princesas vampiras, prenhensiles y electricas.

Yo soy (perdonenme develar la Verdad) una mujer mas común que una remera de modal de un tienda del Once.
Pero hay otras mujeres que no soy,  la sirena que se levanto al Rengo, y la princesa vampira. Igual a ellas no les va muy bien. Oliverio Girondo  nos da pistas.Este texto es de él, viejo Oliverio, que debe haber muerto antes de que yo naciera peroque me ayuda con la data.
Dice Oliverio: 
 Las mujeres vampiro son menos peligrosas que las mujeres con un sexo prehensil.
Desde hace siglos, se conocen diversos medios para protegernos contra las primeras.
Se sabe, por ejemplo, que una fricción de trementina después del baño, logra en la mayoría de los casos, inmunizarnos; pues lo único que les gusta a las mujeres vampiro es el sabor marítimo de nuestra sangre, esa reminiscencia que perdura en nosotros, de la época en que fuimos tiburón o cangrejo.
La imposibilidad en que se encuentran de hundirnos su lanceta en silencio, disminuye, por otra parte, los riesgos de un ataque imprevisto. Basta con que al oírlas nos hagamos los muertos para que después de olfatearnos y comprobar nuestra inmovilidad, revoloteen un instante y nos dejen tranquilos.
Contra las mujeres de sexo prehensil, en cambio, casi todas las formas defensivas resultan ineficaces. Sin duda, los calzoncillos erizables y algunos otros preventivos, pueden ofrecer sus ventajas; pero la violencia de honda con que nos arrojan su sexo, rara vez nos da tiempo de utilizarlos, ya que antes de advertir su presencia, nos desbarrancan en una montaña rusa de espasmos interminables, y no tenemos más remedio que resignarnos a una inmovilidad de meses, si pretendemos recuperar los kilos que hemos perdido en un instante.
Entre las creaciones que inventa el sexualismo, las mencionadas, sin embargo, son las menos temibles. Mucho más peligrosas, sin discusión alguna, resultan las mujeres eléctricas, y esto, por un simple motivo: las mujeres eléctricas operan a distancia.
Insensiblemente, a través del tiempo y del espacio, nos van cargando como un acumulador, hasta que de pronto entramos en un contacto tan íntimo con ellas, que nos hospedan sus mismas ondulaciones y sus mismos parásitos.
Es inútil que nos aislemos como un anacoreta o como un piano. Los pantalones de amianto y los pararrayos testiculares son iguales a cero. Nuestra carne adquiere, poco a poco, propiedades de imán. Las tachuelas, los alfileres, los culos de botella que perforan nuestra epidermis, nos emparentan con esos fetiches africanos acribillados de hierros enmohecidos. Progresivamente, las descargas que ponen a prueba nuestros nervios de alta tensión, nos galvanizan desde el occipucio hasta las uñas de los pies. En todo instante se nos escapan de los poros centenares de chispas que nos obligan a vivir en pelotas. Hasta que el día menos pensado, la mujer que nos electriza intensifica tanto sus descargas sexuales, que termina por electrocutarnos en un espasmo, lleno de interrupciones y de cortocircuitos.
Oliverio Girondo
Espantapájaros 22



Comentarios

Libres y Salvajes ha dicho que…
Es blog esta de puta madre! ojo con las mujeres electricas, por experiencia se puede resultar un poquito trastornado
la sirena ha dicho que…
gracias, hay unas lindas historias el mes pasado del rengo y la sirena y mucho mas atrás unos cuentos eroticos de mujeres que no escriben cuentos eroticos. Ah, y tambien unos relatos de mujeres que se ponen viejas, todo medio tristongo, una lastima.

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