tiene cara de bueno. Un cuento conurba.
Tiempo atrás no teníamos tal profusión de vendedores de tortilla, porque asi las llaman, tortillas.
Me cuesta el nombre, para mi la tortilla lleva huevo, papa y cebolla, no es esa pizza
ocre de grasa que traen en bollos y estiran ahí mismo.
La grasa y la harina y
la bendición de los carbones encendidos hacen que con veinte pesos se pueda
llevar algo caliente a la panza. La tortilla pide mate amargo. Maridan bien. Nos
lumpenizamos, y en cada esquina, apenas empieza el pobrerío, alguien que nunca
buscó trabajo se arma de una parrilla casera y la encadena al alambrado y cada
mañana, a la hora en que se van, cada mediodía, cuando paran a comer, y a la tardecita, a la hora de
volver, se vende tortilla hecha de salmuera en la harina, y grasa, amasadas con
la bronca y la necesidad y la esperanza en cocinas donde la limpieza escasea.
El fuego mata todo.
El vendedor de tortilla había vendido casi todo, salvo la dañada por la paloma, y dos o tres mas ennegrecidas. En tanto, cosía con hilo blanco una mochila que estaba más
para la basura que para el arreglo. A ella el tipo le caía bien, familiar, lo veia cada jueves cuando tenía que ir a atender en un consultorio social de la zona. Era abogada pero no se le notaba. Había tenido un buen día. tanto que pensó en regalarle una mochila del año pasado del hijo pero la retuvo el pensamiento de
que no la iba a usar, de que la iba a poner en la vereda, junto con otras porquerías
recolectadas o propias, en la feria del miércoles. O de que se podía ofender: a titulo de que le ofrecía una mochila? Lo miró con simpatía, el tipo tambien debería tener hijos.
Como si fuera un tic,saco el celular para mirar la hora. pero no la vio. Lo guardó y lo volvió a sacar: la
segunda vez tampoco registró la hora Tendría que haber salido antes, porque a esa
hora los colectivos no paran, llenos desde La Noria y en las paradas de la colectora deCamino Negro solo bajaba gente .Se sintió idiota y vulnerable con el celular en la mano. Lo guardó presto, porque muy cerquita de donde
estaba parada rozaban la vereda motos, de a dos sin casco,
doblando por esas calles donde antes no había nada y ahora surgían como hongos
casas de dos pisos que nunca serían terminadas. Tenía que tener cuidado con las motos.
Aburrida, miro la zanja que hacían los colectivos al frenar, los días de lluvia, Las calles de tierra, con zanjas, y en las zanjas bolsitas de
nylon, y botellas de plástico en diferentes estados de descomposición y pañales
descartables. Y cajitas de jugo. Mugre suburbana mientras en el cielo algo dorado del sol,
y algo rojo de las nubes no lograban hacer del lugar algo que se pudiera colgar en instagram.
Ella también era del conurbano, incluso cerca de allí. Pero el conurbano es heterogeneo, es muchos mundos juntos. El
540 la acercaría en 20 minutos a la estación, y caminando un poco, llegaría a
una zona, unas tres cuadras que remedaban Palermo Pero podía bajarse y entrar
en la Estación de Café y pedir un capuccino con un wrap de crudo y rúcula. Cerca
del tren no. Cerca del tren el conurbano mostraba su baba de pobreza, con sus
vendedores de porquerías, medias, películas truchas, con sus panchos con papas
fritas y sus hamburguesas hechas de grasa y tal vez algo de carne.
Sintió que nunca iba a poder salir de esa parada. Habían
pasado siete colectivos del que ella tomaba y cientos de otros que iban a lugares
con nombres que no le decían nada : Spegazzini, Escuela 90, cárcel de Ezeiza. En
ocasiones como esas hubiera deseado una agencia de remis, aunque salir de ese pozo le hubiera llevado la ganancia del día, pero no había . Ni en la otra cuadra. Ni en la otra de después. Recordó una serie de la infancia donde la gente era teletransportada y aparecía
en otro lado. Escuchó el batir de las
alas de un helicóptero, que trasladaría algún herido al hospital
de pronta atención de Fiorito. Que cosa fea morir al lado del camino negro, en medio de esa inmundicia que delinea la miseria. Se sintió culpable,con una pequeña culpa burguesa al pensar asi.
Le preguntó al vendedor de tortillas si había otra forma de
salir, alguien que hiciera remis particular y él, inesperadamente se
ofreció a llevarla a la estación en la moto: la moto estaba en la vereda, era
negra, y destartalada: las ganas de irse pudieron mas que la prudencia y
ella dijo que si no venía el colectivo, agarraba viaje. El vendedor de tortillas tenia cara de buen tipo. Vos vas a la estación,
yo te veo siempre. Ella hizo un chiste sobre que también lo veía siempre
vendiendo ahí, pero que creía que era del barrio: Si soy de acá,pero te llevo igual. No tengas miedo, no te voy a raptar.
Mientras el juntaba las cosas hablaron un poco.
Mientras el juntaba las cosas hablaron un poco.
El mayo iba oscureciendo la tarde, de a golpes.Ya nada había
en dorado ni en rojo y las lámparas fluorecentes
de la calle iluminaban tan poquito!. El frio afilaba sus cuchillos. El vendedor de tortillas limpió la
parrilla, puso todo en una caja que agarro con sogas y cargo en la moto. Delante de las cajas, le dijo a ella que se acomodara. Al
salir olío la grasa de las tortillas en el pelo de él, era un olor a confianza. Quería irse de ahí, en diez minutos las calles serían las de cualquier barrio, con casas terminadas y
veredas y supermercados chinos. En quince se podría bajar en la civilización.
El le gritó que no iba a agarrar el camino negro, porque no
tenia casco y lo podían parar: sobraban motivos. La local, los patas negras y
la gendarmería: el combo policial que crecía con sus luces azules intermitentes. En ningún momento
le pareció una mala idea, la ruta subalterna.
El de las tortillas paró la moto frente a un kiosko, compro
una cerveza y le ofreció del pico.Ella se negó y el tipo se puso pesado, de repente fue un desconocido había baba en el pico y le vino un súbito asco. Empezó a rezar para adentro pero tenía que seguir, que carajo iba a hacer en esa calle que ni sabia de que barrio era.
Cuando paró frente al basural y vio sus ojos
Ahí nomas cayó en la cuenta de que había sido una mala decisión. Metió la mano en su cartera y agarró el pequeño revolver que le había regalado su padre.Si me toca, pensó, me lo llevo puesto. La noche arremetía y el frio con sus cuchillos pinchaba la escena. A quince minutos de alli, alguien pedía un capuccino y un brownie en la Tienda de Café.
L
Comentarios
El de conurbano el hecho que el colectivo esperado se haga esperan, que pasen los que no se esperan.
Parecía que el relato iba a derivar que fue el vendedor de tortillas quien ayudó a la abogada. Pero derivaste para otro lado, con un final abierto. Aunque la música que incluiste podría hacer pensar que ambos terminan mal.
Ahora quiero más!
Beso!
Incluso hay quien dice que también empieza de ese modo. No sé, no lo pensé.
Saludos,
J.