las cosas raras que hacemos mientras enfermamos.
he vuelto de las vacaciones. Estuve en el nordeste de Brasil. Ahi no importa ser gorda, barro tal vez.
No se si fue el agua, la comida hecha en los barracas de playa (acá se llaman paradores), fritangas de pescados, calamares y pastiches de sirí. O acaso un virus o un mosquito rallado blanco y negro.
Estuve un día enferma, con un sol bahiano que no daba respiro, la playa a dos cuadras y la pileta (enorme y caliente como un caldo) a pasos.
En el sueño con fiebre fui heroica. Pésimas ideas se me antojaban viables, y hasta necesarias. Imprescindibles.
Pensamientos semejantes a apostar tu casa, tu auto y el futuro de tus hijos a una mano de truco, sabiendo que estas jugando con tipos a los que sería temerario comprarles un auto usado.
Mientras pedía una mantita para el chucho de la fiebre bajando, todo el sentido común se deslizaba por el pensamiento como las aguas de mi cuerpo por el excusado, el éxito o el fracaso eran eventualidades y yo había descubierto la cuadratura del circulo o algun invento maravilloso, con el que una vez curada, daría a mi vida un volantazo que haría innecesario para el uso de alprazolam o eso que podemos llamar escrupulos pequebu.
Entonces en mi pequeña enfermedad de vacaciones, la estrategia luminosa y clara como el agua, era hacer lo que se me vengan ganas y bancarme las consecuencias. Me gustaba esa que era mientras me dolia la panza, la cabeza me estallaba y mis tripas se vaciaban de todo lo habido y por haber, presente pasado y futuro.
Esta es mi corteza, mi cuerpo, donde el hacha golpeará.
La duermevela de la fiebre me machacaba como la música de gimnasio para que me mandara, para que hiciera lo que siempre postergué por estúpido, por inutil, por estar destinado al fracaso. Me gustaba ser heroica en el sueño de la fiebre, en la ida y vuelta al baño de la diarrea, mientras puteaba por el salado de las sales de rehidratación oral que me dio un medico al que no entendía, y que además no me entendía.
Despues, el sentido común hace su tarea. Y ya no haces cosas estupidas a sabiendas. Te importan las consecuencias.
No te mandas, juntas tus pedazos, te das cuenta que para que rifar nada, si la suerte esta echada y ya perdíste.
Ya perdiste. Que idiota guardar los boletos de caballos mancados antes de salir.
para que, decime vos.
Cuando estoy sana suelo ser muy razonable, aunque se pudra mi boca por callar.
No se si fue el agua, la comida hecha en los barracas de playa (acá se llaman paradores), fritangas de pescados, calamares y pastiches de sirí. O acaso un virus o un mosquito rallado blanco y negro.
Estuve un día enferma, con un sol bahiano que no daba respiro, la playa a dos cuadras y la pileta (enorme y caliente como un caldo) a pasos.
En el sueño con fiebre fui heroica. Pésimas ideas se me antojaban viables, y hasta necesarias. Imprescindibles.
Pensamientos semejantes a apostar tu casa, tu auto y el futuro de tus hijos a una mano de truco, sabiendo que estas jugando con tipos a los que sería temerario comprarles un auto usado.
Mientras pedía una mantita para el chucho de la fiebre bajando, todo el sentido común se deslizaba por el pensamiento como las aguas de mi cuerpo por el excusado, el éxito o el fracaso eran eventualidades y yo había descubierto la cuadratura del circulo o algun invento maravilloso, con el que una vez curada, daría a mi vida un volantazo que haría innecesario para el uso de alprazolam o eso que podemos llamar escrupulos pequebu.
Entonces en mi pequeña enfermedad de vacaciones, la estrategia luminosa y clara como el agua, era hacer lo que se me vengan ganas y bancarme las consecuencias. Me gustaba esa que era mientras me dolia la panza, la cabeza me estallaba y mis tripas se vaciaban de todo lo habido y por haber, presente pasado y futuro.
Esta es mi corteza, mi cuerpo, donde el hacha golpeará.
La duermevela de la fiebre me machacaba como la música de gimnasio para que me mandara, para que hiciera lo que siempre postergué por estúpido, por inutil, por estar destinado al fracaso. Me gustaba ser heroica en el sueño de la fiebre, en la ida y vuelta al baño de la diarrea, mientras puteaba por el salado de las sales de rehidratación oral que me dio un medico al que no entendía, y que además no me entendía.
Despues, el sentido común hace su tarea. Y ya no haces cosas estupidas a sabiendas. Te importan las consecuencias.
No te mandas, juntas tus pedazos, te das cuenta que para que rifar nada, si la suerte esta echada y ya perdíste.
Ya perdiste. Que idiota guardar los boletos de caballos mancados antes de salir.
para que, decime vos.
Cuando estoy sana suelo ser muy razonable, aunque se pudra mi boca por callar.
Comentarios
bueno, me parece que debes haber querido decir rayado a rayas. BESOS!
También estuve mal pero en enero mucha fiebre, indigestión, mosquito, calor, me perdí un cafe rico con una amiga que estuvo en baires, pero vive en elche, españa, xq su vieja cumplio !100 años! también deltré un poco... suerte que volviste, gracias!
Y que buena versión esta... y la tuya enferma ja... Besos...