Ya no hay hombres.


Foto tomada en Café Martínez  por Henrique R. el 6/20/2013

YA NO HAY HOMBRES

A mí: ¿venir a darme una lista de vegetales A y vegetales B a mí? ¡Justo a mí! La pelotuda me hablaba como si yo fuera mogólica, agarrando unos moldecitos para visualizar el tamaño de las porciones.
 Caí en ese consultorio- blanco, minimalista, de tan minimalista casi kitsch- (cuatrocientos mangos, y minga de usar la obra social, ni recibo me dió)  recomendada por una clienta de la oficina. Me deje convencer por el “casi una gurú”, por el “te va a cambiar la vida”.
¿Y quien no quiere cambiar de vida? La tilinga me llamaba “querida”. ¿Vos me ves carita de ser una persona a la que una médica que dice querida cada vez que abre la boca, pueda  remotamente cambiarle la vida?
Con ese ánimo entré al  Martínez, el mío, ese al que voy siempre. Voy al Martínez como  esos gestores berretas  que atienden clientes y cierran tratos  en  bares. Está a mitad de camino entre el departamento y la oficina, pero, por esas falsas casualidades de la sincronía, que se empeña en morderme los garrones, (o será que vivo atenta a toda señal)  quedaba justo bajo el consultorio.
Martínez: lemon pie, galletitas de manteca de cortesía que se derriten cuando se las aplasta con la lengua, con un dejo a ralladura de verdad, no esencia artificial,  que recuerdan cosas de madre, pero de madre buena.  Martínez, chesse cake y tipos. Un faro siempre, y hoy en particular,  un oasis, para sacarme la vena que me quedó cuando salí de la nutri.
Por mi bien, harían justicia en prohibirme la entrada, porque por un lado ya  no hay

hombres,  y por otro no quiero engañar, justificándome con que lo frecuento porque me gusta el café de Colombia. Si,  voy al Martínez porque el café es buenísimo, los precios  se bancan, me queda de paso, pero sobre todo porque frente a la ventana, atalaya urbana, esa torre de cazador de indios onas, me dediqué históricamente a ver venir –con esperanza, sin ella, con ansia, desanimada,- a los hombres con los que me encontré en estos últimos tres años de seca de amor verdadero. El lugar me da confianza. Lo peor que tiene es que las mesas están muy juntas.
Estaba hoy con este ánimo del orto, sentada, esperando ver venir como en flashbacks de película BAFICI, en blanco y negro, si querés mas datos, bajo la forma de una panorámica horizontal en barrido, el fantasma retardado de la treintena de levantes virtuales con los que me encontré allí.  O,  para no hacértela dramática,  sentada con la finalidad  de hacer un bollo con la carpetita de la nutri (cuatrocientos pesos en quince minutos de escuchar obviedades) y mandarme una porción (no media porción, sino una entera) de la torta del día.
Pero entonces entraron ellos. Y como quien larga el aire en una expiración profunda en clase de trabajo corporal, sacando todo lo malo, me puse a mirarlos. Pensando en sanarme la malasangre observando la vida de los otros.
Igual, ustedes saben, era inútil esperar que vengan los fantasmas,  quizá fuera infinitamente mejor su ausencia, porque entre ellos podría  reaparecer ese  cocinador de conejos que viajó desde Santiago del Estero y me despelotó el rancho, con llamadas que daban pavura, y te juro que me arrepentí de todos y cada uno de los mails que mandé en mi vida, hubiera preferido jamás haberme metido en el juego. Después de hacer el amparo judicial, con perímetro incluido, bajé la persiana. No más tipos de las redes sociales. Que si pinta,  las compañeras de la oficina  me presenten a algún primo en
desgracia, a un recién separado que no esté demasiado melanco,  o un soltero que, por favor Dios, no viva con la madre. Para agarrar viaje me tendrían que dar pruebas fehacientes de  que el señor  no está medicado. Por lo menos no con antipsicóticos.  Yo  escarmenté. Y ahora estoy en  tiempo de soledad, ya lo dice la Sagrada Biblia, hay un tiempo de sembrar y uno de tomar café y esperar hasta que escampe.
Me quedó el vicio del  Martínez, hoy casi de casualidad,  de paso, pero aunque no tenga que esperar hombres vengo, no quiero confesarlo, quizá sea por el  lemon pie, o si dejo delirar mi cabeza, esperando que alguno de la treintena quiera buscarme allí, como de casualidad. Alguien, un hombre, que quiera verme, que me extrañe, que me necesite. Pero ese pensamiento no conduce a nada. Al final, cuando ya no se puede contar con los  hombres te quedan las tortas. No, no lo digo por las lesbianas, digo las tortas: harina  grasa y azúcar, ese paraíso.
Y así estaba yo, discutiendo entre mis ganas de comer, o  darle una oportunidad a la nutricionista imbécil y pedir un virtuoso cortado doble a secas, cuando ellos entraron.
Juntos entraron, ya les digo, soy de estar atenta. Los había visto saludarse en la esquina con esa vacilación de quienes no saben si dar la mano o un beso, ese gesto de desconocidos que se miran la ropa, que contrastan la imagen esperada con la verdadera. Los miré mirarse y eso, me hizo pensar que al mismo tiempo se conocían muchísimo y a la vez nada: típico de la gente que se levanta por facebook, por blog o por esa desgracia que es el  twitter.
Tendría que sacar una colección en fascículos alertando mujeres, y  podría ahorrar
muchas lágrimas, pero las destinatarias de tal publicación son como los bichos que van a las luces. Nada las detendrá, todos hemos visto documentales con  las tortuguitas

