Ya no hay hombres.
YA NO HAY HOMBRES A mí: ¿venir a darme una lista de vegetales A y vegetales B a mí? ¡Justo a mí! La pelotuda me hablaba como si yo fuera mogólica, agarrando unos moldecitos para visualizar el tamaño de las porciones. Caí en ese consultorio- blanco, minimalista, de tan minimalista casi kitsch- (cuatrocientos mangos, y minga de usar la obra social, ni recibo me dió) recomendada por una clienta de la oficina. Me deje convencer por el “casi una gurú”, por el “te va a cambiar la vida”. ¿Y quien no quiere cambiar de vida? La tilinga me llamaba “querida”. ¿Vos me ves carita de ser una persona a la que una médica que dice querida cada vez que abre la boca, pueda remotamente cambiarle la vida? Con ese ánimo entré al Martínez, el mío, ese al que voy siempre. Voy al Martínez como esos gestores berretas que atienden clientes y cierran tratos en bares. Está a mitad de camino entre el departamento y la oficina, pero, por esas falsas cas...