Mandinga.

Estaba a la entrada de lo que parecia  la cueva de una mulita gigante. El valle la habia escupido ahi mismo, del mar al norte esa noche de luna llena, abriendose a la casa de Mandinga.
La sirena habia ido  a firmar el contrato con tinta china o sangre, lo que fuera que Él quisiera. No pediria la gracia de volverse buena con el violin chayero, ni dinero para hacerse rica, ni aros que brillaran a la luz fosforito ni la belleza que le faltaba, ni la juventud que habia perdido
Pediria la paz del olvido sin reproche.El olvido que no duele.Sin marcas. El eterno resplandor de una mente sin recuerdos.
Pero mija, en el socavon no entrabas asi como asì. El Malo es mañoso y quiere pruebas.
Pura fiesta en la  Salamanca, toditos machados, mucha chicha, mucho coraje (cosas que le andaban faltando) . Se sacò las ropas de sirena (puro brillitos) y puteo al santo padre y le trajeron a un sapo para que lo besara, sin hacerle asco a las babas. Mas tarde vio la vivora peluda y se abrazò en las ancas del carnero sin pensar en el olor a pelo. Inclusive pasó el tropel de los muertos pero no pudo con la ofrenda necesaria. De todas formas Mandinga le tuvo lastima -el entiende de tanto escuchar las cosas del malodon - y le convido quesito de cabra, chanfaina y una bebida que dejaba regusto a azufre. Tambien le dio una caña para chupar haciendole mal a los dientes en el viaje de vuelta.
Volvio sin el olvido, de puro buena, de puro estùpida.




Comentarios

elojocondientes ha dicho que…
Lindo relato eh. Me parece que el Negro está de más, me parece.

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