Cerrado por vacaciones y un bonus track.
Sabemos que Dolina imposta lo que Borges escribe a pluma alzada, sin ser paròdico.
Sabemos que los adornos barrocos de Dolina suelen ir desde la complicidad hasta el disgusto.
Las sirenas lo odiamos porque se hizo la cirugia en la cara y cada vez està mas feo, como el tal retrato, pero sobre todo porque abomina de las mujeres maduras y siempre babea atras de pendejas con buen culo y eso es francamente insoportable cuando una ha crecido lo suficiente.
Sin embargo las sirenas ahogadas en vodka hemos gustado de su prosa, de las chicanas por el absurdo que presenta y se nos ha pegado el gusto por el chascarrillo y por la èpica de un buenos aires que se disuelve pero que nos ha dejado cicatrices por todos lados.
por eso, por que nos vamos de vacaciones y esperamos volver, les dejo un cuento sobre vacaciones, de Alejandro Dolina, de quien se podrà decir cualquier cosa menos que no es tan nostalgioso como nosotras
Por otra parte, agradeceria que me dejen mensajes para leer a mi vuelta: es el equivalente de una estrategia habitual usada por psicologas que hacen psicoprofilaxis quirurgica: saber que a tu vuelta, hay algo esperandote. Mi mail es sirenasahogadasenmijo@gmail.com: Besos, y ¡volveremos!
Sabemos que los adornos barrocos de Dolina suelen ir desde la complicidad hasta el disgusto.
Las sirenas lo odiamos porque se hizo la cirugia en la cara y cada vez està mas feo, como el tal retrato, pero sobre todo porque abomina de las mujeres maduras y siempre babea atras de pendejas con buen culo y eso es francamente insoportable cuando una ha crecido lo suficiente.
Sin embargo las sirenas ahogadas en vodka hemos gustado de su prosa, de las chicanas por el absurdo que presenta y se nos ha pegado el gusto por el chascarrillo y por la èpica de un buenos aires que se disuelve pero que nos ha dejado cicatrices por todos lados.
por eso, por que nos vamos de vacaciones y esperamos volver, les dejo un cuento sobre vacaciones, de Alejandro Dolina, de quien se podrà decir cualquier cosa menos que no es tan nostalgioso como nosotras
Por otra parte, agradeceria que me dejen mensajes para leer a mi vuelta: es el equivalente de una estrategia habitual usada por psicologas que hacen psicoprofilaxis quirurgica: saber que a tu vuelta, hay algo esperandote. Mi mail es sirenasahogadasenmijo@gmail.com: Besos, y ¡volveremos!
EL DESCANSO
DE LOS HOMBRES SENSIBLES
(Alejandro Dolina)
Cada año ciertas personas interrumpen sus
trabajos cotidianos para tomar algunos días de descanso. Esta circunstancia no
parece muy sabrosa en su primera descripción. Sin embargo, la complejidad de
nuestro tiempo ha decorado el asunto con asombrosos firuletes de causa y
efectos. Y entonces el modesto fenómeno produce toda clase de inesperadas
consecuencias: las valijas, los hoteles, las empresas de turismo, las ciudades
balnearias, el alquiler de bicicletas, los productos bronceadores, las tarjetas
postales, los baldecitos, los suplementos de las revistas, los caracoles pintados, las carpas, el cierre
temporario de las panaderías, las audiciones desde la costa, las casas rodantes
y la imperdonable canción Vamos a la playa.
Los Hombres Sensibles de Flores siempre
miraron con desconfianza las súbitas inspiraciones nómades de los mercaderes
prósperos. Pero a pesar de todo alcanzaron a vislumbrar que más allá de la
vanidad de los chitrulos, las vacaciones ofrecían la remota posibilidad de que
algo ocurriera. Y así, fingiendo descansar, buscaron en remotos balnearios y
pensiones baratas las mismas vieja señales de siempre. Y descubrieron
(demasiado tarde) que las puertas cerradas eran iguales en todas partes.
Manuel Mandeb reflexionó sobre estas
cuestiones en un trabajo titulado “A favor y en contra de las vacaciones”.
En la primera parte, el autor lanza
denuestos sobre las costumbres veraniegas. En la segunda se refuta a sí mismo,
y en el confuso epílogo sostiene que ambas posturas son verdaderas o tal vez
falsas.
Resignémonos a examinar algunos tramos de
esta obra que muchos reputaron hegeliana, quizás queriendo decir que era
insoportable.
“... Los escribanos y profesoras de
geografía dicen encontrar en sus licencias anuales la ocasión para hacer lo que
en verdad desean. Lo que equivale a confesar que durante el resto del año,
estas personas viven contrariando su verdadera voluntad”.
