una de tupamaros.

libros de papel, no hay como ellos. Leerlos es como meter la mano en harina y agua y huevo y amasar fideos. Hoy Emma dormia y yo me lei uno entero en dos horas y media
Se lo debía aMarcela de Bernal que no se llama Marcela de Bernal pero yo la conozco asi y es mi amiga de twitter. Ud. dira que como se puede tener una amiga en 140 caracteres Soy injusta, antes del twitter tenia mi libro y yo no se en la casa de quien se lo ofrecí, en el blog de cual. Amigas de las palabras,  ella  me regalo tambien un libro que se llama Las Cartas que no llegaron y trata de encierros y desencuentros. Lo escribio un lider tupamaro que se comio once años encerrado, conpadres judios vivieron en otra tierra, y cuya vida el reinventa,teje, arma, borda, alucina, necesita,  en el confinamiento de su celda de tupamaro, Mauricio Rosencof, Moishe,que a veces es un chico que anda en triciclo y no entiende el idisch, que siempre sera un chico -como todos-en el seno de las palabras.

Las cartas que no llegan son las cartas que no fueron escritas en el campo de concentracion de Treblinka de la familia contando la proximidad de la muerte, y tambien las cartas que no recibio -tal vez no escritas- en su propia celda y las palabras nunca dichas que dejaran testimonio del amor por sus padres y la deriva de una pregunta  clave, el aleph de los sentimientos parentales de cuidado y amor, que se alucina en la ausencia . Esa pregunta, esa palabra es tan sencilla, tan de madre, tan "agua y madre" como decia (premonitoriamente) en el post anterior. La palabra es ¿comiste?
Como el libro es de Alfaguara uruguaya y aqui no se consigue, voy a hacer la virtud de copiar un fragmento para que navegue aqui, en la internet, en el mar de los zargazos de las palabras que son como las cartas que no llegaron.
En un carta iba todo. Desde los huevos de la colorada hasta el embarazo de Miriam y no sabes como habia llovido, todo. Y después el carro que iba desde la chacra -o como puta se llame en Polonia- hasta el pueblito, donde el peluquero o el pulpero de allá las metía en una bolsa que todos los jueves la cachila o la diligencia recogían, y uno piensa en las películas del far west en las que el pingo se comía los vientos y el muchacho señalaba "ahi va el correo" y el jinete saludaba sin quitar la pata del acelerador y las alforjas de la correspondencia sangundeaban en el anca del caballo que se perdía en las Rocosas envuelto en polvareda. Desp{ues la oficina central, y de allí la clasificacion manual, artesanl, el embolse, el destino dos por tres cambiado, y al barco y a bodega y al mar esquivando icebergs -digo yo- o submarinos del Eje o mercantes a contramano y al fin, puerto. Y lo mismo pero al revés, y el pedo geográfico del desembarco: " estabolsa es para acá", "no, esa no, Argentina es enfrente, deja la de Paraguay" Por eso cada carta que llegaba era por el hecho de llegar, un acontecimiento. El abrirla era otra historia.



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