recién nacidas en la arena en su búsqueda del mar. Los bichos que vuelan se las van a comer vivas Así van las mujeres solas hacia los hombres. Conozco el paño
Mientras ellos se sacaban los abrigos, yo hacia cálculos de calorías para ver si  negociar y pedirme media porción de chesse cake ligh. Total tengo que volver –si vuelvo- a ver a esta pelotuda recién dentro de una semana. El verano ya se fue y para la primavera falta un montón y me anoté en spining para el doblete de matar el tiempo y quemar los rollos Para cuando acabe el periodo de seca (todo termina, eso me lo enseñó la vida) voy a haberme sacado de encima los diez que me monté  cuando fue lo del santiagueño. Angustia y cup cakes, pésima junta.
Ellos andarían entre los  45 y los 55, mas para el lado de los 55 pero resistiendo. Ni  desconocidos ni amigos. Les faltaba un cartel luminoso  “primera cita a ver que pinta”  Quiero explicarlo bien para que no se piense que invento para hacer creíble el cuento: el dialogo indicaba que sabían bastante uno del otro, que tenían opinión en común sobre  ciertos tópicos, y yo  estimé que  venían intercambiando data desde hace años. Si uds no son gente de lo virtual pueden creer que el verosimil del relato se me esta yendo al carajo, porque ¿Cómo no se van a conocer si intercambian opiniones desde hace mucho? Denme crédito: eso pasa.
No fue demasiado difícil encontrarles el  target, hablaban de blogs políticos, él definitivamente era bloguero, ella comentadora nomás, (me dió que era una comentadora serial, inteligente, incisiva) y del palo del  kichnerismo, de la 125, de si Scioli era o no un buen sucesor de Cristina (coincidieron que no), se rieron de la tintura del Pollo Sobrero- pero no eran amigos, no se conocían en un sentido fino del termino, y no estoy hablando del conocimiento bíblico, que implica carne y humores.
Entonces,  mi querido  Watson ¿por qué digo que no eran amigos? Datos empíricos dan
respaldo a mi teoría del desconocimiento previo. Él le preguntó si fumaba,  ella le contó de sus dos hijos, uno en Barcelona y otro adolescente que vivía con el padre. Denme otro crédito: estos dos era la primera vez que se veían, a pesar de tanta saraza de “yo se que vos pensás” o “me hiciste reír tanto cuando” y sobreentendidos que quedaban flotando como flotaba el humo cuando todavía se podía fumar en los bares. Un tiempo más feliz, el pasado.
Ella era  Eunice –solo al principio el la llamó así, le dijo “Eunice,¿ que vas a tomar?”.Pero después, mientras me atendían y yo pedía el colombiano cortado sin lemon pie,  me perdí un pedazo de charla y cuando retomé, ella ya era María del Carmen. Me di cuenta que venía entregada: hay señales, los tipos no las ven pero cualquiera que sea del club puede identificarlas, cierto nerviosismo con las manos, el tocarse el pelo, bah,  yo no soy la Cosmopolitan, pero las señales gritaban que ella abrigaba alguna esperanza con ese encuentro. Apuesto mi reino que venia bien depilada.
No la juzgo ¿Acaso no todas esperamos algo?  Estaba frente a mi, aunque no me mirara, ni una vez. Solo mas tarde me miró y quizá fue en vano.   Èl me daba la espalda, pero lo podía escuchar mejor, hasta me anote en el celular el nombre del blog para enterarme de mas. El blog se llamaba “La Patria Kirchnerista”, María del Carmen lo nombraba “vos”..
Que poca vida que  tengo, que en vez de ir a ver una película me convertía en voyeur de poca monta en un bar de Palermo.
El café colombiano sin torta no es lo mismo, y empecé a mordisquear  esa maldición de las galletitas mantecositas, y no me daban ganas de irme, una inercia. Había pasado solo media hora y nada esperaba en casa.
No me vengan con lo de la mascota, el departamento solo da para gato y no voy a tener
 uno por el  riesgo de que  termine colgando fotos de mis gatos en el facebook y que se me nombre en la oficina como “ la vieja de los gatos”. Ni gatos ni animal print para mi, no les voy a dar la oportunidad a esas hijas de puta que creen que siempre van a tener veintisiete años. Y ¡el horror el horror! imaginarme que la reina de las  hijas de puta, esa de contaduría que sale con Alfredo me llame por atrás “la gorda de los gatos”, cuando yo y él sabemos que fui lo único que tuvo  en la época en que se le murió la hija y la mujer se había vuelto loca. Basta de galletitas. Pura manteca.
Mejor no pensar, se puede ser feliz sin pensar, decía ese cuento de Cortazar, que Brindisi dice que esta sobrevalorado pero a mi me encanta. Entonces me enfoqué, como si lo que pasara en la otra mesa fuera mi asunto: mejor no pensar. Me puse a escuchar el dialogo (la opo, 678, Randazzo, Scioli que siempre cae parado, Cristina Cristina Cristina)  escuchaba las risas de ella y le iba agarrando medio bronca al tipo de La Patria Kirchnerista porque no acusaba mucho recibo del interés, del esfuerzo, de la garra que le ponía  María del Carmen, nadando en la melaza del  narcisismo masculino desplegado en bandera.  El hacia gala de sus encantos como si los tuviera, como si fuera el pistolero mas rápido del oeste, y ella, boluda, le festejaba.
Declamaba un poco, sobreactuaba  el compromiso con la “década ganada”. Yo vengo de los setenta , y se, papito, que eso no es una verdadera militancia, pero que me voy a poner a opinar. Si María del Carmen no se lo hacia notar, que tengo que decir yo. Puede ser esa la razón por la cual  no me va bien con los hombres, no me entra una. Y a ellos, ya se sabe, les gustan condescendientes, rubias y taradas (y jóvenes y lindas, claro).
Afuera la noche cayó, como cae la noche. Uds. saben, la noche  de las mujeres que vuelven de trabajos infectos o sublimes, todas con su compra, su bolsita del super, sus

