sirena que vuelve.
Sirena que vuelve
Tuvo alguna vez un analista
lacaniano. Probó mas tarde con la bioenergía, con una mina
que había sido instruida por una machi en la Patagonia , con terapias
alternativas.
Hacia yoga, militaba con un colectivo de mujeres, estaba comprometida con varias causas
Hacia yoga, militaba con un colectivo de mujeres, estaba comprometida con varias causas
Con cuarenta ,
le podían dar treinta (pilates, comida orgánica la mas de las veces)
Como estaba al pedo, y le pagaban
una fortuna por trabajar en su casa on line con la oficina, reina del
homeworking, había emprendido la tarea de encontrar su ser.
No tenia muy claro (a pesar de
haberlo hablado tanto) si estar sola era una elección o un destino.
No daba más.
Parada, esperando que le entregaran
el pedido en el take away del restò de comida vietnamita,
que habían puesto donde antes había un negocio de arte, y
antes una tienda de diseño, y antes, (mucho antes) una verdulería de barrio,
tuvo una iluminación.
Un insight, revelación, como
quieras llamarlo.
Por eso, ni bien pagó tiró
el cartón que semejaba las cajitas del China Town, el legitimo, el de
New York, oliendo a salsa teriyaki y caminó como casi volando a su
departamento
Hizo una pila de las cosas
innecesarias, que había comprado con unción de creyente, pensando en que
ya encontraría forma de venderlas, porque su nueva vida iba a
necesitar de grandes decisiones.
Dejar su trabajo,
donde después de todo, nadie la extrañaría
Zapatos altísimos de taco
aguja, un vestuario caro e inútil que acá la hacia
invisiblemente adecuada, allá llamaría a risa o escarnio.
En un bolso (el de llevar la ropa
al laverrap) puso básicos.
Paso por el cajero, retiro tres
lucas, paso por el banco -casi cerraban- sacó el resto. Obvió
la tentación de llamar un radio taxi, camino cinco cuadras, llego a
la Estación Pacifico, tomó el
subte D, hizo la combinación, y sacó pasajes para el bus ( no se llama
bus, el nombre correcto era micro) a San Clemente.
En la terminal se compró un
matelisto Taragui. No era la herramienta adecuada pero se acercaba
Y en la arena, sentada, sorbiendo
(años que no tomaba). como si el sabor verde fuera la magdalena de
proust, mirando a rabiar el mar marrón que ese día era
puro Río de la Plata ,
en la arena negra, y riéndose de si misma, mientras, además lloraba como un
surtidor, supo exactamente quien era.
En la vida del Héroe hay un viaje.
Para algunos es traspasar el océano, para otros se trata de volver.
Comentarios
Y yo tengo resaca.
"En la vida del Heroe hay un viaje."
P.D.:Y uno se pone a pensar tantas veces sabiendo que la respuesta no suele estar precisamente dentro de la cabeza sino en ese 'click' existencial... :/
BESOS Y REGRESOS