concurso de escritura.
Escribí para un concurso de escritura para paliar la malaria de la cuarentena. Escribí en automatico, ni traté de ser exquisita.
Lo que escribí lo pongo en este, mi blog, Tiene la virtud de la escritura automatica. Ninguna otra cosa.
Lo que escribí lo pongo en este, mi blog, Tiene la virtud de la escritura automatica. Ninguna otra cosa.
Nunca podrá ser. Nunca daré la vuelta al mundo en un barco de carga, con
marineros finlandeses que me miran como a un absurdo paquete que se debe
entregar en un puerto desconocido. En
vano recuerdo historias donde un tío traía exóticos presentes, porque ninguna
seda ya nos asombrará, ningún paraguas,
ningún tótem hecho con maderas olorosas de árboles que acá no existen
Puedo tomar aviones que crucen el Sereno, esperar infinitas horas en
pequeños aeropuertos donde trato de desentrañar el inglés de los altavoces con
mi inglés de secundaria,
pero ¿y el asombro? ¿y el desconcierto?
Crecí con libros de viajeros, como los ingleses, donde todo lo ajeno era
salvaje y bienvenido, mientras se tomaba té de cajitas de lata, y se aceptaban
las novedades, sabiendo que lo normal estaba de nuestro lado,y del otro, pura barbarie, con mujeres tan bellas e
ignorantes que apagaban el deseo; la torpeza del salvaje no me será dada como
ofrenda, nunca podré civilizar y vestir de etiqueta a un nativo.
Vivo en un mundo donde las compra se envuelven para regalo y se pagan
con tarjeta, donde no hay tormentas furiosas que hagan temer la vuelta. ¿Dónde
se aloja la maravilla? . Mi hermano, en su viaje de negocio a la China, me
mando la foto de una urna, donde se quemaban papelitos con deseos. Un penique
por cada uno de mis deseos ocultos, un penique por tu nombre que nadie sabe, un
penique por aquella tarde en el telo, mientras boludeabamos en el hidromasaje.
Todo ha dejado de tener sentido,
ya no circulan las monedas que servían para pagar secretos.
Dejame pensar en un barco con marineros que nacieron en lugares con
demasiadas consonantes y diéresis, geografías imposibles de pronunciar.
Como consuelo menor nos queda la plata de luna en el nombre del país, una
mente europea que me permite pensar un río de plata cortando la Tierra. Un rio
donde saltan peces de plata y oro, y al trasluz, todo azula o verdea.
Y la idiotez de ilusionarme con un viaje en tercera hasta asomarse y
ver nuestro rio marrón como un mar que nos dice “vivis en el culo del
mundo, hermanito”, y que nos obliga a dos cosas al mismo tiempo: una, a sentir
orgullo por ese mar marrón con el nombre de un material noble, la otra a
sentirnos avergonzados porque nuestros peces tienen bigotes, son incomestibles
y solo cuando estás muy triste o muy cansado ese río te produce consuelo
Entonces me viene a la cabeza Solis, acompañado por marineros con los
dientes estragados por el escorbuto, violados hasta volverse mujeres, con
las tripas asoladas por gusanos que ningun antibiotico de los nuestros hubiera curado y al espanto de
tanta sal, subir río arriba hasta dar con otros hombres asustados que decidieron
comerse al capitán. Los que sobrevivieron se perdieron en la pampa y se
amancebaron con doncellas que cantaban dulces canciones en guaraní.
Probablemente del amasijo de carne, sangre y tierra no quedó nada, sino
olvido y alguna pagina para la historia de Mitre, para la de Ibañez que nunca aprendí bien.
Y ahora miro el río y se que nunca voy a dar la vuelta al mundo, nunca
compraré collares hechos en el Nepal por viejas de doscientos años, perfumados
de benjui, de colores naranjas y celestes. Nunca ascenderé al Himalaya
con los pies sangrantes envueltos en vendas, dejando un rastro coloreado en la
nieve para hacerle al dueño de todos los minisuper tres preguntas.
No me serán dado el sudor en el
Caribe, la tienda de campaña en el Africa, el olor del miedo en el Japón, todo
eso lo cambié sin saberlo, por esta medianía, por el colectivo en Pompeya, por
tus caricias en un telo de Constitución, por mis hijos naciendo en un quirofano
bien esterilizado en Lomas de Zamora
Alguna vez esa que no soy me habla en el oído, me dice, dale, perdete,
es tan fácil, solo basta que sigas -de lugar en lugar- tomando colectivos cuya
cabecerá está en un sitio que nunca
escuchaste nombrar y asi de a poco llegarás a Tombuctú. Pero tengo que llegar a
casa, tengo que contestar los mensajes del celular, ya le dije demasiadas veces
que me quedé sin batería.
Pienso que el miedo a la muerte tiene que ver con que te adentras en
otra escena y caes y no me conforma que me esperaran los perros mutilado y los
viejos con sus canceres y los fetos muertos con alitas, y tampoco la nada con
olor a desinfectante de dentista, con su dejo a clavo de olor.
La nave de los locos, eso es la muerte,
¡vos querías viajar? Allá vas. te lleva la muerte, tan callando.
Comentarios
Cuidate y a disfrutar de lo que podemos hacer, que es mucho de lo que nos gusta!
Salió un interesante texto.
Saludos.