pequeñas vidas. La noche que así como que te saca una estrella en cielo y en el  suelo trae a los que se acodan en los umbrales para dormir su miseria, la noche con los apurados que vuelven a la casa y se sentaran alrededor de la fogata del televisor prendido, la noche que mas tarde invitara  a tocarse los pies en la cama grande, la noche de los alucinados que esperan lo que no va a llegar, de los críos que quieren quedarse un rato mas a ver a Tinelli Y en el Martínez, la noche azuzaba y a las mozas que atienden se les empezó a notar las ganas de cerrar. Por esta parte de Santa Fe, una vez que el comercio se va apagando todo es mas triste que en un suburbio. Todo se pone triste. En el bar, yo, mi platito de galletitas amenity vacío, el jarrito de café vacío  y ellos hablando, como si no se hubieran dado cuenta de la noche les pedía que apuraran el trámite.
María del Carmen metió en la conversación el tema del deseo Dijo María del Carmen, textual: yo tengo el deseo intacto. Le imaginé una analista lacaniana.  Lo dijo fuerte, era su carta, su ancho de espada. El le dio un vuelco a la cosa, saco un tópico inesperado, como en un acto de magia donde esperás que el mago pele el ramo de flores de papel crepè, pero te saca una tabla de planchar.
A veces me equivoco, para mí al final se iban a ir para el telo. (el Martínez, nada inocentemente, queda a la vuelta de un albergue) Pero, sin embargo, cuando ella empezó a enunciar que su deseo estaba intacto como punto culmine de dos horas de charla sin parar, él dice que tenia que contarle un secreto, porque ella le inspiraba confianza, que eso le consumía toda la energía. Agucé las antenas, pero no solo a mi me costo entender de que se trataba. A María del Carmen, también. 
Ambas esperábamos un final feliz, casi saboreabamos la gloria de una revolcada sanitaria, pero entonces  él pela esta nueva carta. Los hombres son asombrosos. El de la
Patria Kirchnerista bajó la voz y por lo que ella decía, entendí que se lo planteaba como un juego de preguntas y respuestas.  Y ella, pobrecita,  tratando de hacer fuerza para dar con la respuesta correcta. Buena jugadora empezó tanteando si tenía el secreto que ver con amores clandestinos, con sentimientos, con trabajo, con la familia. A esta altura yo tenia ganas de sopapearlo por haberle hecho perder a María del Carmen dos horas de sus casi cincuenta años. Dos horas y plata en la depilación con cera sistema español,  en la manicura, para no hablar de las ilusiones desperdigadas, que no hay seguro que te las cubra. Ella seguía concentrada en jugar. Para mi, game over, jaque mate, volvete a tu casa sola.
No sentimientos, no amores. La miro mirándolo y entonces ella dice ¿timba? El silencio de él fue como el “caliente caliente” en las prendas que se hacen los niños. Cuando ella intento con “conseguiste una forma de ganar en el juego”, el se agranda y le contesta, “no lo dije yo, lo dijiste vos”. Y ¿de que manera? dice ella “la mas habitual”. Entonces yo pienso “la ruleta” al mismo tiempo que ella dice “la ruleta”.
Se acerca la camarera a mi mesa y luego a la de ellos, avisando del cierre del local. Ambas como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, pero no, nos dirigimos al baño. Escaleras arriba y mientras yo entro al sagrado recinto y ella se lava las manos, nos cruzamos las miradas por vez primera.  Yo la miré y no me entendió. El tipo es un pelotudo le decía yo mandándole mensajes con los ojos, es uno de esos que cree en  milanesas u ovnis, todo es igual. En un fractal de segundo quise consolarla “no te hagas problema, no pasa nada, no sos vos, es él” continuaba mi mensaje encriptado.
Cuando bajé las mozas ya estaban levantando las mesas, él estaba parado en la puerta ayudándola con el abrigo  y escuche el ultimo pedazo de dialogo que me fue dado presenciar: “vos no tenés que contar esto, si se sabe yo puedo estar en peligro, hay mucha gente interesada, yo no te dije nada, pero algún día, cuando estés por morir te vas a acordar de lo que te dije”.
Me metí en el subte con el animo raro de quien hizo una cosa bien y una mal. Tenía todavía la carpetita con los vegetales b y los vegetales a , y queriendo o sin querer le había ganado una batalla al lemon pie Las galletitas alimonadas, un mal menor.
Me dio lástima por María del Carmen o acaso por mi.
 La noche, como un guante frío y hostil que me empujó al subte,  me hizo sentir que la entraña caliente de la estación era un consuelo. En dos estaciones llegaría a casa. Ojala, pensé, den una buena en el cable.




