las varoneras.

A veces leo Orsai, la revista de Casciari ¡tanto me gusta! Me gustaría tenerla en papel, pero todos los números salen casi 4 lucas. Me gustaría tal vez dejar de tuitear por un tiempo y leerme todo Orsai. (he leido todo Stephen King, asi que soy animal de lectura, claro que si)
Tiene una seccion que se llama Sociedad: España: Alpiste, perdiste.(toda una definiciòn en 3 palabras)
Casciari dejo la provincia de Buenos AIres y se fue a España cuando allì se tiraba manteca al techo. Ahora la grasa se cae. Millones de desocupados, mierda..
Elijo un post muy sirenas en vodka, donde distingue las varoneras de las marimachos. Yo siempre fui varonera, o quise serlo, o tuve la vocación de serlo, aunque no me dio el cuero o la vida.
Achique el post sacandole las referencias a España, pero puede ir a la pagina de Orsai y verlo completo. Eso es un blog y no esto que estàn leyendo.

Las varoneras

▣ HERNAN CASCIARI, LUNES 4 DE OCTUBRE, 2004

"... Y yo creo que no hay mujer más linda en todo el mundo que las chicas de ETA. Son igualitas, en el mejor sentido de la palabra, a lo que en la adolescencia llamábamos"las varoneras".
La belleza de la varonera no radica exclusivamente en lo físico, sino en una estructura moral que llevan consigo desde la niñez. Y no debe confundírsela nunca con la marimacho, que también es una raza muy extendida en la adolescencia. Una marimacho, de grande, se convierte en lesbiana o en ministra de educación. Una varonera, en cambio, se convierte en etarra, en actriz de teatro under, en puta o en amante de señores casados.
A la pequeña marimacho le gustan (o le gustarán) las mujeres, y en la primera juventud se junta con los varones para mimetizarse y para patear tirolibres con efecto. A la pequeña varonera, en cambio, le gusta estar con los chicos para que la admiren y la deseen, y para poder ir a pescar a la tardecita. La diferencia es sutil.
Desde la niñez, siempre me llamó la atención una cualidad paradójica de la varonera: teniendo naturalmente el típico objetivo feminista (la igualdad de los géneros) es en esencia machista y detesta, no a la mujer, sino a la dama beligerante que proclama el feminismo como bandera.
Si lo miramos con lupa, entenderemos que la varonera tiene razón: las feministas luchan para acceder a los tópicos más tristes del hombre (quieren tener poder, quieren tener dinero, quieren ser árbitros de fútbol). Pretenden que la igualdad consiste en equipararse a lo que el macho posee de chimpancé. Las varoneras, en cambio, están en otra órbita y sólo les apetece compartir el espíritu lúdico y cultural masculino: la amistad, la charla trasnochada, el porro y, eventualmente, la lucha armada.
Las feministas-ladrillo están pendientes de la publicidad. Escudriñan los carteles para señalar aquéllos que muestran un culo de hembra con el afán de vender una motocicleta. Sospechan que, prohibiendo ese cartel publicitario, están dando un paso en pos de la igualdad de géneros.
—¡Estamos hartas de sentirnos objeto! —dicen las feministas por la radio. Y lo hacen por radio porque las feministas son feas. Y sería gracioso ver a una mujer fea sintiéndose "harta de ser un objeto".
Las varoneras no sólo están encantadas de poder mostrar el culo en la publicidad, sino que también son capaces de ejercer la prostitución sin sentirse menoscabadas o en el pozo de la miseria (como sospechan las feministas-ladrillo).(...)
Existe demasiado feminismo en este mundo moderno, pero pocas mujeres capaces de ser mejores que la media general humana; y no sería difícil acceder a ese estado de máxima pureza, dado que los hombres vienen cada vez más feministas, o metrosexuales, o como mierda se quiera bautizar al nuevo engendro polimorfo tan en boga.
Siempre me dio un poco de risa el esfuerzo (falso esfuerzo) que los partidos políticos "de avanzada" practican con el fin de integrar mujeres a sus gabinetes. Les dan trabajo a regañadientes y sin que sepan hacer nada, solamente porque la opinión pública parece opinar que así debe ser. Y las feministas van por la vida tan contentas con su Ministerio, pues ni siquiera descubren que es otra manera, más diplomática, de utilizar a las mujeres. Poner damas en los gobiernos sólo por llenar el cupo de igualdad es, también, publicidad. Y mucho más oscura y perversa que mostrar una teta para vender yogur.
(...)
Pero no todo está perdido. Mientras en pleno siglo ventiuno los partidos de centroizquierda hacen malabares para fingir que la hembra puede hacer las mismas idioteces que el homo-político, los etarras (tan retrógrados) son mitad hombres y mitad mujeres desde siempre. Y calladitos, sin levantar la perdiz.
Ellas arman las bombas a la madrugada con la misma destreza que sus compañeros; ellas sellan sus labios durante la tortura policial igual que si tuvieran huevos o convicción, que es lo mismo. Ellas ponen ese gesto de varonera para las fotos de los diarios. Ese gesto que parece decir: "Sí, he puesto bombas y he matado a algún concejal, pero también puedo cocinar un estofado para chuparse los dedos".
...
Y es que las mujeres que verdaderamente vale la pena conocer han sido, antes que mujeres o madres, antes que tirabombas o putas, antes que todo, orgullosas varoneras que se quedaban con nosotros hablando y bebiendo y riendo hasta que despuntaba el sol. Y lograban, ellas solas, que nos sintieramos iguales, pero no iguales del verbo género, sino iguales y punto. Hermanos. Las feministas de eso entienden bien poco. Y los hombres también.
Estén donde estén, varoneras de mi primera juventud, éste es mi pequeño panegírico de los lunes. Un homenaje de alguien que siempre las recuerda con cariño, sin importar en lo que se hayan convertido con los años. Y es que los años son muy machos: generalmente maltratan.


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