“... Pero mayor todavía es nuestro
estupor cuando observamos la conducta que mantienen en sus breves períodos de
plena libertad. Al parecer, todo lo que necesitan para rebelarse contra el
destino es trasladarse a un balneario”.
“... Si el verano presupone un cambio de
hábitos, nada cuesta suponer el disgusto que sentirán las gentes satisfechas de
sus procederes ante la necesidad de modificarlos.”
“... Lo ideal sería (aparentemente) actuar siempre conforme a la propia voluntad. Es
decir, hacer siempre lo que uno desea.”
“... Pero ahora, en este último instante,
se cuela una objeción imprevista: las personas más nobles no desean obrar a su
capricho. Yo mismo no quiero hacer lo que quiero.”
No es novedosa la opinión de Mandeb. Ortega
afirmó que la nobleza se define por la exigencia, por las obligaciones y no por
los derechos. “Noblesse obligue”. Vivir a gusto es de plebeyos, decía Goethe.
Ya vemos cuán lejos de la playa nos ha
arrastrado Mandeb. Busquemos la orilla y veamos al polígrafo de Flores ya
reconciliado con las vacaciones, en la segunda parte del libro que nos ocupa.
“... Bien está en el crepúsculo de esta
monografía reconocer que los dignos afanes por ganar nuestro sustento suelen alejarnos
de los goces del espíritu y aun del cuerpo. Pueden ser entonces las vacaciones
unos rincones floridos del tiempo, que el criollo despierto sabrá aprovechar
para asomarse a los misterios del universo o para atropellas a alguna morocha.
El amor y el conocimiento. No hay mucho más en la vida.”
En los años dorados de Flores, el barrio
tuvo su propia agencia de turismo. Su nombre, LA HUELLA, tal vez fue una
criollada. Pero de allí salieron algunas ideas muy originales y un criterio
comercial cercano a la demencia.
Sin transitar los dudosos pasillos de la
leyenda, podremos imaginar el funcionamiento de esta empresa, gracias a uno de
sus folletos de publicidad que se ha conservado casi entero.
Allí se proponen planes de veraneo cuyos
pormenores conoceremos ahora, no sin padecer las estridencias del lenguaje
utilizado.
SIENTASE EXTRANJERO
Maravilloso viaje a un país lejano cuyo
idioma y costumbres usted desconoce. Experimente la hostilidad de los nativos y
la prepotencia de las autoridades. Centenares de bárbaros se burlarán de usted.
Pase las horas de sus comidas entre la inquietud y la repugnancia. Precios muy
ventajosos.
GRATIS: POLIZON EN EL “CONTE BIANCAMANO”
Usted sólo pagará los gastos de traslado
hasta el puerto. Después (si tiene suerte) atravesará los mares del mundo a
bordo de este lujoso paquebote. Disfrute un crucero diferente junto a toda su
familia.
A SUERTE Y VERDAD
Plan sorpresa. Nosotros elegiremos por
usted, para evitarle fatigosas cavilaciones. Lo llevaremos a un magnífico
lugar, cuyo nombre y características no le comunicaremos. Muchos de nuestros
clientes han vivido días inolvidables, aunque no sabrían decir dónde.
HAGA EL INTERESANTE EN BAIGORRITA
Para viajeros solitarios. Nuestros agentes
harán correr el chisme de que es usted un personaje importante. Sienta las
miradas curiosas de toda la población. Permítase extravagancias y hágase pagar
bebidas contando falsas hazañas a los paisanos.
FIN DE SEMANA EN COLEGIALES
Al alcance de cualquier presupuesto.
Hospedaje en casa de una familia de la calle Crámer. Contemple el atardecer en
la estación y vibre en delicioso sobresalto al paso del tren eléctrico.
El mayor suceso de la agencia fue la
promoción del balneario PLAYA DESIERTA. Se eligió un punto cualquiera de la
costa atlántica y se instó a las personas a viajar allí.
El argumento decisivo consistía en declarar
que nadie iba jamás a ese lugar. Ya se sabe que los espíritus delicados aman la
soledad. Así fue que muchos se trasladaron a Playa Desierta. La fama del paraje
creció a lo largo de las temporadas y al cabo puede decirse que verdaderas
muchedumbres llegaban al balneario con el propósito de hallar un rincón
solitario.
La paradoja no tardó en declararse: el éxito
fue causa de la decadencia. Al perder su desolada virtud la playa fue abandonada
por multitudes desengañadas hasta que al final quedó otra vez, y para siempre,
desierta.
Manuel Mandeb relacionó este episodio con el
impresionante número de visitantes que recibe anualmente Mar del Plata.
