refritos. Cuentos de varones:

 Estoy revisando los cuentos Este lo escribi pensando en la amistad de los varones. 
King crimson, claro.
COMO CUBANOS JUGANDO AL DOMINO.

No me preguntés, Marinelli,  del Congreso en La Habana: todo predecible y a los compañeros de la cátedra que fueron conmigo les interesaba  mucho mas irse a sacar  fotos a la Bodeguita del Medio que presentar la ponencia.
Vos la escuchaste, cuando la presentamos en el seminario de diciembre, era bastante digna. Pero La Habana era una feria de vanidades, nadie escuchaba a nadie. Los congresos son así.
¿Lo más importante? Si querés te muestro las fotos, pero fueron sacadas casi de compromiso y con mi cabeza en otro lado. Algunas las subió Edgardo a la pagina institucional, para tranquilizar familiares y también para devolverle favores al laboratorio que nos esponsoreó..
En La Habana  no pude dejar de pensar en el Pelado, nunca te hablé de él.
Amigo del cruce Scarminacci., del tiempo en que ser amigo es una cosa seria. Lo más serio. Incluía responsabilidades indelegables como prestar los discos, estar en todas las malas, cagarse de risa hasta descomponerse.
Sentate, Marinelli, hacete unos mates.
Lo recordé allí, viendo  las pujas, los silencios cómplices y los empujones de los tipos que jugaban en las veredas, como si la vida fuera eterna, como si estuvieran del otro lado de una cámara Gesell y no registraran ni a turistas ni a locales.
El Pelado y yo éramos, en los ochenta, como cubanos jugando al dominó y se nos iba la vida hablando, tendidos con  la panza en la tierra, alucinados por los planes para el futuro, hablando de King Crimson  y de chicas,  mirando pasar  por la ruta camiones cargados de vacas.
Teníamos la certeza de que el futuro no nos iba a agarrar en las casas del Cruce Scarminacci y tampoco en Tandil. De eso estábamos seguros. Nos deleitábamos pensando en la parada que íbamos a tener, en la pose al subir al micro y como saludar a los que se quedaban. Te digo, Marinelli,  que hasta lo hemos ensayamos en la escalera de mi casa, un día en que se nos fue la mano con el fernet.
Era –vos sos también, de pueblo, aunque nunca me contaste- una película que empezaba con un larga distancia, madres que lloraban,  padres serios que solo nos iban a perdonar la vida cuando volviéramos exitosos y con plata y les arregláramos las casas y se haría entonces un asado para todos.
Con todo lo que podes saquear a los doce años, a los trece, con regalos de tías, y vueltos, habíamos juntado un canuto de guita intocable,  para el proyecto, y lo guardábamos en la casa del Pelado, atrás del tarro de las galletitas, muy atrás, donde la madre no llegaba. La vieja estaba medio enferma y para sacar las galletitas necesitaba ayuda.
Nada de Buenos Aires, Buenos Aires le quedaba chico a nuestros sueños. Queríamos el mundo: Nueva York, París, y ahora que lo pienso, también Cuba, entre varias rutas alternativas. Solo sabíamos con certeza de empezábamos en el cruce Scarminacci y terminábamos en París.
Dame un pucho Marinelli. No compro mas, dale no seas pajero. Te doy un habano posta después.  
Se nos complicó en tercer año que el Pelado dejo de ir al Nacional y yo seguí. Si no seguía, mi destino era ir a trabajar con mi viejo a Belagro, cargar en las camionetas agroquímicos, semillas, fertilizantes. Y en el Nacional por lo menos había chicas: Muchas chicas, moviendo sus traseritos inquietos, haciendo sus chistes de mujeres, embadurnandonos con su olor, que snifabamos apresados en calenturas. Sin embargo no avanzábamos hacia ellas. Primero, el plan maestro.  Le pusimos fecha para darnos ánimo. Cuando yo terminara quinto y después de las fiestas, en diciembre no, porque nadie quería  joderle las fiestas a la familia y además el Pelado quería cobrar el aguinaldo y las vacaciones del ferrocarril.
El viejo era ferrocarrilero, por eso su familia había caído en Colonia Vela .Y casi que se jubilaba y no lo iban a trasladar mas. La vieja estaba enferma y grave, aunque de eso no se hablaba. Cuando dejó la secundaria el Pelado entró por él a trabajar en el pañol, acomodaba herramientas y escuchaba la radio, todo el tiempo.
