Visitas de hospital



Las pibitas de la visita.


Tengo un sueño recurrente. Me junto en una esquina con todas mis edades a discutir quién tuvo la culpa. Los más chicos siempre salen ilesos.
Hugo Coletti

Ahora  ya pasó ,voy cruzando este parque, de nuevo el sol, poncho de los pobres, y  todo es tan real (los edificios, la cara de los que pasan, el peso de la bolsa donde llevo la compra del día) y  la  Silviaque me dijo que me dejara de joder, que eran ensoñaciones, trampas de la buena de la morfina. Pero no. Ellas vinieron. Todas menos una sonreían. Me cuidaron y se los debo.

La mas chiquita tenía pañales de tela, el pelito duro, y apareció en la cama como si en vez de estar en  terapia intensiva yo estuviese en una sala de maternidad. Tenia, pobrecita, un olorcito suave a pis, a colonia de bebe, a eructo de leche de teta. Coloradita de llorar, chiquita y negra, la veia berrear, pero yo no la escuchaba. A nadie escuchaba entonces. Me venían a visitar –no se si para cumplir o que- y eran una procesión, en un episodio de la tele sin voz. Yo le puse mi dedo, se me acomodò sobre la panza, y me agarro fuerte, y así me pude dormir, las dos corazon con corazon, panza con panza, acompasando el ritmo debajo de la mascara de oxigeno. No se porque el cableado no molestaba. Las dos juntas y de alguna manera nos acompañamos.Me tranquilizo porque apenas habia llegado y sentìa que mi cuerpo lo sacudian como a una alfombra llena de mugre. Me estaba mirando desde arriba, hasta que vino la bebe, aterrice en la cama, le agarrè el dedito  y me acovache.

Otro día (el tiempo en los hospitales no se mide por el reloj, cinco enfermeras mas tarde, uno en la cama de al lado que se llevaron finado, o por ahí en dolores: tres dolores después, veinte pinchazos) la vi a la otra. Una especie de ballerina rante, de suburbio. la remerita marrón con rayas horizontales, de manga corta y pollera plisada. Debo decir pollerita, perdónenme. Y las piernas llenas de cicatrices de granos, raspones, mugre en las rodillas. Era tan de noche, con las lunas de las luces de las camas, lunas nubladas,  y ella se balanceaba en el barral como un mono. El flequillo se le dividía en dos por un remolino. Y hablaba mucho.  Quería entretenerme. La miraba como a una película muda que sin embargo descifraba desde el silencio. Creo que me hacia burla para que la imitara, pero la morfina no me dejaba seguirle el juego.. Esa me acaricio la cabeza, y me entraron unas ganas de llorar tremendas. Se quedo mucho tiempo, contandome peliculas como el personaje ese de Puig. Las peliculas son buenas para no morirse.

La gordita tenia como 10 años, venia con unos libros, los soquetes caidos. Se ve que se los habían dado para que se estuviera quieta. Se hacia la agrandada, yo le conocía las mañas.Usaba palabras dificiles y me daba un poco de risa con ternura. Ahí estaba todo lo que sería. Tenia las cejas gruesas, un pantalón streech, y se puso a contarme los cuentos del libro Corazòn, lo que le paso a Robinson Crusoe, lo aburridas que eran las clases de guitarra, lo perras que eran las pibas de la escuela. Despues, como la anterior, siguio con una película del continuado. Era Descalzos en el Parque. La contaba como si fuera un libro. Me estaban llevando en una silla de ruedas, a un estudio en la planta baja. Menos mal que iba con ella, me pude distraer, olvidarme de todo, y dejar que los médicos hicieran lo suyo. Me pidió que le enseñara a silbar, a subirse a un árbol, me llenaba de cosas para que no pensara.

Una noche me desperté y me sentía tan bien que me acordé de la mejoría de la muerte ¿Uds. escucharon que las personas que están por morirse de repente se mejoran?. Le dije a la enfermera que llamara a mi marido, que me trajeran otro camisón, que me queria bañar, que quería escribir unas cosas. Yo no estaba excitada, simplemente tenia muchas cosas que hacer si me iba a morir. La enfermera salio rápido y  volvió con una jeringa, Me desesperé por que me di cuenta que me iban a poner algo para dormirme. Y en el sueño, mientras caía, vinieron tres: la de trece, la de dieciséis y una que había empezado a ir a la facultad.

Ellas me llevaron al río.en volandas.  Me sacaron del hospital por la ventana, sin alfombra magica a puro pulso, agarrandome como angeles.  Sabían que a mi me gustaba el rio, y que me gustaba la luna,  y me acunaban en el agua como si cada una hubiera agarrado un pedazo de sabana y pudieran hacerme volar en aguas tibias. Vos no te podes imaginar lo que era la luna, Era tan enorme, tan plateada, se me hace un nudo en el alma al querer contartelo.

Me decían cosas en un idioma de mujeres que no se reproducir. Era una danza circular, pero de olas de mar en el rio, Yo les quería agradecer, preguntarles cosas, pero el abotagamiento y el bienestar de saber que no me iba a morir sola, que me cuidaban me llenaba de lagrimas el cogote y no podía hablar.  Sabanas de holanda y  no las áridas sabanas de hospital. Me daban a oler flores frescas, y albahaca, y tierra mojada. Y cayendo cayendo cayendo, con musica de Almendra.

Hubo mas, una embarazada, otra cuarentona, hubo muchas mas. Me traian mis fetiches, cada uno de ellos. Cada una con lo suyo: titeres de dedo, moneditas de I ching, poemas de tres por cuatro. me canturreaban tanguitos, me daban animos. Les dije que le tenia miedo a los circos de pobre, a los coches con cola de pez, a los hombres de bigote finito. A hacer el ridiculo. Ellas cantaban. y me hacian cantar para adentro.

La ultima la encontrè en el espejo, De este lado del azogue ya estaba mejorcita, con el esparadrapo en la cabeza, pelada y vendada, tan flaca.Del otro lado estaba la otra, la unica que no sonreía. Esa me pedía cuentas. Como la chiquita del primer día olía a vomito. Pero a vomito de grande, de vino rancio. De comida pasada. Tenia una herida de bala con sangre seca en rededor. Me preguntaba por que. Yo no quería darle explicaciones. Me la encontraba en el espejo del baño cuando empecé a caminar, cuando no necesite la chata ni la comida endovenosa.

Le pregunte al enfermero puto de la mañana, que era muy atento, donde estaba. El creía que le preguntaba donde estaba yo, y me decía "mamita estas en el hospital, quedate tranquila, se te ve bien, te vas a curar". Y no, yo le preguntaba donde estaban ellas. Me respondió trayendome un te que me quería dar a tomar en cucharita.

Y ahora acá me ves, si no lo hago por mi, lo tendré que hacer por ellas.  Yo las mire a la cara una tarde y me pidieron que hiciera el intento. En eso estamos. Parecían buenas minas.




Comentarios

Cocó ha dicho que…
una es su única diosa eh

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