“... Es difícil encontrar una explicación
convincente. Todo el mundo detesta las aglomeraciones. En Mar del Plata hay
aglomeraciones. Luego, nadie debería acercarse por allí”.
“... Me atrevo a postular una teoría
audaz. No hay en Mar del Plata turistas lisos y llanos sino individuos que
viven del turismo y trabajan en esa ciudad durante el verano: vendedores de
chorizos, croupiers, empleados de hoteles, camioneros, colectiveros, cocineros,
mozos, guardavidas, recepcionistas, aviadores, actores, músicos, futbolistas,
árbitros, bailarines, magos, periodistas, editores, locutores, humoristas,
telefonistas, cantantes, reposteros, adivinos y publicitarios”
“... Si agregamos a los familiares y
acompañantes de estos trabajadores, hallaremos que suman millones. Todos se
abastecen mutuamente: el croupier va al teatro, el actor va a ver fútbol, el
futbolista come pizza y el pizzero escucha la radio. De este modo, la ciudad se
mueve y los fenómenos económicos se cumplen como si hubiera turistas
verdaderos.”
Aunque no eran clientes de la agencia, los
Hombres Sensibles de Flores supieron veranear mezclando sabiamente la aventura
y la escasez.
Manuel Mandeb solía ir a un recreo
abandonado del Reconquista, a recordar los tiempos en que el río estaba vivo y
tenía otro nombre.
Cortejaba a las mozas de la zona, que le
prestaban yerba, oían sus historias y a veces cedían a sus insinuaciones
sentimentales.
“Solo el amor pasajero es eterno” murmuraba a sus amadas entre los yuyos. “Es amor que se va, pero no
muere. La ausencia hace que los romances duren siempre.”
Y dicho esto, se iba.
El ruso Salzman tenía en el fondo de su casa
un fuentón de buen tamaño. Los muchachos del Ángel Gris acudían con sus
desteñidos pantaloncitos de fútbol para refrescarse los pies y tomar un poco de
sol. A veces invitaban a algunas niñas distinguidas del barrio, pero las muy
presumidas siempre hallaban pretexto para no presentarse.
A veces, todos juntos recorrían los
balnearios porteños: Costanera Sur, Quilmes, Núñez, Los Escalones, Entrada
Guemes, Playa Dorada, El Ancla, Las Barrancas... Un verano fueron al misterioso
Balneario Reta, allá en el sur. Se hospedaron en el viejo Hotel Océano y se
pusieron de novios con unas alemanas hechiceras que proyectaban sombras ajenas
y escondían palomas en el escote. Tocaron el piano en el comedor y cantaron
canciones zafadas. Se perdieron en los médanos infinitos, encontraron huellas
inexplicables en la arena húmeda y bebieron agua mágica en un manantial del
Paso del Médano. Escucharon a Rosita Quiroga en un fonógrafo y trataron de
subir al piso alto del hotel, lo que no les fue permitido pues allí se guardan
los restos valiosos de naufragios o tal vez viven recluidos marineros y
capitanes en desgracia.
A pesar de su entusiasmo, pocas veces fueron
totalmente dichosos.
En todos los veraneos sintieron la sensación
de asistir a una fiesta a la no estaban invitados. Al comparar la evidente
alegría general con sus melancólicos talantes, los Hombres Sensibles
sospecharon que había en todo aquello algo que no se decía. Un dato, un
secreto, una clave cuyo conocimiento permitía disfrutar, reír y divertirse.
Mucho tiempo mas tarde, Manuel Mandeb
comprobó que efectivamente había un secreto que algunos conocían y otros no. Y
comprendió también que la causa de la alegría no era el conocimiento del
misterio sino más bien su ignorancia.
Y no volvió a salir nunca de vacaciones.
Este que escribe siente que el veraneo es
un privilegio de la juventud.
Un señor maduro, con su esposa, podrá
pegarse un baño, pasear, ir al teatro o al casino. Pero verá pasar a su lado la
belleza del diablo. No podrá enamorarse, no podrá pisar el terreno incierto de
la aventura.
Cruel como el Carnaval es el verano. Se
necesita guapeza para enfrentarlo, para dominarlo y gozarlo en su brutalidad
pagana.
Nosotros, de este lado, hombres fuertes y
jóvenes, pero tocados ya por el mal del otoño y de las sombras, nos atrevemos
todavía a compadrear ante el sol.
No tenemos miedo a meternos bien adentro,
allí donde no se hace pie. Pero sabemos que ya tras el horizonte ha nacido una
ola que se va acercando a la playa. Pronto nos alcanzará y de un solo saque nos
apagará las últimas brasas del alma.
Después... ya no habrá mas olas para nosotros.
Después... ya no habrá mas olas para nosotros.
Comentarios
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