la sirena coja de Nijar.


No sucedió como lo contara  la mariquita con la piel del color de la aceituna y unos huevos tan grandes que no hubo guardia civil que lo callara (el niño sigue cantando). Ese chaval volvía luna y plata todo lo que tocaba, todo lo que cantaba.
Fue un poco distinto, pero básicamente hubo pasión, amor y sangre. Y muerte, claro.
¿las cosas se cuentan solas, país?
No, las historias están diseminadas como ácaros y el relato de las historias las hace épicas, banales o tal vez inolvidables.
Si el gran Entomologo le haría la gracia a que cada uno de nosotros tuviera un escriba que contara los cuentos como se sienten en la entraña, todas las historias pueden ser lorquianas
.Quiero decir,es de humano vivir  grandes relatos.
quien no tuvo un amor? eh?

La cuestión es que la Paquita quedo coja de un crujido en el culo que le dio su padre en la cuna. (la crónica lo registra: ¿un crujido?¿una patada, un golpe?) y de ahí en mas fue Paquita la coja, con el hueso de la cadera desubicado. Y dicen que fea, pero eso se lo dejamos a las lenguas de doble filo. Un primo se quiso escapar con ella el día de la boda y quedo muerto por balazos. No fue con navajas , pero a la sangre no le importo cual era la compuerta y salio de venas y arterias negra y final.

 Y como balada que estaba desde la infancia, a la coja y fea la pusieron en labores de monja y no de la tierra, nada del trigo y del esparto marcandole las manos, nada del sol bronceando la cara. Casi como una señorita, en las tareas de las manos, y quien sabe, quiza hasta de los libros. Y ya sabemos que los libros le vuelan los pajaritos a las mujeres, que deberian estar atendiendo señores y amamantando que para eso estamos.

Y en el año del señor 1928 se iba a casar con  un primo, pero huyo con otro.
La sirena lee con sorpresa que no murio ella, no fue la sirena coja y fea de Nijar la que se lleno de sangre por los amores indebidos como el mariquita nos quiso hacer creer

A el le gusta creer que las mujeres deben pagar, identificado con ese dolor de las mujeres, que ora estan pariendo, ora estan muriendo, siempre agujereadas, mulheres de athenas que se mesen los cabellos, ah tu melena negra querido Lorca, que nos cantantes en nuestro mas extremo registro y tanto te lo agradezco que me mostraste esas lunas, esas sangres cuando yo era barro tal vez, barro que se moldeaba y entonces supe de fragores y fue de una vez y para siempre y vos dormías tu muerte de sangre y balas en una zanja, y yo te canto y seguís vivo, guapo, majo, bendito el vientre que te pario y benditos los amores perros que te hicieron asi.

En Nijar, y en huida murió el novio  (la crónica periodística abunda en detalles) y la Paca, la hija del Fresco,  nunca fue a vivir con su marido, viuda para siempre de su novio muerto.La injuria fue hecha por dinero, que es como pasan estas cosas, por una hermana y un cuñado a los que esta huida les cagaba la hacienda.

Ella, la sirena se encerró (dios esta en los detalles) en una casa con once habitaciones blancas, guardando luto y encierro por la fuga frustrada. Para siempre. Y siguió viva 60 años después.

Claro que el crimen se podría contar como esos que vemos en TN, pero Lorca no nos hizo eso, sino que nos estalla la belleza en la jeta.

Estamos en la época de la caída de los grandes relatos, no porque no haya relatos que contar, sino porque hemos perdido la grandeza al contarlos.

Por eso para erotismo, nada como Lorca y este blog colabora con  dos versiones, la del diario El paìs que se sumerge en los hechos, esos impostores y en Bodas de Sangre, exceso entre los excesos, amada por las sirenas.
Con uds. un fragmento.

Novia:
Desde aquí yo me iré sola.
¡Vete! ¡Quiero que te vuelvas!
Leonardo:
¡Calla, digo!
Novia:
Con los dientes,
con las manos, como puedas.
quita de mi cuello honrado
el metal de esta cadena,
dejándome arrinconada
allá en mi casa de tierra.
Y si no quieres matarme
como a víbora pequeña,
pon en mis manos de novia
el cañón de la escopeta.
¡Ay, qué lamento, qué fuego
me sube por la cabeza!
¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!
Leonardo:
Ya dimos el paso; ¡calla!
porque nos persiguen cerca
y te he de llevar conmigo.
Novia:
¡Pero ha de ser a la fuerza!
Leonardo:
¿A la fuerza? ¿Quién bajó
primero las escaleras?
Novia:
Yo las bajé.
Leonardo:
¿Quién le puso
al caballo bridas nuevas?
Novia:
Yo misma. Verdad.
Leonardo:
¿Y qué manos
me calzaron las espuelas?
Novia:
Estas manos que son tuyas,
pero que al verte quisieran
quebrar las ramas azules
y el murmullo de tus venas.
¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Aparta!
Que si matarte pudiera,
te pondría una mortaja
con los filos de violetas.
¡Ay, qué lamento, qué fuego
me sube por la cabeza!
Leonardo:
¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!
Porque yo quise olvidar
y puse un muro de piedra
entre tu casa y la mía.
Es verdad. ¿No lo recuerdas?
Y cuando te vi de lejos
me eché en los ojos arena.
Pero montaba a caballo
y el caballo iba a tu puerta.
Con alfileres de plata
mi sangre se puso negra,
y el sueño me fue llenando
las carnes de mala hierba.
Que yo no tengo la culpa,
que la culpa es de la tierra
y de ese olor que te sale
de los pechos y las trenzas.
Novia:
¡Ay que sinrazón! No quiero
contigo cama ni cena,
y no hay minuto del día
que estar contigo no quiera,
porque me arrastras y voy,
y me dices que me vuelva
y te sigo por el aire
como una brizna de hierba.
He dejado a un hombre duro
y a toda su descendencia
en la mitad de la boda
y con la corona puesta.
Para ti será el castigo
y no quiero que lo sea.
¡Déjame sola! ¡Huye tú!
No hay nadie que te defienda.
Leonardo:
Pájaros de la mañana
por los árboles se quiebran.
La noche se está muriendo
en el filo de la piedra.
Vamos al rincón oscuro,
donde yo siempre te quiera,
que no me importa la gente,
ni el veneno que nos echa.

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