La plata cambio tanto que no te puedo decir cuanto era, un día hicimos la cuenta y nos alcanzaba para llegar a Buenos Aires.  Creíamos que nos iba a alcanzar. Con el tiempo el plan inicial se fue modificando, apareció una pensión  donde habían ido el Tato y el Cabezón, que de todas maneras no terminaron Medicina. Al Tato le perdí el rastro   y el Cabeza trabaja en el Farmacity que esta cerca del departamento, como encargado.
Por el  verano del 88  el Pelado y yo íbamos al balneario del Chapaleufu chico, y ahí, entre sol y las piedras yo le contaba de lo que había empezado a leer en novelas que hablaban de Paris, Yo le contaba y el aire se quedaba suspendido y el silencio de la siesta nos aturdía, el silencio y las chicharras en el aire, con esa gana de crecer de golpe que nos afiebraba. No importaba demasiado que ya tuviéramos diferentes vidas. Seguíamos jugando al dominó.
Éramos hermanos entonces, y te la voy a hacer corta, nos peleamos. Los demás piensan que nos peleamos por la guita. En el invierno del 89 murió la vieja del pelado, y como no tenia hermanos   el terminó siendo único apoyo de su viejo hasta el fin y claro, previsiblemente,  el canuto había perdido todo valor.
Yo ya terminaba la secundaria y la cuestión es que nos acusamos uno al otro, mientras andábamos el camino que va desde el pañol a la salida de los talleres, subiendo el tono, sacando mierda de cualquier lado, de las noches que lo dejaba solo por salir con alguna chica, o el poco interés que él en el proyecto, sabiendo ambos que contra una mina ningún proyecto puede o que si el sacaba  guita`para aportar al canuto,  la vieja no se podría haber atendido la enfermedad –ya no recuerdo cual- que  la llevo a la muerte.
Esa pelea era la única manera que encontramos de separarnos, tanto nos queríamos entonces. y  nos vino bien para dar por tierra con nuestros sueños de los doce, definitivamente. Nunca reconoceríamos que el plan maestro carecía de significado.
¿Como renunciar a planes sellados con apretón de manos untados con saliva, ya que la saliva –como la sangre- sellan pactos indestructibles y seguir mirándose al espejo?
Entonces en enero, después de las fiestas,  pude irme, el fajito de billetes quedo atrás de las latas de galletitas, y que le garúe finito, pensé, creyéndome enojado.
El Pelado quedó allá, y con la guita de la indemnización del ferrocarril se puso un kiosco y cuando se fundió entro a trabajar en Belagro, mi viejo lo ayudó.
Cuando fui para Tandil, unos días antes de venir a La Habana,  mi vieja  me dio un sobre que le dio el padre del Pelado, unas fotos de un verano en el balneario, con unas chicas que ni se quienes son, no son del pueblo, tal vez unas primas de alguien. Y también había unos billetes, millones de pesos pero de entonces,  planchados, adentro. Afuera estaba mi nombre en un sobre amarillento y cerrado con cola. Todos en Vela, en Scarminacci fueron al entierro. La gente lo quería mucho. Yo me enteré pasados tres meses. Había cagado fruta con un cáncer de hígado.
Mi esperanza es en que Belagro mi viejo  no le haya comido la cabeza con mis éxitos, porque para él que yo de clases en la universidad es un éxito, fijate, Marinelli, lo que hacemos acá puede ser un éxito para afuera, si supieran el nivel de mediocridad que tienen algunas estrellas!  aunque el sueldo alcance solo para un departamento contrafrente  y  consiga viajar cuando pego algún congreso  donde me mandan con todo pago. Si hasta los chicos viven con la madre, que me perdona la vida cuando me atraso la cuota. Ella se juntò con un buen tipo que  y hasta tuvo un bebe, con casi cuarenta años. ¿Vos tenés dos pibes, verdad?  Un dia nos juntamos los dos y los cuatro chicos y hacemos algo ¿no te parece? Che, es hora de que nos vayamos yendo, ahí hay un bedel que nos mira como apurado: En dos minutos lo tenemos acá. Rajemos antes.
Por eso no te puedo contar bien lo que paso en la Habana, solo lo vi al pelado y a mi, de dieciséis, y pensé machaconamente que éramos entonces como cubanos jugando al dominó

Y por esas fotos, o por esa plata,  te juro que sin él nunca viajaré a  París. Después te paso el trabajo y las fotos por mail. 

Comentarios

Nanda ha dicho que…
qué buenos cuentos, Nilda! y King Crimson excepcional !

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