Comentarios

Moscón ha dicho que…
SOS ARTISTA, así con mayúsculas, por intermedio de símbolos, me transmitiste las emociones. No cualquiera lo consigue; y vos que el otro día le hacías la apología a King....
Y hay un detalle, cuando comienza el párrafo "Pero entonces llegaron ellos..." me remitió al nano en "De Cartón Piedra":
www.youtube.com/watch?v=URU0OgJZwDQ&feature=kp
Otra óptica del mismo mambo en la consideración de considerarlo como tal.

Muy bueno Nilda, muy bueno.

Nanda ha dicho que…
muy buen cuento, atrapa, tiene ritmo y mucha ironía .Algo más, es creíble !
qué lindo escribe Nilda !
María Yacobe ha dicho que…
Genial. Buenísimo
María Yacobe ha dicho que…
Genial. Buenísimo
Anónimo ha dicho que…
Mirá Nilda, vos decís galletitas mantecositas y a mí se me deshacen en la boca apertando la lengua contra el paladar. Hasta sentí la ralladura de limón y el consuelo de las harinas y los dulces. Faaa, si hasta fui voyeur conforme el relato avanzaba. aunque me temía que tanta preparación, tanta depilación terminarían con el mino yéndose al mazo. ¡Pobre María del Carmen! Perdió minutos de sus casi cincuenta en semejante ejemplar pa'l descarte. ¡Excelente, che!
Peatón, diga no. ha dicho que…
lindo relato!!!
Frodo ha dicho que…
Muy bueno Nilda. Qué situación esa de querer decir todo con la mirada y querer grabar ese mensaje en el cerebro del otro.
Y comprenderse no comprendido.

Un beso.
vodka ha dicho que…
La versión que leí ayer era una pagina mas corta. Pero la leí como si fuera una del stand up. La gente se rio bastante. Yo quedé conforme.

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