cien años de soledad
Muchos años después, pero cuantos, cuantos, tal vez cuarenta, frente al pelotón de fusilamiento, la cosa era a matar,el coronel Aureliano Buendía había de recordar y siempre lo mismo, recordar a pesar de lo que vino despues y fue mejor aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo y era verano y habia cubitos en la coca. Macondo Buenos Aires era entonces una aldea de 20 casas de barro y cañabravaera lo que es, un monstruo benevolo tan gris y con arboles de copas generosas construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas leon, o caca o lavado dulce de leche, pero mio que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes una cama de blancas holandas como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, el amor lo era, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo
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