extraños en la noche.
Abrió la puerta y en la cama hubo un revoleo de acomodo. Quería
agua y ella le dijo que ya iba, que
volviera a la cuna, que ya iba, dale Cata, anda, pero la piba se quedó
igualita que Drew Barrymore viendo al ET
No me había visto nunca, porque yo siempre llegaba después que ella me
mandaba wasup de que la chiquita ya estaba dormida, o me quedaba el fin de
semana que la niña pasaba con su padre.
Maldije a mi suerte y repasé los gritos y susurros con lógica de
censor.
La salude con la manito (ya
tapado con la sabana) y sentí que sus ojos con rayos X me escaneaban como si
fuera un extraterrestre (ella) y yo un sujeto de investigación. Solo faltaba
que me pidiera que me destapara y que me ponga una sonda en la pija.
Marisa se calzó un remerón que
tenía abajo de la almohada, y estaba tan
linda y resultaba tan natural, tan fresca como si la mujer que me estaba
felando hacia nada hubiera sido cambiada por un replicante. Se transformó, en
una nada, en una madre, y cuando las vi alejarse de la mano (la nena
seguía mirándome como si la cabeza se le pudiera dar vuelta ciento ochenta grados)
me sentí fuera de lugar, no sabía si vestirme, si esperarla, si irme al baño a
echarme una meada, porque ahora, con el pene entumecido y derrotado me habían
agarrado ganas. Y una vergüenza inmotivada. ¡Pero si yo no había hecho nada!
Entendí de pronto lo que era
una familia, me sentí intruso. Escuche una conversación en la cocina donde se
decía mi nombre y explicaciones como quien explica lo evidente. Escuche la música,
pero no la letra. Si yo hubiera sido la nena, minga de convencerme rápido.
Para ir al baño tenía que vestirme, y no sabía si correspondía Por
primera vez en mucho tiempo me importaba el manual de comportamiento. Me quedé
dormido dos segundos, me levanté, me vestí como si en vez de cruzar al toilette
tuviera que ir a una entrevista a pedir trabajo y las dos estaban en el
dormitorio y Marisa le contaba un cuento de Pepa Pig, que no tenía ni pie
ni cabeza, una total insensatez.
Cuando la dejó con la luz
prendida, yo seguía meando largo, y me dijo “ lavate sucio, que vamos a retomar
justo donde dejé” Las mujeres son seres
asombrosos. Me abrazó y me contó que era la primera vez que veía a un tipo en
la cama, y que lloraba porque se acordó del padre. Pero que no se podía
acordar, que el padre no estaba desde que Cata tenía seis meses. Además yo no
la vi llorar.
La que lloraba era Marisa, pero
sin escombro, mientras me sonreía.
Y yo pensé en que era hora de
tener un hijo.
Comentarios
Muy bueno, besos!
notable¡¡
Relatos como estos los escuché en confesiones de amigos entre copas.... vos lo hacés literatura
Beso!
Mis padres consideraban que eso era una seguridad para mi seguridad.
Nunca vi "la escena primaria" que así se llama ver a los padres cogiendo, y que para los niños siempre es una escena sadica donde alguien lastima a alguien. El sexo no es cosa para los niños. Por eso, la gente que de alguna manera tiene problemitas muchas veces tiene problemas en juntar el sexo y el amor. A mi me gustó hacer un relato donde al final, algo del amor aparecia, luminoso por boca de la mujer y en las fantasías del tipo. Escribo porno raro.
Bien contado.
Saludos,
J.
los necesito como un barco necesita un ancla.
Te mando un cariño y prometo pasar por tu blog, porque si nomas, porque agradezco infinitamente que siempre me acompañes, desde hace tanto tiempo