2da. entrega concurso de escritura. Fotos.
Titilan las hojas del árbol del patio con las luces del
amanecer. La luz hace sus jueguitos y como nadie se despertó aún, salvo yo, puedo irme muy lejos, llegar al rebote en el
camino de arena donde puedo imaginarme agarrada a la baranda pintada de rojo de
aquel sulky que nos llevaba hacia la casa prestada por vecinos más pudientes,
en San Clemente. Yo no lo sabía pero los cuatro éramos bastante pobres y no nos
importaba porque uno no apetece aquello que no conoce. San Clemente era tocar
el cielo con las manos. Para mi y mi hermano era, en todo caso, el primer avizoramiento del mar.
Muchos años después mis viejos conocerán Cancún, y yo, con espanto, les escucharé menospreciar a Mar del Plata, decir que ya no puede ir a la costa argentina, con una tilingueria propia del que nada tuvo y la pelecha buena, en términos de clase media baja, pero entonces esa casa de vecinos, cerca del Vivero, a la que se llegaba solo en sulky después de una travesía de muchas horas en un ómnibus destartalado, por caminos llenos de polvo les sabía a ellos, un matrimonio de veinteañeros que se habían conocido en una fábrica de frazadas de Valentín Alsina, a gloria, a llegar a tocar algo infinitamente delicado, pronto a romperse si no se lo cuida.
Muchos años después mis viejos conocerán Cancún, y yo, con espanto, les escucharé menospreciar a Mar del Plata, decir que ya no puede ir a la costa argentina, con una tilingueria propia del que nada tuvo y la pelecha buena, en términos de clase media baja, pero entonces esa casa de vecinos, cerca del Vivero, a la que se llegaba solo en sulky después de una travesía de muchas horas en un ómnibus destartalado, por caminos llenos de polvo les sabía a ellos, un matrimonio de veinteañeros que se habían conocido en una fábrica de frazadas de Valentín Alsina, a gloria, a llegar a tocar algo infinitamente delicado, pronto a romperse si no se lo cuida.
De ese viaje me acuerdo del sulky, de una fonda a la
llegada, donde nos sentamos a la ventana, mirando la calle principal, con
milanesas y papas fritas compartidas y en la casa, un patio de conchas rosas en vez de baldosas.
También puedo inventar el médano, y yo y mi hermano durmiendo en una cama de
solteros, cada uno en una cabecera y siendo tan chicos que nuestros pies no se
tocaban
Hay fotos: En una, de fotógrafo de playa, yo muestro mis
tetitas que no llaman a escándalo, mi hermano tiene una sonrisa luminosa y hay
un barquito con el nombre del lugar. La foto es sepia y atrás se ve un mar amable,lamiéndonos
las patas,llamándonos para que si nos descuidamos, terminar alimentándolo,mostrándose
hospitalario, encubriendo que nos puede tragar, que se puede quedar con
nosotros.
En otra, ya casera, ya Kodak, pero todavía en blanco y negro está mi vieja, lleva unos anteojos negros que estuvieron fuera de moda y luego volvieron, con sus improbables veinte, siempre con el peinado batido de peluquería semanal.Mi madre dormía con redecilla y a la mañana se adecentaba el batido cubriéndolo de spray. MI padre era tan flaco, tan flaco que era otro.
Hubo muchas mas vacaciones después, y muchas fotos que me
muestran a esa familia, pero todos son momentos lindos.Las fotos inventan. Nada recuerda las humillaciones
diarias mutuas: la historia es como te la cuentan y tendría que tener una
paciencia de orfebre para encontrar en el relato de esas fotos rezagos de
malestar. Nadie nos fotografío los gritos, las venganzas, las tramas grotescas.
Pero tal vez, y solo tal vez, si me tomara el trabajo, podría encontrar mi
tristeza niña, mi desconsuelo en aquella foto de cumpleaño, con gorrito con
forma de cono en cartón impreso, con un sutil elástico que me tomara la
garganta, haciendo metáfora de algo del desconcierto que llevo desde entonces.
Tal vez podría aumentando mil veces el detalle encontrar el desagrado de mis
padres la imposibilidad de adecentar mi postura ¿Cuántas veces escuché “parate
derecha” cuando para mi estaba en perfecta escuadra con el mundo?
La sensación de no
ser adecuada me persigue desde entonces. Tal vez si en esa foto no
hubiera puesto los ojos chinos por el sol de frente, tal vez si el peto de la
malla (incluso creo que la recuerdo: era de tela rosa no impermeable, y tenia
algo que se llama nido de abeja en su trama) no hubiera mostrado mis tetitas de
los cuatro años, tal vez si me hubiera parado derecha otro hubiera sido mi
destino
Hay ya ruidos adentro de la casa, y ahora la luz se corrío
dejando tranquilas las hojas del árbol. Esta mañana de cuarentena vino a visitarme esta desolación, este
destierro. Mejor que me vista y me ponga a hacer las cosas.
Comentarios
y una lástima que no este la foto publicada para contradecirte y comentarte que no estaba nada mal... besos