sobreadaptación.

La madre le cosía la ropa Ella recuerda ahora un trajecito de pollera y blusita con unas raquetas cruzadas bordadas en los bolsillos, del color del helado de crema. Su hermano pequeño tenía uno de pantaloncito y camisa, con el mismo bordado hecho por una tía que bordaba para afuera, hermoso, en esos hilos que viraban suavemente de color, del marron a los habanos.
La ropa se cocía a mano en casa y era orgullo de su madre que anduvieran bien vestidos ambos, con las rodillas impecables y en el caso de su hermano, el peinado engominado: En el de ella, con una cola tirante o hasta con un rodete hecho con un postizo recubierto con su cabello, y rematado con un moño, hecho de cinta planchada con Klaro, apresto para ropas.

También la madre la ha llevado muchísimo al cine. En algún lugar de esa casa natal debe haber cientos de programas de cines  apenas unos tripticos con las horas de las películas y las propagandas de las pizzerias cercanas, la Roma, Los inmortales o de restaurantes que ya no existen como El palacio de la papa frita de la calle Lavalle.
Esas salidas incluían un te en la confitería Ritchmond: Un te completo  o dos, y dos sin nada. La completud de los completos se compartía con los incompletos

La madre la quería limpia, peinada, prolija. La prolijidad era un valor en si mismo, muy difícil de conservar cuando se tienen 8 años o 13 o 63. Ahora a ella, la entonces niña, le da lastima ver a la madre con alguna mancha no advertida en la ropa, cosa impensable en ese entonces.

Madre hacia lindos regalos, libros, y todas las semanas se compraba en esa casa de altos, la Anteojito, y cuando se pudo, realmente, no faltaron las vacaciones en Mar del Plata, o en San Clemente, o en Córdoba.

Madre enseñó el padrenuestro y los llevaba al catecismo, y también iba a las reuniones de padres (sin exagerar, cuando podía) y estaba a su manera atenta.

Si bien existía un padre que participaba de todas las acciones precedentes (menos la costura, ya se sabe) la crianza de los niños era asunto de madre, por lo cual, si en una de esas casualidades madre decidía que era inaceptable una conducta determinada (por ej. dejar una bombacha usada escondida bajo la cama) la podía moler a golpes. Y cuando digo moler  a golpes era agarrarla de los pelos, o de la coleta y golpearle la cabeza una y otra vez contra la pared. Ella, la niña, era rebelde y no creo que hubiera llorado mucho y al rato estaba como si tal cosa,no se advertía en ella despecho alguno

La niña estaba sobre adaptada, y el padre seguro que pensaba que si ella estaba bien, todo podía seguir su curso, como los padres de los cuentos de hadas con madrastras. Ademas,como decían en la tele,no es cosa de que los niños perciban la diferencia de criterios en los padres a la hora de la crianza.

Seguro que la niña olvidó todo esto. Mas que seguro. Es que pasaron muchos años ¿no es cierto?





Comentarios

El Demiurgo de Hurlingham ha dicho que…
Que dualidad la de esa madre.
Capaz de llevar a su hija a esas salidas, hacerles regalos.
Y también capaz de esas violencias.
Si hay olvido, es consecuencias de esos golpes en la cabeza. De lo contrario, no lo olvidará. Quedaran como marcas en ellas.
Saludos.

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