deliciosas criaturas perfumadas

DELICIOSAS CRIATURAS PERFUMADAS

Vuelvo al pueblo. Mejor dicho a la Villa. Que es un pueblo. El mío,  General Villegas que tuvo sus nacidos famosos: Antonio Carrizo, el de la radio  y Manuel Puig, el hijo amanerado de la farmacéutica, que llamaba a Villegas Coronel Vallejos, y contaba en sus novelas todas las miserias de la gente conocida.
Vuelvo al pueblo porque se murió mi tía, ¿para qué otra cosa puedo volver? Mis padres se fueron a vivir a Mar del Plata, y yo le dí la espalda cuando pude,  me mudé a La Plata y hace como veinte años que no piso este lugar.
En una noche de borrachera una mujer con un enterito Lee (recuerdo eso, como se le caía por el hombro el tirante del jardinero, dejando ver sus pequeñas tetitas de estudiante de óptica) me leyó la ventura en las manos. No se si era una joda o no, pero me dijo que no volviera. Estábamos tan borrachos, y yo todavía me acuerdo de su mancia y de sus tetitas y de la resaca del día siguiente en medio de la cual tome la decisión de no volver nunca a Villegas-Vallejos y lo cumplí hasta hoy, donde la única tía que me llamaba para mis cumpleaños aún, me hizo avisar por interpósita persona de su fallecimiento.
Las cartas están echadas y alguien organiza la partida, no es azar. No hay ninguna chance que sea casualidad que la primera persona al bajar del bus con la que me cruzo sea él
Me habló con una voz que yo le conocí a su padre. Una voz cascada, impropia de una persona todavía joven. Habían pasado treinta años de que estuvimos abrazados, quizá moqueando, despidiéndonos. Una vez volví pero fue por pocas horas y no lo busqué.
Estaba más parecido al propio padre que a sí mismo. Me da el pésame (como si fuera necesario, pero supongo que es lo que pasa en estas situaciones de mierda) y me pregunta lo inevitable: che, que fue de tu vida.

No fluí  Puig, pero me gano la vida dando clases, le dije mentando una broma de adolescentes, esperando que se acuerde, ser Puig, ser famosos, irnos de ese pueblo de mierda y mostrarle al mundo que de esa nada podían salir grandes personajes. Teníamos grandes esperanzas en nosotros mismos entonces.
Se ríe y en un instante luminoso, vuelve a ser el de siempre, me dice con el acento del pueblo “mariconazo” y se ríe, asi, como antes. Me siento en casa.
Nos costaba mucho creérnosla, especialmente porque acá no llegaba nada; ni las revistas de rock, ni los discos, nada.
La chatura del pueblo era de fierro, y nosotros soñábamos con cosas, que sin saberlo, ya estaban pasadas de moda.
Un día me subí al auto de un vecino que iba a la Plata –mi madre lloraba-  y todo siguió siendo lo mismo, a pesar de que lo primero que hice fue anotarme en un taller de teatro (incluso antes que ir a llevar los papeles a la facultad). La vuelta a la plaza solo fue más amplia, los berretines mas aguzados, las referencias mas exoticas y hasta me olvidé de lo que había soñado ser, ocupado en ser algo. Alguien, alguna cosa.
Cuando lo vi  fue como ver la parte mía que se había quedado en Villegas. Lo invité a comer -era la hora- al Club Sportivo, casi enfrente de la Municipalidad. Villegas había crecido para arriba, había unos negocios que no conocía, pero el olor del pueblo era el mismo. En la esquina seguía estando La Anonima, la misma comisaría, la misma parroquia, la misma gente de mierda.  Solo que ahora él era parecido a su viejo y yo me di cuenta con una autocompasión asquerosa que se me había pasado el cuarto de hora para siquiera rozarle el bajo del pantalón a Puig.
Fiera venganza la del tiempo que hace ver deshecho lo que uno amó.

Comentarios

José A. García ha dicho que…
Nunca hay que volver, a ningún lugar, a ninguna persona.

Todo lo demás es fracaso.

Saludos,

J.
vodka ha dicho que…
jose, no se puede volver y no se puede no volver.
Estamos atrapados.
Moscón ha dicho que…
Atrapados.
Apartados.
Paratodas.
Daraspato.
Raspadato.
Pasardato.
Tasartoda.
Trasatoda.

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