes, yo te presto, dale que es viernes y hoy puede ser una noche buena. La luna se esconde atras de unas nubes que corren como si en el cielo pasara algo.
y ellas se arreglan el flequillo con la planchita y se prueban la mínima pollera elastizada negra y la remera buena, comprada en la feria, que deja el ombligo al aire, el piercing reluciente, y cuando se agacha en el espejo para verse los senos piensan "estoy muy horny." Se acomodan las tetitas tan minimas como las polleras para que luzcan, para que prometan paraiso.
Y ellos se miran al espejo y parece que el gym hizo su magia porque mas ancho de hombros y de costado se me ven los biceps, y el cogote se esta poniendo groso. Y ellos creen que estan muy horny. Esa camisa es la única, menos mal que la vieja la lavó, yo le pego una planchada y de noche luciré ganador. Asi se envalentonan, como boxeadores antes de la pelea, porque necesitan sentirse bien, porque el viernes a la noche nada puede fallar. 
Y donde vamos, y quien tiene coche, y ese auto es una porquería pero es el único, y donde la previa, y donde donde donde. Donde vamos a ponernos horny hoy que tenemos 20 y urgencias bajo el ombligo y no tenemos hijos como la gilada, no hay hijos y la plata alcanza por si me pongo horny y solo queremos vernos tan lindos como los que siempre la pasan bien, Ojala después de la cerveza haya algo , ojala la mañana me encuentre con la boca sucia de amor y no tan horny.
Ellas y ellos se sacan selfies. Se miran en la pequeña paja de la pantalla del celular que seguirán pagando hasta después de que se los roben.
La noche se puso horny. No se puede contar porque es viernes a la noche y lo que pasa en Las Vegas. Pero vuelven. Medio borrachos, medio magreados pero siempre hornys.
En 51, viniendo de Constitución suena una bachata en spanglish, mientras ella piensa en un pancho bajonero con papas fritas. La mañana del sábado se anuncia caliente y húmeda como una sopa pasada, Así de olorosa, así de podrida. Aprieta las piernas entre si. Debe hacerlo.
El vuelve caminando. El colectivo que lo lleva al barrio todavía no corre.Mete el celular en los calzoncillos.y los doscientos pesos que le amarreteo al trago, en las zapatillas. Pone el altavoz, y entre los boxer y la piel, suena una bachata. Horny. Apreta en la mano la tanga rosa de ella, que acaba de sacar del bolsillo de atrás del jean. Es un trofeo, porque es un regalo, ni siquiera la pidió. Horny. La huele. Casi la hora de salir a la changa. Pero mejor ir a casa, y sacarse el viernes de encima.
La luna se esconde en el día . Los ruidos de la mañana y los pájaros rompebolas casi que opacan la bachata. Pero no El canta con la voz de falsete de Romeo Santos "quiero ser tuyo enterito" : la mañana se abre paso a codazos.estoy muy horny.
. Una lluvia innecesaria los baña cuando abren la puerta, salvos casi al mismo tiempo, cada uno en su lugar.

lunes, 1 de mayo de 2017

trabajo siempre trabajo



y la versión ska, (de Raphael) menos glamorosa, pero que yo debo haber cantado cuando andaba con medias cortas y guardapolvo de primaria. para que ver de que va la letra.


¿es una maldición biblica? Se es mas feliz sin trabajar?  Puedo decir algunas cosas respecto a esto

a) el dinero que ganás trabajando tiene otro valor. Lo cuidas, sabes que hay atrás de cada gasto (que ilusión, que esfuerzo)
b) el trabajo no siempre dignifica. Hay trabajos que humillan.
c) organiza la vida. No tener trabajo y deambular buscando sentido,no tener para el guiso en la mesa, el libro del pibe: El trabajo en su medida y armoniosamente hace sentir que hay un ahora, un mas tarde. Pobre del padre o madre que sale a buscar y no encuentra. Peor que el cancer.
d) vivir del trabajo de otro es explotación.
e) no hay que dar por el pito mas de lo que el pito vale. No somos japoneses que agregamos a nuestra tarjeta de visita el nombre de la multinacional para la cual que trabajamos. No somos el trabajo que hacemos, somos infinitamente mas que eso
d) de alguna manera vulnera nuestros tiempos personales. A cambio nos da dinero, que como retribución es muy pobre, porque nosotros le damos tiempo, lo unico que vale la pena.
e) es mejor trabajar de algo que no trabajar de nada. Si no trabajas de nada tiene que ser para cumplir sueños. Y hay que tener el dinero para hacerlo
f) aunque no trabajes mas, la identidad de trabajador es para siempre. Yo trabajo bastante poco y si me me apuras, te digo que mi identidad mas solída es la de madre y la segunda, que soy una laburante. Porque así me siento
g)hay que dejar los trabajos de mierda y buscar otros. Ser feliz es el primer derecho del hombre.
h) Dos extremos: el tipo que no le gusta el trabajo y sin proyecto b y el tipo alienado en el laburo.
i) ser artista es un laburo. Las musas no te vienen. Atras del arte esta el oficio y ese requiere alguna forma de método, aunque a los ojos ajenos te estés todo el dia rascando la garlopa.
f) el trabajo no es todo. El trabajo no es una boludez.

trabajo, quiero trabajo, cantaba Atahualpa Yupanquie y ...., si. Dedico este post a los que no tienen trabajo, y si, el derecho a trabajar, dignamente.

algo viejo que merece volver a leerse.

cateterismo

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