sirena niña escuchando el ruido de las asequias




Rumor, o ruido de acequia, que truena en el camino que va la Toma del Río La Granja, hasta el centro del pueblo. ¿tres o cuatro kilómetros? En todo caso un tiempo largo de marcha. Con el cielo entoldado de hojas de arboles, que se encuentran en el medio, como una nave de una iglesia, vegetal y perforada por el sol de enero. Balas de sol que agujerean ese cielo raso abovedado, muy arriba ¡tanto!
Y al costado tranqueras que conducen a caminos de los que bajaran al pueblo o al rio por ese camino de siesta. Las casas no se ven. Al otro costado el terreno  besa la orilla del río que tampoco se ve, pero se escucha, contando secretos.
Y siempre aturdida de acequias, el agua me canta. El agua es tan limpia corriendo por las acequias, tan cristalina, tan vidrio liquido. Da ganas de agacharse, de hacer un cuenco con las manos y tragársela de un trago, como si fuera bendita.
Veraneos en Villa Animi, en el corazón de las sierras chicas, jugando a las cartas, leyendo historietas, juntando yerba meona y poleo, y hongos que se secarian en sabanas limpias, cuando el sol cocina. 
La tia murió hace rato, haciendo las cuentas, ya van para veinte años. La casa de al lado donde siempre me ofrecían algo frió que no era coca cola, hoy es un emprendimiento comercial, para turistas. Hace como ventiseis años que no voy por allí. Y sin embargo puedo imaginarme aun, con una enorme linterna yendo de paseo por las noches, a dar una vuelta, a esperar finalmente crecer un poco.
y si me esfuerzo puedo escuchar el canto del agua en las acequias.

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