la pileta de los patos. (incluye agregados)

Cada vez que se le cambiaba el agua a la pileta de cemento donde nadaban los patos, Fausto y yo nos metíamos. En calzoncillo, porque para los fines de la década del 30 no teníamos pantaloncitos para nadar y tampoco nos imaginábamos que eso existiera.
Mis viejos habían cercado en la manzana unos cuantos lotes, que se juntaban en los fondos y se pagaban los impuestos para lograr la posesión treintañal, pero en la malaria de la viudez, mi vieja los malvendió sin escritura, para llenar la olla. 
Sin embargo, donde estaba la casa el lote había sido comprado: Nadie había vivido en esa manzana antes.  
Nos gustaba meternos en la pileta de los patos. Eramos, con los Mangionne, con los Micchio, los primeros en vivir en la calle Llavallol al 1200. Ahora Fausto, que tiene como patos en el cerebro y ya pasó los noventa, alquila esa casa vieja, remodelada,  a unos paraguayos. El baño ya no está afuera.
Si ahora vieras la zona, no hay nada de tierra, por ahi en los fondos, encerrada entre patios o parrillas pueden crecer algunas plantas, pero entonces la tierra reinaba y las mujeres pacientemente iban sembrando gorras de vasco, o calas , o geranios que después se cortarían mas para el cementerio que para el florero.
Pero lo del cementerio vino después, ya no habia patos ni pileta, fue cuando papito murió de una peritonitis una víspera de Navidad. Cuando fue al hospital, doblado en dos, no volvió. Ahi los crisantemos sirvieron para algo.
¡Mirá que habían trabajado los viejos! Mi madre, siempre un poco atrás. Sirviendo  el café que era solo para papito . Ignoro si ella -que nunca se sentaba a la mesa- después, tomaba un poco, a solas. Es probable. Pero jamás sentada y descansado. No fue nunca perezosa, eso estaba tan mal visto a sus ojos como ser indecente.Me parecía tan normal que nunca pensé que fuera un rasgo de sumisión. Papíto tomaba café y ella le lavaba los pies a la noche en una palangana enlozada.
El baño estaba afuera y eramos pobres pero limpios, eso que se llamó "el baño del polaco" era la norma cada noche. Patas, cuello y sobaco. Eso adentro, en la cocina. En el baño la intimidad.
Antes del fin -que aconteció una nochebuena, doblado y sudando, por una peritonitis que no le dejó salir con vida de la mesa de operaciones, es que se había dejado pasar, papito y yo nos fuimos a San Vicente, a vivir, a ver si por ahi venía la buena.
No funcionó y ya con mis hijos grandes y auto propio busqué una y otra vez la zona donde habíamos parado. Como después hubo loteo y se abrieron calles, se me perdieron los puntos de referencia. Una pulpería, el camino de las Latas, y poco mas. Cada tanto he vuelto, deambulando como un extranjero buscando no se que.

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Comentarios

Unknown ha dicho que…
Que maravilla.
José A. García ha dicho que…
Algunas cosas que no deberían cambiar, con el paso del tiempo, no hacen más que destruirse, cuando no lo son adrede.

Saludos,

J.

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