Roberto parando el bondi: El porvenir es triunfalmente nuestro.

Esta pintura (no se si es un oleo o que, no me doy cuenta), se llama Roberto parando el bondi.y me la suministro @elprecivilizado, un amigo de tuiter.
La razón es que publiqué que hoy voy a hacer un city tour temático sobre Arlt.
Ya contaré, si hay algo que me genere una crónica.
Arlt fue leído por esta bloguera cuando todavía era muy chica para entender el cabal sentido de la palabra canalla. Tambien me gustaba cuando Arlt decia que algunas cosas eran "de tenderos", como chismes menores.
Y que Masotta, el analista, el especialista de Merleau Ponty y Sartre lo amara tanto. Tal vez porque un día me ratee en quinto año a la escuela y fui a ver Los siete Locos al cine Las Flores.
No se muy bien porque. Creo definitivamente porque amo mucho el prologo de Los lanzallamas.

Con Los lanzallamas finaliza la novela de Los siete locos.
Estoy contento de haber tenido la voluntad de trabajar, en condiciones bastante desfavorables, para dar fin a una obra que exigía soledad y recogimiento. Escribí siempre en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana.
Digo esto para estimular a los principiantes en la vocación, a quienes siempre les interesa el procedimiento técnico del novelista. Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el Diablo están junto a uno dictándole inefables palabras.
Orgullosamente afirmo que escribir, para mí, constituye un lujo. No dispongo, como otros escritores, de rentas, tiempo o sedantes empleos nacionales. Ganarse la vida escribiendo es penoso y rudo. Máxime si cuando se trabaja se piensa que existe gente a quien la preocupación de buscarse distracciones les produce surmenage.
Pasando a otra cosa: se dice de mí que escribo mal. Es posible. De cualquier manera, no tendría dificultad en citar a numerosa gente que escribe bien y a quienes únicamente leen correctos miembros de su familia.
Para hacer estilo son necesarias comodidades, rentas, vida holgada. Pero por lo general, la gente que disfruta de tales beneficios se evita siempre la molestia de la literatura. O la encara como un excelente procedimiento para singularizarse en los salones de sociedad.
Me atrae ardientemente la belleza. ¡Cuántas veces he deseado trabajar una novela, que como las de Flaubert, se compusiera de panorámicos lienzos…! Mas hoy, entre los ruidos de un edificio social que se desmorona inevitablemente, no es posible pensar en bordados. El estilo requiere tiempo, y si yo escuchara los consejos de mis camaradas, me ocurriría lo que les sucede a algunos de ellos: escribiría un libro cada diez años, para tomarme después unas vacaciones de diez años por haber tardado diez años en escribir cien razonables páginas discretas.
Variando, otras personas se escandalizan de la brutalidad con que expreso ciertas situaciones perfectamente naturales a las relaciones entre ambos sexos. Después, estas mismas columnas de la sociedad me han hablado de James Joyce, poniendo los ojos en blanco. Ello provenía del deleite espiritual que les ocasionaba cierto personaje de Ulises, un señor que se desayuna más o menos aromáticamente aspirando con la nariz, en un inodoro, el hedor de los excrementos que ha defecado un minuto antes.
Pero James Joyce es inglés. James Joyce no ha sido traducido al castellano, y es de buen gusto llenarse la boca hablando de él. El día que James Joyce esté al alcance de todos los bolsillos, las columnas de la sociedad se inventarán un nuevo ídolo a quien no leerán sino media docena de iniciados.
En realidad, uno no sabe qué pensar de la gente. Si son idiotas en serio, o si se toman a pecho la burda comedia que representan en todas las horas de sus días y sus noches.
De cualquier manera, como primera providencia he resuelto no enviar ninguna obra mía a la sección de crítica literaria de los periódicos. ¿Con qué objeto? Para que un señor enfático entre el estorbo de dos llamadas telefónicas escriba para satisfacción de las personas honorables: “El señor Roberto Arlt persiste aferrado a un realismo de pésimo gusto, etc., etc.” No, no y no.
Han pasado esos tiempos. El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un “cross” a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, y “que los eunucos bufen”.
El porvenir es triunfalmente nuestro.
Nos lo hemos ganado con sudor de tinta y rechinar de dientes, frente a la “Underwood”, que golpeamos con manos fatigadas, hora tras hora, hora tras hora. A veces se le caía a uno la cabeza de fatiga, pero…. Mientras escribo estas líneas pienso en mi próxima novela. Se titulará El Amor brujo y aparecerá en agosto del año 1932.
Y que el futuro diga.

Comentarios

Rafa ha dicho que…
Hace mucho leí ese prólogo y lo tenía olvidado. Qué maravilla.

Un beso Nilda.
vodka ha dicho que…
Gracias Rafa por comentar. Es precioso el prologo: Yo no me acuerdo del libro y no me puedo olvidar del prologo.
Anónimo ha dicho que…
gracias vodka, un enorme honor que pongas mi trabajo en tu blog y, ni más ni menos, que en una entrada de roberto arlt. mi trabajo es en acrilico sobre madera y el de roberto uno de lo mejores, a mi parecer, de la literatura argentina. este prólogo incluido. altamente recomendable también el aguafuerte titulada "la terrible sinceridad"
un abrazo enorme
el precivilizado
vodka ha dicho que…
Gracias, pibe.
Frodo ha dicho que…
Excelente pintura, y excelente título. Se lo reconoce a Arlt entre el remolino de pintura, lo que lo hace más interesante.
Recuerdo ese prólogo, que me gusta tanto como me gusta la novela (ambas partes). Los personajes de Arlt no pueden más de porteños. Tal vez sólo lo superan los de Marechal, tal vez.

Beso!

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